Lucas 16,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz."
— Comentario del papa Francisco:
“Qué triste es ver sacerdotes y obispos apegados al dinero”
El santo padre Francisco ha pedido que los obispos y los sacerdotes venzan la tentación de vivir “una doble vida” recordando que la Iglesia está llamada a servir, no a convertirse en un lugar de negocios. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada este viernes en Santa Marta.
De este modo, el Papa ha reflexionado sobre la figura de Pablo, que aparece en la liturgia del día. El apóstol “se ha donado completamente al servicio, siempre” para terminar en Roma “traicionado por alguno de los suyos” terminando después “condenado”. Por eso, el Santo Padre ha recordado que la grandeza de san Pablo venía de Jesucristo y “él presumía de servir, de ser elegido, de tener la fuerza del Espíritu Santo”.
Era un siervo que servía, “administraba, sentando las bases, es decir anunciando a Jesucristo” y “nunca se detenía por tener la ventaja de un lugar, de una autoridad, de ser servido. Él era el ministro, siervo para servir, no para servirse”.
A propósito, el Pontífice ha asegurado la alegría que siente y lo que le conmueve cuando sacerdotes que van a la misa de Santa Marta le dicen al saludarle: “He venido aquí para ver a los míos, porque desde hace 40 años soy misionero en el Amazonas”. O una monja que le dice: “Trabajo desde hace 30 años en un hospital de África”. O cuando encuentra a una monjita que desde hace 30 o 40 años está en el hospital trabajando con discapacitados siempre sonriente. “Esto se llama servir, esta es la alegría de la Iglesia: ir más allá, siempre; ir más allá a dar la vida. Esto es lo que ha hecho Pablo: servir”, ha explicado el Papa.
Por ello, ha recordado también que en el Evangelio el Señor nos hace ver la imagen de otro siervo “que en vez de servir a los otros se sirve de los otros”, indicando que “hemos leído qué ha hecho este siervo, con cuánta astucia se ha movido para permanecer en su puesto”.
Así, el Pontífice ha advertido que “también en la Iglesia están estos, que en vez de servir, pensar en los otros, sentar las bases, se sirven de la Iglesia: los escaladores, los apegados al dinero”. Por eso se ha preguntado: “¿cuántos sacerdotes, obispos, hemos visto así? Es triste decirlo ¿no?” De este modo ha subrayado “la radicalidad del Evangelio, de la llamada de Jesucristo: servir, estar al servicio de, no pararse, ir siempre más allá, olvidándose de uno mismo. Y la comodidad del estatus: 'yo he llegado a un estatus y vivo cómodamente sin honestidad, como esos fariseos de los que habla Jesús que paseaban en las plazas, dejándose ver por los otros'”.
Para finalizar su homilía el Santo Padre ha propuesto dos imágenes: “dos imágenes de cristianos, dos imágenes de sacerdotes, dos imágenes de monjas”. Francisco ha explicado que Jesús “nos hace ver este modelo en Pablo, esta Iglesia que nunca se detiene” que “siempre va adelante y nos hace ver que ese es el camino”.
“Sin embargo, cuando la Iglesia es tibia, cerrada en sí misma, también con negocios muchas veces, esto no se puede decir que sea una Iglesia que ministra, que está al servicio, sino que se sirve de los otros”, ha advertido.
Y así, ha concluido pidiendo que “el Señor nos dé la gracia que ha dado a Pablo, ese punto de honor de ir siempre adelante, siempre, renunciando a las propias comodidades muchas veces, y nos salve de las tentaciones, de estas tentaciones que en el fondo son tentaciones de una doble vida: me hago ver como ministro, es decir como el que sirve, pero en el fondo me sirvo de los otros”.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz."
— Comentario del papa Francisco:
“Qué triste es ver sacerdotes y obispos apegados al dinero”
El santo padre Francisco ha pedido que los obispos y los sacerdotes venzan la tentación de vivir “una doble vida” recordando que la Iglesia está llamada a servir, no a convertirse en un lugar de negocios. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada este viernes en Santa Marta.
De este modo, el Papa ha reflexionado sobre la figura de Pablo, que aparece en la liturgia del día. El apóstol “se ha donado completamente al servicio, siempre” para terminar en Roma “traicionado por alguno de los suyos” terminando después “condenado”. Por eso, el Santo Padre ha recordado que la grandeza de san Pablo venía de Jesucristo y “él presumía de servir, de ser elegido, de tener la fuerza del Espíritu Santo”.
Era un siervo que servía, “administraba, sentando las bases, es decir anunciando a Jesucristo” y “nunca se detenía por tener la ventaja de un lugar, de una autoridad, de ser servido. Él era el ministro, siervo para servir, no para servirse”.
A propósito, el Pontífice ha asegurado la alegría que siente y lo que le conmueve cuando sacerdotes que van a la misa de Santa Marta le dicen al saludarle: “He venido aquí para ver a los míos, porque desde hace 40 años soy misionero en el Amazonas”. O una monja que le dice: “Trabajo desde hace 30 años en un hospital de África”. O cuando encuentra a una monjita que desde hace 30 o 40 años está en el hospital trabajando con discapacitados siempre sonriente. “Esto se llama servir, esta es la alegría de la Iglesia: ir más allá, siempre; ir más allá a dar la vida. Esto es lo que ha hecho Pablo: servir”, ha explicado el Papa.
Por ello, ha recordado también que en el Evangelio el Señor nos hace ver la imagen de otro siervo “que en vez de servir a los otros se sirve de los otros”, indicando que “hemos leído qué ha hecho este siervo, con cuánta astucia se ha movido para permanecer en su puesto”.
Así, el Pontífice ha advertido que “también en la Iglesia están estos, que en vez de servir, pensar en los otros, sentar las bases, se sirven de la Iglesia: los escaladores, los apegados al dinero”. Por eso se ha preguntado: “¿cuántos sacerdotes, obispos, hemos visto así? Es triste decirlo ¿no?” De este modo ha subrayado “la radicalidad del Evangelio, de la llamada de Jesucristo: servir, estar al servicio de, no pararse, ir siempre más allá, olvidándose de uno mismo. Y la comodidad del estatus: 'yo he llegado a un estatus y vivo cómodamente sin honestidad, como esos fariseos de los que habla Jesús que paseaban en las plazas, dejándose ver por los otros'”.
Para finalizar su homilía el Santo Padre ha propuesto dos imágenes: “dos imágenes de cristianos, dos imágenes de sacerdotes, dos imágenes de monjas”. Francisco ha explicado que Jesús “nos hace ver este modelo en Pablo, esta Iglesia que nunca se detiene” que “siempre va adelante y nos hace ver que ese es el camino”.
“Sin embargo, cuando la Iglesia es tibia, cerrada en sí misma, también con negocios muchas veces, esto no se puede decir que sea una Iglesia que ministra, que está al servicio, sino que se sirve de los otros”, ha advertido.
Y así, ha concluido pidiendo que “el Señor nos dé la gracia que ha dado a Pablo, ese punto de honor de ir siempre adelante, siempre, renunciando a las propias comodidades muchas veces, y nos salve de las tentaciones, de estas tentaciones que en el fondo son tentaciones de una doble vida: me hago ver como ministro, es decir como el que sirve, pero en el fondo me sirvo de los otros”.
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