Es habitual concebir el humanismo cristiano en un sentido demasiado amplio, de tal modo que se hace difícil captar su esencia y nos quedamos con algunos aspectos accidentales. Desde esta perspectiva que podemos llamar reduccionista, ser humanista cristiano se reduce al buen trato, al respeto por los demás, a la vocación de servicio a todos en lugar de a los intereses de un grupo, a actuar éticamente..., aspectos que son valiosos y que han de ser considerados, pero que, sin embargo, no reflejan la esencia del humanismo cristiano.
El humanismo cristiano no es una doctrina religiosa. Un equívoco que es necesario despejar. Creer que el humanismo cristiano es una doctrina religiosa sería conditio sine qua non para adscribirlo a la religión cristiana con la asimilación de sus principios y valores. Es indudable que el humanismo cristiano recoge una fuente sobrenatural en relación con la persona de Jesucristo, sin embargo, el foco de su desarrollo no está en la reflexión teológica, sino en una corriente de pensamiento que proyecta hacia la sociedad humana sus valores y principios. El humanismo cristiano, por tanto, se identifica mejor con una corriente filosófica que asume el dato de la fe, como una luz que le permite conocer mejor, bajo la premisa de que la fe y la razón (fides et ratio).
Adherirse al humanismo cristiano no es una camisa de fuerza que impida la reflexión personal y el diálogo, que no monólogo, con los que no piensan como yo; menos aún, un catálogo de prohibiciones. Por el contrario, asume la diversidad y pluralidad, o mejor, asume la diversidad en la unidad, una unidad que remite a los valores que propone, y que son irrenunciables, pues ponen en el centro la preocupación por la persona.
Podría parecer que adherirse a una determinada visión del hombre, del bien, o de la educación, nos sitúa en una especie de trinchera desde la cual nos parapetamos contra otras visiones del mundo. Por el contrario, para quien se declara humanista cristiano, ab initio supone una actitud de apertura y diálogo con los quienes han asumido otros postulados. El humanismo cristiano, por definición es dialogante.
Se debe evitar una suerte de escepticismo o pesimismo respecto de la posibilidad de vivir los principios del humanismo cristiano. Sus principios y valores no nos piden nada más allá de lo exigible a nuestra naturaleza humana. Esta aclaración se dirige a quienes valoran el humanismo cristiano pero lo ven como algo idealizado e irrealizable. En este sentido, el humanismo cristiano es siempre tarea, siempre en realización.
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