sábado, 4 de enero de 2025

2 DOMINGO DESPUES DE NAVIDAD (Lecturas)

Eclesiástico 24,1-2.8-12
Salmo 147,12-13.14-15.19-20
R/. La Palabra se hizo carne 
y acampó entre nosotros
Efesios 1,3-6.15-18
Juan 1,1-18

Eclesiástico 24,1-2.8-12

La sabiduría se alaba a sí misma, se gloría en medio de su pueblo, abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades. En medio de su pueblo será ensalzada, y admirada en la congregación plena de los santos; recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendita entre los benditos. El Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: «Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.» Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia, ofrecí culto y en Sión me establecí; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad, y resido en la congregación plena de los santos.

Salmo 147,12-13.14-15.19-20
R/. La Palabra se hizo carne 
y acampó entre nosotros

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
R/. La Palabra se hizo carne 
y acampó entre nosotros

Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.
R/. La Palabra se hizo carne 
y acampó entre nosotros

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
R/. La Palabra se hizo carne 
y acampó entre nosotros

Efesios 1,3-6.15-18

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por eso yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.


En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado ha conocer. 

jueves, 2 de enero de 2025

SAN BASILIO, Obispo de Cesarea y Doctor de la Iglesia, por Benedicto XVI



San Basilio, obispo y Dóctor de la Iglesia, es maestro de vida para los cristianos de hoy. Nació en torno al año 330 en el seno de una familia de santos (tres de sus nueve hermanos son santos).

Antes de ser elegido obispo abrazó la vida monacal, creando «un monaquismo muy particular: no estaba cerrado a la comunidad de la Iglesia local, sino abierto a ella».

Combatió el arrianismo; escribió muchas e importantes obras y, principalmente, reglas monásticas, por las que se rigen aún muchos monjes orientales; ayudó en gran manera a los pobres. Murió el 1 de enero del año 379

Intervención de Benedicto XVI 
en la que presentó la figura de san basilio:

Si bien san Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia, en la actual Turquía, falleció en el año 379, sigue siendo hoy un maestro de vida cristiana, considera Benedicto XVI. A este padre de la Iglesia dedicó su intervención durante la semanal audiencia general, del miércoles 4 julio 2007, en la que participaron doce mil peregrinos, primero en la Basílica de San Pedro del Vaticano y luego en el Aula Pablo VI.

«Fue un hombre que vivió con la mirada puesta en Cristo, un hombre del amor por el prójimo», dijo el Papa. «Lleno de la esperanza y de la alegría de la fe, Basilio nos muestra cómo ser realmente cristianos», añadió.

El obispo de Roma releyó el programa de vida que el mismo Basilio había adoptado: «apóstol y ministro de Cristo, dispensador de los misterios de Dios, heraldo del reino, modelo y regla de piedad, ojo del cuerpo de la Iglesia, pastor de las ovejas de Cristo, médico piadoso, padre y nodriza, cooperador de Dios, agricultor de Dios, constructor del templo de Dios».

Basilio nació en torno al año 330 en el seno de una familia de santos (tres de sus nueve hermanos son santos). Antes de ser elegido obispo abrazó la vida monacal, creando « un monaquismo muy particular: no estaba cerrado a la comunidad de la Iglesia local, sino abierto a ella».

«Sus monjes formaban parte de la Iglesia local, eran su núcleo animador que, precediendo a los demás fieles en el seguimiento de Cristo y no sólo de la fe, mostraba su firme adhesión a Él, el amor por Él, sobre todo en las obras de caridad».

«Estos monjes, que tenían escuelas y hospitales, estaban al servicio de los pobres y de este modo mostraron la vida cristiana de una manera completa», explicó Benedicto XVI.

«Como obispo y pastor de su extendida diócesis --siguió recordando--, Basilio se preocupó por las difíciles condiciones materiales en las que vivían los fieles; denunció con firmeza el mal; se comprometió con los pobres y los marginados; intervino ante los gobernantes para aliviar los sufrimientos de la población, sobre todo en momentos de calamidad; veló por la libertad de la Iglesia, enfrentándose a los potentes para defender el derecho de profesar la verdadera fe».

«Dio testimonio de Dios, que es amor y caridad, con la construcción de varios hospicios para necesitados, una especie de ciudad de la misericordia, que tomó su nombre “Basiliade”. En ella hunden sus raíces las los modernos hospitales para la atención de los enfermos», indicó.

«En su amor por Cristo y su Evangelio», dijo el Papa, este padre de la Iglesia «se comprometió también por sanar las divisiones dentro de la Iglesia, tratando siempre de que todos se convirtieran a Cristo y a su Palabra, fuerza unificadora, a la que todos los creyentes tienen que obedecer».