Marcos 1:35: "Se fue a un lugar retirado a orar"
Al día siguiente, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y se retiró a un lugar apartado para orar. Jesús también oraba. Y procuraba hacerlo aunque la gente lo buscara, queriéndolo acaparar porque hacía milagros, hablaba como nadie había hablado hasta entonces y se preocupaba de verdad por ellos y sus problemas. Pero, no se dejaba acaparar y oraba para poder llegar, después, a más gente y con más fuerza.
El lugar para hacerlo no es lo más importante, pero curiosamente él siempre escoge un lugar retirado y tranquilo. Para mí que lo hacía por dos razones: para que nadie confundiera la oración con una exhibición, y porque las cosas íntimas hay que tratarlas en intimidad. Y nada hay más íntimo que hablar, en filiación y amistad, con Dios Padre. La soledad de la montaña invita al encuentro, a la apertura, a la confianza., al contacto con uno mismo y con Dios.
¿Qué pretendía Jesús en sus momentos de oración? No lo sé. Intuyo algo, pero lo más profundo es un misterio que admiro, me sirve de ejemplo e intento imitar. Sí puedo decir que lo que yo pretendo en mis ratos de oración, en mis montañas y sitios retirados, es ponerme ante Dios como hijo suyo, buscando que ese sentimiento se consolide y convierta en compromiso; que, sin elucubraciones especiales, la filiación me lleve a la fraternidad; y que el Espíritu, con su discernimiento, me haga descubrir su proyecto sobre mí y mis hermanos, para acabar dando gracias, agradeciendo y sintiéndome fortalecido y como llevado de la mano para no perderme en la peregrinación de la vida.
Jesús curaba y oraba. ¿Soy capaz de unir como él servicio y contacto con Dios?
Jesús, siendo Hijo, se hijo hermano. ¿Cómo vivo yo la interrelación entre filiación y fraternidad?
Al día siguiente, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y se retiró a un lugar apartado para orar. Jesús también oraba. Y procuraba hacerlo aunque la gente lo buscara, queriéndolo acaparar porque hacía milagros, hablaba como nadie había hablado hasta entonces y se preocupaba de verdad por ellos y sus problemas. Pero, no se dejaba acaparar y oraba para poder llegar, después, a más gente y con más fuerza.
El lugar para hacerlo no es lo más importante, pero curiosamente él siempre escoge un lugar retirado y tranquilo. Para mí que lo hacía por dos razones: para que nadie confundiera la oración con una exhibición, y porque las cosas íntimas hay que tratarlas en intimidad. Y nada hay más íntimo que hablar, en filiación y amistad, con Dios Padre. La soledad de la montaña invita al encuentro, a la apertura, a la confianza., al contacto con uno mismo y con Dios.
¿Qué pretendía Jesús en sus momentos de oración? No lo sé. Intuyo algo, pero lo más profundo es un misterio que admiro, me sirve de ejemplo e intento imitar. Sí puedo decir que lo que yo pretendo en mis ratos de oración, en mis montañas y sitios retirados, es ponerme ante Dios como hijo suyo, buscando que ese sentimiento se consolide y convierta en compromiso; que, sin elucubraciones especiales, la filiación me lleve a la fraternidad; y que el Espíritu, con su discernimiento, me haga descubrir su proyecto sobre mí y mis hermanos, para acabar dando gracias, agradeciendo y sintiéndome fortalecido y como llevado de la mano para no perderme en la peregrinación de la vida.
Jesús curaba y oraba. ¿Soy capaz de unir como él servicio y contacto con Dios?
Jesús, siendo Hijo, se hijo hermano. ¿Cómo vivo yo la interrelación entre filiación y fraternidad?
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