miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Qué quiere decir que la Biblia es “Palabra de Dios”?, por José Alegre, abad del monasterio de Poblet (Tarragona, Espana)

El pasado mes de Octubre (2013) tuvo lugar en Poblet el 3º Encuentro de Profesionales e Intelectuales Católicos, en torno al tema ¿Qué quiere decir que la Biblia es “Palabra de Dios”?

Podría sugerir varias respuestas, pero me quedo con esta: que la Biblia es una luz para el camino del hombre en esta difícil sociedad; y que en virtud de dicha luz al hombre se le abre un horizonte de esperanza. Una luz que está al servicio de la vida humana, ofreciendo energía renovada, y un ramo de alicientes para vivir la vida con una ilusión, con unas expectativas diferentes de las que dan los desequilibrantes mas-media de nuestra sociedad.

La Biblia puede ser esto, o puede no-ser-nada, pues hay un punto capital que conviene no olvidar ni tergiversar: que hace falta ponerse frente a esta Palabra, dejarse interpelar por ella, asimilarla. Lo cual no es fácil. Además, la Biblia no es un patrimonio exclusivo del mundo clerical, que la estudia, la medita, la explica y enseña…

Ha sido un Encuentro muy gratificante pues ha puesto de relieve que el mundo de los seglares se va despertando con fuerza al campo de la reflexión teológica, y que va alcanzando un nivel digno de toda consideración, aunque hay que reconocer que seguimos bajo mínimos en este campo. Necesitamos mucha más reflexión en este terreno, pues los seglares tienen un olfato singular, para llevar la Palabra como luz y energía a la vida diaria.

Yo quiero destacar hoy la “comunicación”: “Como la Biblia puede iluminar el trabajo con las personas más vulnerables”. Una “comunicación” relacionada con el servicio de Cáritas Diocesana. Una atención a las personas más vulnerables que puso de relieve el gesto de contemplar, “mirando” a la persona que se tiene delante. Un “mirar” o contemplar que no es un mirar de curiosidad, de escrutar o juzgar, sino una “mirada” más profunda que emerge desde el respeto, la admiración o el amor al otro. Aquí nos podemos encontrar con varios niveles de contemplación que estarían en relación con la hondura de vida de quien “mira”, y también con la situación concreta de “aquel” que es contemplado.

En este punto son muy elocuentes, expresivas, algunas afirmaciones de dicha “comunicación”:
Acercarse, mirar, escuchar, acoger… es darse, dejarse “alterar” por el otro, dejar de ser el que eres y ser el otro, dejar de mirarlo a él, para mirar con él y a través de él.

En el fondo viene a ser un diálogo vivo, personal que acerca a una comunión de vida, lo cual no es frecuente ni fácil en esta sociedad crispada, y que vive a un ritmo de locura. Esto es algo muy necesario y urgente a todos los niveles de la convivencia humana.

Me decía una persona sin hogar: Cuando estás en la calle llega un momento en que la gente te ve, pero no te miran a los ojos. Sucede que cuando vivimos con poca humanidad nos vamos centrando cada vez más en nosotros mismos, buscando defendernos de un medio externo que consideramos cada día más agresivo, y que realmente es así. Pero este replegarnos sobre nosotros mismos reduce nuestro horizonte vital, nos empobrece.

Cuando miras te haces vulnerable. Y cuando el otro te mira y tú no vuelves el rostro, el otro te revela a ti mismo.

Pues siendo una auténtica y sencilla mirada, en ella se revela también nuestra manera de ser, nuestra riqueza o pobreza interior. Es importante que la mirada lleve una carga desde el corazón, para que penetre con profundidad en el río de la vida, sobre todo la personal, y amplíe nuestro horizonte

Esto quiero compartir con vosotros: que el Dios de la revelación bíblica nos va educando la mirada. “Señor dejadme ver la claridad de vuestra mirada, que el vuestro siervo aprenda tus decretos” (Sal 118,135)
El Señor nos educa la mirada, y pule nuestro corazón; él va enriqueciendo nuestra persona, y propiciando una vida más profunda, con un sentido más pleno, hasta el punto de reflejar en su vida la gloria de Dios, como nos enseña san Ireneo: “la gloria de Dios es que el hombre viva”. La persona que vive con esta sabiduría nos muestra un camino de serenidad, de paz, que dado el ritmo de la vida social no es fácil. Es todo un reto, supone en muchas ocasiones una vivencia de cruz, pero siempre será el verdadero camino de una auténtica realización personal. Buscar con sinceridad esta experiencia es buscar un camino contemplativo. Un camino contemplativo a través de la belleza y la bondad de la creación, pero de manera especial, como nos sugieren las palabras del Sr. Gamarra, a través de una relación social con los otros.

Pocos son los que tienen una profundidad real de conciencia espiritual y de experiencia interior, y si la tienen viene a ser algo incapaz de articular hacia el exterior. El verdadero contemplativo no tiene muchas cosas que decir, lo importante es que sea una experiencia capaz de mostrarla y hacerla comprender a los demás.

Una experiencia de belleza, de bondad…, lo cual exige otro ritmo de vida del que solemos vivir. Lo cual exige que nos dejemos educar la mirada y el corazón, y podamos tener un mensaje que comunicar. Serán los caminos que nos marca la Palabra de Dios, las personas con quienes convivimos, el escenario singular de la creación… En cualquier caso no son caminos fáciles, a veces suponen poner y aceptar la cruz en nuestra vida, pero sin esta dimensión de la cruz tampoco puede haber un “hombre nuevo”.

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