martes, 21 de febrero de 2017

La "santa vergüenza" ante la tentación de la ambición, por el papa Francisco

MARTES DE LA 7 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año I
Comentario por el papa Francisco
“Santa vergüenza” ante la tentación de la ambición

La primera lectura indica que quien quiere servir al Señor, debe prepararse para hacer frente a “la tentación de no cumplir la misión. Y añadió que también Jesús fue tentado: tres veces por el diablo en el desierto y después por Pedro, cuando les reveló su muerte.

La otra tentación de la que habla el Evangelio del día es que los discípulos van discutiendo por el camino sobre quién de ellos es el más grande y cuando Jesús les pregunta de qué estaban hablando ellos callan, porque se avergüenzan.

“Era gente buena –señala Francisco– que quería seguir al Señor. Pero no sabían que el camino del servicio al Señor no era tan fácil, no era como entrar en una institución o una asociación de beneficencia para hacer el bien: no, es otra cosa”.

Además, señala Francisco, tenían “la tentación de la mundanidad: desde el momento en que la Iglesia es Iglesia hasta hoy, esto ha sucedido, sucede y sucederá”. Como en las parroquias cuando se discute: ‘Yo quiero ser presidente de esta asociación, subir un poco’, ‘¿Quién es el más grande, aquí? ¿Quién es el más grande en esta parroquia? No, yo soy más importante que aquel, y aquel otro no, porque ha hecho aquella cosa…’, y de ahí la cadena de los pecados”.

“Algunas veces nosotros los sacerdotes lo decimos con vergüenza en los presbiterios: ‘Yo querría aquella parroquia…’ – ‘Pero el Señor está aquí…’ – ‘pero yo querría aquella…’. Lo mismo. No es el camino del Señor, sino el camino de la vanidad, de la mundanidad”.

El Santo Padre invitó que se rece al Señor pidiendo “la gracia de avergonzarnos, cuando nos encontramos en estas situaciones”.

Jesús sentado junto a ellos –explica Francisco– les recuerda que “si uno quiere ser el primero, deberá ser el último y el servidor de todos”, lo dice tomando un niño que pone en medio de ellos.

“Que el Señor nos dé la gracia de la vergüenza, aquella santa vergüenza, cuando nos encontramos en aquella situación, bajo aquella tentación y avergonzarnos: ‘¿Pero yo soy capaz de pensar así? Cuando veo a mi Señor en la cruz, ¿quiero usar al Señor para subir?’”.

Que el Señor nos dé la gracia de la sencillez de un niño: comprender que sólo vale el camino del servicio… de poder decir de uno mismo: ‘Soy un siervo inútil’”.

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