El 8 de diciembre (2015) comienza un año Jubilar de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco, que ha recomendado durante ese tiempo realizar las obras de misericordia pero, ¿en qué consisten y cuáles son?
1. ¿Qué son las obras de misericordia?
Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia.
Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios. Catecismo de la Iglesia Católica, 2447
“Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos”. Papa Francisco, Misericordiae Vultus.
2. ¿Cuáles son las obras de misericordia?
Hay catorce obras de misericordia: siete corporales y siete espirituales.
Obras de misericordia corporales:
1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos
Obras de misericordia espirituales:
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Las obras de misericordia corporales, en su mayoría surgen de una lista hecha por Jesucristo en su descripción del Juicio Final: Mt 25,31–46.
La lista de las obras de misericordia espirituales las ha tomado la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
3. ¿Cuál es el efecto de las obras de misericordia en quien las practica?
El ejercicio de la obras de misericordia comunica gracias a quien las ejerce. En el evangelio de Lucas Jesús dice: «Dad, y se os dará». Por tanto, con las obras de misericordia hacemos la Voluntad de Dios, damos algo nuestro a los demás y el Señor nos promete que nos dará también a nosotros lo que necesitemos.
Por otro lado, una manera de ir borrando la pena que queda en el alma por nuestros pecados ya perdonados es mediante obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras de Misericordia. «Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia» (Mt.5,7), es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo, porque nos van haciendo parecidos a Jesús, nuestro modelo, que nos enseñó cómo debe ser nuestra actitud hacia los demás.
En Mateo, se recogen las siguientes palabras de Cristo: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». Al seguir esta enseñanza del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son los que valen de verdad.
Fuente: OpusDei.es
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