El emplazamiento geográfico del lugar en el que se rezó el Padrenuestro por primera vez es complejo de determinar. Y lo es porque los dos relatos que contienen la enseñanza del Padrenuestro por Jesús a sus discípulos sitúan el evento de manera muy dispareja.
— Evangelio de Mateo
En Mateo, dicho relato ocupa la sección Mt 6,9-13, dentro del capítulo titulado “Discurso evangélico” que se abre con las bienaventuranzas y se continúa con multitud de enseñanzas entre las cuales el Padrenuestro.
Las únicas pistas geográficas nos las da justo antes del capítulo, cuando nos dice “Recorría Jesús todo Galilea” (Mt. 4,23) y al final, cuando dice “Cuando bajó del monte…”.
Las dos indicaciones han dado lugar a una tradición no muy sólida desde el punto de vista exegético, que sitúa el Monte de las Bienaventuranzas en el llamado monte Eremos, entre Cafarnaúm y Tabgha, justo encima de la Ensenada del Sembrador, en cuya cima se erigió una iglesia bizantina en el s. IV la cual estuvo en funcionamiento hasta el s. VII, y de la que quedan los restos de una cisterna y un monasterio. Más tarde, el arquitecto italiano Antonio Barluzzi construyó para las Hermanas Franciscanas una capilla en 1939.
A partir de la lectura de Mateo, se han propuesto también otros lugares como el cercano monte Arbel.
— Evangelio de Lucas
En Lucas, aunque la cuestión se aparece algo más clara, tampoco es definitivamente resuelta, y desde luego si lo es, lo es en franca contradicción con Mateo.
El relato de la enseñanza del Padrenuestro aparece en la sección Lc 11,1-4, dentro del capítulo “La subida a Jerusalén”, cuando Jesús ya ha tomado la determinación de abandonar Galilea y de entrar en Jerusalén a consumar su misión.
Geográficamente hablando, Lucas sitúa el episodio con un vago “orando en cierto lugar”, pero lo cierto es que lo relata justo después de aquél en el que ha departido con las hermanas Marta y María.
“Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude’. Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada’”. (Lc 10,38-42).
Si nos ayudamos del Evangelio de Juan para interpretar a Lucas, no parece existir dificultad en aceptar que dichas hermanas no sean otras que las hermanas de Lázaro, quien por el cuarto de los evangelistas, sabemos vivía en Betania:
“Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús” (Jn 11,1-3).
Todo lo cual situaría el escenario del episodio que nos interesa, la enseñanza del Padrenuestro por Jesús a sus discípulos, en los alrededores de Betania, es decir, muy cerca ya de Jerusalén, tan cerca como apenas dos kilómetros y medio hacia el este.
De las dos posibles versiones, indiscutiblemente la primera, es decir la de Mateo, es la que halla mayor aceptación en la tradición cristiana. Buena prueba de lo cual la tradición existente en torno al monte Eremón o Monte de las Bienaventuranzas, y también el “Diatessaron” de Taciano, el primer intento de conciliación de los evangelios, tan temprano como del año 170, –apenas 70 años después de la composición del Cuarto Evangelio–, el cual lo trata en su capítulo IX, después de las enseñanzas que Mateo sitúa en torno al Sermón de la Montaña, y obviando la versión lucana de la que hemos hablado.
Junto al aspecto geográfico, hay otro aspecto interesante de la cuestión, el temporal, que no es difícil de indagar a partir de las dos versiones que hemos traído a colación. Y así, si en Mateo la enseñanza del Padrenuestro se sitúa en los albores del ministerio de Jesús, forma parte, por así decir, de su discurso iniciático, en Lucas, por el contrario, forma parte de las últimas enseñanzas, las acontecidas en los momentos previos a la culminación del ministerio con el sacrificio de la cruz.
— Evangelio de Mateo
En Mateo, dicho relato ocupa la sección Mt 6,9-13, dentro del capítulo titulado “Discurso evangélico” que se abre con las bienaventuranzas y se continúa con multitud de enseñanzas entre las cuales el Padrenuestro.
Las únicas pistas geográficas nos las da justo antes del capítulo, cuando nos dice “Recorría Jesús todo Galilea” (Mt. 4,23) y al final, cuando dice “Cuando bajó del monte…”.
Las dos indicaciones han dado lugar a una tradición no muy sólida desde el punto de vista exegético, que sitúa el Monte de las Bienaventuranzas en el llamado monte Eremos, entre Cafarnaúm y Tabgha, justo encima de la Ensenada del Sembrador, en cuya cima se erigió una iglesia bizantina en el s. IV la cual estuvo en funcionamiento hasta el s. VII, y de la que quedan los restos de una cisterna y un monasterio. Más tarde, el arquitecto italiano Antonio Barluzzi construyó para las Hermanas Franciscanas una capilla en 1939.
A partir de la lectura de Mateo, se han propuesto también otros lugares como el cercano monte Arbel.
— Evangelio de Lucas
En Lucas, aunque la cuestión se aparece algo más clara, tampoco es definitivamente resuelta, y desde luego si lo es, lo es en franca contradicción con Mateo.
El relato de la enseñanza del Padrenuestro aparece en la sección Lc 11,1-4, dentro del capítulo “La subida a Jerusalén”, cuando Jesús ya ha tomado la determinación de abandonar Galilea y de entrar en Jerusalén a consumar su misión.
Geográficamente hablando, Lucas sitúa el episodio con un vago “orando en cierto lugar”, pero lo cierto es que lo relata justo después de aquél en el que ha departido con las hermanas Marta y María.
“Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude’. Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada’”. (Lc 10,38-42).
Si nos ayudamos del Evangelio de Juan para interpretar a Lucas, no parece existir dificultad en aceptar que dichas hermanas no sean otras que las hermanas de Lázaro, quien por el cuarto de los evangelistas, sabemos vivía en Betania:
“Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús” (Jn 11,1-3).
Todo lo cual situaría el escenario del episodio que nos interesa, la enseñanza del Padrenuestro por Jesús a sus discípulos, en los alrededores de Betania, es decir, muy cerca ya de Jerusalén, tan cerca como apenas dos kilómetros y medio hacia el este.
De las dos posibles versiones, indiscutiblemente la primera, es decir la de Mateo, es la que halla mayor aceptación en la tradición cristiana. Buena prueba de lo cual la tradición existente en torno al monte Eremón o Monte de las Bienaventuranzas, y también el “Diatessaron” de Taciano, el primer intento de conciliación de los evangelios, tan temprano como del año 170, –apenas 70 años después de la composición del Cuarto Evangelio–, el cual lo trata en su capítulo IX, después de las enseñanzas que Mateo sitúa en torno al Sermón de la Montaña, y obviando la versión lucana de la que hemos hablado.
Junto al aspecto geográfico, hay otro aspecto interesante de la cuestión, el temporal, que no es difícil de indagar a partir de las dos versiones que hemos traído a colación. Y así, si en Mateo la enseñanza del Padrenuestro se sitúa en los albores del ministerio de Jesús, forma parte, por así decir, de su discurso iniciático, en Lucas, por el contrario, forma parte de las últimas enseñanzas, las acontecidas en los momentos previos a la culminación del ministerio con el sacrificio de la cruz.
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