martes, 16 de febrero de 2016

Sufrimiento y compasión, por Olo


¿De qué trata, en qué consiste el sufrimiento? Con la palabra sufrimiento sucede algo parecido a lo que San Agustín decía de la palabra tiempo: todos sabemos lo que significa pero es muy difícil explicar su significado. Recurriré primero a la gramática, luego a la etimología.

Tiene esta palabra el mismo sufijo, "-imiento", que tienen otras muchas que nombran conceptos que se desarrollan en el tiempo: cumplimiento, el proceso temporal de cumplir con algo; padecimiento, el de padecer durante un tiempo; acontecimiento, un suceso que está teniendo lugar; sentimiento, un sentir que se tiene o se tuvo de forma continuada; etcétera.

Desde esta perspectiva, el sufrimiento sería un sufrir a lo largo del tiempo, un sufrir del que sabemos que se va a prolongar hacia el futuro.

Busquemos ahora la etimología de sufrir. Viene del latín “sufferre”, compuesto a su vez del prefijo “su-“ que significa debajo y del verbo “–ferre”, que significa llevar. El significado de sufrir sería soportar, estar debajo de lo que se porta, equivalente a sobrellevar, llevar o cargar algo encima. Es decir, cargar con un peso, con algo penoso o doloroso.

De acuerdo con este análisis, sufrimiento es soportar o sobrellevar en el presente y hacia el futuro un peso o una pena ajenos a lo esencial de uno mismo.

Hay dos manifestaciones del sufrimiento, la física (dolor) y la mental (pena). Sufrimiento es dolor y/o pena soportados a lo largo del tiempo.

Una característica fundamental del sufrimiento es que lo soporto yo, que es enteramente mío, que solo existe para el individuo que lo está viviendo, dentro del cual reside. Pero hay en la naturaleza humana algo cuyo sentido es compensar, contrarrestar, neutralizar a ese sufrimiento interno… desde fuera.

Ese algo es la compasión.

El dualismo sufrimiento/compasión es el elemento central de la concepción cristiana de la vida. El sufrimiento es consustancial con nuestra naturaleza, sin embargo, el amor a los demás encarnado en el prójimo es, como una variante del amor a Dios, lo único que puede aliviarnos del sufrir.

La compasión es la acción de compadecer, es decir, de padecer-con el que sufre. Pero ¿cómo se puede padecer con el que sufre? Compartiendo, si no su dolor, sí su pena y su angustia, y dándole al que sufre fuerza contra su debilidad, ternura contra su amargura y luz contra su desesperanza. En definitiva, acompañándolo en su largo y durísimo camino. Esto, ¡qué difícil es!

Lo que está claro para mi, al menos lo está intelectualmente, ojalá lo estuviera también vitalmente… es que la única solución duradera contra el sufrimiento es la compasión. Que siendo la lucha continua contra el sufrimiento y sus causas la actividad más legítima en que los humanos podemos emplear nuestros esfuerzos, nuevas formas de sufrimiento aparecerán siempre que traerán consigo, afortunadamente, nuevas formas de compasión. Así es la condición humana.

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