viernes, 31 de mayo de 2013

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO, C, por Mons. Francisco González, S.F.


Génesis 14, 18-20
Salmo 109: Tú eres sacerdote eterno, 
según el rito de Melquisedec
I Corintios 11, 23-26
Lucas 9, 11b-17

Génesis 14, 18-20

En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrán, diciendo: "Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos." Y Abrán le dio un décimo de cada cosa.

Salmo 109: Tú eres sacerdote eterno, 
según el rito de Melquisedec

Oráculo del Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies."
R. Tú eres sacerdote eterno, 
según el rito de Melquisedec

Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
R. Tú eres sacerdote eterno, 
según el rito de Melquisedec

"Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora."
R. Tú eres sacerdote eterno, 
según el rito de Melquisedec

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
"Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec."
R. Tú eres sacerdote eterno, 
según el rito de Melquisedec

I Corintios 11, 23-26

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía." Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía." Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Lucas 9,11b-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:
— Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
— Dadles vosotros de comer
Ellos replicaron:
— No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
— Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.

Este fin de semana celebramos la fiesta del Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo, más conocida por Corpus Christi. Esta celebración tuvo sus orígenes allá por el siglo XII y se extendió a toda la iglesia por el año 1264.

Muchos, estoy seguro, nos acordamos de aquellas procesiones tan preciosas por las calles de nuestros pueblos y ciudades, donde podíamos ver a Jesús Eucaristía paseando en medio de nosotros, una de las tradiciones más importantes asociadas a esta fiesta, es decir, el Santísimo por las calles.

En muchos lugares se cubre el trayecto que va a seguir la procesión con infinidad de arreglos florales, banderas y otros adornos. También se erigen altares desde los cuales se imparte la bendición con el Santísimo, se recitan algunas preces y se cantan himnos eucarísticos.

Las lecturas que hoy nos ofrece la liturgia, si queremos seguir el tema de esta festividad, deberíamos decir que está centrado en la segunda lectura y que la primera y el evangelio son preparación e indicación que nos llevan a la narración que Pablo nos ofrece de la institución de la Santa Eucaristía.

Pablo se enfrenta a la comunidad cristiana de Corinto a causa de varios abusos en las asambleas litúrgicas, y de ninguna forma puede tolerar, y así se lo dice, el abuso que cometen al celebrar la Eucaristía.

Estaban divididos y además, en la cena antes de la Eucaristía, los que tenían, no compartían con los que no tenían. Se parecían un poco a aquella primera reacción de los apóstoles de querer despedir a los necesitados para no tener que hacer nada por ellos y que el mismo Señor les corrige mandándoles que "les den ellos de comer". Ellos todavía no habían aceptado ni las palabras ni el ejemplo de Jesús de dar y darse a los demás.

Para corregir los abusos de aquella comunidad, donde los que tenían ni sabían compartir con los necesitados, Pablo les recuerda la institución de la Eucaristía donde el Señor convierte el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre para alimento de todos, les recuerda el hecho de que Jesús no solamente compartió lo que tenía, sino mucho más, se dio a sí mismo por nuestro bien, para nuestra salvación.

Hoy, al celebrar la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos llama a una fe, a una creencia firme en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Según estudios recientes hay muchos católicos que no profesan esta fe. Nosotros debemos proclamarla tanto con la palabra como con ese respeto que se merece cuando estamos en su presencia en nuestras iglesias. Debemos proclamar esa fe con la digna recepción de la Sagrada Comunión y la práctica de las diversas devociones eucarísticas.

La Eucaristía no solamente nos exige esa fe profunda y sin condiciones, también nos pide el compromiso de compartir: "Denles ustedes de comer". Mientras aún hay un veinte por ciento de la población mundial que disfrute del ochenta por ciento de la producción y el ochenta por ciento de la población se tenga que contentar con el veinte por ciento de la producción.

En este siglo XXI: cuando encuentras un obstáculo a lo tuyo destruyes con bombas, explotas unos trenes, explotas coches bomba, te llevas a unos rehenes, construyes unas paredes ilegales, tienes escuelas para suicidas, callas las piedras con misiles, usas el poder económico y político para saquear los países tercermundistas, usas y abusas al inmigrante a quien toleras o rechazas según tus necesidades y bajo la excusa de la seguridad nacional, violas los derechos más elementales de los que han caído en tus cárceles, negándoles la dignidad humana que todo hombre o mujer lleva consigo.

Ante esos deseos de violencia y ruina para la aldea de Samaria, a los deseos de completa aniquilación por parte de Santiago y Juan, Cristo tiene una reacción: les regañó.

No basta desear la paz, es preciso construirla a partir de nuestra propia vida. (Baggio).

El banquete entre cristianos exige hospitalidad, compartir lo que uno es y tiene, amistad, perdón y reconciliación. Se nos conocerá como cristianos al "compartir el pan", al partirnos por los demás.

Por tanto, la queja y crítica de Pablo a los corintios sigue siendo actual, hoy, en este siglo que vivimos.

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