Roccasecca, Italia, 1225 - Fossanova, 7-marzo-1274
Presbítero dominico, doctor de la Iglesia
Canonizado: 18-julio-1323
Patrono de las escuelas y estudios católicos
Tomás de Aquino es un apasionado buscador de la verdad, y por ello de Dios. Su itinerario tiene una meta, es atraído por Dios, por ello es teotrópico. Vale para su existencia la descripción que él hace del itinerario cristiano del hombre: un movimiento que se dirige a Dios (De motu rationalis creaturae in Deum, ST I, 2 prol.). Tomás, al cruzar los umbrales de la existencia, hace sus opciones, dice no a muchas cosas, y dice sí a Dios, a quien se consagra para ser santo.
La herencia de tres familias
En el camino existencial de Tomás es decisiva la herencia recibida de tres familias:
- la de Aquino
- la benedictina
- la dominicana
Tomás se educa en un ambiente de familia noble y se forma en la vida cristiana y en las letras en la escuela benedictina de Montecasino; sin embargo, prefiere hacerse mendicante en la Orden de Predicadores. Dentro del carisma dominicano opta por la total dedicación a la teología sapiencial.
La familia de Aquino es de las notables del imperio de Federico II. Tomás viene al mundo en el castillo que la familia tiene en Roccasecca, probablemente en el año 1225.
Su padre, Landolfo, no ostenta título nobiliario, pero es militar de rango, miles judiciarius. La madre, Teodora, es de la noble familia Rossi Caracciolo de Sicilia. Los hermanos son ocho, tres varones: Aimo, Reginaldo y Landolfo, y cinco mujeres: Marotta, Teodora, María, Adelasia y otra de la cual no conocemos el nombre, porque murió siendo niña al caer un rayo en la torre del castillo. En la familia ha recibido la primera educación humana y cristiana, la que sella al hombre para toda la vida.
Tomás tiene la fortuna de formarse desde niño con los benedictinos en Montecasino. Allí permanece, a poca distancia de la familia, pero separado de ella, desde 1230 a 1239, de los cinco a los catorce años. El padre lo lleva a la abadía, paga 20 onzas de oro y deja al monasterio la renta de dos molinos a cambio de la formación del hijo.
La escuela de los monjes educa en las letras a los hijos de los nobles, e inicia en la vida monástica a los oblatos. El abad en ese momento es el monje Sinibaldi, de la familia de los Aquino. En esa alta colina de Montecasino Tomás vive interno en el colegio, entre compañeros de su edad y monjes que los forman. La anécdota más significativa, narrada por el biógrafo padre Caló, es la de Tomás, interrogando una y otra vez a los monjes, para que le digan quién es Dios: Dic mihi, quid est Deus?
En 1239 Tomás dejó Montecasino para ir a Nápoles, donde continuó sus estudios en la primera universidad civil de Occidente, el Studium generale de Federico II, con los maestros Martín y Pedro de Irlanda, bajo cuya dirección conoció obras de Aristóteles, glosado por los comentadores árabes. En esta ciudad Tomás conoció el carisma dominicano, visitó a los frailes predicadores, se hizo amigo de fray Juan de San Julián, y tuvo una nueva experiencia de Dios, que cambió el rumbo de su existencia.
Es probable que hayan sido tres los motivos que le llevaron a tomar esa decisión: la vida apostólica del carisma de Domingo apoyada en la gratia praedicationis, el estudio como principal observancia, y la pobreza mendicante. Por ello decide dejar la vida benedictina y opta por hacerse dominico.
Novicio en París (1245) y teólogo en Colonia (1248)
En 1245 Tomás llega a París, con el hábito dominico que le ha dado el prior Tomás de Lentini en Nápoles, entra a formar parte de la comunidad de Saint Jacques y se incorpora a su ritmo de vida religiosa, de estudio, de apostolado. Allí es novicio, profesa, frecuenta la escuela de Artes y es discípulo del maestro Alberto de Colonia. Tres años más tarde éste le lleva consigo a Colonia, donde se abre un Studium generale, en el cual completa sus estudios de teología, recibe la ordenación sacerdotal y se inicia como bachiller en la enseñanza.
Tomás se manifiesta en la convivencia fraterna amante del silencio, de la reflexión, de la oración. Los compañeros le llaman humorísticamente el 'buey mudo»: bos mutus sicilianus. Alberto descubre su talento al conocer las Reportationes que ha hecho de sus dos cursos más novedosos: el de la Ética de Aristóteles, y el de Divinis Nominibus del pseudo Dionisio. Se conservan en la Biblioteca de Nápoles ambos preciosos manuscritos. Hoy podemos hacer una comparación entre el texto del maestro y la Reportatio del discípulo, y tenemos que confesar que, en precisión, penetración y claridad, el discípulo ha ido más allá del maestro. En estos años de formación Tomás ha asimilado el carisma de los predicadores que se centra en la palabra de Dios, oída, contemplada, celebrada, anunciada al pueblo: Hablar con Dios y hablar de Dios, había propuesto Santo Domingo de Guzmán a sus hermanos.
Magisterio e itinerancia a partir de 1252
En 1252 Tomás vuelve de Colonia a París y se incorpora a la Universidad, como bachiller sentenciario en la cátedra del maestro Elías Brunet de Bergerac. Tiene 27 años. Desde su primera lección Tomás da pruebas de su gran ingenio. Su trabajo es iniciar a los estudiantes en la lectura de la Biblia, y de la obra del maestro de las Sentencias, Pedro Lombardo.
En las lecciones de Tomás no hay repetición, todo es nuevo. Todo lo pone de relieve en un texto célebre: En sus lecciones Tomás resolvía las cuestiones de una manera nueva y más clara con nuevos argumentos.
Tomás cultiva a la par las tres sabidurías y en todas ellas deja la huella de su genio creador. Fruto de sus reflexiones y lecturas es la primera filosofía cristiana, expuesta con sencillez de catecismo en el opúsculo De ente et essentia, dedicada a los hermanos, ad fratres et socios, que deben trabajar en la teología. Debido a su influjo y al del maestro Alberto, la orden dominicana adopta un programa de estudios que implica la filosofía. De la prohibición vigente de no «leer» libros de los gentiles en las escuelas cristianas, se pasa al deber de conocerlos y de dialogar con ellos.
En esta época Tomás adopta un estilo de vida que ya no abandonará. La noche es el tiempo de la oración intensa, de la lectura en silencio, de la reflexión rigurosa. La jornada diaria alterna los actos de la comunidad y los de la enseñanza.
El año 1256 es decisivo en la vida del joven profesor, ya bien conocido en París no sólo en las aulas, sino en todos los centros de la cultura, y hasta en el palacio del rey Luis de Francia, donde un día, invitado a comer, abstraído en sus pensamientos, dio un puñetazo en la mesa, porque había encontrado la posible solución al problema del mal, que coincide con el problema de Dios. Era el problema de los maniqueos.
El papa Alejandro IV se interesa por su promoción y pide al rector que le admita a los ejercicios que se requieren para el ingreso en el magisterio de teología. Tomás se resiste por sentirse poco preparado y por saber que necesitaba dispensa de edad. En la primavera de ese año, Tomás realizó los complicados ejercicios de la Incoeptio, y aunque no fue admitido en el claustro de profesores hasta el mes de agosto siguiente, ya en septiembre de 1256 dio comienzo a los tres ejercicios del maestro: leer, predicar, disputar.
Inicia el magisterio en las aulas de París con su famosa lección titulada Rigans montes (Sal 103,13) en la primavera de 1256. Y es maestro regente durante tres años, hasta 1259. La mejor aportación de estos años está condensada en las 28 Quaestiones Disputatae de Veritate. Nada semejante en calidad se había visto en el pasado teológico.
En Italia a partir de 1259:
Glosa de los Evangelios y Oficio del Corpus
Deja París en 1259 y pasa a Italia. Enseña, predica, dirige un Estudio en Roma. En este tiempo escribe su obra más original: la Summa contra Gentes, o Liber de Veritate catholica contra errores infidelium.
El período más largo de esta época es el que pasa en Orvieto, cerca de la corte papal. El papa Urbano IV estima mucho al maestro Tomás y le encomienda un trabajo arduo: una glosa de los Evangelios a través de las sentencias de los Padres. La llama Catena aurea. Es un monumento de erudición y penetración en el Evangelio.
De esta época es también el Oficio del Corpus. Tomás ha comprendido que la Eucaristía es el misterio más alto confiado a la Iglesia. El milagro de Bolsena y la traslación de los corporales ensangrentados a la nueva catedral de Orvieto, han sido la ocasión para que el Tomás muestre su genio una vez más componiendo el oficio, con lecturas, himnos, secuencia y música. Todavía hoy la Iglesia no ha encontrado quien exprese mejor que Tomás la devoción a la Eucaristía. En toda la Iglesia sigue vigente su oficio. La tradición hace de Orvieto uno de los lugares donde Jesucristo habló a Tomás: Has escrito bien de mí, Tomás ¿qué premio deseas? —¡Nada deseo sino a ti, Señor! (Tocco: Ystoria, 53).
La Suma Teológica
De este período italiano es su decisión de escribir una obra que recoja con estilo sapiencial, breve, profundo, la teología católica, como sustituto de los libros de las Sentencias. Mientras dirigía en Roma el Studium de la orden, después de un ensayo de comentar de nuevo la obra de Pedro Lombardo, se decide a escribir la Summa Theologiae. En la Suma puso alma y corazón, la pretendía breve, pero le fue creciendo entre las manos a medida que la componía. Se vio obligado a dedicarle la mayor y la mejor parte de su tiempo, pero pudo más que él. Al final, casi a punto, la dejó sin terminar.
1268, París 1268; 1272, Nápoles
De 1268 al 1272 volvió a la cátedra de París, con su trabajo habitual de maestro, de escritor, de predicador. La orden le reconoce su valor y le asigna secretarios para aliviarle el peso.
En tres frentes desarrolla su actividad: defensa de la vida religiosa, la asimilación de Aristóteles frente a los averroístas que capitanea Siger de Brabant, y la Summa Theologiae.
Tomás vuelve a Italia y se establece en Nápoles en 1272. Regenta la cátedra de Teología, predica en adviento y cuaresma al pueblo, dicta a todas horas a cuatro y cinco secretarios, tiene abiertas al mismo tiempo obras de comentarios a la Escritura, al filósofo (Aristóteles) y a petición de fray Reginaldo, su querido socio, escribe el Compendio de Teología para los muy ocupados, que no disponen de tiempo para largas lecturas.
El 21 de enero ofrece una comida extraordinaria para la comunidad en la fiesta de Santa Inés, agradecido al favor que le ha hecho curándolo de las fiebres tercianas. Cuando todo parecía marchar sobre ruedas, le llega la orden del papa Gregorio X, que lo convoca para que participe en el concilio que se celebrará en el mes de mayo en Lyón, para tratar de la unión con los griegos. Tomás acepta la invitación pero no podrá cumplirla.
El grano y la paja
A partir del día 6 de diciembre de 1273, Tomás no ha vuelto al Scriptorium. Allí quedan colgados los organa scriptionis (los instrumentos de la escritura). En la misa de San Nicolás le ha ocurrido algo extraño, probablemente místico y al mismo tiempo cerebral. Tomás ha quedado como fuera de sí. No se siente con fuerzas para proseguir su trabajo. Cuando fray Reginaldo le insta para que vuelva a dictar a los secretarios, a dar lecciones, a finalizar la obra, Tomás se resiste, confiesa que no puede, que hay algo que se lo impide.
Ante las nuevas insistencias, un día le dice la causa: Reginaldo, no puedo, ante lo que ya he visto, lo que he escrito me parece paja: mihi palea videtur (Tocco: Ystoria, 37, 347). La expresión es auténtica. Esta expresión sólo tiene un sentido aceptable, cuando se tiene en cuenta que Tomás ha querido dar respuesta a la pregunta ¿quién es Dios? Y la respuesta a esa pregunta sólo Dios, que se comprende a sí mismo, la puede dar.
Con todo Tomás, obediente al papa, se pone en camino hacia Lyón para participar en el Concilio Ecuménico. Cabalga en un mulo. En un recodo del camino su cabeza da un golpe contra un árbol atravesado, cae al suelo, y se siente molesto. Hace una visita en Maenza a la sobrina Francesca, descansa pero no mejora, pierde el apetito. Decide recogerse en la abadía de Fossanova y presiente que allí será el final de su camino.
Convive con los monjes alguna semana del mes de febrero, reposa, ora, canta, explica la Escritura. Se dispone para el gran paso: confiesa sus pecados y de rodillas recibe el viático. El teólogo abre su alma ante el encuentro con Dios. Tomás cierra sus ojos en el alba de la mañana del 7 de marzo de 1274.
SOBRE SANTO TOMÁS DE AQUINO:
El día en que Tomás de Aquino dejó de escribir
¿Qué es Dios?
Vídeo,
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