martes, 11 de octubre de 2022

¿Qué sabe la ciencia sobre la columna de piedra que da nombre al Pilar en Zaragoza?




El pilar es la pequeña columna donde, según la tradición, se apareció la Virgen María en el siglo I, cuando aún vivía en carne mortal, para animar al apóstol Santiago, en el siglo I. No es un objeto impresionante: 1,77 m de altura y 24 cm de anchura. Pero es el epicentro pétreo de la devoción. La Virgen del Pilar, sin el pilar, sería sólo la Virgen, que no es poco. Pero el pilar le da un anclaje especial en la historia, la leyenda y el lugar.

Quizá el más completo y detallado análisis sobre el pilar de Zaragoza hoy es el de Juan Antonio Gracia, periodista y canónigo emérito de la Basílica del Pilar. Lo publicó el Heraldo de Aragón en 2006, y lo suele recuperar al acercarse la fiesta de la Virgen para publicar en su número especial anual. También nosotros los recuperamos a continuación:

La preciosa imagen de Nuestra Señora del Pilar está colocada sobre una Columna de la que desconocemos casi todo. Y, sin embargo, esa Columna constituye el elemento más importante de cuantos integran la tradición mariana de Zaragoza. Es el dato que caracteriza, distingue y diversifica esta tradición concreta entre las mil mariofanías que se veneran en el mundo entero.

Esa Columna sacra es la nota diferenciadora, el símbolo que identifica la peculiar devoción aragonesa, el trazo que la singulariza y la define.

Precisamente porque la Columna ha sido a lo largo de los siglos el rasgo fundamental de esta tradición, el arte en sus expresiones plásticas, la literatura, la poesía y la liturgia lo han subrayado con múltiples y variadas representaciones. En el álbum mariano universal, resulta sencillísimo identificar la imagen cesaraugustana gracias a la Columna. Tan esencial e imprescindible es la Columna que, sin ella, no es posible identificar con claridad a la Virgen Patrona de Aragón.

Donde la Virgen plantó el pilar, allí se quedó… y alrededor se hizo una iglesia, y luego la actual basílica, y allí van cientos de miles de devotos y besan la columna

Curiosamente, esa Columna que resume la devoción de un pueblo durante veinte siglos es una piedra sagrada perfectamente desconocida, ya que no sólo carece de documentación, sino que jamás se hizo un estudio serio que nos permita conocer mejor siquiera los datos más interesantes de su estructura material, su exacta colocación, su estado de conservación, su antigüedad real.

Más aún, no solamente no conocemos en profundidad cómo es esa Columna, sino que apenas si la vemos, salvo a través de una pequeña abertura por la que los devotos podemos besarla, aunque no sin dificultad. Por cierto, el cerco de oro que orla ese orificio, regalo del que fuera ilustre médico y rector de la Universidad de Zaragoza, doctor Ricardo Royo Villanova, fue colocado el 1 de enero de 1941.

Tres han sido las causas que han contribuido a mantener entre celajes de misterio la venerada piedra:

- los mantos que la tapan,
- las dos cubiertas de metal (una de bronce y otra de plata) que impiden verla desnuda,
- y la voluntad del Cabildo secularmente mantenida de no moverla del sitio exacto en que la dejó la 
   Virgen, cualesquiera que hayan sido los trabajos efectuados y las transformaciones que haya sufrido 
   el templo.

Así las cosas, es normal que surja una catarata de preguntas.
¿Cómo es exactamente la Santa Columna?
¿Cuál es su estado de conservación? Se asegura que es de jaspe, pero ¿de qué tipo de jaspe? ¿De qué cantera procede?
¿Cómo se asienta en el suelo? ¿Qué grado de perforación tiene a causa de los incontables besos y roces de manos que recibe?
¿Estamos ante una pieza de época romana, tal como hace suponer la tradición, o es posterior? Y si es posterior, ¿de qué siglo?

No teniendo documentación alguna y careciendo de comprobaciones científicas, todas estas cuestiones tienen un gran interés y en modo alguno pueden considerarse impertinentes.

Sería faltar a la verdad si dijera que nunca se hicieron estudios al respecto. Pero hay que reconocer que las prospecciones que se llevaron a cabo fueron pocas, escasamente ilustradoras y no muy rigurosas.

Estudios del siglo XVIII

En el archivo capitular del Pilar se conserva un dibujo hecho por el arquitecto José Julián de Yarza y Lafuente, que en la noche del 13 al 14 de septiembre de 1756 inspeccionó visualmente la Columna y tomó sus medidas, aprovechando la circunstancia de haberse descubierto la Columna al construirse la Santa Capilla según el diseño de don Ventura Rodríguez. Yarza en su dibujo señala la parte del Pilar que se cubre con plata, el orificio preciso por el que se veneraba y se veneraría en adelante, la basa de piedra blanca y la medida de cada una de esas partes, dando algo más de diez palmos.

Dibujo de la Santa Columna realizado por Julián de Yarza en 1756, con la siguiente leyenda: A-B porción que está cubierta en plata; C despiezo o junta; D Adoración antigua; E adoración nueva; F bara de piedra blanca conforme estaba; G del modo que ha quedado la Santa Basa para poder sentar los nuevos jaspes; A-H alto de la Santa Columna | Archivo del Pilar.

Siendo sin duda interesante ese dibujo de Yarza, no desvela gran cosa, ya que ni los canónigos archiveros, ni otros historiadores, ni los arquitectos Ríos Balaguer, Ríos Usón y Ríos Sola han encontrado documentación que ofrezca información sobre ese dibujo y sobre las medidas que da. Lo que no obsta para que todos los autores posteriores den como buena la medición del doctor Yarza, precisando aún más, si cabe, que la altura es de 1,77 m y su diámetro de 24 cm. Aparte de estos escuetos datos, que miden pero no describen mucho, diez años después, en 1766, don Manuel Vicente Aramburu hace la primera descripción detallada conocida hasta hoy. Este autor, que pudo contemplar in situ la Columna, ya que fue testigo directo de las obras dirigidas por don Ventura Rodríguez, ofrece el siguiente testimonio:

«Es de jaspe, de dos varas de alta y descansa en una piedra que la continúa algo oscura que está sobre otra más clara, fijada en una base redonda y está sobre un plano de piedra como la que circuye toda la obra. La columna de jaspe está cubierta de bronce y, sobre el bronce, de plata, cuyas dos cubiertas llegan hasta el pie de la sagrada imagen que está colocada en la Columna sin otra seguridad y su diámetro mide 24 ctms».

Aramburu, que, como dije, con toda probabilidad vio, tocó y midió la Columna, habla del color y de la clase de mármol, de la envoltura y del asentamiento de la misma. No es poco, pero resulta insuficiente. En cuanto a la medida, utiliza la vara como unidad de medición y coincide con todos los autores: 1,77 m de altura y 24 cm de anchura.

En el siglo XX: la piedra que besamos es la de la Virgen

Tras Aramburu, hay que dar un gran salto en el tiempo y llegar a 1955. El 28 de febrero de ese año, el arquitecto don Teodoro Ríos Balaguer, acompañado de su hijo Teodoro, también arquitecto, de su ayudante Ángel Peralta, del aparejador Ángel Tobajas, del cantero Manuel Pinilla y del peón de albañil José Larra, en presencia del deán Hernán Cortés, del canónigo Leandro Aína, del capellán José Ágreda y del mozo de sacristía Alejandro Bordetas, inspeccionó la santa Columna.

Se trataba de despejar de manera técnica la duda surgida entre algunos fieles acerca de si el Pilar que se besaba era o no el mismo sobre el que se asentaba la imagen de la Señora. Se trazaron paralelas y perpendiculares, se tomaron medidas con aparatos de precisión y, tras varias horas de cálculos, se concluyó que el Pilar sobre el que está la Virgen tiene una altura total de 1 m, 77 cm y 2 mm. Y que, efectivamente, la Columna que besamos es la misma sobre la que está la imagen de la Virgen.



Fragmento visible de la Santa Columna, 
el que se besa 

La tradición de besar el Pilar ya está atestiguada desde la Edad Media. El desgaste sufrido por la Santa Columna a causa de los continuos ósculos de los fieles, llevó a Julián de Yarza a modificar la altura de la apertura de la funda. El óvalo de oro que lo rodea no se colocó hasta mediados del siglo XX | Javier Pardos

Como fácilmente se deduce, todos los exámenes conocidos y realizados hasta ahora han sido más bien superficiales y referidos solo a datos externos especialmente relacionados con las medidas de la Santa Columna.

Tampoco los estudios arqueológicos, realizados preferentemente entre 1930 y 1940 arrojaron mucha luz sobre el asunto que nos ocupa. Los pocos elementos hallados hasta ahora en las excavaciones y los restos que quedan de las antiguas edificaciones en el subsuelo pueden tal vez, en opinión de algún autor sugerir vestigios de una iglesia romana, pero, aparte de su endeblez científica, poco o nada aportan al conocimiento biográfico de la Santa Columna.

1980: los responsables de la Basílica no tuvieron coraje

Tal vez en 1980 se perdió la gran ocasión de hacer un estudio en profundidad, una inspección científica seria, una rigurosa aplicación de las técnicas más avanzadas en el análisis de ese mármol sagrado que ha desempeñado un papel trascendente durante siglos en la espiritualidad del pueblo creyente y aun en el devenir de la sociedad aragonesa. En ese año, con ocasión de remodelar el Camarín de la Virgen, en trabajos que se realizaron de noche y con las puertas del templo cerradas, se hizo un verdadero chequeo al corazón de la basílica.

Creo que era el momento y así lo expresé repetidas veces (HERALDO DE ARAGÓN 13-1-1980, 12-10-1980, 12-1-1989). No sólo invocaba entonces razones de oportunidad, sino que ciertos descubrimientos sorprendentes y difícilmente explicables aconsejaban, en mi opinión, seguir adelante hasta el fondo de la cuestión.

Los responsables de la basílica no tuvieron el coraje necesario para continuar por la senda emprendida, por ejemplo, en Roma y en Compostela, para llegar hasta los sepulcros de San Pedro y de Santiago, o también en otros lugares en relación con el Santo Grial y la Sábana Santa.

La ciencia moderna podría dar muchos datos… si se usara

Así estaban las cosas en el último tramo del siglo XX, así están en los primeros compases de la nueva centuria y así seguirán hasta Dios sabe cuándo. Y sin embargo, las novísimas conquistas de la tecnología podían hoy despejar dudas, aclarar sombras, disipar secretos innecesarios, evitar tapujos extraños.

En febrero de 1991 consulté este asunto con el doctor Marcelino Lago, catedrático de Petrología; en abril de 2005 lo hice con la doctora Begoña Martínez Jarreta, catedrática de Medicina Legal y con el doctor Manuel Martín Bueno, catedrático de Arqueología. Los tres enseñan en nuestra Universidad cesaraugustana. Los tres aseguraron que una investigación, llevada a cabo con los medios que ofrece la técnica de nuestros días, obtendría excelentes resultados y proporcionaría datos interesantísimos en torno al origen, la edad y la estructura de la Santa Columna.

Me temo que ni hoy, ni mañana, acaso nunca, se sabrá más de lo que sabemos de esa Columna venerable, por lo que en mi mente seguirán punzándome las preguntas de siempre. Y, sobre todas, la que más me duele: ¿y si ese Pilar fuera un peristilo de época romana, o una columnita de un claustro medieval, o una huella de la presencia musulmana en nuestra ciudad o de un palacio renacentista aragonés o, quién sabe, se resistiera a todo tipo de verificación por ciencia humana, sugiriendo así el origen celestial que le atribuye la tradición?

Fuente: Juan Antonio Gracia, periodista y canónigo emérito de la Basílica del Pilar.



El Pilar en sí se protege 

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