martes, 18 de octubre de 2022

Montanistas y montanismo

Los montanistas fueron cismáticos del siglo II d.C., conocidos también como pepucianos y (en Occidente) catafrigios. La secta fue fundada por Montano, considerado el profeta del montanismo, y dos profetisas, Maximila y Prisca, a veces llamada Priscila.

Origen del montanismo

No se sabe la fecha exacta en que la secta montanista se originó pero sí que tenía mucha importancia en 177, cuando la Iglesia de Lyon escribió al papa Eleuterio sobre sus enseñanzas. Los montanistas fueron contemporáneos del mártir Traseas y san Epifanio (Hær., XLVIII, 1) parece dar la fecha del nacimiento de la secta “alrededor del año décimo noveno de Antonino Pío, es decir, el 156 o 157.

El Montanismo en Asia Menor

Montano era un recién convertido al cristianismo cuando comenzó a profetizar en la villa de Ardabau en Frigia. 

San Jerónimo dice que había sido un sacerdote de Cibeles, relacionando sus éxtasis con el de los derviches, sacerdotes y devotos de esta diosa.  

Los montanistas creían que el don profético otorgado a Montano había descendido también sobre sus compañeras, Maximila y Prisca o Priscila. Su sede estaba en la villa de Pepuza.

Profecías y éxtasis

En Eusebio, V, XVII, 2-3, se describen los éxtasis a los que los montanistas eran muy proclives:  primero, el profeta aparece aterrorizado (en parekstasei), después sigue la quietud (adeia kai aphobia, la falta de miedo); al que sigue un vacío del pensamiento o pasividad del intelecto (ekousios amathia) y luego es arrebatado por una locura incontrolable (akousios mania psyches). 

Los profetas montanistas no hablaban como mensajeros de Dios (“Así dice el Señor”...) sino que se describían a sí mismos como poseídos por Dios y hablaban en su Persona: “Yo soy el Padre, el Verbo y el Paráclito” —decía Montano— “Yo soy el Señor Dios omnipotente, que he descendido adentro de un hombre” y “ni un ángel ni un embajador, sino yo, el Señor, el Padre, he venido”

Maximila decía: “No me oigas a mí, sino oye a Cristo”. Esta posesión por un espíritu, que hablaba mientras el profeta era incapaz de resistirse, es descrita por Montano durante uno de sus trances: “Mirad, el hombre es como una lira y yo soy como el plectro. El hombre duerme y yo estoy despierto” (Epifanio, "Hær.", XLVIII, 4).

La denuncia más grave contra los profetas montanistas era que sus profecías iban en contra de la costumbre y la tradición. Miltíades, un escritor católico, escribió un libro al que el autor anónimo llama “Cómo un profeta no debe hablar en éxtasis”, en el que se insistía que los fenómenos de posesión no eran como los de los profetas del Antiguo Testamento, o los del Nuevo Testamento como Silas, Ágabo y las hijas de Felipe el Diácono, o icnluso de profetas recientemente conocidos en Asia, como Cuadrato (obispo de Atenas) y Ammia, profetisa de Filadelfia, de quienes los profetas montanistas se jactaban de ser sucesores.

Era una blasfemia hablar en primera persona como el Padre o el Paráclito. Los antiguos profetas habían hablado “en el Espíritu”, como portavoces del Espíritu. Montano declaró: “El Señor me ha enviado como revelador, intérprete de esta labor, esta promesa y este pacto, y fui forzado, voluntaria o involuntariamente, a aprender la gnosis de Dios"

Los montanistas apelaban a Génesis 2,21: “El Señor envió un éxtasis [ektasin] sobre Adán”; al Salmo 116(114-115),11: "Dije en mi éxtasis”; a Hch. 10,10: "Le sobrevino un éxtasis (a Pedro)"; pero estos textos no prueban ni que la excitación de un éxtasis fuera propio de la santidad ni que fuera el estado apropiado para profetizar.

Los montanistas arguían que la nueva profecía era de un orden superior al de la antigua. Se llegó a pensar que era superior a la de los apóstoles e, incluso, más allá de la enseñanza de Cristo. Priscila fue a dormir a Pepuza, decía ella, y Cristo vino a ella y durmió a su lado “en forma de mujer, vestida con una brillante túnica, puso sabiduría dentro de mí y me reveló que este lugar es sagrado y que aquí baja la Jerusalén celestial”. Allí se celebraban públicamente los Misterios (¿sacramentos?). Maximila profetizó guerras continuas para después de su muerte —ningún otro profeta, sino el fin.

Matrimonio, castidad, martirio

Al principio no enseñaban falsas doctrinas. El Paráclito ordenaba unos pocos ayunos y abstinencias. Se desaprobaban los segundos matrimonios. Priscila decía que la castidad era una preparación para el éxtasis: “El santo (casto) ministro sabe cómo administrar su santidad. Pues los que purifican sus corazones ven visiones y al colocar sus cabezas hacia abajo también oyen voces tan salvadoras como secretas” (Tertuliano, "Exhort." X, en un manuscrito).

El martirio era tenido en alta estima y se desaprobaba tanto el huir de la persecución como el pagar para no ser castigado. “¿Te declaran fuera de la ley?”, decía Montano: “No deseéis salir de esta vida en camas, por enfermedades o por fiebres, sino por el martirio, para que Aquél que sufrió por vosotros sea glorificado” (Tertuliano, "De fuga", IX; cf. "De anima", LV.). Tertuliano dice: "Aquellos que reciben al Paráclito no saben huir de la persecución ni sobornar” (De fuga, 14).

Los relatos contemporáneos del montanismo mencionan cristianos en pueblos de la región de Frigia: Ardabau, Pepuza, Timión, Otro, Apamea, Cumane, Eumenia. Se han encontrado inscripciones cristianas primitivas en Otro, Hierópolis, Pepuza (del 260), Trajanópolis (del 279), Eumenia (del 249). Hubo un concilio en Sínada en el siglo III. Las "Acta Theodoti" presentan a la villa de Malus, cerca de Ancira, como cristiana durante el gobierno de Diocleciano. Plinio encontró grupos de cristianos en el Ponto y Bitinia en 112, en las ciudades y en el campo; por lo tanto, había muchos cristianos en las villas de Frigia que fueron atraídos por los asombrosos fenómenos.

A Pepuza llegaban multitudes y, al parecer, se producían desacuerdos. Ya en los primeros días, Apolinar, sucesor de san Papías como obispo de Hierápolis, escribió contra Montano. Apolinar relata que Ælio Publio Julio de Debeltum (ahora Burgas) en Tracia, juró que “el bendito Sotas que estaba en Anquialo (costa de Tracia) quiso hacer un exorcismo a Priscila, pero los hipócritas no se lo permitieron”. Algunos pensaban que Montano estaba poseído por un espíritu malo y que era un perturbador del pueblo; le censuraron y trataron de que dejara de profetizar. Los fieles de Asia se reunieron en muchas partes y, después de analizar sus profecías, las declararon profanas y condenaron la herejía, para que sus discípulos fueran expulsados de la Iglesia.

Es difícil asegurar cuándo se produjo la excomunión del montanismo en Asia, pero fue antes de la muerte de Montano. Y, en general, antes de la muerte de Maximila en 179. Se oyó que algunas personas santas, incluyendo a los obispos Zótico de Cumaná y Julián de Apamea, intentaron exorcizar a Maximila en Pepuza después de la muerte de Montano, pero Temisón lo impidió (Eusebio, V, XVI,17; XVIII, 12). Este personaje era llamado confesor pero se le acusa de haberse salvado pagando.

La secta se hizo muy popular en Asia. Algunas iglesias eran totalmente montanistas. El escritor anónimo encontró la iglesia de Ancira en 193 muy trastornada por la nueva profecía montanista. Predestinato dijo que el libro perdido de Tertuliano, "De Ecstasi", en defensa de sus trances, fue una contestación al papa san Sotero (Hær., XXVII, LXXXVI), que los había condenado o desaprobado.

El Montanismo en Occidente

Lyon 177

En 177 las iglesias de Lyon y Viene enviaron a las iglesias de Asia y Frigia su conocido informe sobre los martirios que habían tenido lugar. Eusebio dice que al mismo tiempo adjuntaron cartas que los mártires habían escrito en prisión acerca de los montanistas. Las enviaron con Ireneo al papa Eleuterio

No se negaba que los montanistas tuvieran muchos mártires y se replicó a su jactancia que todos los heréticos tenían mártires, pero que los verdaderos mártires como Gayo y Alejandro de Eumenia habían rehusado comunicarse con los mártires que habían aprobado la nueva profecía (Anon. en Eusebio, V, XVI, 27). Las Actas de Carpo, Papilo y Agatónice, mártires de Tiátira bajo el gobierno de Marco Aurelio (alrededor de 161-9), muestran la influencia del montanismo sobre los mártires.

Según Tertuliano, un Papa del siglo II (probablemente Eleuterio) estaba inclinado a aprobar las nuevas profecías, pero fue disuadido por Práxeas. El defensor del montanismo en Roma era Proclo o Próculo, muy respetado por Tertuliano. Gayo sostuvo una disputa contra Proclo ante el papa Ceferino (al parecer cerca de 202-3). Eusebio descubre en las minutas de la discusión que Gayo rechazaba que el apóstol san Juan fuera el autor del Apocalipsis, atribuyendo el libro a Cerinto. San Hipólito escribió contra Gayo su “Cabezas contra Gayo” y su Defensa del Evangelio y el Apocalipsis de San Juan.

San Epifanio utilizó estas obras para su quincuagésima primera herejía (cf. San Filastrio, "Hær." LX), y como la herejía no tenía nombre inventó el de Alogi, queriendo decir “los que no razonan” y “los que rechazan el Logos”. Suponemos que Gayo acabó rechazando el Evangelio por oposición a Proclo, que enseñaba que “el Espiritu Santo estaba en los Apóstoles, pero el Paráclito no lo estaba, puesto que el Paráclito proclamaba a través de Montano más de lo que Cristo reveló en el Evangelio; y no sólo más sino también mejores y más grandes cosas”. Así, la promesa del Paráclito (Juan 14,16) no era para los Apóstoles sino para la próxima generación en la que se encontraban todos los montanistas. 

Evidentemente Gayo no negó el Evangelio de Juan en su disputa ante el papa Ceferino, cuyo informe era conocido por Dionisio de Alejandría y por Eusebio de Cesarea (cf. Eusebio, III, XX, 1, 4). Sin embargo, Gayo considera como falsificaciones los escritos de san Juan, cuyo verdadero autor, Cerinto, atribuye estos (sus) escritos a san Juan; de ahí, que piense que san Juan es representado por Cerinto como cabeza de las iglesias asiáticas.

Tertuliano

El más famoso de los montanistas es Tertuliano. Nació hacia el 150-5, y se hizo cristiano hacia el 190-5. Adoptó las enseñanzas montanistas en cuanto las conoció (alrededor de 202-3). A partir de entonces sus escritos fueron creciendo en acritud contra la Iglesia Católica, con la que rompió definitivamente en el 207. Murió alrededor del 223 o poco después.
 
Su primera obra montanista fue la defensa de la nueva profecía en seis libros, "De Ecstasi", probablemente escrita en griego. Añadió un séptimo libro como réplica a Apolonio. La obra se ha perdido, pero es importante una frase conservada por Predestinato (XXVI): “Solamente diferimos en que nosotros no recibimos un segundo matrimonio y que no rehusamos la profecía de Montano sobre el juicio futuro”. 

Tertuliano mantiene como ley las recomendaciones de Montano de evitar los segundos matrimonios y de no huir de la persecución. Niega a la Iglesia la posibilidad de perdonar los pecados e insiste en los ayunos y abstinencias. Los católicos son los opuestos a los seguidores “espirituales” del Paráclito. La Iglesia católica, para Tertuliano, es un grupo de glotones y adúlteros que odian ayunar y le encanta volver a casarse. 

Pepuzianos o quintilianos

San Epifanio distinguía una secta de montanistas: los pepuzianos o quintilianos (él llamaba a Priscila también Quintila), que daban gracias a Eva por haber comido del árbol de la ciencia. Solían dormir en Pepuza para poder ver a Cristo como lo había visto Priscila. Con frecuencia entraban a su iglesia siete vírgenes con lámparas, vestidas de blanco, para profetizar al pueblo, a quienes podían hacer llorar con sus éxtasis y estravangancias.

Se decía que los pepuzianos tenían a mujeres para sus obispos y sacerdotes en honor a Eva. Se les llamaba “artotiritas” porque su sacramento consistía en pan y queso. Predestinato dice que los pepuzianos en realidad no diferían de los otros montanistas, pero que despreciaban de hecho a todo aquel no habitara en la “nueva Jerusalén”.

Es interesante el informe de san Jerónimo, escrito en 384, sobre las doctrinas del montanismo puesto que existían en su época (Ep., XLI). Los describe como sabelianos en sus ideas sobre la Trinidad, que prohibían el segundo matrimonio, que observaban tres Cuaresmas “como si hubieran sufrido tres Salvadores”. Sobre los obispos tienen patriarcas en Pepuza. Cierran la puerta de la Iglesia a casi todos los pecados. Dicen que Dios, no siendo capaz de salvar al mundo por Moisés y los Profetas, se encarnó en la Virgen María y en Cristo, su Hijo, predicó y murió por nosotros. Como no pudo realizar la salvación del mundo por este segundo método, el Espíritu Santo descendió sobre Montano, Prisca y Maximila dándoles la plenitud que san Pablo no tuvo (1 Cor 13,9). 

Orígenes ("Ep. ad Titum" in "Pamph. Apol.", I fin.) no está seguro si son cismáticos o herejes. San Basilio se asombra de que Dioniso de Alejandría admita como válido su bautismo. Según San Filastrio, bautizaban a los muertos. Sozomeno (XVIII) nos dice que observaban la Pascua el 6 de abril o el domingo siguiente. 

Los emperadores, desde Constantino en adelante, emitieron leyes contra ellos y gradualmente se convirtieron en una pequeña secta secreta. Los huesos de Montano fueron exhumados en 861. Se han perdido todos los escritos montanistas.

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