sábado, 31 de agosto de 2024

DOMINGO DE LA 22 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, AÑO B

Comentarios:

¿Qué dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la ley?

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
La Ley


I. Jesús y la Ley

577 Al comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús hace una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza:

«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una "i" o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por tanto, el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los cielos» (Mt 5,17-19).

578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto, el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn 8,46). Los judíos, según su propia confesión, jamás han podido cumplir la Ley en su totalidad, sin violar el menor de sus preceptos (cf. Jn 7,19; Hch 13,38-41; 15,10). Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación, los hijos de Israel piden perdón a Dios por sus transgresiones de la Ley. En efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda Santiago, "quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos" (St 2,10; cf. Ga 3,10; 5,3).

579 Este principio de integridad en la observancia de la Ley, no sólo en su letra sino también en su espíritu, era apreciado por los fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos judíos del tiempo de Jesús fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf. Rm 10,2), el cual, si no quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt 15,3-7; Lc 11,39-54) no podía más que preparar al pueblo a esta intervención inaudita de Dios que será la ejecución perfecta de la Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf. Is 53, 11; Hb 9,15).

580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (cf Ga 4,4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino "en el fondo del corazón" (Jr 31,33) del Siervo, quien, por "aportar fielmente el derecho" (Is 42,3), se ha convertido en "la Alianza del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo "la maldición de la Ley" (Ga 3,13) en la que habían incurrido los que no "practican todos los preceptos de la Ley" (Ga 3,10) porque "ha intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza" (Hb 9,15).

581 Jesús fue considerado por los judíos y sus jefes espirituales como un "rabbi" (cf. Jn 11,28; 3,2; Mt 22,23-24,34-36). Con frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la Ley (cf. Mt 12,5; 9,12; Mc 2,23-27; Lc 6,6-9; Jn 7 22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas" (Mt 7,28-29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en Él se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,1). Esa palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados [...] pero yo os digo" (Mt 5,33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas "tradiciones humanas" (Mc 7,8) de los fariseos que "anulan la Palabra de Dios" (Mc 7,13).

582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía, manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3,24) por medio de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede hacerle impuro [...] —así declaraba puros todos los alimentos—. Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no aceptaban su interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf. Jn 5,36; 10,25.37-38; 12,37). Esto ocurre, en particular, respecto al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos (cf. Mt 2,25-27; Jn 7,22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio de Dios (cf. Mt 12,5; Nm 28,9) o al prójimo (cf. Lc 13,15-16; 14, 3-4) que realizan sus curaciones.

Artículo 1: La ley moral

1950 La ley moral es obra de la Sabiduría divina. Se la puede definir, en el sentido bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios. Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor. Es a la vez firme en sus preceptos y amable en sus promesas.

1951 La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador. Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos. “Esta ordenación de la razón es lo que se llama la ley” (León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum; citando a santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 90, a. 1):

«El hombre es el único entre todos los seres animados que puede gloriarse de haber sido digno de recibir de Dios una ley: animal dotado de razón, capaz de comprender y de discernir, regular su conducta disponiendo de su libertad y de su razón, en la sumisión al que le ha sometido todo» (Tertuliano, Adversus Marcionem, 2, 4, 5). 

1952 Las expresiones de la ley moral son diversas, y todas están coordinadas entre sí: la ley eterna, fuente en Dios de todas las leyes; la ley natural; la ley revelada, que comprende la Ley antigua y la Ley nueva o evangélica; finalmente, las leyes civiles y eclesiásticas.

1953 La ley moral tiene en Cristo su plenitud y su unidad. Jesucristo es en persona el camino de la perfección. Es el fin de la Ley, porque sólo Él enseña y da la justicia de Dios: “Porque el fin de la ley es Cristo para justificación de todo creyente” (Rm 10, 4).

I. La ley moral natural

1954 El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira:

«La ley natural [...] está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos» (León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum).

1955 La ley divina y natural (GS 89) muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana:

«¿Dónde, pues, están inscritas [estas normas] sino en el libro de esa luz que se llama la Verdad? Allí está escrita toda ley justa, de allí pasa al corazón del hombre que cumple la justicia; no que ella emigre a él, sino que en él pone su impronta a la manera de un sello que de un anillo pasa a la cera, pero sin dejar el anillo» (San Agustín, De Trinitate, 14, 15, 21).

La ley natural «no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado al hombre en la creación. (Santo Tomás de Aquino, In duo pracepta caritatis et in decem Legis praecepta expositio, c. 1).

1956 La ley natural, presente en el corazón de todo hombre y establecida por la razón, es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y sus deberes fundamentales:

«Existe ciertamente una verdadera ley: la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. [...] Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo» (Marco Tulio Cicerón, De republica, 3, 22, 33).

1957 La aplicación de la ley natural varía mucho; puede exigir una reflexión adaptada a la multiplicidad de las condiciones de vida según los lugares, las épocas y las circunstancias. Sin embargo, en la diversidad de culturas, la ley natural permanece como una norma que une entre sí a los hombres y les impone, por encima de las diferencias inevitables, principios comunes.

1958 La ley natural es inmutable (cf GS 10) y permanente a través de las variaciones de la historia; subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso. Las normas que la expresan permanecen substancialmente valederas. Incluso cuando se llega a renegar de sus principios, no se la puede destruir ni arrancar del corazón del hombre. Resurge siempre en la vida de individuos y sociedades:

«El robo está ciertamente sancionado por tu ley, Señor, y por la ley que está escrita en el corazón del hombre, y que la misma iniquidad no puede borrar» (San Agustín, Confesiones, 2, 4, 9).

1959 La ley natural, obra maravillosa del Creador, proporciona los fundamentos sólidos sobre los que el hombre puede construir el edificio de las normas morales que guían sus decisiones. Establece también la base moral indispensable para la edificación de la comunidad de los hombres. Finalmente proporciona la base necesaria a la ley civil que se adhiere a ella, bien mediante una reflexión que extrae las conclusiones de sus principios, bien mediante adiciones de naturaleza positiva y jurídica.

1960 Los preceptos de la ley natural no son percibidos por todos, sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla alguna de error. En la situación actual, la gracia y la revelación son necesarias al hombre pecador para que las verdades religiosas y morales puedan ser conocidas “de todos y sin dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error” (Concilio Vaticano I:  DS 3005; Pío XII, enc. Humani generis: DS 3876). La ley natural proporciona a la Ley revelada y a la gracia un cimiento preparado por Dios y armonizado con la obra del Espíritu.

II. La Ley antigua

1961 Dios, nuestro Creador y Redentor, eligió a Israel como su pueblo y le reveló su Ley, preparando así la venida de Cristo. La Ley de Moisés contiene muchas verdades naturalmente accesibles a la razón. Estas están declaradas y autentificadas en el marco de la Alianza de la salvación.

1962 La Ley antigua es el primer estado de la Ley revelada. Sus prescripciones morales están resumidas en los Diez mandamientos. Los preceptos del Decálogo establecen los fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios. Prohíben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que le es esencial. El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los caminos de Dios, y para protegerle contra el mal: «Dios escribió en las tablas de la Ley lo que los hombres no leían en sus corazones» (San Agustín, Enarratio in Psalmum 57, 1)

1963 Según la tradición cristiana, la Ley santa (cf. Rm 7,12) espiritual (cf. Rm 7,14) y buena (cf. Rm 7, 16) es todavía imperfecta. Como un pedagogo (cf. Ga 3,24) muestra lo que es preciso hacer, pero no da de suyo la fuerza, la gracia del Espíritu para cumplirlo. A causa del pecado, que ella no puede quitar, no deja de ser una ley de servidumbre. Según san Pablo tiene por función principal denunciar y manifestar el pecado, que forma una “ley de concupiscencia” (cf. Rm 7) en el corazón del hombre. No obstante, la Ley constituye la primera etapa en el camino del Reino. Prepara y dispone al pueblo elegido y a cada cristiano a la conversión y a la fe en el Dios Salvador. Proporciona una enseñanza que subsiste para siempre, como la Palabra de Dios.

1964 La Ley antigua es una preparación para el Evangelio. “La ley es profecía y pedagogía de las realidades venideras” (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4, 15, 1). Profetiza y presagia la obra de liberación del pecado que se realizará con Cristo; suministra al Nuevo Testamento las imágenes, los “tipos”, los símbolos para expresar la vida según el Espíritu. La Ley se completa mediante la enseñanza de los libros sapienciales y de los profetas, que la orientan hacia la Nueva Alianza y el Reino de los cielos.

«Hubo [...], bajo el régimen de la antigua Alianza, gentes que poseían la caridad y la gracia del Espíritu Santo y aspiraban ante todo a las promesas espirituales y eternas, en lo cual se adherían a la ley nueva. Y al contrario, existen, en la nueva Alianza, hombres carnales, alejados todavía de la perfección de la ley nueva: para incitarlos a las obras virtuosas, el temor del castigo y ciertas promesas temporales han sido necesarias, incluso bajo la nueva Alianza. En todo caso, aunque la ley antigua prescribía la caridad, no daba el Espíritu Santo, por el cual “la caridad es difundida en nuestros corazones” (Rm 5,5.)» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 107, a. 1, ad 2).

III. La Ley nueva o Ley evangélica

1965 La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina, natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por él viene a ser la ley interior de la caridad: “Concertaré con la casa de Israel una alianza nueva [...] pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Hb 8, 8-10; cf Jr 31, 31-34).

1966 La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo dada a los fieles mediante la fe en Cristo. Actúa por la caridad, utiliza el Sermón del Señor para enseñarnos lo que hay que hacer, y los sacramentos para comunicarnos la gracia de realizarlo:

«El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo, encontrará en él sin duda alguna cuanto se refiere a las más perfectas costumbres cristianas, al modo de la carta perfecta de la vida cristiana [...] He dicho esto para dejar claro que este sermón es perfecto porque contiene todos los preceptos propios para guiar la vida cristiana» (San Agustín, De sermone Domine in monte, 1, 1, 1).

1967 La Ley evangélica “da cumplimiento” (cf Mt 5,17-19), purifica, supera, y lleva a su perfección la Ley antigua. En las “Bienaventuranzas” da cumplimiento a las promesas divinas elevándolas y ordenándolas al “Reino de los cielos”. Se dirige a los que están dispuestos a acoger con fe esta esperanza nueva: los pobres, los humildes, los afligidos, los limpios de corazón, los perseguidos a causa de Cristo, trazando así los caminos sorprendentes del Reino.

1968 La Ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua, extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias: revela toda su verdad divina y humana. No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro (cf Mt 15,18-19), donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes. El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación de la perfección del Padre celestial (cf Mt 5, 48), mediante el perdón de los enemigos y la oración por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina (cf Mt 5, 44).

1969 La Ley nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el ayuno, ordenándolos al “Padre  [...] que ve en lo secreto”, por oposición al deseo “de ser visto por los hombres” (cf Mt 6,1-6;16-18). Su oración es el Padre Nuestro (Mt 6, 9-13).

1970 La Ley evangélica entraña la elección decisiva entre “los dos caminos” (cf Mt 7,13-14) y la práctica de las palabras del Señor (cf Mt 7,21-27); está resumida en la regla de oro: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros; porque ésta es la ley y los profetas” (Mt 7,12; cf Lc 6, 31).

Toda la Ley evangélica está contenida en el “mandamiento nuevo” de Jesús (Jn 13, 34): amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (cf Jn 15, 12).

1971 Al Sermón del monte conviene añadir la catequesis moral de las enseñanzas apostólicas, como Rm 12-15; 1 Co 12-13; Col 3-4; Ef 4-5, etc. Esta doctrina transmite la enseñanza del Señor con la autoridad de los Apóstoles, especialmente exponiendo las virtudes que se derivan de la fe en Cristo y que anima la caridad, el principal don del Espíritu Santo. “Vuestra caridad sea sin fingimiento [...] amándoos cordialmente los unos a los otros [...] con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad” (Rm 12,9-13). Esta catequesis nos enseña también a tratar los casos de conciencia a la luz de nuestra relación con Cristo y con la Iglesia (cf Rm 14; 1 Co 5,10).

1972 La Ley nueva es llamada ley de amor, porque hace obrar por el amor que infunde el Espíritu Santo más que por el temor; ley de gracia, porque confiere la fuerza de la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos; ley de libertad (cf. St 1, 25; 2, 12), porque nos libera de las observancias rituales y jurídicas de la Ley antigua, nos inclina a obrar espontáneamente bajo el impulso de la caridad y nos hace pasar de la condición del siervo “que ignora lo que hace su señor”, a la de amigo de Cristo, “porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15), o también a la condición de hijo heredero (cf Ga 4, 1-7. 21-31; Rm 8, 15).

1973 Más allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. La distinción tradicional entre mandamientos de Dios y consejos evangélicos se establece por relación a la caridad, perfección de la vida cristiana. Los preceptos están destinados a apartar lo que es incompatible con la caridad. Los consejos tienen por fin apartar lo que, incluso sin serle contrario, puede constituir un impedimento al desarrollo de la caridad (cf Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 184, a. 3).

1974 Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad que nunca se ve contenta por no poder darse más. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud espiritual. La perfección de la Ley nueva consiste esencialmente en los preceptos del amor de Dios y del prójimo. Los consejos indican vías más directas, medios más apropiados, y han de practicarse según la vocación de cada uno:

«Dios no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor» (San Francisco de Sales, Traité de l'amour de Dieu, 8, 6).

Resumen

1975 Según la sagrada Escritura, la ley es una instrucción paternal de Dios que prescribe al hombre los caminos que llevan a la bienaventuranza prometida y proscribe los caminos del mal.

1976 “La ley es una ordenación de la razón para el bien común, promulgada por el que está a cargo de la comunidad” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 90, a. 4).

1977 Cristo es el fin de la ley (cf Rm 10,4); sólo Él enseña y otorga la justicia de Dios.

1978 La ley natural es una participación en la sabiduría y la bondad de Dios por parte del hombre, formado a imagen de su Creador. Expresa la dignidad de la persona humana y constituye la base de sus derechos y sus deberes fundamentales.

1979 La ley natural es inmutable, permanente a través de la historia. Las normas que la expresan son siempre substancialmente válidas. Es la base necesaria para la edificación de las normas morales y la ley civil.

1980 La Ley antigua es la primera etapa de la Ley revelada. Sus prescripciones morales se resumen en los diez mandamientos.

1981 La Ley de Moisés contiene muchas verdades naturalmente accesibles a la razón. Dios las ha revelado porque los hombres no las leían en su corazón.

1982 La Ley antigua es una preparación al Evangelio.

1983 La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo recibida mediante la fe en Cristo, que opera por la caridad. Se expresa especialmente en el Sermón del Señor en la montaña y utiliza los sacramentos para comunicarnos la gracia.

1984 La Ley evangélica cumple, supera y lleva a su perfección la ley antigua: sus promesas mediante las bienaventuranzas del Reino de los cielos, sus mandamientos, reformando el corazón que es la raíz de los actos.

1985 La Ley nueva es ley de amor, ley de gracia, ley de libertad.

1986 Más allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. “La santidad de la Iglesia también se fomenta de manera especial con los múltiples consejos que el Señor propone en el Evangelio a sus discípulos para que los practiquen” (LG 42).

Domingo de la 22 Semana del Tiempo Ordinario, Año B

Deuteronomio 4,1-2.6-8
Salmo 14: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Santiago 1,17-18.21b-22.27
Marcos 7,1-8a. 14-15.21-23

Deuteronomio 4,1-2.6-8

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: "Ahora, Israel, escucha los mandatos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de tus padres, te va a dar. No añadirán nada ni quitarán nada a lo que les mando: Cumplan los mandamientos del Señor que yo les enseño, como me ordena el Señor, mi Dios. Guárdenlos y cúmplanlos porque ellos son la sabiduría y la prudencia de ustedes a los ojos de los pueblos. Cuando tengan noticias de todos estos preceptos, los pueblos se dirán: 'En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente'. Porque, ¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?

Salmo 14: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

El hombre que procede honradamente
y obra con justicia;
el que es sincero en sus palabras
y con su lengua a nadie desprestigia.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Quien no hace mal al prójimo
ni difama al vecino;
quien no ve con aprecio a los malvados,
pero honra a quienes temen al Altísimo.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Quien presta sin usura y quien no acepta
soborno en perjuicio de inocentes,
ése será agradable a los ojos de Dios eternamente.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Santiago 1,17-18.21b-22.27

Hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras. Por su propia voluntad nos engendró por medio de la Evangelio  para que fuéramos en cierto modo primicias de sus criaturas. Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos.  La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los  huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y en guardarse de este mundo corrompido


En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?" (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas). Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres!" Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre".

lunes, 26 de agosto de 2024

Ley


 

En el Año Litúrgico:

Mateo 15,1-9: Jesús y las tradiciones de los antepasados

Mateo 15,1-9: Jesús y las tradiciones de los antepasados

1 Entonces, unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron:
2 "¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados 
   y no se lavan las manos antes de comer?"
3 Él les respondió: "¿Y por qué ustedes, por seguir su tradición, no cumplen el mandamiento de Dios?
4 En efecto, Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: 
   El que maldice a su padre o a su madre, será condenado a muerte.
5 Pero ustedes afirman: El que diga a su padre o a su madre: 
   "He ofrecido al Templo los bienes que tenía para ayudarte",
6 está libre de los deberes hacia ellos. Así ustedes, en nombre de su tradición, 
   han anulado la Palabra de Dios.
7 ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo:
8 Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
9 En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos".

Juan 7,1-36: Enseñanza de Jesús en Jerusalén

Viaje de Jesús a Jerusalén

1 Después de esto, Jesús recorría la Galilea; 
   no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
2 Se acercaba la fiesta judía de las Chozas,
3 y sus hermanos le dijeron: "No te quedes aquí; ve a Judea, 
   para que también tus discípulos de allí vean las obras que haces.
4 Cuando uno quiere hacerse conocer, no actúa en secreto; 
   ya que tú haces estas cosas, manifiéstate al mundo".
5 Efectivamente, ni sus propios hermanos creían en él.
6 Jesús les dijo: 
   "Mi tiempo no ha llegado todavía, mientras que para ustedes cualquier tiempo es bueno.
7 El mundo no tiene por qué odiarlos a ustedes; 
   me odia a mí, porque atestiguo contra él que sus obras son malas.
8 Suban ustedes para la fiesta. 
   Yo no subo a esa fiesta, porque mi tiempo no se ha cumplido todavía".
9 Después de decirles esto, permaneció en Galilea.
10 Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, 
     también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
11 Los judíos lo buscaban durante la fiesta y decían: "¿Dónde está ese?"
12 Jesús era el comentario de la multitud. 
     Unos opinaban: "Es un hombre de bien". Otros, en cambio, decían: "No, engaña al pueblo".
13 Sin embargo, nadie hablaba de él abiertamente, por temor a los judíos.

Enseñanza de Jesús en Jerusalén

14 Promediaba ya la celebración de la fiesta, cuando Jesús subió al Templo y comenzó a enseñar.
15 Los judíos, admirados, decían: "¿Cómo conoce las Escrituras sin haber estudiado?"
16 Jesús les respondió: "Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió.
17 El que quiere hacer la voluntad de Dios conocerá si esta enseñanza es de Dios 
     o si yo hablo por mi cuenta.
18 El que habla por su cuenta busca su propia gloria, 
     pero el que busca la gloria de aquel que lo envió, ese dice la verdad y no hay nada de falso en él.
19 ¿Acaso Moisés no les dio la Ley? Pero ninguno de ustedes la cumple. 
     ¿Por qué quieren matarme?"
20 La multitud respondió: "Estás poseído por el demonio: ¿quién quiere matarte?"
21 Jesús continuó: "Por una sola obra que realicé, ustedes están maravillados.
22 Moisés les dio la circuncisión —aunque ella no viene de Moisés, sino de los patriarcas— 
     y ustedes la practican también en sábado.
23 Si se circuncida a un hombre en sábado para no quebrantar la Ley de Moisés, 
     ¿cómo ustedes se enojan conmigo porque he curado completamente a un hombre en sábado?
24 No juzguen según las apariencias, sino conforme a la justicia".

Discusiones sobre el origen del Mesías

25 Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar?
26 ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! 
     ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías?
27 Pero nosotros sabemos de dónde es este; 
     en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es".
28 Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: 
     "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? 
     Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, 
     y ustedes no lo conocen.
29 Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".
30 Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, 
     porque todavía no había llegado su hora.
31 Muchos de la multitud creyeron en él y decían: "Cuando venga el Mesías, 
     ¿podrá hacer más signos de los que hace este hombre?"
32 Llegó a oídos de los fariseos lo que la gente comentaba de él, 
     y enviaron guardias para detenerlo.

Anuncio de la partida de Jesús

33 Después Jesús dijo: "Poco tiempo estaré aún con ustedes y me iré a aquel que me envió.
34 Me buscarán y no me encontrarán, porque allí donde yo estoy ustedes no pueden venir".
35 Los judíos comentaban entre ellos: 
     "¿A dónde irá, para que no podamos encontrarlo? 
     ¿Acaso irá a reunirse con los judíos dispersos entre los paganos, para enseñar a los paganos?
36 ¿Qué quiso decir con estas palabras: 
     "Me buscarán y no me encontrarán, y allí donde yo estoy ustedes no pueden venir"?

Jn 7,1-2.10.25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

SOBRE EL MISMO TEMA:

Jn 8,43-50: No escuchan mis palabras

43 ¿Por qué ustedes no comprenden mi lenguaje? Es porque no pueden escuchar mi palabra.
44 Ustedes tienen por padre al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre. 
     Desde el comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, 
     porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, 
     porque es mentiroso y padre de la mentira.
45 Pero a mí no me creen, porque les digo la verdad.
46 ¿Quién de ustedes probará que tengo pecado? Y si les digo la verdad, ¿por qué no me creen?
47 El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios".
48 Los judíos le replicaron: 
     "¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano y que estás endemoniado?" 
     Jesús respondió:
49 "Yo no estoy endemoniado, sino que honro a mi Padre, y ustedes me deshonran a mí.
50 Yo no busco mi gloria; hay alguien que la busca, y es él el que juzga.

Marcos 7,1-13: Discusión sobre las tradiciones y la ley



Marcos 7,1-13
Martes de la 5 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús:
— ¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?
Él les contestó:
— Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
Y añadió:
— Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas."

SOBRE EL MISMO TEMA:

Jesús y la ley: enseñanza sobre lo puro y lo impuro (Mc 7,14-23)




Marcos 7,14-23

En aquel tiempo, llamó. Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.» Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina.» Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

SOBRE EL MISMO TEMA:

viernes, 23 de agosto de 2024

Emociones



¿Qué es el emotivismo?

Hablar del emotivismo contemporáneo tiene que ver con este mundo nuestro, visceral y apasionado, en el que el sentimiento se ha convertido en valor de medida. Para muchas personas, las experiencias son buenas o malas en función de los sentimientos que provoquen. Si disfruto, es bueno. Si sufro, es malo. Si me emociona y me colma, es bueno. Si me deja frío, es malo. Si me saca una sonrisa, vale. Si me hace llorar, también vale. Pero si solo me hace pensar no es suficiente.

El emotivismo implica inmediatez y está muy vinculado al presente. La memoria se desdibuja pronto porque lo pasado ya no está y, por tanto, si deja algún sentimiento es, como mucho, emoción y nostalgia. El futuro, cuanto más lejano, más irreal resulta. Es difícil sentir a largo plazo.

Esta dinámica también influye en la vivencia religiosa. Porque para mucha gente, creer va a ser un sentimiento de simpatía. Y oponerse a la fe a menudo pasa más por un rechazo visceral y un sentimiento de antipatía que por la comprensión de lo que está en juego.

Fuente: En Tierra de Todos, José María Rodriguez Olaizola, SJ

+ SOBRE LAS EMOCIONES

23 de agosto: SANTA ROSA DE LIMA

jueves, 22 de agosto de 2024

22 de agosto: María Reina

Libro de Josué

LIBRO DE JOSUÉ
(completo)




Leer en Calameo


Jos 1,1-18: Preparativos para conquistar la tierra
Jos 2,1-24: Los espías
Jos 3,1-17: El paso del Jordán
Jos 4,1-24: Doce piedras conmemorativas en Guilgal
Jos 5,1-15: Circuncisión y celebración de la pascua en Guilgal. Teofanía
      5,9a.10-12: La celebración de la Pascua  
Jos 6,1-27: La conquista de Jericó
Jos 7,1-26: Derrota y castigo
Jos 8,1-35: Conquista de Ay
Jos 9,1-27: Tratado entre Israel y los gabonitas
Jos 10,1-43: Conquista del sur de Palestina
Jos 11,1-23: Conquista del norte
Jos 12,1-24: Reyes vencidos al este y oeste del Jordán
Jos 13,1-33: Reparto del país entre las tribus
Jos 14,1-15: Tres grandes tribus al oeste del Jordán
Jos 15,1-63: La tribu de Judá. Hebrón
Jos 16,1-10: La tribu de Efraim
Jos 17,1-18: La Tribu de Manasés. Reclamaciones
Jos 18,1-28: La tribu de Benjamín
Jos 19,1-51: Repartición del resto del país
Jos 20,1-9: Ciudades refugio
Jos 21,1-45: Ciudades levíticas
Jos 22,1-34: Conflicto entre las tribus
Jos 23,1-16: Despedida de Josué
Jos 24,1-33: El pacto de Siquem

miércoles, 21 de agosto de 2024

Carta a los Efesios

 CARTA DE SAN PABLO
A LOS CRISTIANOS DE ÉFESO
(completa)



Leer en Calameo


Efesios 1,1-14: El plan de salvación
     1,15-23: La supremacía de Cristo

Efesios 2,1-10: Gratuidad de la salvación en Cristo
     2,11-22: Reconciliación entre los judíos y los paganos

Efesios 3,1-7: El misterio de Cristo
     3,8-13: El ministerio de Pablo
     3,14-21: Súplica del apóstol

Efesios 4,1-6: Llamado a la unidad
     4,7-13: La diversidad de los carismas
     4,14-16: Unidad en la verdad y en el amor
     4,17-24: La vida nueva en Cristo
     4,25-32: Deberes de amor hacia el prójimo

Efesios 5,1-7: La conducta de los hijos de Dios
     5,8-20: Las obras de la luz y de las tinieblas
     5,21-33: Los deberes de los esposos

Efesios 6,1-4: Deberes de los padres y de los hijos
     6,5-9: Los deberes de los esclavos y de los patrones
     6,10-17: La armadura del cristiano
     6,18-20: Exhortación a la oración
     6,21-24: Noticias personales y despedida

Libro de Josué 24,1-33: El pacto de Siquem

Libro de Josué
Capítulo 24

LA GRAN ASAMBLEA DE SIQUEM
Recuerdo de la vocación de Israel

1 Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. 
   Convocó a los ancianos de Israel, a los jefes de familia, a los jueces y escribas, 
   y se presentaron ante el Señor. 
2 Josué habló al pueblo: 
   –Así dice el Señor, Dios de Israel: Al otro lado del río Éufrates vivieron antiguamente sus padres, 
   Téraj, padre de Abrahán y de Najor, sirviendo a otros dioses. 
3 Pero yo tomé a Abrahán, su padre, del otro lado del río, 
   lo conduje por todo el país de Canaán y multipliqué su descendencia dándole a Isaac. 
4 A Isaac le di Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír, 
   mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. 
5 Envié a Moisés y a Aarón para castigar a Egipto con los portentos que hice, 
   y después los saqué de allí. 
6 Saqué de Egipto a sus padres, y llegaron al mar. 
   Los egipcios persiguieron a sus padres con caballería y carros hasta el Mar Rojo; 
7 pero gritaron al Señor, y él puso una nube oscura entre ustedes y los egipcios; 
   después desplomó sobre ellos el mar, cubriéndolos. 
   Sus ojos vieron lo que hice en Egipto. Después vivieron en el desierto muchos años. 
8 Los llevé al país de los amorreos, que vivían en Transjordania; 
   los atacaron y se los entregué; ustedes se apoderaron de sus territorios; 
    y yo se los quité de delante. 
9 Entonces Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, atacó a Israel; 
   mandó llamar a Balaán, hijo de Beor, para que los maldijera; 
10 pero yo no quise oír a Balaán, que no tuvo más remedio que bendecirlos, 
     y los libré de sus manos. 
11 Pasaron el Jordán y llegaron a Jericó. Los jefes de Jericó los atacaron: 
     los amorreos, fereceos, cananeos, hititas, guirgaseos, heveos y jebuseos, pero yo se los entregué; 
12 sembré el pánico ante ustedes, y expulsaron a los dos reyes amorreos 
     no con tu espada ni con tu arco; 
13 y les di una tierra por la que no habían sudado, ciudades que no habían construido 
     y en las que ahora viven; viñedos y olivares que no habían plantado y de los que ahora comen.

Israel elige a Yahvé
 
14 Por lo tanto, teman al Señor y sírvanlo con toda sinceridad; 
     dejen de lado a los dioses que sirvieron sus padres al otro lado del río y en Egipto, 
     y sirvan al Señor. 
15 Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: 
     a los dioses que sirvieron sus padres al otro lado del río 
     o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitan, que yo y mi familia serviremos al Señor. 
16 El pueblo respondió: 
     –¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! 
17 Porque el Señor, nuestro Dios, es quien nos sacó a nosotros 
     y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto, quien hizo ante nuestros ojos 
     aquellos grandes prodigios, nos guardó en todo nuestro peregrinar 
     y entre todos los pueblos que atravesamos. 
18 El Señor expulsó ante nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. 
     Por eso también nosotros serviremos al Señor: ¡él es nuestro Dios! 
19 Josué dijo al pueblo: 
     –No podrán servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. 
     No perdonará sus delitos ni sus pecados. 
20 Si abandonan al Señor y sirven a dioses extranjeros, se volverá contra ustedes, 
     y después de haberlos tratado bien, los maltratará y aniquilará. 
21 El pueblo respondió: –¡No! Serviremos al Señor. 
22 Josué insistió: 
     –Son testigos contra ustedes mismos de que han elegido servir al Señor. 
     Respondieron: 
     –¡Somos testigos! 
23 –Entonces dejen de lado los dioses extranjeros que conservan 
     y pónganse de parte del Señor, Dios de Israel. 
24 El pueblo respondió: 
     –Nosotros serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos. 

El pacto de Siquén

25 Aquel día Josué selló una alianza con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén. 
26 Escribió las cláusulas en el libro de la ley de Dios, agarró una gran piedra y la erigió allí, 
     bajo la encina del santuario del Señor, 
27 y dijo a todo el pueblo: 
    –Miren esta piedra, que será testigo contra nosotros, 
    porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho. 
    Será testigo contra ustedes para que no renieguen de su Dios. 
28 Luego despidió al pueblo, cada cual a su herencia. 

Muerte de Josué
Jc 2,6-10

29 Algún tiempo después murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. 
30 Lo enterraron en el territorio de su herencia, en Timná Séraj, en la serranía de Efraín, 
     al norte del monte Gaas. 
31 Israel sirvió al Señor mientras vivió Josué y durante toda la vida de los ancianos 
     que le sobrevivieron y que habían visto las hazañas del Señor en favor de Israel. 

Los huesos de José
Muerte de Eleazar

32 Los huesos de José, traídos por los israelitas de Egipto, los enterraron en Siquén, 
     en el campo que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquén, por cien pesos, 
     y que pertenecía a los hijos de José. 
33 También murió Eleazar, hijo de Aarón. Lo enterraron en Guibeá, población de su hijo Fineés, 
     que la había recibido en propiedad en la serranía de Efraín.


Libro de Josué 23,1-16: Despedida de Josué

Libro de Josué
Capítulo 23 

ÚLTIMO DISCURSO DE JOSUÉ
Despedida de Josué

1 Habían pasado muchos años desde que el Señor puso fin a las hostilidades de Israel 
   con sus enemigos fronterizos. Josué era ya de edad avanzada, 
2 y convocó a todo Israel, a los ancianos, a los jefes de familias, a los jueces y escribas y les dijo: 
   –Yo ya soy viejo, de edad avanzada. 
3 Ustedes han visto cómo ha tratado el Señor, su Dios, a todos esos pueblos ante ustedes; 
   el Señor, su Dios, es quien peleó por ustedes. 
4 Ahora miren bien: yo les he sorteado como herencia para cada tribu tanto a los pueblos 
   que todavía quedan por conquistar como a los que yo aniquilé, 
   desde el Jordán hasta el Mediterráneo, en occidente. 
5 El Señor, su Dios, se los quitará de delante y los despojará de sus dominios 
   para que ustedes puedan tomar posesión de sus tierras, tal como se los prometió el Señor, su Dios.

Cómo proceder en medio de las poblaciones extranjeras

6 Por eso, esfuércense en cumplir todo lo escrito en el libro de la Ley de Moisés, 
   sin desviarse ni a derecha ni a izquierda, 
7 y sin mezclarse con esos pueblos que todavía quedan entre ustedes. 
   No invoquen a sus dioses, ni juren por ellos, ni les den culto, ni se postren ante ellos; 
8 al contrario, manténganse fieles a su Dios como lo han hecho hasta hoy. 
9 El Señor ha arrojado de delante de ustedes a pueblos grandes y fuertes, 
   sin que nadie se les haya resistido hasta hoy. 
10 Uno solo de ustedes puede perseguir a mil, porque el Señor, su Dios, lucha por ustedes, 
     como les ha prometido.  
11 Pongan toda el alma en amar al Señor, su Dios; 
12 pero si se vuelven atrás y se unen a esos pueblos que quedan entre ustedes 
     y se emparientan con ellos, si ustedes se mezclan con ellos y ellos con ustedes, 
13 estén seguros de que el Señor, su Dios, no se los volverá a quitar de delante 
     y ellos serán para ustedes un lazo y una trampa, 
     látigo sobre sus costados y espinas en los ojos, 
     hasta que ustedes desaparezcan de esa tierra magnífica que les ha dado el Señor, su Dios. 
14 Yo emprendo hoy el viaje que a todos les toca recorrer. 
    Reconozcan de todo corazón y con toda el alma 
    que no ha dejado de cumplirse una sola de todas las promesas que les hizo el Señor, su Dios. 
    Todas se han cumplido, ni una sola ha dejado de cumplirse. 
15 Porque del mismo modo que han venido sobre ustedes todas las bendiciones 
     que les anunció el Señor, su Dios, lo mismo enviará el Señor contra ustedes 
     todas las maldiciones, hasta exterminarlos de esta tierra magnífica que les ha dado el Señor, 
     su Dios. 
16 Si quebrantan la alianza que el Señor, su Dios, les dio, 
     y van a servir a otros dioses rindiéndoles adoración, 
     el Señor se encolerizará contra ustedes 
     y serán expulsados inmediatamente de la tierra magnífica que les ha dado.

Libro de Josué 22,1-34: Conflicto entre las tribus

Libro de Josué 
Capítulo 22

Despedida de las tribus de Transjordania

1 Entonces Josué llamó a los de Rubén, a los de Gad y a la mitad de la tribu de Manasés, 
2 y les dijo: 
   –Ustedes han obedecido las órdenes de Moisés, siervo del Señor, 
   y también me han obedecido a mí en todo lo que yo les he mandado; 
3 no han abandonado a sus hermanos desde hace muchos años; 
   han cumplido las órdenes que les dio el Señor, su Dios. 
4 Ahora bien, el Señor, su Dios, ha dado ya el descanso a sus hermanos, como les había prometido. 
   Así que ustedes márchense a casa, a la tierra de su propiedad, 
   la que les dio Moisés, siervo del Señor, en Transjordania. 
5 Cumplan a la letra los mandatos y leyes que les dio Moisés, siervo del Señor: 
   amar al Señor, su Dios, caminar por sus sendas, cumplir sus mandamientos 
   y mantenerse fieles a él, sirviéndolo con todo el corazón y toda el alma. 
6 Josué los bendijo y los despidió. Ellos marcharon a sus casas. 
7 Moisés había dado tierras en Basán a media tribu de Manasés; 
   a la otra media tribu Josué le dio tierras en medio de sus hermanos, en Cisjordania. 
   También a éstos los bendijo y los despidió diciéndoles: 
8 –Vuelvan a casa llenos de riquezas, con rebaños abundantes, 
   con plata y oro, con bronce y hierro y ropa abundante. 
   Repartan con sus hermanos el botín tomado al enemigo. 

Erección de una altar a orillas del Jordán

9 Los de Rubén, los de Gad y los de la media tribu de Manasés dejaron a los israelitas 
   en Siló de Canaán y emprendieron la marcha hacia el país de Galaad, la tierra de su propiedad, 
   que Moisés les había entregado por orden del Señor. 
10 Fueron a la zona del Jordán, en Canaán, y levantaron allí un altar junto al Jordán, 
     un altar grande, bien visible. 
11 Los israelitas se enteraron de que los de Rubén, los de Gad y los de la media tribu de Manasés 
     habían levantado un altar frente al país de Canaán, en la zona del Jordán, 
     al margen del territorio israelita, 
12 y reunieron la asamblea en Siló, para ir a luchar contra ellos. 

Reproches dirigidos a las tribus de la Transjordania

13 Los israelitas les enviaron a los de Rubén, a los de Gad y a los de la media tribu de Manasés, 
     que estaban en el país de Galaad, a Fineés, hijo del sacerdote Eleazar, 
14 con diez notables, uno por cada tribu de Israel, jefes de familia. 
15 Se presentaron a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, del país de Galaad, 
     y les dijeron: 
16 –Así dice la asamblea del Señor: 
     ¿Qué pecado es ése que han cometido contra el Dios de Israel, apostatando hoy del Señor, 
     haciéndose un altar, rebelándose contra el Señor? 
17 ¡Como si no nos bastara el crimen de Fegor, que no hemos logrado borrar de nosotros hasta hoy, 
     y eso que vino un castigo a la comunidad del Señor! 
18 ¡Ustedes se han apartado hoy del Señor! 
      Y si ustedes se rebelan hoy contra el Señor, 
      mañana él estará encolerizado contra toda la comunidad de Israel. 
19 Si la tierra que les ha tocado está contaminada, vengan a la tierra del Señor, 
     en la que está su santuario, y elijan una propiedad entre nosotros. 
     Pero ¡no se rebelen contra el Señor, no nos hagan cómplices de su rebeldía 
     levantando otro altar además del altar oficial del Señor, nuestro Dios! 
20 Cuando Acán, hijo de Zéraj, pecó con lo consagrado, él pereció por su pecado; 
     pero la ira de Dios alcanzó a toda la comunidad de Israel, y eso que se trataba de uno sólo. 

Justificación de las tribus de la Transjordania

21 Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés 
     respondieron a los jefes de familia de Israel: 
22 –¡El Señor, Dios de los dioses; el Señor, Dios de los dioses, lo sabe bien, y que Israel lo sepa! 
     Si ha habido rebelión o pecado contra el Señor, que nos castigue hoy mismo. 
23 Si hemos hecho un altar para apostatar del Señor, para ofrecer en él holocaustos, 
     presentar ofrendas y hacer sacrificios de comunión, que el Señor nos pida cuentas. 
24 Pero no. Nosotros lo hicimos con esta preocupación: 
     el día de mañana sus hijos dirán a los nuestros: 
     ¿Qué tienen que ver ustedes con el Señor, Dios de Israel? 
25 El Señor puso el Jordán como frontera entre nosotros y ustedes, los de Rubén y los de Gad. 
     ¡Ustedes no tienen nada que ver con el Señor! 
     Y así sus hijos alejarán a los nuestros del culto del Señor. 
26 Entonces nos dijimos: 
     Vamos a hacernos un altar no para ofrecer holocaustos ni sacrificios de comunión, 
27 sino como testimonio entre ustedes y nosotros con nuestros sucesores 
     de que seguiremos dando culto al Señor en su templo 
     con nuestros holocaustos y sacrificios de comunión. 
     Que el día de mañana no digan sus hijos a los nuestros: 
     Ustedes no tienen nada que ver con el Señor. 
28 Nos dijimos: 
     Si el día de mañana nos dicen algo a nosotros y a nuestros sucesores, les diremos: 
     Fíjense en la forma de ese altar del Señor que hicieron nuestros padres: 
     no sirve para holocaustos ni sacrificios de comunión, 
     sino como testimonio entre ustedes y nosotros. 
29 Ni pensar en rebelarnos contra el Señor ni en apostatar hoy del Señor 
     levantando un altar para ofrecer holocaustos, 
     presentar ofrendas y sacrificios de comunión fuera del altar del Señor, nuestro Dios, 
     que está en su santuario. 

Restablecimiento de la concordia

30 Cuando el sacerdote Fineés, los notables de la comunidad y los cabezas de familia israelitas 
     que lo acompañaban oyeron la explicación de los rubenitas, 
     los gaditas y la media tribu de Manasés, les pareció bien. 
31 Y Fineés, hijo del sacerdote Eleazar, dijo a los rubenitas, 
     a los gaditas y a la media tribu de Manasés: 
     –Ahora sabemos que el Señor está entre nosotros, 
     porque no han cometido ese pecado contra él. 
     Han librado a los israelitas del castigo del Señor. 
32 Luego el sacerdote Fineés, hijo de Eleazar, y los notables 
     dejaron a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés en el país de Galaad, 
     y se volvieron al país de Canaán, a los israelitas, y les informaron de lo ocurrido. 
33 El informe convenció a los israelitas. 
     Bendijeron al Señor, Dios de Israel, y no se habló más de subir contra ellos 
     en plan de guerra para destruir la zona donde se habían instalado los rubenitas y los gaditas. 
34 Éstos últimos llamaron a aquel altar Altar del Testimonio, explicando: 
     –Nos servirá de testimonio de que el Señor es Dios. 

Libro de Josué 21,1-45: Ciudades levíticas

Libro de Josué
Capítulo 21

Ciudades levíticas
Nm 35,1-8; 1 Cro 6,39-66

1 Los jefes de familia de la tribu de Leví se acercaron al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, 
   y a los jefes de familia de las tribus de Israel, 
2 en Siló, en el país de Canaán, y les dijeron: 
   –El Señor mandó, por medio de Moisés, que se nos dieran ciudades para vivir 
   y campos de pastoreo para nuestros ganados. 
3 Entonces los israelitas, siguiendo la orden del Señor, 
   dieron de sus territorios a los levitas las siguientes ciudades con sus campos de pastoreo. 
4 Se echó a suertes para el clan de Quehat; 
   a los levitas descendientes del sacerdote Aarón 
   les tocaron trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón y Benjamín. 
5 A los otros hijos de Quehat, por clanes, 
   les tocaron en el sorteo diez ciudades de las tribus de Efraín, 
   Dan y la mitad de Manasés. 
6 A los hijos de Guersón, por clanes, 
   les tocaron en el sorteo diez ciudades de las tribus de Isacar, 
   Aser y Neftalí y de la mitad de Manasés, en Basán. 
7 A los hijos de Merarí, por clanes, 
   les tocaron doce ciudades de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón. 
8 Los israelitas asignaron a los levitas por sorteo aquellas ciudades con sus campos de pastoreo, 
   como había mandado el Señor a Moisés. 

Parte de los queatitas

9 De las tribus de Judá y Simeón les asignaron las poblaciones que se indican a continuación: 
10 a los levitas hijos de Aarón, de los clanes de Quehat –porque a ellos les tocó primero la suerte–, 
11 Villa Arbá –el padre de Enac– o sea, Hebrón, en la sierra de Judá, 
     con sus campos de pastoreo alrededor. 
12 Los campos de cultivo y los poblados próximos se los habían dado en propiedad a Caleb, 
     hijo de Jefoné. 
13 Con derecho de asilo para los homicidas les asignaron Hebrón y sus campos de pastoreo, 
     y además asignaron Libná, 
14 Yatir, Estemó 
15 Jolón, Debir, 
16 Ayin, Yutá y Bet-Semes cada una con su correspondiente campo de pastoreo. 
     Nueve ciudades de las dos tribus dichas. 
17 De la tribu de Benjamín les dieron: Gabaón, Guibeá, 
18 Anatot y Almón cada una con sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
19 Suma total de las ciudades de los sacerdotes hijos de Aarón, 
     trece ciudades con sus campos de pastoreo. 
20 A los restantes levitas descendientes de Quehat, de los clanes de Quehat, 
     les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraín; 
21 les asignaron, con derecho de asilo para los homicidas, Siquén y sus campos de pastoreo, 
     en la serranía de Efraín, y también Guézer, 
22 Quibsáin y Bet-Jorón cada una con sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
23 De la tribu de Dan les dieron: Elteque, Gabatón, 
24 Ayalón, Gat Rimón cada una con sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
25 Y de la media tribu de Manases les dieron: 
     Taanac y Gat Rimón cada una con sus campos de pastoreo: dos ciudades. 
26 Suma total de las ciudades con sus campos de pastoreo 
     para los clanes de los restantes hijos de Quehat: diez. 

Parte de los hijos de Guersón

27 Para los levitas hijos de Guersón y sus familias les dieron: 
     de la media tribu de Manasés, con derecho de asilo para los homicidas, 
     Golán de Basán y sus campos de pastoreo 
     y también Astarot y sus campos de pastoreo; dos ciudades. 
28 De la tribu de Isacar les dieron: Quisión, Daberat, 
29 Yarmut y En Ganim, todas con sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
30 De la tribu de Aser les dieron: Misal, Abdón, 
31 Jelcá y Rejob todas con sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
32 De la tribu de Neftalí les dieron, con derecho de asilo para los homicidas: 
     Cades de Galilea y sus campos de pastoreos, 
     y además Jamat de Dor y Población cada una con sus campos de pastoreo; tres ciudades.  
33 Suma total de las poblaciones de los guersonitas, por clanes, trece ciudades 
     y sus campos de pastoreo. 

Parte de los hijos de Merarí

34 Para los otros clanes levíticos descendientes de Merarí 
     les dieron de la tribu de Zabulón, Yocneán, Cartá, 
35 Dimna y Nahalal cada una con sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
36 De la tribu de Rubén, en Transjordania, les dieron con derecho de asilo para los homicidas: 
     Béser y sus campos de pastoreo, y además Yahas, 
37 Quedemot y Mepaat cada una con sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
38 De la tribu de Gad les dieron, con derecho de asilo para los homicidas: 
     Ramot de Galaad con sus campos de pastoreo y además Majnaym, 
39 Jesbón y Yazer y sus campos de pastoreo; cuatro ciudades. 
40 Suma total de poblaciones que tocaron por sorteo a los otros clanes levíticos 
     descendientes de Merarí, por clanes, doce ciudades. 
41 Suma total de ciudades levíticas en medio del territorio propiedad de los israelitas, 
     cuarenta y ocho ciudades con sus campos de pastoreo. 
42 Cada una de esas ciudades incluía los campos de pastoreo que tenían a su alrededor; 
     lo mismo sucedía con todas las ciudades mencionadas. 

Conclusión del reparto

43 Así fue como el Señor les dio a los israelitas todo el territorio que les había prometido 
     bajo juramento a sus antepasados y ellos se establecieron y vivieron allí. 
44 El Señor les dio paz con todos los pueblos vecinos, 
     exactamente como lo había jurado a sus padres; ni un enemigo pudo resistirles; 
     el Señor les entregó a todos sus enemigos. 
45 No dejó de cumplirse una palabra de todas las promesas 
     que había hecho el Señor a la casa de Israel. Todo se cumplió. 

Libro de Josué 20,1-9: Ciudades refugio

Libro de Josué
Capítulo 20

Ciudades refugio
Ex 21,13ss; Nm 35,9-14; Dt 19,1-13

1 El Señor dijo a Josué: 
2 –Di a los israelitas: Determinen cuáles serán las ciudades de refugio, 
   de las que les habló Moisés, 
3 donde pueda buscar asilo el que haya matado a alguien sin intención. 
   Ellas les servirán de refugio contra el vengador de la sangre. 
4 El que busque asilo en una de esas ciudades, 
   se colocará en la plaza junto a la puerta de la ciudad y expondrá su caso a los ancianos, 
   éstos lo admitirán en la población y le señalarán una casa para vivir entre ellos. 
5 Si el vengador de la sangre llega en su persecución, no le entregarán al homicida, 
   porque mató involuntariamente, sin estar enemistado con el otro. 
6 Vivirá en aquella ciudad mientras no comparezca a juicio ante la asamblea, 
   hasta que muera el sumo sacerdote en funciones por entonces. 
   Después el asesino podrá volver a su ciudad y a su casa, a la ciudad de la que huyó. 
7 Entonces los israelitas consagraron las siguientes ciudades: 
   Cades de Galilea, en los montes de Neftalí; 
   Siquén, en la serranía de Efraín; 
   Villa Arbá –o sea, Hebrón–, en la serranía de Judá. 
8 En Transjordania, al este de Jericó, sañalaron Béser Bamidbar, en la llanura de la tribu de Rubén; 
   Ramot de Galaad, en la tribu de Gad, y Golán de Basán, en la tribu de Manasés. 
9 Ésas fueron las ciudades designadas para los israelitas y emigrantes que vivieran entre ellos, 
   con el fin de que pudiera encontrar asilo en ellas el homicida involuntario, 
   librándose de morir a manos del vengador de la sangre, antes de comparecer ante la asamblea.