Comentario de Mons. Francisco González, SF.
Estamos en el cuarto domingo de Adviento, último domingo de preparación ante la fiesta de la Navidad.
La primera lectura de la liturgia de hoy la tomamos del profeta Isaías, de la sección de su libro conocida como “el libro de Enmanuel”, “el libro de Dios-con-nosotros”. Podríamos decir que estos capítulos (7-12) son los más célebres del profeta.
Leemos hoy acerca del rey Acaz que está en guerra y quiere aliarse con otros reyes para vencer al enemigo. El profeta, hablándole en nombre de Dios, le sugiere que pida ayuda a Dios en vez de a reyes de la tierra, cosa que Acaz rechaza rotundamente. Sin embargo, Dios mismo le da una señal: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Enmanuel (que significa: Dios-con-nosotros)”.
El Señor está diciendo a Israel, y a nosotros, que debemos creer en que Dios es fuerte y fiel a la promesa de que nos salva.
En el evangelio de hoy encontramos un personaje más del Adviento. Hemos visto a Isaías, a Juan el Bautista, al que lo es por antonomasia, María Santísima, y ahora José. De él se habla muy poco, de él no tenemos ninguna palabra y sin embargo es el cabeza de familia, de la Familia Santa de Nazaret.
Nos enfrentamos aquí a un hombre honrado y bueno, que está desposado con la Virgen que dará a luz a Enmanuel (Dios-con-nosotros), fruto de la acción del Espíritu Santo. El está perplejo y quiere dejar a María, no porque piense que le ha engañado, sino más bien, creo que debemos pensar, porque siendo José un hombre justo, temeroso de Dios, no acaba de comprender semejante misterio, no sabe lo que Dios quiere de él en este plan misterioso, y al no querer ser estorbo alguno, decide dejarla en secreto.
En medio de esta confusión, el ángel de Dios se le aparece en sueños, una de las formas en que Dios se comunica con sus criaturas, y le quita las dudas, él también está en el plan de Dios, él le debe dar el nombre al hijo que va a nacer y así, aceptando la paternidad legal, el niño será descendiente de David, heredero del Santo Rey.
Cuando se despierta, vemos que aflora la bondad y obediencia de José al plan de Dios. José, como escribe B. Caballero, es prototipo y modelo de fe y una vez que ha recibido el mensaje de Dios, no cede ante la tentación de abandonar a María y se adentra en la oscuridad luminosa del misterio de Dios.
San Pablo en este comienzo de la carta a los Romanos (2 lectura) quiere establecer claramente que él es apóstol de Jesucristo, que ha sido llamado para este oficio por Dios mismo y que en obediencia al mismo, se dedica a predicar el evangelio a los gentiles. El evangelio de Jesucristo, anunciado por los profetas, descendiente de David, según la ley, e Hijo de Dios, por el poder del Espíritu Santo.
Esta misión de Pablo, no es exclusiva de él, todos los bautizados estamos llamados a proclamar el evangelio del Señor, debemos participar en la nueva evangelización, o sea, continuar con más ardor proclamando a “Dios-con-nosotros”, en este nuevo siglo tan necesitado de la paz, el amor, la reconciliación que nos viene constantemente del Dios Niño que nace en Belén.
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