sábado, 7 de diciembre de 2013

Los curas excluidos de la Nueva Evangelización, por Jose Alberto Barrera Marchessi



En el libro Como la estela de una nave que recoge las homilías de adviento predicadas por el  capuchino Raniero Cantalamessa a la casa papal, se nos cuenta que cada momento de ola de evangelización en la historia de la Iglesia ha tenido sus protagonistas suscitados por Dios.

El padre Cantalamessa identifica cuatro momentos, en los que los obispos, los monjes, los frailes y finalmente los laicos son los que de alguna manera están en la punta de la ola para responder a la llamada de Dios en cada momento histórico.

Es ahora cuando toca la hora de los laicos iniciada por el Concilio Vaticano II y, ciertamente, la Christifideles Laici supone una culminación de lo empezado por el CVII cuando define la corresponsabilidad bautismal haciendo a los laicos copartícipes y corresponsables de lo que en otra época no tan lejana se conceptuaba como responsabilidad exclusiva de la jerarquía.

El tema de las olas de evangelización en la Iglesia es fascinante, y mi convicción personal de que estamos ante una nueva ola ya es una constatación cuando uno ve todo lo que se está moviendo en una Iglesia que en palabras del papa Francisco no asiste a una época de cambios, sino a un cambio de época.

Estoy convencido de que la Nueva Evangelización o es de los laicos o no será ni Nueva ni Evangelización. No se trata de buscar protagonismos, ni de hacer demérito a otras vocaciones de la Iglesia. Es más bien una intuición que va tomando forma a medida que avanza nuestro cambio de época.

Cuando me ha tocado presentar el historiograma de las olas de evangelización de Cantalamessa en diferentes diócesis, alguien ha señalado oportunamente que los curas no aparecen por ninguna parte en este planteamiento (por lo menos los diocesanos como tales).

Obviando el hecho de que tanto obispos como monjes y frailes ordenados son al fin y al cabo parte del Ordus sacerdotalis, lo cierto es que los curas diocesanos no están por lo que surge la pregunta: ¿acaso están excluidos de la Nueva Evangelización?

Por supuesto que no, de hecho sin ellos no es posible una Nueva Evangelización, pero cosa distinta es que la Nueva Evangelización pase por ellos como protagonistas exclusivos.

Venimos de una mentalidad ambiente iniciada en Trento en la que la jerarquía era la única competente para las labores de apostolado, y por mucho Vaticano II que hayamos vivido la realidad es que los sacerdotes hoy en día siguen cargando con demasiadas cosas que no les son propias, y más en una Iglesia decreciente donde cada vez hay más trabajo para menos gente.

Ya el solo hecho de preservar una pastoral de mantenimiento que les obliga a pasar el día dando sacramentos y administrando parroquias limita enormemente la capacidad de los sacerdotes para hacer más que lo que pueden, en tantas ocasiones con ingentes dosis de santidad y heroica perseverancia.

Pocas diócesis se pueden permitir el lujo de liberar sacerdotes para la predicación, y los religiosos que antaño cubrían este hueco con sus misiones populares y la disponibilidad que daba no tener parroquias cada vez son menos por lo que difícilmente podrán echar un capote.

Con estas condiciones todo apunta a que tiene que ser otra gente la que haga el trabajo de campo de la Nueva Evangelización, animados por supuesto por los sacerdotes que en su papel de pastores han de acompañar a los laicos y las comunidades.

Si profundizamos en las características de la Nueva Evangelización vemos que hay tres claves fundamentales que definen el trabajo de campo de la misma: primer anuncio, discipulado y comunidades celulares cristianas.

Un primer anuncio cristiano ha de ser continuado por una comunidad de cristianos que discipule a los nuevos creyentes como se nos pide en Mateo 28: “Id por todo el mundo, predicad, bautizar y haced discípulos”.

Discipular es mucho más que dirigir espiritualmente y santificar a una persona mediante los sacramentos. Es retomar los caminos del catecumenado de la Iglesia Primitiva donde los creyentes maduraban su experiencia de conversión recibiendo la catequesis a la medida que iban dando pasos de integración en la comunidad cristiana.

Esto sólo puede ocurrir si hay redes de cristianos, comunidades básicas y cercanas, donde las personas no sean un número sino que sean cuidadas. Para eso hacen falta pastores, pero los pastores no trabajan solos. La imagen de un pastor con un rebaño de ovejas sólo es posible cuando el rebaño es pequeño. Si este crece necesitará ayudantes, colaboradores y toda una estructura de apoyo.

Y ahí es donde entran los laicos, las comunidades celulares y todos sus derivados. No como meros ayudantes sino como verdaderos protagonistas de esta nueva realidad que la situación pide.

Allá donde haya cristianos habrá sacerdotes, porque su vocación está en función de la comunidad. Los sacerdotes participan de la labor del obispo, y si hablamos de protagonistas también hay que reivindicar la labor del obispo como pastor y cabeza de la comunidad cristiana. Es algo que se hace patente con el papa Francisco  que nos estimula haciéndonos soñar con un episcopado cercano y apasionadamente pastoral.

Si asimilamos todo esto, si los laicos abrazamos la responsabilidad que tenemos y los sacerdotes una vez más hacen de Juan el bautista para dejar que sean otros los que tomen la delantera, estoy seguro de que veremos un renacer de las vocaciones al ministerio sacerdotal que necesariamente dará un nuevo aire al sacerdocio tal cual lo conocemos.

Esto ya se intuye cuando uno conoce obispos salidos de comunidades como lo es Mons. Dominique Rey de Frejous-Toulon, que proviene del Emmanuelle. Lo mismo pasa con sacerdotes del Camino Neocatecumenal, y con muchos otros que viven su vocación de una manera que se intuye distinta.

Puestos a soñar, queremos que todos sean protagonistas de la Nueva Evangelización, que todas las vocaciones de la Iglesia pongan su granito de arena y juntas edifiquen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Queremos obispos nuevos, sacerdotes nuevos, diáconos nuevos, religiosos y religiosas nuevos, laicos nuevos… así como comunidades nuevas que inspiren y abran caminos practicables de Nueva Evangelización para que Jesucristo sea conocido y el mundo se salve.

Todos estamos llamados a la Nueva Evangelización, nadie está excluido, y todos nos necesitamos.

En última instancia el único camino practicable para que el mundo crea es la unidad (Juan 17,21) y a todos nos toca aunar fuerzas para remar, sabiendo que al final apuntamos a Jesucristo quien es el verdadero protagonista, objeto  y fundamento de todo lo que hacemos.

Fuente: religionenlibertad.com

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