La Iglesia australiana en la definición del dogma:
Dos anécdotas interesantes
Me gustaría compartir dos anécdotas que creo son de sumo interés y que dan cuenta de la hasta ahora muy poco sabida conexión de Australia con la definición del dogma de la Inmaculada Concepción por el Papa Pío IX en 1854.
Primero, el papel del entonces arzobispo de Sídney, Bede Polding, osb, en las "discusiones finales" acerca de la proclamación del dogma. Henry Norbert Birt, en su trabajo Benedictine Pioneers in Australia ("Pioneros benedictinos en Australia", 1911), tiene la versión más completa de la historia, la cual transcribe, dice, "de un pergamino delante de sus ojos, preparado evidentemente en aquella fecha, o poco después".
Me permito la libertad de traducir unas líneas:
La última media hora de la reunión [de los 110 obispos llamados a Roma para participar en dichas "discusiones finales"] fue una de las más memorables de los anales de la Iglesia. Había habido discusiones y argumentos fuertes cuando el arzobispo Polding se levantó y se presentó diciendo que era el representante de los once obispos en Australia y había venido a doblegarse a la Santa Sede. "Vos sois Pío: somos vuestros hijos. Enseñadnos, guiadnos, confirmad nuestra Fe".
[Polding] se expresó en palabras muy simples y conmovedoras. De repente la asamblea entera se volvió tranquila: la discusión dio paso a la fe. Los obispos se volvieron de una mente y de un corazón; quisieron que se les llevara al Papa, para echarse a sus pies. El cardenal legado y el episcopado entero vertieron lágrimas de gozo y consuelo. Un jesuita presente dijo que nunca se había dado cuenta de la acción visible del Espíritu Santo como lo hizo en aquella última media hora.
Birt concluye su relato diciendo que Polding, al actuar así, había tomado "una parte decisiva en aquellas discusiones solemnes. ¡La voz de Australia se había oído!".
La segunda anécdota viene recogida en el Ordo de la diócesis de Victoria, hoy estado australiano, de 1855. Relata que el 27 de junio de 1854, el entonces obispo de Melbourne, James Alipius Goold, regaló al Papa Pío IX una cantidad de oro minado de tierras victorianas "en testimonio de fidelidad hacia la persona de Vuestra Santidad, y hacia la Sede Apostólica".
Debajo de este texto, el compilador del Ordo registra que "Su Santidad ha manifestado de la más especial forma su afecto paternal por sus hijos de Victoria al haberse dignado a ordenar hacer del oro de la provincia las medallas que se acuñarán con ocasión de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de la Beata Virgen María".
El propio arzobispo Polding, en una carta a la abadesa de Stanbrook en 1855, explica algo más acerca de la acuñación de estas medallas conmemorativas.
"Fueron cien onzas mandadas por los mineros", cuenta Polding, "y de ellas se acuñaron trescientas medallas. Algunos de los cardenales quisieron que las medallas fueran más grandes, pero el Papa no estaba de acuerdo porque habría que usarse otro oro... medallas de plata también fueron acuñadas".
Son dos anécdotas que ciertamente valen la pena traer a la mente y que, también, son una muestra del entusiasmo con el que fue acogido el nuevo dogma en las antípodas de Europa.
Autor: Cameron Doody
+ SOBRE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Dos anécdotas interesantes
Me gustaría compartir dos anécdotas que creo son de sumo interés y que dan cuenta de la hasta ahora muy poco sabida conexión de Australia con la definición del dogma de la Inmaculada Concepción por el Papa Pío IX en 1854.
Primero, el papel del entonces arzobispo de Sídney, Bede Polding, osb, en las "discusiones finales" acerca de la proclamación del dogma. Henry Norbert Birt, en su trabajo Benedictine Pioneers in Australia ("Pioneros benedictinos en Australia", 1911), tiene la versión más completa de la historia, la cual transcribe, dice, "de un pergamino delante de sus ojos, preparado evidentemente en aquella fecha, o poco después".
Me permito la libertad de traducir unas líneas:
La última media hora de la reunión [de los 110 obispos llamados a Roma para participar en dichas "discusiones finales"] fue una de las más memorables de los anales de la Iglesia. Había habido discusiones y argumentos fuertes cuando el arzobispo Polding se levantó y se presentó diciendo que era el representante de los once obispos en Australia y había venido a doblegarse a la Santa Sede. "Vos sois Pío: somos vuestros hijos. Enseñadnos, guiadnos, confirmad nuestra Fe".
[Polding] se expresó en palabras muy simples y conmovedoras. De repente la asamblea entera se volvió tranquila: la discusión dio paso a la fe. Los obispos se volvieron de una mente y de un corazón; quisieron que se les llevara al Papa, para echarse a sus pies. El cardenal legado y el episcopado entero vertieron lágrimas de gozo y consuelo. Un jesuita presente dijo que nunca se había dado cuenta de la acción visible del Espíritu Santo como lo hizo en aquella última media hora.
Birt concluye su relato diciendo que Polding, al actuar así, había tomado "una parte decisiva en aquellas discusiones solemnes. ¡La voz de Australia se había oído!".
La segunda anécdota viene recogida en el Ordo de la diócesis de Victoria, hoy estado australiano, de 1855. Relata que el 27 de junio de 1854, el entonces obispo de Melbourne, James Alipius Goold, regaló al Papa Pío IX una cantidad de oro minado de tierras victorianas "en testimonio de fidelidad hacia la persona de Vuestra Santidad, y hacia la Sede Apostólica".
Debajo de este texto, el compilador del Ordo registra que "Su Santidad ha manifestado de la más especial forma su afecto paternal por sus hijos de Victoria al haberse dignado a ordenar hacer del oro de la provincia las medallas que se acuñarán con ocasión de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de la Beata Virgen María".
El propio arzobispo Polding, en una carta a la abadesa de Stanbrook en 1855, explica algo más acerca de la acuñación de estas medallas conmemorativas.
"Fueron cien onzas mandadas por los mineros", cuenta Polding, "y de ellas se acuñaron trescientas medallas. Algunos de los cardenales quisieron que las medallas fueran más grandes, pero el Papa no estaba de acuerdo porque habría que usarse otro oro... medallas de plata también fueron acuñadas".
Son dos anécdotas que ciertamente valen la pena traer a la mente y que, también, son una muestra del entusiasmo con el que fue acogido el nuevo dogma en las antípodas de Europa.
Autor: Cameron Doody
+ SOBRE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
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