jueves, 16 de febrero de 2017

Salmo 102 (101): Comentario


Comentario al Salmo 102 (101)

Estamos ante un salmo de súplica individual. Alguien, que se encuentra en una situación grave, dama al Señor: «escucha mi oración» (2), «no me escondas tu rostro», «inclina tu oído», «respóndeme» (3).

El drama de esta persona se ve incrementado a causa de la destrucción de Sión (Jerusalén), que refuerza su súplica: «Levántate y ten misericordia de Sión» (14a).

El salmo consta de cuatro partes las cuales pueden agruparse por parejas: 2-12 + 24-28; 13-23 + 29.

• 2-12: de la dramática situación en que se encuentra el salmista.
• 13-23: el drama de Sión, la capital, que ha sido destruida.
• 24-28: continuación de la dramática situación del salmista.
• 29: conclusión.

– Primera parte y tercera:

La primera parte (2-12) comienza con una súplica urgente (2-3). La situación de este individuo exige una rápida intervención del Señor. A continuación viene una larga exposición (4-12), que comienza con la conjunción «porque...», que indica que el salmista va a exponer con detalle lo que está experimentando.

Habla de cómo va debilitándose su vida, empleando numerosas imágenes: sus días se consumen como el humo, sus huesos queman como brasas (4) y el corazón se le seca como la hierba pisoteada (5a). Está solo y abandonado como un pelícano en el desierto, como una lechuza en las ruinas (7) o como un ave solitaria en el tejado (8). Sus días son como una sombra que se alarga y siente que se va secando como la grama (12).

La descripción de lo que está sucediendo continúa en la tercera parte (24-28). Esta parte forma pareja con la primera (2-12). El salmista se encuentra sin fuerzas (24) y se queja por tener que morir cuando sólo ha transcurrido la mitad de su vida (25). Compara sus frágiles y pasajeros años con la eternidad de Dios (25.28) y sigue elevando su súplica. Incluso la tierra y el cielo, mucho más duraderos que la vida de una persona, son nada ante la eternidad de Dios. Aparecen dos imágenes que hablan de su fragilidad: se van gastando como la ropa y serán cambiados como un vestido del que nos mudamos (26-27).

– Segunda parte y cuarta:

La segunda parte (13-23) encaja perfectamente dentro de este tema, si bien su atención se dirige hacia otro punto.

Comienza hablando de la eternidad del Señor (13), tema muy importante en todo este salmo. Pero inmediatamente se vuelve hacia Sión (Jerusalén) y la situación en que se encuentra: destruida por sus enemigos.

El dolor de esta persona aumenta y, por eso, dirige su súplica al Señor: «Levántate y ten misericordia de Sión, pues ya es hora de que te apiades de ella» (14a). También encontramos aquí, como en la primera parte, una explicación introducida con un «porque...»: «Porque tus siervos aman sus piedras, se compadecen de sus ruinas» (15).

El salmista confía en que el Señor escuchará la oración del indefenso (18) y reconstruirá Sión (17), provocando el temor de naciones y reyes (16). Está tan convencido de ello, que sueña ya con que la generación futura alabará a Dios por la liberación del pueblo y por la reconstrucción de la capital (19-22). Sueña con el día en que todos los pueblos y reinos servirán al Señor (23).

La cuarta parte (29) forma pareja con la segunda (13-23). Funciona como conclusión: la generación futura vivirá segura y se mantendrá en la presencia del Señor.

– El salmista

La persona que rezó este salmo vivía una doble tensión: personal y social. Las imágenes que se emplean en las partes primera y tercera, que se corresponden entre sí (2-12 y 24-28), nos dan una idea de lo que estaba sucediendo. Probablemente, se trataba de una enfermedad. El salmista tiene fiebre (4), ha perdido el apetito (5) y el sueño (8). Se encuentra físicamente debilitado (24), tiene la impresión de que no llegará a viejo, porque va a morir en la mitad de sus años (25).

Tenemos aquí la dramática situación de un adulto a punto de morir. Su drama personal aumenta cuando compara la brevedad de su vida con la eternidad de Dios. Además, habla de sus enemigos, que lo insultan todo el día, maldiciéndolo furiosos.

Tal es su sufrimiento que, además de perder el apetito, su alimento consiste en ceniza y su bebida en lágrimas (10). Resulta difícil saber por qué los enemigos de esta persona la odian tanto, pero no es este el único caso de los salmos en el que un pobre enfermo es perseguido, calumniado y acosado a muerte (véanse los salinos 3 y 30, entre otros).

– Tensión social

La tensión social también es fuerte, sobre todo en las partes segunda y cuarta (13-23 + 29). Sión ha sido arrasada, está llena de gente indefensa que reza (18), de cautivos que gimen y de gente condenada a muerte (21). Se habla de naciones y de reyes (16). ¿Acaso las naciones y los reyes que habían destruido Sión?

Si el Señor se levanta y tiene misericordia de la ciudad, temerán su nombre divino y su gloria divina (16) y servirán al Señor (23), posibilitando que la generación futura viva segura y se mantenga en la presencia de Dios (29). Este salmo, por tanto, revela que nos encontramos ante una tensión personal (una enfermedad mortal) agravada por el conflicto social (la destrucción de Jerusalén).

– Dios

Además de insistir en que Dios es eterno (13.25b.27a.28), este salmo lo presenta como creador del cielo y de la tierra (26). No obstante, su rasgo más importante sigue siendo el de ser el Dios aliado al que puede dirigirse la gente con confianza, esperando de él la liberación personal y social.

En las peticiones iniciales (2-3) se deja bien claro que estamos ante el Dios que escucha el clamor y la súplica de la gente indefensa (18), que escucha el gemido de los cautivos y libera a los condenados a muerte (21). Es el Dios del éxodo y de la Alianza. Atiende el clamor de las personas y reconstruye la ciudad arrasada, para que, en su interior, proclame el nombre del Señor (22a) no sólo el pueblo elegido, sino toda la humanidad (23). Este salmo apunta ya a lo que Jesús proclamará más tarde: que Dios es Padre y Creador de todo y de todos.

Con una gran sensibilidad, este salmo intenta cautivar a Dios y obtener su piedad y misericordia, tanto en el ámbito personal, como en el social. En el ámbito personal, las numerosas imágenes empleadas para hablar de la enfermedad y de la debilidad de esta persona, están planteando indirectamente una pregunta a Dios: «Tú, que creaste al ser humano como señor de la creación (cf Sal 8), ¿no te apiadas de él cuando sufre más que las cosas más débiles de la naturaleza?».

En el ámbito social, también se intenta «ablandar el corazón» del Señor: «Tus siervos aman las ruinas de Sión, la capital, ¿es que tú no vas a apiadarte de aquella que los profetas presentaron como tu esposa?». De hecho, muchos textos proféticos de aquel tiempo, y anteriores, hablaban de la «alianza matrimonial» o «desposorios» entre el Señor y la ciudad de Jerusalén.

– Jesús de Nazaret

Jesús se encontró con muchas situaciones de súplica y de vida debilitada, y liberó a algunas personas incluso de la fiebre (Mt 8, 14-15). Decidió su programa de vida basándose en estas situaciones (Lc 4,18-19). Dio pan a los hambrientos (Mc 6,30-44) y rescató la vida de los excluidos (Mt 8,1-4).

La relación de Jesús con Jerusalén (y con el templo) fue tensa y conflictiva. En lugar de afirmar que reconstruiría la ciudad, aseguró que no quedaría en ella piedra sobre piedra (Mc 13,2), porque había dejado de ser el lugar en el que se defendía y preservaba la vida del pueblo.

Este es un salmo para rezar cuando nuestra vida (o la vida de otros) se encuentre debilitada y corra peligro (caso de algunas enfermedades); cuando vemos vidas segadas «en la mitad de sus días»; podemos rezar este salmo ante el caos social que engendra personas indefensas, cautivos y condenados a muerte... 

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