1 Samuel 4,1-11:
A los cristianos de cualquier siglo, a los que hemos encontrado a Cristo Jesús, el Príncipe de la paz, el del mandamiento del amor universal, también por supuesto a los que vivimos en el XXI, nos sorprende el Antiguo Testamento presentándonos al pueblo de Israel en continuas guerras con los filisteos y otros pueblos, involucrando a Yahvé en esas batallas.
La lectura de Samuel nos relata la enorme sorpresa de Israel ante la “derrota tremenda” que sufrió con los filisteos, después de haber contado incluso con la presencia del Arca de la Alianza del Señor con ellos.
Más allá de nuestro rechazo a la guerra en nuestra mentalidad cristiana actual, podemos sacar una sabrosa lección de esta lectura. Contar con la ayuda de Dios, contar con su presencia entre nosotros, no significa que vamos a tener éxito en todas las empresas que emprendamos, sean profanas o religiosas. El ejemplo más claro es el de Jesús. Vivía en constante unión con su Padre Dios y, sin embargo, en su afán de proclamar y difundir la buena nueva que traía a la humanidad… acabó derrotado, colgado en una cruz, victima de la maldad humana. Aunque sabemos que Dios no le dejó permanecer en la muerte y el fracaso, sino que le resucitó al tercer día. Lo mismo nos puede pasar a nosotros.
En nuestras actividades profanas, en nuestras actividades apostólicas, contamos siempre con la presencia de Dios, pero las fuerzas del mal nos pueden derrotar, como a Jesús, sabiendo que nunca nuestras derrotas terrenas serán definitivas. Dios nuestro Padre, igual que a Jesús, nos asegura dos cosas.
Primera, que, pase lo que pase en nuestra vida, Él siempre nos acompañará, no nos dejará nunca solos. Todas nuestras peripecias las vamos a vivir unidos a Él.
Segunda, que después de nuestro trayecto terreno, nos resucitará a la vida donde el mal va a ser aniquilado para siempre…. Y donde ni la guerra, ni el fracaso existirán.
Real Convento de Predicadores Valencia, España.
A los cristianos de cualquier siglo, a los que hemos encontrado a Cristo Jesús, el Príncipe de la paz, el del mandamiento del amor universal, también por supuesto a los que vivimos en el XXI, nos sorprende el Antiguo Testamento presentándonos al pueblo de Israel en continuas guerras con los filisteos y otros pueblos, involucrando a Yahvé en esas batallas.
La lectura de Samuel nos relata la enorme sorpresa de Israel ante la “derrota tremenda” que sufrió con los filisteos, después de haber contado incluso con la presencia del Arca de la Alianza del Señor con ellos.
Más allá de nuestro rechazo a la guerra en nuestra mentalidad cristiana actual, podemos sacar una sabrosa lección de esta lectura. Contar con la ayuda de Dios, contar con su presencia entre nosotros, no significa que vamos a tener éxito en todas las empresas que emprendamos, sean profanas o religiosas. El ejemplo más claro es el de Jesús. Vivía en constante unión con su Padre Dios y, sin embargo, en su afán de proclamar y difundir la buena nueva que traía a la humanidad… acabó derrotado, colgado en una cruz, victima de la maldad humana. Aunque sabemos que Dios no le dejó permanecer en la muerte y el fracaso, sino que le resucitó al tercer día. Lo mismo nos puede pasar a nosotros.
En nuestras actividades profanas, en nuestras actividades apostólicas, contamos siempre con la presencia de Dios, pero las fuerzas del mal nos pueden derrotar, como a Jesús, sabiendo que nunca nuestras derrotas terrenas serán definitivas. Dios nuestro Padre, igual que a Jesús, nos asegura dos cosas.
Primera, que, pase lo que pase en nuestra vida, Él siempre nos acompañará, no nos dejará nunca solos. Todas nuestras peripecias las vamos a vivir unidos a Él.
Segunda, que después de nuestro trayecto terreno, nos resucitará a la vida donde el mal va a ser aniquilado para siempre…. Y donde ni la guerra, ni el fracaso existirán.
Real Convento de Predicadores Valencia, España.
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