lunes, 18 de enero de 2016

Marcos 2,18-22: El vino nuevo en odres nuevos, por Sr. Miriam Hrebackova, O.P.

Marcos 2,18-22

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: "Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?" Jesús les contestó: "¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán". Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado, porque la pieza tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos".

— Comentario por Sr. Miriam Hrebackova, O.P.
“El vino nuevo en odres nuevos”

• Studium

Cuando vemos a Jesús en el Evangelio, nos damos cuenta que aparece muy a menudo relacionado simbólicamente con el vino: Jesús es la vid verdadera y el Padre es el viñador (Jn 15,1ss). Jesús también toma vino (Lc 7,34; Mt 11,19). Él también convirtió el agua en vino (Jn 2, 9) y convierte el vino en su sangre.

En el Evangelio de hoy también hay una mención al vino. Jesús está hablando a cerca del vino nuevo el cual tiene el poder de reventar un odre viejo. El vino fue hecho haciendo doble presión sobre uvas y el jugo resultante fue dejado en fermentación. El vino “nuevo”, o podemos decir vino “joven”, el cual no fue fermentado suficientemente, necesita más tiempo.

El vino en proceso de fermentación es almacenado en odres, cuando se vierte vino nuevo en odres viejos la fermentación los rasga y los rompe.

Los pasajes del Evangelio donde se hace mención acerca de los remiendos y los odres resaltan el contraste entre lo viejo y lo nuevo. Ambos contienen un elemento de proceso que es posible que ocurra: la tela se encoge y el vino se fermenta. Ambos contienen un elemento de tiempo el cual está ocurriendo y nos muestran la inconsistencia de lo nuevo y lo viejo.

• Meditatio

Jesús es el vino que rasga los odres viejos; es decir a los viejos órdenes, hábitos y todo lo que había atado al ser humano antes de la venida de Cristo y su encarnación. Jesús nos ha traído libertad; Él ha roto cadenas de la Ley y las ha convertido en cadenas de amor. Él se nos ha dado a sí mismo como vino que alegra nuestro corazón.

Para ser capaces de romper, rasgar todo lo que nos ha atado, todo lo que se ha llevado nuestra libertad (tal como agravios, el no perdonar o no aceptarse a sí mismo, etc.), necesitamos dejar que Jesús mismo nos llene, porque en su poder es posible el cambio. De hecho, es gracias a su poder que es posible el cambio genuino para nosotros.

En conclusión, el vino no puede ser almacenado fuera de un odre, pues se derramaría todo y se perdería, nadie tendría ningún deleite de corazón o mente. Odre nuevo significa nuevos trajes que deberíamos vestir para llegar a ser de Él. Revestirnos de Jesús significa tomar la carga que Él quiere que llevemos. Jesús no dice nada sobre mentalidad cerrada o abierta. Él nos dice: a vino nuevo odres nuevos.

El vino nuevo se torna fresco en nuevos odres. Llegar a ser vino nuevo significa ser colmado por Jesucristo, ser transformado en Jesús. Aceptar a Jesús significa ser llenado hasta el borde, donde no haya espacio para nada más. Aceptando a Jesús recibimos alegría y llegamos a ser nuevo vino rebosantes de alegría. Estar llenos de Jesús significa estar plenos de alegría y ebrios de gozo porque es Jesús quien es el vino verdadero.

La señal del discípulo de Jesús es la plenitud gozosa, rebosante de júbilo.

• Oratio

Señor Jesucristo, tú eres el manantial de la alegría auténtica. Te suplicamos, haz de nosotros odres nuevos en los que tú puedas llenarlos de ti mismo hasta el borde, de tal manera que quien tenga sed de ti pueda beber de nuestros odres. Tú vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.

• Contemplatio

Vid
que maduramos para ser cosechada,
pero hasta que lleguemos a ser vino espumoso,
debe venir antes la oscuridad de la bodega, el prensado y descascarado,
hasta que lo único que quede sea el jugo;
es necesario tenderse en la oscuridad y el silencio
para llegar a ser el vino perfecto que deleite nuestra mente.

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