viernes, 12 de febrero de 2016

Isaías 58,1-9a: El ayuno ritual y el ayuno existencial

Isaías 58,1-9a: “El ayuno que quiere el Señor"

Así dice el Señor Dios: "Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados. Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de Dios. Me piden sentencias justas, desean tener cerca a Dios. "¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?" Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea, para el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor? El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy.""

— Comentario por Reflexiones Católicas

Contexto histórico

En la época del posexilio, cuando aún no se había reconstruido el templo, el ayuno era una de las prácticas rituales a la cual acudía Israel para hacer oir su voz ante Yahvé. La situación del pueblo era aún lamentable debido a que la restauración de Jerusalén seguía aplazada y los pobres y afligidos abundaban.

El texto que aquí estudiamos, datado en esos años, amonesta al pueblo porque insiste en esas prácticas rituales pero descuida la práctica de la justicia y el derecho. Estos versículos exhortan a cambiar el ayuno ritual por un ayuno existencial: a practicar la misericordia con el prójimo más débil.

La época de Isaías acontece entre el 538 a.C. (Ciro, rey de Persia, promulga su edicto de reconstrucción del templo de Jerusalén) y el 520 a.C. El imperio persa gobernó a Siria y Palestina durante más de dos siglos, hasta el 333 a.C., cuando fue relevado por Alejandro Magno.

Mediante un edicto, Ciro anuncia que Yahvé le había encomendado la misión de edificarle una casa en Jerusalén. Los que pertenecían al pueblo de ese Dios debían subir a Jerusalén y levantar el templo a sus expensas. El permiso dado a los deportados para repatriarse con el fin de reconstruir el templo, y la devolución de los utensilios del templo tomados por Nabucodonosor (587 a.C), hizo concebir la evolución post-exílica para Judá como una gozosa repatriación (Esdras 1).

La fecha de repatriación no se sabe con seguridad. Lo cierto es que la reconstrucción del templo se demoró. Pudo ser por falta de recursos suficientes, como dice el Libro de Esdras o porque faltaba una seria voluntad para acometer las obras ya que cada uno estaba más preocupado por sus propios intereses (Ag 1:9).

La situación del país era de desolación. El texto de Isaías 58 «lo expresa con imágenes de oscuridad, enfermedad, aridez». El pueblo (al menos gran parte de él) necesita que Dios le preste atención. Para ganárselo, organizan los días de ayuno. Pero la respuesta de Dios sólo se hará escuchar en la práctica de la misericordia con el que sufre. No a través de ayunos meramente rituales. En la situación post-exílica las personas que estaban en situación de pobreza e indigencia fueron muchas. De la solidaridad con ellas dependerá la respuesta de Dios. Sus exigencias eran justicia y humildad, más que formas externas (Is 57:15; 58:1-12; 66:1ss).

Versículo 1:
La orden de denunciar

El profeta recibe una orden perentoria: «Clama a voz en grito... levanta tu voz... denuncia» los «pecados» y «rebeldías» de Israel, denominado aquí como mi pueblo y casa de Jacob. Lo que el profeta debe comunicar al pueblo tiene que estar apoyado por una orden divina.

Versículo 2:
Insinuación general del problema

La palabra divina, ya en boca del profeta, contiene una insinuación en tono irónico: «Como si... practicasen la justicia... y el derecho no hubiesen abandonado» (2b). Buscar a Yahvé, preguntar por la ley justa, no puede separarse de la práctica de la justicia.

Israel busca a Dios pero al mismo tiempo se comporta injustamente. Este es el problema de Israel: una relación con Dios meramente cultual, sin una relación ética con Él y con el que sufre. Lo que está en juego aquí es la adecuada relación con Dios.

Versículos 3 al 7:
El Problema: sus causas y la solución

Ahora se plantea el problema que antes solamente se había insinuado: el pueblo se esfuerza por la práctica ritual del ayuno para alcanzar la comunicación con Dios, para llamar su atención. Pero el ayuno ritual es incompatible con un comportamiento egoísta e injusto. Buscar el provecho propio, explotar a los trabajadores, pelear y maltratar al desvalido, hacen que Yahvé no vea ni escuche al pueblo.

Entonces se plantea cuál es el ayuno agradable a Dios: un pueblo que practica la justicia y el derecho. Lo que debe hacer el pueblo es liberarse de la maldad, ser solidario con el hambriento, con el destechado y el desnudo.

Versículos 8 al 12:
Consecuencias de la solución del problema

Esta parte comienza con la palabra «entonces» (`az) con sentido consecuencial. Si el pueblo procediese en la forma anteriormente sugerida (v. 6-7), Yahvé le «responderá» (v. 9). El verdadero ayuno, es decir, la práctica de la justicia y el ajustarse al derecho, restablece la comunicación del pueblo con Dios.

En 9b-10a se retoman las conductas injustas del pueblo pero esta vez para indicar aquello de lo que el pueblo debe apartarse (de la opresión y la maldad), y aquello que debe procurar (repartir el pan con el hambriento y saciar el alma afligida). Sin esa conducta (que es el verdadero ayuno), la práctica ritual no tiene sentido, pues no es escuchada por Dios.

Yahvé quiere una transformación del pueblo:

La raíz ´nh, como verbo, es traducida por «humillarse» (3a.5a); y como sustantivo, por «pobre» (7a) y por «afligido» (10a). Dos veces se refiere a la acción del pueblo, que se humilla a sí mismo con el ayuno. Otras dos veces se refiere a personas en necesidad: pobres sin techo (7a) y alma afligida (por hambre -10a-). Las dos primeras, si no van acompañadas de una actitud misericordiosa hacia las dos últimas, son rechazadas por el Señor. Las dos últimas veces, se refieren al ayuno que Dios quiere: la misericordia. Por tanto, se trata no sólo de humillarse a sí mismo, sino de tener una actitud misericordiosa con el pobre y el afligido.

En 10a es traducida la palabra "napseka" (literalmente “tu alma”) como "pan" por asimilación a 7a. La traducción quedaría "(si) repartes al hambriento tu alma". En este caso "alma" se refiere también al individuo del pueblo, como objeto de su propia acción de compartir con el hambriento. La actitud del pueblo o de las personas que lo componen debe pasar de ser egoísta a ser hacia el necesitado («repartirse», 10a). Así el pueblo y el individuo mismo será luz que brilla en las tinieblas (10b).

Dios no ve el ayuno del pueblo ("ver" 3a., 7b) porque es el pueblo quien debe «ver», preocuparse por el desnudo. De un ayuno falso, que Dios no ve, se pasa al ayuno verdadero, que consiste en ver al necesitado, tomarlo en cuenta a él. La adecuada comunicación con Dios pasa necesariamente por una relación solidaria con el prójimo, particularmente con el necesitado y el afligido.

Las imágenes 

La última parte del oráculo describe la nueva situación del pueblo en relación con Yahvé como consecuencia del verdadero ayuno. Se trata del estado de salvación en que se encontraría el pueblo si atendiese a la voz profética. La salvación sería entonces la práctica de la justicia y del derecho.

La primera imagen que nos encontramos tiene que ver con el binomio luz/claridad, tinieblas/oscuridad (8a.10b: «tu luz»; 10b: «mediodía»). Luz y mediodía describen la nueva situación de restablecimiento de relaciones del pueblo con Dios. Esa nueva situación es descrita también con otras imágenes que hacen referencia a la vida y la fecundidad: «Herida curada», «Huesos vigorizados», «jardín bien regado», «manantial de aguas que nunca faltan» (v. 11).

Otras imágenes completan el cuadro: «Delante de ti, tu justicia» (v. 8b); «te guiará Yahvé de continuo» (v. 11a); «la gloria de Yahvé te seguirá» (v. 8b). Las dos primeras tienen la misma localización espacial: el que guía va adelante, como la justicia. Yahvé irá delante del pueblo cuando éste tenga un comportamiento misericordioso, es decir, justo.

Esta descripción nos devuelve a la salida de Egipto: la columna de fuego en la noche y la nube de día, son la presencia del Dios que los guía. El pueblo sale de las tinieblas de Egipto durante la noche para comenzar a vivir en la luz. Pasan de la esclavitud y opresión, a la libertad y a la justicia, obras de Dios, que en Isaías 58 son pedidas al pueblo como obra suya.

El texto de Isaías interpreta su momento histórico del post-exilio a la luz de su pasado salvífico y, a su vez, reinterpreta ese pasado para actualizarlo, es decir, para experimentar en su presente la salvación de Dios. Después del destierro, se enfatizó lo cultual y se puso toda la esperanza en el templo pero se descuidó la convivencia justa del pueblo.

Conclusiones 

El texto habla, primero, de la forma como el Señor no quiere que el pueblo se relacione con Él (v. 3-5) y luego de la forma como quiere que se realice esa relación (v. 6-7). La parte negativa (v. 3-5) es la más corta puesto que la denuncia se orienta al anuncio de la forma de relación y de la nueva situación en que viviría el pueblo. Se trata de hacer efectiva la alianza en la situación del post-exilio que comenzó con la esperanza de la reconstrucción del templo. El texto hace presente al pueblo que esa situación de salvación depende más bien de la práctica del derecho y la justicia.

El hecho de que las imágenes estén concentradas en 8-12 y que se dedique tanto espacio a la descripción de la nueva situación, hace de la denuncia un anuncio. Hay que notar, sin embargo, que para llegar a formular el anuncio, se tuvo que pasar por la denuncia. Sólo a partir de ella y de una toma de conciencia de las propias rebeldías y pecados, el pueblo podrá recibir el anuncio y podrá efectuar el éxodo.

El texto muestra así el camino del éxodo: de la denuncia de la situación de pecado, se pasa al anuncio de la situación de salvación. El éxodo ya no se da en un espacio geográfico sino en la topografía de las actitudes y prácticas de la propia persona y del pueblo con los hermanos.

El versículo 7a dice así: «¿Que cuando veas a un desnudo le cubras y de tu semejante no te apartes?» En este paralelismo, «desnudo» corresponde a «semejante» y «cubras» a «no te apartes». La segunda parte del paralelismo amplía el sentido de la primera y lo hace universal. No se trata ya de una cosa particular (el de un desnudo) sino el de cualquiera que tenga una necesidad: un semejante.

La palabra hebrea traducida por «semejante» es “basar”, que significa carne. La consecuencia del paralelismo es que el necesitado (en este caso, el desnudo) debe ser considerado como mi propia carne, es decir, que su necesidad la debo sentir como mía. El uso de esta palabra hebrea, más concreta y comprometedora que el concepto «semejante», nos muestra que el verdadero ayuno, es decir, el medio por el cual se debe establecer la auténtica comunicación con Dios, es la comunión con el otro.

Se manifiesta así el sentido último de la revelación de Dios: manifestar que el dolor del hombre y de la mujer es dolor de las entrañas divinas. Para ello Dios se hace uno de nosotros y desata por esta comunión un movimiento análogo dentro del hombre, de manera que el dolor del hermano sea sentido en la propia carne y nos mueva a comulgar solidariamente con él. Este movimiento solidario es el acontecer de la salvación, es decir, la auténtica comunión de Dios con el hombre y del hombre con Dios, al comulgar solidariamente con el hermano.

Fuente: reflexionescatolicas.com

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