En hebreo existen tres palabras para expresar lo que, en sentido bíblico, se entiende por “misericordia”. Son tres palabras cuyas etimologías nos revelan una gran riqueza de contenido.
— "Hessed"
La palabra “hesed” es la que más traducen los LXX y la Vulgata por “misericordia”. “Hesed” designa la totalidad de deberes que incumben a quienes se hallan unidos por el vínculo de la parentela, de la amistad, de la hospitalidad, de la alianza. El “hesed” lleva consigo la asistencia, la fidelidad, la lealtad, la solidaridad, el amor que se deben entre sí miembros de una comunidad.
“Hesed” no es sólo un sentimiento; es acción, bondad activa. Resume el conjunto de actitudes que explican una verdadera amistad, como la confianza recíproca, la mutua transparencia, la fidelidad a la palabra dada, la disponibilidad, el espíritu de servicio, la gratuidad, etc.
"Hay una palabra hebrea que resulta intraducible y que viene a ser como la expresión de una actitud fundamental y de un comportamiento. Es la palabra “hesed”. Se encuentra en la Biblia, sobre todo, en los salmos. Explica el comportamiento que debería ser normal entre dos o más personas unidas por parentesco, amistad, alianza. Expresa la idea de fidelidad en el cumplimiento de los mutuos deberes o de los compromisos contraídos, y un sentimiento de profunda cordialidad. No se trata de una fría y calculada exactitud en el cumplimiento de las cláusulas de un contrato, sino de una fidelidad exquisita, impregnada de amor.
— "Rahamim"
“Rahamim” es el plural del sustantivo “raham”, que significa “seno materno”. La traducción literal sería “entrañas maternales”. Esta palabra manifiesta el carácter 'entrañable', 'maternal' y hasta 'femenino' del amor misericordioso de Dios. ¿No se ha comparado él mismo a una madre, que lleva a su hijo en las entrañas? (cf Is 49,15).
Las tres palabras -hen, hesed, rahamim-, y por este mismo orden, se encuentran en el primer versículo del salmo 50, conocido con el nombre de 'miserere'. Las traducciones de los distintos autores, todas diversas, revelan la riqueza y variedad de contenido de esos vocablos.
Juan Pablo II, en la encíclica Dives in misericordia, n.52 (30 de noviembre de 1980) se detiene en el análisis filológico de las palabras “hesed” y “rahamim”:
"El término hesed indica una actitud profunda de bondad. Cuando esta actitud se da entre dos hombres, éstos son no solamente benévolos el uno con el otro, sino al mismo tiempo fieles en virtud de un compromiso interior, por tanto, en virtud de una fidelidad hacia sí mismos. Si hesed significa también gracia o amor, esto es precisamente en base a tal fidelidad... Su aspecto más profundo:...amor que da, amor más fuerte que la traición, gracia más fuerte que el pecado...
El segundo vocablo, que en la terminología del antiguo testamento sirve para definir la misericordia, es rahamim... Rahamim, ya en su raíz, denota el amor de la madre (raham = regazo materno). Desde la unidad que liga a la madre con el niño brota una relación particular con él, un amor particular. Este amor es gratuito, no fruto de mérito, y constituye una necesidad interior: es una exigencia del corazón. Es una variante casi femenina de la fidelidad masculina a sí mismo, expresada en el hesed. Rahamim engendra una escala de sentimientos, entre los que están la bondad y la ternura, la paciencia y la comprensión, es decir, la disposición a perdonar".
— "Hen, hanan"
El sustantivo “hen” deriva del verbo “hanan”, que significa “inclinarse”. Expresa la actitud de una persona, supuestamente mayor y más fuerte, que se inclina con bondad y cariño sobre otra para protegerla y ayudarla.
Implica un sentimiento de amor gratuito y un sincero deseo de prestar ayuda y protección. Es la actitud de la mamá que se inclina sobre su bebé para manifestarle su ternura, haciéndole sentir su cercanía y presencia.
El verbo “hanan” expresa también la idea de “mirar con amor”, es decir, de fijar los ojos en alguien con gran cariño. Para traducir, por parte de la persona que descubre esa mirada que se posa sobre ella, hallamos una expresión bíblica original: “Hallar gracia delante de uno”. Por ejemplo, Noé ante Yahwé (cf Gén 6,8); Esther ante el rey Asuero (cf Esth 5,8); el humilde ante Dios (cf Ecc 3,20); y, sobre todo, María ante el Señor (cf Lc 1,30).
El ángel, después de llamar a María "llena de gracia" (cf Lc 1,28), es decir, muy especialmente agraciada por Dios, le dice: "Has hallado gracia delante de Dios" (Lc 1,30). Que es como si le dijera: Dios, por iniciativa suya, se ha inclinado benévolamente hacia ti para colmarte de bendiciones. Reconoce y acepta esa mirada de inmensa ternura.
Como dirá Santo Tomás: el amor de Dios no supone sino que crea y difunde la bondad y la belleza en las personas a las que gratuitamente ama. La persona, así 'recreada' por la 'primera' mirada de Dios, atrae una 'segunda' mirada, ya del todo complacida, del mismo Dios.
La oración cristiana puede explicarse como "dejarse mirar amorosamente por Dios". El mayor pecado consiste en "no creer en el amor de Dios" y 'rehuir su mirada'. ¿No es ése el mayor pecado de Judas, después de haber traicionado al Maestro, desesperándose por haber desconfiado de su misericordia? (cf Mt 27,3-5). ¡Si se hubiera dejado mirar por él, como lo hizo Pedro (cf Lc 22,61-62), habría descubierto en sus ojos tan entrañable misericordia que, en vez de ahorcarse desesperado, se hubiera convertido y hoy le reconoceríamos y veneraríamos como santo! Y, si el joven rico, a quien Jesús miró con cariño (cf Mc 10,17-22), en vez de bajar la vista, mirándose a sí mismo y sus riquezas, hubiera mirado a los ojos de Jesús, habría encontrado tanto amor y tanta fortaleza en aquella mirada, que no le hubiera costado renunciar a todos los bienes para seguirle.
¡Si, incluso después de nuestro pecado, nos dejamos mirar por Jesús, confiando infinitamente en su infinita misericordia, su mirada nos salvará!
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