Mateo 11:16-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: ¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.
— Comentario por el P. Julio González, SF.
Hay gente que nunca está contenta o, tal vez, debería decir: hay gente que solamente está contenta cuando les va bien a ellos.
Un médico le explicaba a una mamá la apatía de su hijo:
“El niño está sano. El problema de su hijo no es que nunca esté contento, su problema (de la madre) es que le pone tanta atención que el niño no puede disfrutar de los demás, de la naturaleza y de las cosas cotidianas, porque está absorbido por sí mismo”.
“Y eso ¿se cura?”, pregunta la madre.
“Por supuesto, motive a su hijo para que dirija su atención sobre las vivencias de otras personas y verá que el niño comienza a mostrar interés por algo”.
Este ejemplo sirve para explicar que la espiritualidad del Adviento no puede ser apreciada por personas que solamente están interesadas en ellas mismas, en cómo les va a ellos.
Jesús no habla de unas personas sino de toda una “generación”, poniendo en evidencia una mentalidad y un estilo de vida.
“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado”, ¿Cómo pueden bailar o llorar por lo que otros hacen si solamente tienen ojos y oidos para sí mismos?
La espiritualidad del Adviento es la espiritualidad del caminante; por eso, los sabios que vienen que oriente, los pastores, Abraham, Moisés, los profetas, Juan el Bautista, María y José, pueden ayudarnos a llenar de significado y propósito nuestra espera.
A través de Zacarías, Isabel, José, Herodes y sus consejeros, descubrimos que ese peregrinaje pone a prueba no solamente nuestra resistencia física sino también nuestra resistencia a cambiar, a ver a los demás sin temor, como una buena noticia.
Los episodios del Evangelio que meditamos durante el Adviento muestran que quienes se preocupan por mantener su bienestar y privilegios, no solamente no se alegran con la llegada del mesías sino que le ven como una amenaza.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: ¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.
— Comentario por el P. Julio González, SF.
Hay gente que nunca está contenta o, tal vez, debería decir: hay gente que solamente está contenta cuando les va bien a ellos.
Un médico le explicaba a una mamá la apatía de su hijo:
“El niño está sano. El problema de su hijo no es que nunca esté contento, su problema (de la madre) es que le pone tanta atención que el niño no puede disfrutar de los demás, de la naturaleza y de las cosas cotidianas, porque está absorbido por sí mismo”.
“Y eso ¿se cura?”, pregunta la madre.
“Por supuesto, motive a su hijo para que dirija su atención sobre las vivencias de otras personas y verá que el niño comienza a mostrar interés por algo”.
Este ejemplo sirve para explicar que la espiritualidad del Adviento no puede ser apreciada por personas que solamente están interesadas en ellas mismas, en cómo les va a ellos.
Jesús no habla de unas personas sino de toda una “generación”, poniendo en evidencia una mentalidad y un estilo de vida.
“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado”, ¿Cómo pueden bailar o llorar por lo que otros hacen si solamente tienen ojos y oidos para sí mismos?
La espiritualidad del Adviento es la espiritualidad del caminante; por eso, los sabios que vienen que oriente, los pastores, Abraham, Moisés, los profetas, Juan el Bautista, María y José, pueden ayudarnos a llenar de significado y propósito nuestra espera.
A través de Zacarías, Isabel, José, Herodes y sus consejeros, descubrimos que ese peregrinaje pone a prueba no solamente nuestra resistencia física sino también nuestra resistencia a cambiar, a ver a los demás sin temor, como una buena noticia.
Los episodios del Evangelio que meditamos durante el Adviento muestran que quienes se preocupan por mantener su bienestar y privilegios, no solamente no se alegran con la llegada del mesías sino que le ven como una amenaza.
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