Marcos 1,31a: "Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó"
Si la verdadera revolución a la que Dios nos convoca en Navidad es a la de la ternura, como nos recuerda el papa Francisco, hoy tenemos en el Evangelio un ejemplo de esta ternura, en el desarrollo de una de las jornadas de la vida de Jesús.
Nos dice el texto que “la suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se lo dijeron” a Jesús. La fiebre tiene postrada a esta mujer. Sabemos por experiencia cómo la fiebre nos deja sin fuerzas, sin energías; no estamos para nada ni para nadie.
Tres gestos de Jesús van a ser transformadores para esta mujer, tres gestos de ternura: dice el texto que Él “se acercó” “la cogió de la mano” y “la levantó”: acercarse al otro, tocarle, ponerle en pie. Tres gestos que nos hablan de una manera de relacionarse afectiva, de una capacidad de encuentro real con las personas, de entrar en comunicación con ellas. Y los encuentros pueden ser salvadores si son experiencia de amor. A la mujer se le pasó la fiebre y “se puso a servirles”. El amor recibido provoca la respuesta amorosa, el servicio.
En Jesús descubrimos y aprendemos la sabiduría del encuentro; una sabiduría que Él mismo fue aprendiendo en el encuentro habitual con el Padre: nos recuerda el texto que Jesús iniciaba su día cultivando esta relación con su “Abba”. En medio del silencio, podía escuchar, sentir, dejarse coger por aquellos que de una u otra forma esperaban un gesto, una palabra liberadora y acogerlo como una llamada: “todos te buscan”.
También hoy nosotros, en medio de nuestros pueblos y ciudades, podemos hacer silencio para escuchar la llamada de aquellos que, a través de las situaciones que viven, están buscando. Ojalá sepamos, como el Señor, acercarnos, tocar la realidad de forma cariñosa, para que Él a través de nuestros gestos pueda poner en pie a quienes se sienten postrados.
Si la verdadera revolución a la que Dios nos convoca en Navidad es a la de la ternura, como nos recuerda el papa Francisco, hoy tenemos en el Evangelio un ejemplo de esta ternura, en el desarrollo de una de las jornadas de la vida de Jesús.
Nos dice el texto que “la suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se lo dijeron” a Jesús. La fiebre tiene postrada a esta mujer. Sabemos por experiencia cómo la fiebre nos deja sin fuerzas, sin energías; no estamos para nada ni para nadie.
Tres gestos de Jesús van a ser transformadores para esta mujer, tres gestos de ternura: dice el texto que Él “se acercó” “la cogió de la mano” y “la levantó”: acercarse al otro, tocarle, ponerle en pie. Tres gestos que nos hablan de una manera de relacionarse afectiva, de una capacidad de encuentro real con las personas, de entrar en comunicación con ellas. Y los encuentros pueden ser salvadores si son experiencia de amor. A la mujer se le pasó la fiebre y “se puso a servirles”. El amor recibido provoca la respuesta amorosa, el servicio.
En Jesús descubrimos y aprendemos la sabiduría del encuentro; una sabiduría que Él mismo fue aprendiendo en el encuentro habitual con el Padre: nos recuerda el texto que Jesús iniciaba su día cultivando esta relación con su “Abba”. En medio del silencio, podía escuchar, sentir, dejarse coger por aquellos que de una u otra forma esperaban un gesto, una palabra liberadora y acogerlo como una llamada: “todos te buscan”.
También hoy nosotros, en medio de nuestros pueblos y ciudades, podemos hacer silencio para escuchar la llamada de aquellos que, a través de las situaciones que viven, están buscando. Ojalá sepamos, como el Señor, acercarnos, tocar la realidad de forma cariñosa, para que Él a través de nuestros gestos pueda poner en pie a quienes se sienten postrados.
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