Según la tradición, en la ubicación del Santuario del Pilar se apareció al apóstol Santiago, el Mayor, la Virgen María acompañada de un coro de ángeles que traían un pilar de jaspe sobre el que deseaba que se venerase una imagen de la Virgen.
La tradición explica que este suceso tuvo lugar la noche del 2 de enero del año 40 d.C. y que el apóstol edificó un pequeño templo de 20x10m, que tras la paz constantiniana se amplió rodeándolo con una columnata y arquerías de alabastro.
Alrededor de la actual basílica del Pilar se han hallado restos arqueológicos fechados en torno al año 130 de una de las más antiguas comunidades cristianas de Hispania. En la Cesaraugusta romana los primeros cristianos hispanos ya explicaban a sus hijos la tradición que hoy sigue pasando de padres a hijos en la Zaragoza del siglo XXI.
Tras haber escuchado de Cristo resucitado el mandato de evangelizar hasta los confines del mundo, Santiago, el Mayor, cuyo carácter impetuoso y bravío le había valido el apodo de boanerges («hijo del trueno»), se embarcó hacia Finisterrae, ubicaba en la costa occidental de Hispania.
Tras tomar tierra en el puerto de Cartagonova (hoy, Cartagena), Santiago recorrió las tierras hispanas anunciando el Evangelio, proclamando que el crucificado había resucitado, y anunciando que por su muerte en cruz el Mesías había redimido los pecados de los hombres.
Corría el año 40. Cartagonova pertenecía a la provincia hispánica de Tarraconova, que junto a la Bética y a la Lusitana formaban las provincias de la Peninsula dentro del Imperio romano. Santiago, como harían otros apóstoles en sus viajes, se dirigió a las grandes urbes de las provincias para evangelizar. Y entre estas destacaba Cesaraugusta.
Los conversos, sin embargo, eran pocos, y aunque unos siete hombres y mujeres se bautizaron y acompañaron a Santiago, fueron muchos más los que ignoraban su predicación. La falta de fe de los hispanos hizo desesperarse a aquel pescador galileo que había cruzado el mundo conocido para anunciar a Cristo. Exhausto y desanimado, Santiago rompió a llorar a orillas del Ebro. Pero, de modo similar a lo que le había ocurrido en Pentecostés, un viento impetuoso sacudió su rostro y tuvo una visión: la Virgen María –que seguía viva en Éfeso, con Juan, el hermano de Santiago– descendía sobre una columna de luz y lo animaba en su misión. Tras prometerle el auxilio de su Hijo, María mostró a Santiago un pilar de jaspe para explicarle que la fe de aquellos que entonces le rechazaban sería algún día firme como la roca; que ella misma sería pilar de apoyo para quienes dudasen o sufriesen a causa de la fe, y para pedirle que allí construyese un templo para su Hijo.
Concluida la visión, permaneció el Pilar. Y en torno a él, los bautizados por Santiago hicieron una capilla, tenida por el primer templo mariano del mundo. Atanasio, discípulo de Santiago, permanecería un tiempo en Zaragoza haciendo las veces de obispo.
Revestida de bronce y plata para no dañarla, hace 250 años que en torno a la columna se erigió su actual capilla, dentro de una basílica en cuyo techo impactaron tres bombas en 1936…, y ninguna estalló.
La tradición explica que este suceso tuvo lugar la noche del 2 de enero del año 40 d.C. y que el apóstol edificó un pequeño templo de 20x10m, que tras la paz constantiniana se amplió rodeándolo con una columnata y arquerías de alabastro.
Alrededor de la actual basílica del Pilar se han hallado restos arqueológicos fechados en torno al año 130 de una de las más antiguas comunidades cristianas de Hispania. En la Cesaraugusta romana los primeros cristianos hispanos ya explicaban a sus hijos la tradición que hoy sigue pasando de padres a hijos en la Zaragoza del siglo XXI.
Santiago desanimado
Tras tomar tierra en el puerto de Cartagonova (hoy, Cartagena), Santiago recorrió las tierras hispanas anunciando el Evangelio, proclamando que el crucificado había resucitado, y anunciando que por su muerte en cruz el Mesías había redimido los pecados de los hombres.
Corría el año 40. Cartagonova pertenecía a la provincia hispánica de Tarraconova, que junto a la Bética y a la Lusitana formaban las provincias de la Peninsula dentro del Imperio romano. Santiago, como harían otros apóstoles en sus viajes, se dirigió a las grandes urbes de las provincias para evangelizar. Y entre estas destacaba Cesaraugusta.
Los conversos, sin embargo, eran pocos, y aunque unos siete hombres y mujeres se bautizaron y acompañaron a Santiago, fueron muchos más los que ignoraban su predicación. La falta de fe de los hispanos hizo desesperarse a aquel pescador galileo que había cruzado el mundo conocido para anunciar a Cristo. Exhausto y desanimado, Santiago rompió a llorar a orillas del Ebro. Pero, de modo similar a lo que le había ocurrido en Pentecostés, un viento impetuoso sacudió su rostro y tuvo una visión: la Virgen María –que seguía viva en Éfeso, con Juan, el hermano de Santiago– descendía sobre una columna de luz y lo animaba en su misión. Tras prometerle el auxilio de su Hijo, María mostró a Santiago un pilar de jaspe para explicarle que la fe de aquellos que entonces le rechazaban sería algún día firme como la roca; que ella misma sería pilar de apoyo para quienes dudasen o sufriesen a causa de la fe, y para pedirle que allí construyese un templo para su Hijo.
Concluida la visión, permaneció el Pilar. Y en torno a él, los bautizados por Santiago hicieron una capilla, tenida por el primer templo mariano del mundo. Atanasio, discípulo de Santiago, permanecería un tiempo en Zaragoza haciendo las veces de obispo.
Revestida de bronce y plata para no dañarla, hace 250 años que en torno a la columna se erigió su actual capilla, dentro de una basílica en cuyo techo impactaron tres bombas en 1936…, y ninguna estalló.
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