viernes, 31 de marzo de 2017

Juan 7,1-2.10.25-30: El Mesías y sus orígenes

Juan 7,1-2.10.25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

— Comentario por Reflexiones Católicas  
"El mesías y sus orígenes"

Los judíos buscaban a Jesús para matarlo. En Galilea había fracasado; sus discípulos lo habían abandonado a raíz de su discurso sobre el pan de vida (Jn 6,61-70). Y al comienzo de su visita definitiva a Judea, de donde ya no saldrá más, leemos las palabras con que hemos abierto este comentario.

En el cuarto evangelio la amenaza de muerte sobre Jesús es constante. ¿Por qué no se realizó este deseo de sus enemigos en las distintas ocasiones en que lo intentaron? Jesús resulta ser una realidad excesivamente complicada como para poder prescindir de ella o eliminarla cuando a uno le venga en gana. Pasó entonces y sigue pasando ahora.

La gente que lo escuchaba se sintió atraída por él y, al mismo tiempo, escandalizada. Incluso la policía del templo se sintió impotente para detenerlo, a pesar de las órdenes recibidas de sus autoridades. Nadie habló nunca como habla este hombre. La exasperación y el respeto constituyen como el armazón de las controversias sobre Jesús.

Jesús subió a la fiesta de los Tabernáculos. La fiesta judía de mayor concurrencia, que celebraba el final de la cosecha y preparaba la próxima sementera. Las solemnidades en el templo se prolongaban durante ocho días. Jesús subió de incógnito, dice: expresamente el v.10. Pero, como acabamos de decir, Jesús no puede pasar de incógnito.

La controversia que recoge esta sección se centra en el Mesías y sus orígenes. La creencia popular tendía a envolver al Mesías en el misterio. Sería una persona de origen desconocido, que aparecería desde un lugar secreto del mundo en el momento oportuno para llevar a cabo su gran obra. Ahora bien, el conocimiento de la patria y orígenes de Jesús contradecía esta creencia generalizada acerca del Mesías. Ante este conocimiento, los aspectos y pretensiones mesiánicos de Jesús se venían abajo. Este era el comentario por aquellos días en Jerusalén.

Jesús se ve obligado a intervenir. La réplica de Jesús es una de las grandes características del cuarto evangelio. Y en su réplica viene a decir que el conocimiento de su patria y origen, de donde procede, es secundario. No entra en el núcleo de la verdadera cuestión. Porque, en realidad, Jesús nunca se había presentado como un hombre famoso procedente de una gran ciudad; Jesús se presenta como el enviado de Dios, el representante de quien lo envía. Esta es la verdadera cuestión. En este sentido su origen es oculto, nadie lo conoce. Y no lo conocen porque no conocen a Dios.

Estas últimas palabras eran muy provocativas. Los judíos presumían no sólo de conocer a Dios, sino incluso de poseerlo en exclusiva: la Ley, el templo, su misma vida e historia. Y ahora dice Jesús que no conocen a Dios. Y apoya su afirmación en que el conocimiento de Dios se demuestra como verdadero en el reconocimiento de Jesús. El reconocimiento de Jesús lleva necesariamente al conocimiento de Dios. Por eso, la discusión o controversia significa, al mismo tiempo, un reto para los judíos y, en ellos, para todo hombre.

"Me conocéis y conocéis de dónde vengo. 
Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, 
sino enviado por el que es veraz: 
a ése vosotros no le conocéis".

Ante las creencias fantásticas que impiden a la gente reconocerlo por Mesías, reacciona enérgicamente para refutarlas. Aquellas opiniones acerca del Mesías que al principio eran intentos de entender y explicar el plan de Dios, han terminado por convertirse en verdades indiscutibles.

En nombre de una interpretación, de una tradición, dictan a Dios la manera de actuar, le planean el futuro. Su acción tendrá que acomodarse a sus creencias, o no se reconocerá como acción de Dios.

Esto puede ocurrirnos también a nosotros. Siempre será para nosotros el mayor obstáculo para encontrar de nuevo a Dios la forma y el modo como lo encontramos anteriormente, si seguimos prefiriendo ese modo y manera el modo y la manera como él quiera presentarse.

Hay que apegarse a Dios pero no al camino que tenemos para ir hacia él. Si yo he tenido una experiencia de fe, si Dios se me ha revelado de una manera determinada, no puedo esclavizarme a esa manera como la única forma ponerme en relación con Dios, sino que tengo que estar a abierto a cualquier forma como Dios quiera presentarse.

El conocimiento que los judíos tiene de Jesús les impide profundizar en su conocimiento y descubrirlo como enviado del Padre.

El conocimiento que tenemos de Dios, si lo hemos fijado ya para siempre y nos satisfacemos con él, será siempre el mayor obstáculo para que lo sigamos descubriendo. Esto es precisamente lo que el autor del Libro de Job quiere inculcar al lector: que existe una noción de Dios más elevada que la de los sabios y que es una lamentable pretensión querer conocer siempre el proceder de Dios. 

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