jueves, 2 de febrero de 2017

Hebreos 2,14-18: Tenía que parecerse en todo a sus hermanos

Hebreos 2,14-18

Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenia que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

— Comentario:
"Tenía que parecerse en todo a sus hermanos"
por Reflexiones Católicas

Este fragmento de Hebreos destaca que Jesucristo, para traer la salvación a los hombres, ha asumido la condición humana en su totalidad. La salvación consiste en la liberación de la muerte (hasta aquel momento la muerte era un final inexorable: desde entonces es paso a la resurrección), que se ha producido porque Jesucristo. Venciendo al pecado con su muerte, le ha quitado el poder al diablo, que era dueño de la muerte (recuérdese el relato del Genesis: el diablo ha provocado el pecado, y la consecuencia del pecado ha sido la muerte).

Para liberar a los hombres del pecado, Jesucristo tenía que ser un hombre y presentar ante Dios la imagen de hombre fiel a su voluntad hasta el final; así, por una parte, Dios puede contemplar su modelo de hombre libre y revertir la situación de pecado en que se hallaba la humanidad entera; y por otra, los hombres ven el camino al que están llamados realizado por uno que ha pasado por las mismas pruebas que ellos.

Compatiendo nuestra sangre y carne

Jesús ha compartido nuestra sangre y nuestra carne y no se avergüenza de llamarnos hermanos (2,11.14). Hebreos dice con palabras propias lo mismo que nosotros queremos expresar con la celebración de la Navidad.

Jesús ha asumido todo lo humano: alegría, amistad, familia, sencillez; pero también, el dolor, el sufrimiento y la muerte. Más aún, aceptó a los hombres como son: limitados, mediocres, pecadores, con sus odios pequeños e irracionales. Jesús llama a los hombres a ser sus hermanos, hasta en la terrible y absurda situación que los lleva a matar al justo precisamente porque les habla de paz, de sinceridad, de vida limpia, de Dios.

Ya desde Belén Jesús aprendió cuán difícil es llevarse bien con los hombres. Ahora Hebreos subraya el último paso: Jesús sufre también la angustia de la muerte (2,14-15; 5,7), resumen de todos los miedos humanos; la angustia del hombre que siente un anhelo infinito de vida y felicidad pero se encuentra diariamente con sus desesperantes limitaciones. Este misterioso y complejo mundo humano está ya presente de una manera entrañable en el niño débil, ignorado, alabado y perseguido de Belén.

Perfección, gloria y honor: 
sufrimiento, incomprensión y muerte

A través de la experiencia humana vivida por Jesús, con sus sufrimientos, incomprensiones y muerte, consiguió el propio Jesús la perfección (2,10), la gloria y el honor (2,9) de entrar en comunión total con Dios (9,11-12). Por la muerte halló la vida y nos liberó de la angustia de la muerte (2,9-15).

El hombre sólo encuentra la verdadera vida en Dios, el único absoluto; esto comporta asumirlo todo tal como es. No es rehusando su propia vida o engañándose, sino asumiéndola como limitada y mortal, como el hombre se entrega a Dios hallando en él la vida verdadera. El hombre que vive en Dios aprende a no rehusar su vida humana y a amarlo todo y a todos, tal como son, excepto el pecado.

María

María es la humanidad que concibe al Hijo de Dios y lo arraiga en la tierra humana. Por María, Jesús se ha hecho uno de los nuestros, convirtiendo la vida humana en el más sublime acto de culto a Dios como Hijo suyo. Ella ha sido la primera en seguirle, acogiendo a Dios en la sencillez y generosidad de su vida. 

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