La santa de Ávila dio un gran impulso a la devoción al santo carpintero de Nazaret y después otros autores han ayudado a hacer que la devoción a San José se extendiera a toda la Iglesia.
Santa Teresa de Jesús tenía 27 años, se encontraba postrada en la cama, no podía andar, a veces se arrastraba por el suelo. Llega a tal extremo de gravedad que se la da por muerta. En estas circunstancias recurre a San José y su vida va volviendo a la normalidad poco a poco. Desde este momento la devoción al santo y su familiaridad con él va a marcar su vida. Partiendo de esta realidad escribe: «Tomé por abogado a San José…; y él hizo, como quien es, que pudiese levantarme y andar y no estar tullida» (Libro de la Vida, 6).
Partiendo de esta experiencia tan decisiva en su vida, recomendó la devoción a San José y su poderosa intercesión: «No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer». En sus fundaciones a todas pone su nombre: Monasterio de San José de Ávila, Monasterio de San José de Medina del Campo, y así los de Malagón, Toledo, Sevilla, Salamanca, Segovia, que inauguró el mismo día de San José, el año 1574, etc.
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