Mateo 13,47-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí." Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo." Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
— Comentario por Reflexiones Católicas:
"El arte de saber elegir lo que es verdadero"
Es genial quien sabe elegir, entre muchas posibilidades, la más acertada. La sabiduría cristiana es una especie de genialidad en la vida espiritual. En la vida encontramos muchas personas que piensan de modo distinto; hacemos nuevos descubrimientos, todo queda en la memoria y forma nuestra personalidad. La persona débil vive pasivamente, sin elegir. En cambio, el sabio dirá como san Pablo: «Todo me es lícito. Pero no todo me es conveniente» (1Co 6,12).
Los filósofos antiguos comparaban la vida con un paseo por el mercado. El necio piensa: ¿Cuánto dinero necesito para comprármelo todo? El sabio sonríe: ¡Cuántas cosas no necesito! En el mundo hay muchos lugares donde falta todo; pero el medio para acercarse más íntimamente a Cristo y para entrar en el reino de Dios no falta nunca a quien sabe elegir.
El examen de conciencia es una costumbre antigua. El examen de conciencia no se hace sólo para confesarse sino para un control diario de lo que hemos comprado en el mercado del mundo. Quien hace regularmente este ejercicio descubre que la vida tiene constancia y cada persona tiene su carácter y sus tendencias. Los defectos y las virtudes se repiten. Si queremos tomar decisiones conscientes, debemos mirar la realidad: si nos enfadamos fácilmente, podemos intentar dominarnos, y así con todos los defectos.
Santo Tomás de Aquino dice que las virtudes crecen como los dedos de la mano, si un dedo crece, los demás también. Los monjes antiguos iban al padre espiritual con la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo salvarme? Con otras palabras: ¿Qué es lo más importante para mí? También hoy, nosotros deberíamos dejarnos aconsejar de esta manera.
Algunos vestidos se compran y se ponen sólo porque están de moda. Todos queremos formar parte del mundo de hoy, de la sociedad en que vivimos. Los sabios nos aconsejan que no atendamos tanto a lo que es de hoy o de ayer, sino a lo que es eternamente humano, constante. Pero si lo tomásemos al pie de la letra podríamos alienarmos de nuestro tiempo. También en este caso es bueno el ejemplo de la parábola de la red echada al mar: aprender a elegir lo que es más adecuado para la experiencia humana. Cada tiempo ofrece algo bueno y algo que se debe evitar. Esto es válido también para los libros espirituales; tanto los viejos como los nuevos nos ofrecen algo bueno para la vida. Recemos con oraciones antiguas y con buenas composiciones modernas. Tomemos las cosas de nuestro tiempo, pero intentemos ir más allá del tiempo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí." Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo." Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
— Comentario por Reflexiones Católicas:
"El arte de saber elegir lo que es verdadero"
Es genial quien sabe elegir, entre muchas posibilidades, la más acertada. La sabiduría cristiana es una especie de genialidad en la vida espiritual. En la vida encontramos muchas personas que piensan de modo distinto; hacemos nuevos descubrimientos, todo queda en la memoria y forma nuestra personalidad. La persona débil vive pasivamente, sin elegir. En cambio, el sabio dirá como san Pablo: «Todo me es lícito. Pero no todo me es conveniente» (1Co 6,12).
Los filósofos antiguos comparaban la vida con un paseo por el mercado. El necio piensa: ¿Cuánto dinero necesito para comprármelo todo? El sabio sonríe: ¡Cuántas cosas no necesito! En el mundo hay muchos lugares donde falta todo; pero el medio para acercarse más íntimamente a Cristo y para entrar en el reino de Dios no falta nunca a quien sabe elegir.
El examen de conciencia es una costumbre antigua. El examen de conciencia no se hace sólo para confesarse sino para un control diario de lo que hemos comprado en el mercado del mundo. Quien hace regularmente este ejercicio descubre que la vida tiene constancia y cada persona tiene su carácter y sus tendencias. Los defectos y las virtudes se repiten. Si queremos tomar decisiones conscientes, debemos mirar la realidad: si nos enfadamos fácilmente, podemos intentar dominarnos, y así con todos los defectos.
Santo Tomás de Aquino dice que las virtudes crecen como los dedos de la mano, si un dedo crece, los demás también. Los monjes antiguos iban al padre espiritual con la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo salvarme? Con otras palabras: ¿Qué es lo más importante para mí? También hoy, nosotros deberíamos dejarnos aconsejar de esta manera.
Algunos vestidos se compran y se ponen sólo porque están de moda. Todos queremos formar parte del mundo de hoy, de la sociedad en que vivimos. Los sabios nos aconsejan que no atendamos tanto a lo que es de hoy o de ayer, sino a lo que es eternamente humano, constante. Pero si lo tomásemos al pie de la letra podríamos alienarmos de nuestro tiempo. También en este caso es bueno el ejemplo de la parábola de la red echada al mar: aprender a elegir lo que es más adecuado para la experiencia humana. Cada tiempo ofrece algo bueno y algo que se debe evitar. Esto es válido también para los libros espirituales; tanto los viejos como los nuevos nos ofrecen algo bueno para la vida. Recemos con oraciones antiguas y con buenas composiciones modernas. Tomemos las cosas de nuestro tiempo, pero intentemos ir más allá del tiempo.
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