Define el Diccionario de la Real Academia Española la voz villancico de la siguiente manera:
1. m. Canción popular breve que frecuentemente servía de estribillo.
2. m. Cierto género de composición poética con estribillo.
3. m. Canción popular, principalmente de asunto religioso, que se canta en Navidad y otras festividades.
Donde topamos, una vez más, con un problema típico con el que nos hemos encontrado en otras ocasiones: el de la falta de un criterio coherente para ordenar las distintas acepciones del término.
Y es que efectivamente, los villancicos no son en origen sino canciones profanas de origen popular surgidas en la segunda mitad del s. XV a partir de las llamadas cántigas o canciones medievales y de los zéjeles mozárabes. Deriva su nombre, sin duda, de su naturaleza bien popular y de su interpretación por los villanos o habitantes de las villas, un origen etimológico del que se hace eco el propio Diccionario de la RAE. En inglés se llaman “carol”, palabra que podría provenir del francés antiguo “caroler”, bailar haciendo ronda. Y en francés “chant de Noël”.
Se componen de dos elementos fundamentales: el estribillo que se repite varias veces a lo largo de la obra, y las coplas, si bien dentro de un espíritu muy liberal que permite todo tipo de combinaciones y estructuras, acompañados de música unísona o polifónica. El villancico se abre paso hacia formas artísticas literarias como el teatro o la novela pastoril.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, y dentro del espíritu sincrético que en todo momento anima la evangelización cristiana, la Iglesia promueve el uso de música popular en lengua vernácula en los oficios religiosos, y especialmente en las grandes fiestas.
Para el s. XVII el villancico es un género muy popular y muy vinculado a las festividades religiosas como la Asunción (que todavía no es dogma, no lo será hasta 1950), la Inmaculada (que tampoco, sólo lo es desde 1855), el Corpus Christi y, por supuesto, la Navidad, donde hallará como se sabe su máxima expresión, aquélla que de hecho, ha llegado a nuestros días, esperemos que para quedarse por muchos siglos.
La música navideña se abre paso en todos los países cristianos, dando maravillosas realizaciones en el mundo germánico y anglosajón, como notablemente el “Noche de Paz”, “Stille nacht, heilige yach” en origen, del austríaco Joseph Mohr, el “O Tannenbaum”, el “The first Noel” inglés... por no hablar del villancico más vendido de la historia, el “Happy Christmas” de John Lennon (pinche aquí para conocer su curiosa historia), o del más bonito villancico que se ha cantado nunca en un anuncio (pinche aquí si desea conocer de cuál le hablo).
En España, los más conocidos son títulos como “Campana sobre campana”, “Los peces en el río”, “El tamborilero” y tantos otros. Por mi parte, tengo una particular debilidad por el “Villancico Marinero” que Luis Blanes compuso en 1982. Me trae preciosos recuerdos de infancia el villancico “Alegría, alegría, alegría”.
1. m. Canción popular breve que frecuentemente servía de estribillo.
2. m. Cierto género de composición poética con estribillo.
3. m. Canción popular, principalmente de asunto religioso, que se canta en Navidad y otras festividades.
Donde topamos, una vez más, con un problema típico con el que nos hemos encontrado en otras ocasiones: el de la falta de un criterio coherente para ordenar las distintas acepciones del término.
Y es que efectivamente, los villancicos no son en origen sino canciones profanas de origen popular surgidas en la segunda mitad del s. XV a partir de las llamadas cántigas o canciones medievales y de los zéjeles mozárabes. Deriva su nombre, sin duda, de su naturaleza bien popular y de su interpretación por los villanos o habitantes de las villas, un origen etimológico del que se hace eco el propio Diccionario de la RAE. En inglés se llaman “carol”, palabra que podría provenir del francés antiguo “caroler”, bailar haciendo ronda. Y en francés “chant de Noël”.
Se componen de dos elementos fundamentales: el estribillo que se repite varias veces a lo largo de la obra, y las coplas, si bien dentro de un espíritu muy liberal que permite todo tipo de combinaciones y estructuras, acompañados de música unísona o polifónica. El villancico se abre paso hacia formas artísticas literarias como el teatro o la novela pastoril.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, y dentro del espíritu sincrético que en todo momento anima la evangelización cristiana, la Iglesia promueve el uso de música popular en lengua vernácula en los oficios religiosos, y especialmente en las grandes fiestas.
Para el s. XVII el villancico es un género muy popular y muy vinculado a las festividades religiosas como la Asunción (que todavía no es dogma, no lo será hasta 1950), la Inmaculada (que tampoco, sólo lo es desde 1855), el Corpus Christi y, por supuesto, la Navidad, donde hallará como se sabe su máxima expresión, aquélla que de hecho, ha llegado a nuestros días, esperemos que para quedarse por muchos siglos.
La música navideña se abre paso en todos los países cristianos, dando maravillosas realizaciones en el mundo germánico y anglosajón, como notablemente el “Noche de Paz”, “Stille nacht, heilige yach” en origen, del austríaco Joseph Mohr, el “O Tannenbaum”, el “The first Noel” inglés... por no hablar del villancico más vendido de la historia, el “Happy Christmas” de John Lennon (pinche aquí para conocer su curiosa historia), o del más bonito villancico que se ha cantado nunca en un anuncio (pinche aquí si desea conocer de cuál le hablo).
En España, los más conocidos son títulos como “Campana sobre campana”, “Los peces en el río”, “El tamborilero” y tantos otros. Por mi parte, tengo una particular debilidad por el “Villancico Marinero” que Luis Blanes compuso en 1982. Me trae preciosos recuerdos de infancia el villancico “Alegría, alegría, alegría”.
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