Exodo 3,1
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.
— Sobre Jetró, por Reflexiones Católicas
«Moisés era el pastor del ganado de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián». Empieza así el relato del célebre episodio de la zarza ardiente en donde Dios se revela al futuro caudillo del pueblo hebreo en el éxodo de Egipto como «Yo soy el que soy» (Ex 3).
El texto se ofrece en el tercer domingo de Cuaresma y nos gustaría presentar en escena precisamente a este personaje, al suegro de Moisés, el padre de su mujer, Séfora. Hay, sin embargo, una especie de enigma en torno a esta figura. En otra página del Éxodo (2,18) se le llama Ragüel y en otro pasaje de la Biblia aparece con el nombre de Jobab (Núm 10,29).
Jetró, trino y uno, tal vez a causa de las diferentes tradiciones antiguas que han transmitido su historia variando su nombre, aparece al completo especialmente en el capítulo 18 del libro del Éxodo.
Moisés, que le había dado dos nietecitos, Guersón y Eliezer, tiene que dejar la familia por mandato divino y ponerse a la cabeza de las tribus hebreas que dejan Egipto para marchar hacia la tierra prometida. Ya sabemos cómo se desarrollaron aquellos hechos gloriosos y dramáticos. Pues bien, durante la marcha del Éxodo, Jetró sale al encuentro de Moisés con su hija y sus dos nietos.
La escena del abrazo es solemne y queda señalada con un sacrificio que, curiosamente, celebra el propio Jetró, sacerdote perteneciente a una tribu, la de los madianitas, tradicionalmente enemiga de Israel, Es más, las palabras que el suegro pronuncia son casi una profesión de fe en el Señor: « ¡Bendito sea el Señor que os ha liberado de la mano de los egipcios y del Faraón! Ahora reconozco que el Señor es más fuerte que todos los dioses» (18,10-11).
Después el anciano Jetró sugiere a Moisés una especie de reforma institucional para una gestión del poder en Israel más correcta, es decir, el nombramiento de un colegio de jueces para las cuestiones menores, reservando únicamente a Moisés las de más envergadura. Los estudiosos piensan que en la base de esta noticia pueda haber un deseo de relacionar de algún modo a Moisés con una estructura posterior, la de la separación de las funciones sagradas y fundamentales de la jurisdicción civil normal. Sin embargo sorprende el hecho de que esta estructura vaya unida a la sugerencia de un extranjero, Jetró. Quizá exista un dato histórico real: la antigua práctica judicial hebrea dependía en realidad de una adaptación de la que estaba vigente entre los madianitas.
«Moisés escuchó a su suegro e hizo lo que él le había aconsejado. Moisés escogió de entre todo Israel hombres de valía y los puso al frente del pueblo como jefes de millar, de centena, de cincuentena y de decena» (18,24-25). Pero hay que tener en cuenta que esta subdivisión no es la civil, sino que se refería a la distribución militar.
Como conclusión recordemos que los drusos, una población con su propia identidad cultural y religiosa, distribuida entre el Líbano, Siria e Israel, consideran como su profeta fundador a Jetró, cuya tumba legendaria está situada en un pueblo de Galilea.
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.
— Sobre Jetró, por Reflexiones Católicas
«Moisés era el pastor del ganado de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián». Empieza así el relato del célebre episodio de la zarza ardiente en donde Dios se revela al futuro caudillo del pueblo hebreo en el éxodo de Egipto como «Yo soy el que soy» (Ex 3).
El texto se ofrece en el tercer domingo de Cuaresma y nos gustaría presentar en escena precisamente a este personaje, al suegro de Moisés, el padre de su mujer, Séfora. Hay, sin embargo, una especie de enigma en torno a esta figura. En otra página del Éxodo (2,18) se le llama Ragüel y en otro pasaje de la Biblia aparece con el nombre de Jobab (Núm 10,29).
Jetró, trino y uno, tal vez a causa de las diferentes tradiciones antiguas que han transmitido su historia variando su nombre, aparece al completo especialmente en el capítulo 18 del libro del Éxodo.
Moisés, que le había dado dos nietecitos, Guersón y Eliezer, tiene que dejar la familia por mandato divino y ponerse a la cabeza de las tribus hebreas que dejan Egipto para marchar hacia la tierra prometida. Ya sabemos cómo se desarrollaron aquellos hechos gloriosos y dramáticos. Pues bien, durante la marcha del Éxodo, Jetró sale al encuentro de Moisés con su hija y sus dos nietos.
La escena del abrazo es solemne y queda señalada con un sacrificio que, curiosamente, celebra el propio Jetró, sacerdote perteneciente a una tribu, la de los madianitas, tradicionalmente enemiga de Israel, Es más, las palabras que el suegro pronuncia son casi una profesión de fe en el Señor: « ¡Bendito sea el Señor que os ha liberado de la mano de los egipcios y del Faraón! Ahora reconozco que el Señor es más fuerte que todos los dioses» (18,10-11).
Después el anciano Jetró sugiere a Moisés una especie de reforma institucional para una gestión del poder en Israel más correcta, es decir, el nombramiento de un colegio de jueces para las cuestiones menores, reservando únicamente a Moisés las de más envergadura. Los estudiosos piensan que en la base de esta noticia pueda haber un deseo de relacionar de algún modo a Moisés con una estructura posterior, la de la separación de las funciones sagradas y fundamentales de la jurisdicción civil normal. Sin embargo sorprende el hecho de que esta estructura vaya unida a la sugerencia de un extranjero, Jetró. Quizá exista un dato histórico real: la antigua práctica judicial hebrea dependía en realidad de una adaptación de la que estaba vigente entre los madianitas.
«Moisés escuchó a su suegro e hizo lo que él le había aconsejado. Moisés escogió de entre todo Israel hombres de valía y los puso al frente del pueblo como jefes de millar, de centena, de cincuentena y de decena» (18,24-25). Pero hay que tener en cuenta que esta subdivisión no es la civil, sino que se refería a la distribución militar.
Como conclusión recordemos que los drusos, una población con su propia identidad cultural y religiosa, distribuida entre el Líbano, Siria e Israel, consideran como su profeta fundador a Jetró, cuya tumba legendaria está situada en un pueblo de Galilea.
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