Deuteronomio 5,12-15
Salmo 80,3-4.5-6ab.6c-8a.10-11ab: Aclamad a Dios, nuestra fuerza
2 Corintios 4,6-11
Marcos 2,23—3,6
Deuteronomio 5,12-15
Así dice el Señor: —«Guarda el día del sábado, santificándolo, como el Señor, tu Dios, te ha mandado. Durante seis días puedes trabajar y hacer tus tareas; pero el día séptimo es día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios. No haréis trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el forastero que resida en tus ciudades, para que descansen como tú el esclavo y la esclava. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que te sacó de allí el Señor, tu Dios, con mano fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el Señor tu Dios, guardar el día del sábado».
Salmo 80,3-4.5-6ab.6c-8a.10-11ab
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza
Acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza
Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza
Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta;
clamaste en la aflicción, y te libré.
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto».
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza
Hermanos: El Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo. Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: —«Extiende el brazo». Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
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