SALMO 105 (104)
— Comentario por Reflexiones Católicas
En los versículos iniciales tenemos los rasgos típicos de un himno de alabanza. No obstante, no cabe duda alguna de que nos encontramos ante un salmo histórico. Como el salmo 76 y el 106, esta cuenta parte de la historia del pueblo de Dios, desde su formación hasta la conquista de la Tierra Prometida.
El salmo consta de introducción (1-7) y cuerpo (8-45).
Introducción
La introducción presenta las características de un himno de alabanza. Podemos contabilizar un total de diez invitaciones en imperativo dirigidas al pueblo: «dad gracias», «invocad», «anunciad» (1), «cantad», «recitad» (2), «gloriaos» y «alégrese» (3), «buscad» —dos veces— (4) y «recordad» (5). Los instrumentos musicales (2) acompañan esta manifestación de alabanza.
Se mencionan siete acciones del Señor: «hazañas» (1), «maravillas» (2), «fuerza» (4), «maravillas», «prodigios», «sentencias» (5) y «gobierno» (7).
«El Señor», designando a Dios, aparece cinco veces (la.3b.4a.7a). Además se habla de su «nombre» (la), de su «nombre santo» (3a), de su «rostro» (4b) y de su «boca» (5b).
Todo esto (acciones, nombre propio y partes del cuerpo) irán cobrando sentido a medida que se vaya desarrollando el salmo. El pueblo de Dios, al que se dirigen estas diez invitaciones, es llamado «descendencia de Abrahán, hijos de Jacob», a los que se califica respectivamente como «siervo» y «elegido» del Señor (6). Al margen de todo esto, la introducción especifica quién es este Dios y qué es lo que hace (7): es el aliado de Israel («nuestro Dios») y Señor de toda la tierra.
Cuerpo del salmo
El cuerpo del salmo (8-42) explica y desarrolla lo que se ha dicho en la introducción. Es una especie de profesión de fe de Israel.
Este bloque puede dividirse en cinco partes que se corresponden con distintos momentos o fases de la historia del pueblo: la época de los patriarcas (8-15), los tiempos de José (16- 22), la esclavitud en Egipto (23-36), éxodo y desierto (37-43) y entrega de la tierra (44-45).
La época de los patriarcas (8-15) se caracteriza por la alianza que conlleva la promesa de la tierra. La palabra «alianza» aparece tres veces (8.9.10), y se afirma que fue establecida con Abrahán, Isaac (9) y Jacob (también llamado Israel, y. 10). La alianza garantiza la conquista de la tierra. En este período, el pueblo era poco numeroso y aún se podía contar (12). Todavía no se había cumplido la promesa que el Señor le hiciera a Abrahán de que se convertiría en un pueblo tan numeroso como la arena de la playa (compárense los versículos 12 y 24).
Estamos en los días de los patriarcas: Abrahán —y después Isaac— bajó a Egipto; Jacob emigré a casa de su tío... Días de andanzas y de peligros. El Génesis, a partir del capítulo 12, se ocupa de estas cuestiones. Este salmo asegura que el Señor no permitió nunca que nadie oprimiera a los patriarcas, castigando a reyes para protegerlos (14). Resulta interesante señalar que a los patriarcas se les llama «ungidos» y «profetas» (15).
A continuación, tenemos la época de José (16-22) cuya historia se narra a partir de Gén 37. El Faraón nombré a José «señor de su casa» y «administrador de todos sus bienes» (21). De modo y manera que, por su causa, todo el pueblo de Dios emigró a Egipto.
El tiempo de la estancia en Egipto (23-36) se caracteriza por la esclavitud de un pueblo numeroso. Surgen las figuras de Moisés y Aarón (26). En el libro del éxodo, las plagas son diez. En este salmo sólo aparecen siete y se ven como pruebas que demuestran que el Señor defiende a su aliado y mantiene las promesas; son las siguientes: las tinieblas (28), el agua convertida en sangre (29), las ranas (30), los mosquitos (31), el granizo (32-33), las langostas (34-35) y la muerte de los primogénitos (36).
Del tiempo de la salida de Egipto y de la marcha por el desierto (37-43) se recogen los recuerdos más hermosos: el pueblo salió rico (37), de día lo protegía la nube y, de noche, el fuego (39), comieron las codornices y el maná, y bebieron el agua que brotó de la roca (40-41), es decir, dispusieron de comida y de bebida a capricho. No se menciona nada negativo, pues este salmo tiene una orientación positiva y rezuma optimismo. Se recuerda la promesa hecha a Abrahán (42) y la alegría con que el pueblo salió de Egipto (43).
El último período (44-45) se ocupa del cumplimiento de la promesa hecha a los patriarcas, a saber, que tomarían posesión de la tierra: «Les dio las tierras de las naciones y se adueñaron del trabajo de los pueblos» (44). No obstante, hay un estrecho compromiso que se expresa en las cláusulas de la alianza (45 a).
Contar la historia
Para el pueblo de Dios, contar la historia significa beber en la fuente de la experiencia vital de los antepasados.
Este salmo habría surgido para reavivar la memoria histórica de las hazañas del Señor y de los compromisos del pueblo de la alianza. Expresiones como «entre los pueblos» (1b) y «él gobierna toda la tierra» (7b) permiten suponer que este salmo surgió en una época en que el pueblo de Dios ya había perdido la tierra (época del exilio en Babilonia o posterior). Así pues, podemos entender que el cuerpo del salmo comience con la promesa de la tierra (11) y termine mostrando su toma de posesión (44), en una época en la que la tierra está en manos de pueblos extranjeros
Este salmo pretendería sacudir las conciencias para que el pueblo se preguntara: ¿Por qué hemos perdido la tierra? La respuesta parece tener que ver con el cumplimiento (o, más bien, incumplimiento) de lo que se dice al final del salmo: «Para que guardaran sus decretos y cumplieran sus leyes» (45 a). Este salmo, por tanto, oculta un terrible conflicto: la pérdida de la tierra, de la libertad y de la vida...
El pueblo había perdido la tierra
¿Quién tiene la culpa? El salmo se muestra optimista. ¿Por qué? Porque focaliza las acciones de Dios. El siempre se ha mantenido fiel a la alianza y a las promesas hechas a los patriarcas. Si el pueblo ha perdido la tierra, la culpa es sólo suya, y no de Dios.
Conviene, por otro lado, examinar el cuerpo del salmo e ir anotando las acciones que el Señor hizo en favor de su pueblo. El se ha mostrado como el aliado fiel. Si el pueblo presta atención a las invitaciones que se le dirigen en la introducción, descubrirá el rostro del Dios de la alianza y volverá a poseer la tierra, porque Dios es fiel.
Jesús
Jesús es presentado como fiel reflejo del Padre (Jn 1,17-18). El pertenece a la historia del pueblo de Dios y también es su culminación (Mt 1,1-17; Lc 3,23-38). Lucas, en su Evangelio, lo presenta como aquel que inaugura una sociedad y una historia nuevas. Mateo, por su parte, quiso presentarlo como un nuevo Moisés, como aquel que da lugar a un nuevo éxodo de vida y de libertad para todos (Mt 2, l3ss).
En oración
Conviene rezar este salmo en compañía de otras personas, pues la historia de un pueblo siempre se hace en comunidad con otros. Este salmo es para cuando queremos «orar» nuestra historia en clave positiva, reconociendo la fidelidad de Dios, a pesar de nuestra flaqueza. Este salmo nos anima a rezar en sintonía con los que luchan por la tierra. Después de rezarlo, podemos continuar nuestra oración trayendo a ella la historia de cada uno, de las comunidades, del pueblo...
— Comentario por Reflexiones Católicas
En los versículos iniciales tenemos los rasgos típicos de un himno de alabanza. No obstante, no cabe duda alguna de que nos encontramos ante un salmo histórico. Como el salmo 76 y el 106, esta cuenta parte de la historia del pueblo de Dios, desde su formación hasta la conquista de la Tierra Prometida.
El salmo consta de introducción (1-7) y cuerpo (8-45).
Introducción
La introducción presenta las características de un himno de alabanza. Podemos contabilizar un total de diez invitaciones en imperativo dirigidas al pueblo: «dad gracias», «invocad», «anunciad» (1), «cantad», «recitad» (2), «gloriaos» y «alégrese» (3), «buscad» —dos veces— (4) y «recordad» (5). Los instrumentos musicales (2) acompañan esta manifestación de alabanza.
Se mencionan siete acciones del Señor: «hazañas» (1), «maravillas» (2), «fuerza» (4), «maravillas», «prodigios», «sentencias» (5) y «gobierno» (7).
«El Señor», designando a Dios, aparece cinco veces (la.3b.4a.7a). Además se habla de su «nombre» (la), de su «nombre santo» (3a), de su «rostro» (4b) y de su «boca» (5b).
Todo esto (acciones, nombre propio y partes del cuerpo) irán cobrando sentido a medida que se vaya desarrollando el salmo. El pueblo de Dios, al que se dirigen estas diez invitaciones, es llamado «descendencia de Abrahán, hijos de Jacob», a los que se califica respectivamente como «siervo» y «elegido» del Señor (6). Al margen de todo esto, la introducción especifica quién es este Dios y qué es lo que hace (7): es el aliado de Israel («nuestro Dios») y Señor de toda la tierra.
Cuerpo del salmo
El cuerpo del salmo (8-42) explica y desarrolla lo que se ha dicho en la introducción. Es una especie de profesión de fe de Israel.
Este bloque puede dividirse en cinco partes que se corresponden con distintos momentos o fases de la historia del pueblo: la época de los patriarcas (8-15), los tiempos de José (16- 22), la esclavitud en Egipto (23-36), éxodo y desierto (37-43) y entrega de la tierra (44-45).
La época de los patriarcas (8-15) se caracteriza por la alianza que conlleva la promesa de la tierra. La palabra «alianza» aparece tres veces (8.9.10), y se afirma que fue establecida con Abrahán, Isaac (9) y Jacob (también llamado Israel, y. 10). La alianza garantiza la conquista de la tierra. En este período, el pueblo era poco numeroso y aún se podía contar (12). Todavía no se había cumplido la promesa que el Señor le hiciera a Abrahán de que se convertiría en un pueblo tan numeroso como la arena de la playa (compárense los versículos 12 y 24).
Estamos en los días de los patriarcas: Abrahán —y después Isaac— bajó a Egipto; Jacob emigré a casa de su tío... Días de andanzas y de peligros. El Génesis, a partir del capítulo 12, se ocupa de estas cuestiones. Este salmo asegura que el Señor no permitió nunca que nadie oprimiera a los patriarcas, castigando a reyes para protegerlos (14). Resulta interesante señalar que a los patriarcas se les llama «ungidos» y «profetas» (15).
A continuación, tenemos la época de José (16-22) cuya historia se narra a partir de Gén 37. El Faraón nombré a José «señor de su casa» y «administrador de todos sus bienes» (21). De modo y manera que, por su causa, todo el pueblo de Dios emigró a Egipto.
El tiempo de la estancia en Egipto (23-36) se caracteriza por la esclavitud de un pueblo numeroso. Surgen las figuras de Moisés y Aarón (26). En el libro del éxodo, las plagas son diez. En este salmo sólo aparecen siete y se ven como pruebas que demuestran que el Señor defiende a su aliado y mantiene las promesas; son las siguientes: las tinieblas (28), el agua convertida en sangre (29), las ranas (30), los mosquitos (31), el granizo (32-33), las langostas (34-35) y la muerte de los primogénitos (36).
Del tiempo de la salida de Egipto y de la marcha por el desierto (37-43) se recogen los recuerdos más hermosos: el pueblo salió rico (37), de día lo protegía la nube y, de noche, el fuego (39), comieron las codornices y el maná, y bebieron el agua que brotó de la roca (40-41), es decir, dispusieron de comida y de bebida a capricho. No se menciona nada negativo, pues este salmo tiene una orientación positiva y rezuma optimismo. Se recuerda la promesa hecha a Abrahán (42) y la alegría con que el pueblo salió de Egipto (43).
El último período (44-45) se ocupa del cumplimiento de la promesa hecha a los patriarcas, a saber, que tomarían posesión de la tierra: «Les dio las tierras de las naciones y se adueñaron del trabajo de los pueblos» (44). No obstante, hay un estrecho compromiso que se expresa en las cláusulas de la alianza (45 a).
Contar la historia
Para el pueblo de Dios, contar la historia significa beber en la fuente de la experiencia vital de los antepasados.
Este salmo habría surgido para reavivar la memoria histórica de las hazañas del Señor y de los compromisos del pueblo de la alianza. Expresiones como «entre los pueblos» (1b) y «él gobierna toda la tierra» (7b) permiten suponer que este salmo surgió en una época en que el pueblo de Dios ya había perdido la tierra (época del exilio en Babilonia o posterior). Así pues, podemos entender que el cuerpo del salmo comience con la promesa de la tierra (11) y termine mostrando su toma de posesión (44), en una época en la que la tierra está en manos de pueblos extranjeros
Este salmo pretendería sacudir las conciencias para que el pueblo se preguntara: ¿Por qué hemos perdido la tierra? La respuesta parece tener que ver con el cumplimiento (o, más bien, incumplimiento) de lo que se dice al final del salmo: «Para que guardaran sus decretos y cumplieran sus leyes» (45 a). Este salmo, por tanto, oculta un terrible conflicto: la pérdida de la tierra, de la libertad y de la vida...
El pueblo había perdido la tierra
¿Quién tiene la culpa? El salmo se muestra optimista. ¿Por qué? Porque focaliza las acciones de Dios. El siempre se ha mantenido fiel a la alianza y a las promesas hechas a los patriarcas. Si el pueblo ha perdido la tierra, la culpa es sólo suya, y no de Dios.
Conviene, por otro lado, examinar el cuerpo del salmo e ir anotando las acciones que el Señor hizo en favor de su pueblo. El se ha mostrado como el aliado fiel. Si el pueblo presta atención a las invitaciones que se le dirigen en la introducción, descubrirá el rostro del Dios de la alianza y volverá a poseer la tierra, porque Dios es fiel.
Jesús
Jesús es presentado como fiel reflejo del Padre (Jn 1,17-18). El pertenece a la historia del pueblo de Dios y también es su culminación (Mt 1,1-17; Lc 3,23-38). Lucas, en su Evangelio, lo presenta como aquel que inaugura una sociedad y una historia nuevas. Mateo, por su parte, quiso presentarlo como un nuevo Moisés, como aquel que da lugar a un nuevo éxodo de vida y de libertad para todos (Mt 2, l3ss).
En oración
Conviene rezar este salmo en compañía de otras personas, pues la historia de un pueblo siempre se hace en comunidad con otros. Este salmo es para cuando queremos «orar» nuestra historia en clave positiva, reconociendo la fidelidad de Dios, a pesar de nuestra flaqueza. Este salmo nos anima a rezar en sintonía con los que luchan por la tierra. Después de rezarlo, podemos continuar nuestra oración trayendo a ella la historia de cada uno, de las comunidades, del pueblo...
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