Isaías 50,4-9a
Salmo 68: Señor, que me escuche
tu gran bondad el día de tu favor
Mateo 26,14-25
Isaías 50,4-9a:
Salmo 68,8-10.21-22.31.33-34:
Señor, que me escuche
tu gran bondad el día de tu favor
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
R. Señor, que me escuche
tu gran bondad el día de tu favor
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
R. Señor, que me escuche
tu gran bondad el día de tu favor
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
R. Señor, que me escuche
tu gran bondad el día de tu favor
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso:
— ¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: — ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
Él contestó:
— ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.’
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
— Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
— ¿Soy yo acaso, Señor?
Él respondió:
— El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
— ¿Soy yo acaso, Maestro?
Él respondió:
— Tú lo has dicho.
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