La limosna, la oración y el ayuno, las tres obras fundamentales de piedad previstas por la ley mosaica y citadas por Jesús en el Evangelio de este Miércoles de Ceniza, representan el “trazado de la pedagogía divina”. Así lo afirmó Benedicto XVI durante la misa con imposición de las cenizas, celebrada en la basílica romana de Santa Sabina, con la que comienza el tiempo de Cuaresma.
En el pasaje evangélico (Mt 6,1-6, 16-18), Jesús recuerda que la limosna, la oración y el ayuno caracterizan al judío observante de la ley. “Con el paso del tiempo, estas prescripciones habían sido manchadas por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso se habían transformado en un signo de superioridad.”, explicó el Papa.
“Cuando se realiza algo bueno, casi instintivamente nace el deseo de ser estimados y admirados por la buena acción, de tener una satisfacción”, lo cual “por una parte nos cierra en nosotros mismos, y por la otra nos saca de nosotros mismos, porque vivimos proyectados hacia lo que los demás piensan de nosotros y admiran en nosotros”.
Al volver a proponer estas obras de piedad, Jesús “invita a vivirlas de un modo más profundo, no por amor propio sino como medios en el camino de conversión”.
“Limosna, oración y ayuno es el trazado de la pedagogía divina que nos acompaña hacia el encuentro con el Señor Resucitado; un trazado que debemos recorrer sin ostentación, en la certeza de que el Padre ve también en el secreto de nuestro corazón”.
El tiempo litúrgico de la Cuaresma corre el riesgo de ser un tiempo triste y oscuro de la vida pero “es un don de Dios, es un tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia, es el itinerario hacia la Pascua del Señor”.
Este tiempo invita no a una “conversión superficial y transitoria”, sino a “un itinerario espiritual que tiene que ver profundamente con las actitudes de la conciencia y que supone un sincero propósito de arrepentimiento”.
Esta conversión auténtica “es posible porque Dios es rico en misericordia y grande en el amor. La suya es una misericordia regeneradora, que crea en nosotros un corazón puro, renueva en el interior un espíritu firme, restituyéndonos la alegría de la salvación”.
La Cuaresma es “un camino de cuarenta días donde se nos llama a experimentar el amor misericordioso de Dios”, “conscientes de no poder llevar a cabo nuestra conversión con nuestras fuerzas, porque es Dios quien nos convierte”. “Todos pueden abrirse a la acción de Dios, a su amor”.
“Con nuestro testimonio evangélico, los cristianos debemos ser un mensaje viviente pues en muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen”. La responsabilidad de los cristianos, afirmó, es la de “vivir bien la Cuaresma: ofrecer el testimonio de la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que tiene necesidad de conversión”.
El Miércoles de Ceniza es considerado la puerta de ingreso de la Cuaresma y tiene un doble significado: invita a la penitencia y recuerda la precariedad de la condición humana.
En el pasaje evangélico (Mt 6,1-6, 16-18), Jesús recuerda que la limosna, la oración y el ayuno caracterizan al judío observante de la ley. “Con el paso del tiempo, estas prescripciones habían sido manchadas por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso se habían transformado en un signo de superioridad.”, explicó el Papa.
“Cuando se realiza algo bueno, casi instintivamente nace el deseo de ser estimados y admirados por la buena acción, de tener una satisfacción”, lo cual “por una parte nos cierra en nosotros mismos, y por la otra nos saca de nosotros mismos, porque vivimos proyectados hacia lo que los demás piensan de nosotros y admiran en nosotros”.
Al volver a proponer estas obras de piedad, Jesús “invita a vivirlas de un modo más profundo, no por amor propio sino como medios en el camino de conversión”.
“Limosna, oración y ayuno es el trazado de la pedagogía divina que nos acompaña hacia el encuentro con el Señor Resucitado; un trazado que debemos recorrer sin ostentación, en la certeza de que el Padre ve también en el secreto de nuestro corazón”.
El tiempo litúrgico de la Cuaresma corre el riesgo de ser un tiempo triste y oscuro de la vida pero “es un don de Dios, es un tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia, es el itinerario hacia la Pascua del Señor”.
Este tiempo invita no a una “conversión superficial y transitoria”, sino a “un itinerario espiritual que tiene que ver profundamente con las actitudes de la conciencia y que supone un sincero propósito de arrepentimiento”.
Esta conversión auténtica “es posible porque Dios es rico en misericordia y grande en el amor. La suya es una misericordia regeneradora, que crea en nosotros un corazón puro, renueva en el interior un espíritu firme, restituyéndonos la alegría de la salvación”.
La Cuaresma es “un camino de cuarenta días donde se nos llama a experimentar el amor misericordioso de Dios”, “conscientes de no poder llevar a cabo nuestra conversión con nuestras fuerzas, porque es Dios quien nos convierte”. “Todos pueden abrirse a la acción de Dios, a su amor”.
“Con nuestro testimonio evangélico, los cristianos debemos ser un mensaje viviente pues en muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen”. La responsabilidad de los cristianos, afirmó, es la de “vivir bien la Cuaresma: ofrecer el testimonio de la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que tiene necesidad de conversión”.
El Miércoles de Ceniza es considerado la puerta de ingreso de la Cuaresma y tiene un doble significado: invita a la penitencia y recuerda la precariedad de la condición humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario