“Una actitud, un estilo audaz lee y descifra los nuevos escenarios dentro de la historia para habitarlos y transformarlos en lugares de testimonio y anuncio del Evangelio”: todo esto es “nueva evangelización” según los Lineamenta de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos (Vaticano 7-28 de octubre de 2012) sobre el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, presentados en Roma (marzo 2011).
Los Lineamenta ofrecen la distinción teórica entre “nueva evangelización que se dirige principalmente a aquellos que se han alejado de la Iglesia, a las personas bautizadas pero no suficientemente evangelizadas”, “evangelización como actividad regular de la Iglesia” y “primer anuncio ad gentes a aquellos que aún no conocen a Jesucristo”, precisando que “las tres categorías a veces conviven en el mismo territorio”.
La XIII cumbre sinodal se plantea por tanto “en el renovado compromiso de la evangelización que la Iglesia ha emprendido a raíz del Concilio Vaticano II” sabiendo que “ella existe para evangelizar y para llevar esta tarea de modo adecuado, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma”.
“Nueva evangelización – precisó el mismo Juan Pablo II, que por primera vez usó este término el 9 de junio de 1979 durante la homilía en el Santuario de Santa Cruz de Mogila (Polonia) – no es una reevangelización, sino casi un segundo anuncio, aunque en realidad es siempre el mismo”, sólo que nuevo “en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones”.
“No se trata de volver a hacer algo que se hizo mal o que no ha funcionado, casi como si la nueva acción fuese un juicio implícito sobre el fracaso de la primera”. La nueva evangelización, “no es una reduplicación de la primera sino el valor de intentar nuevos senderos, frente a las condiciones cambiadas dentro de las cuales la Iglesia está llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio”.
“Los retos que el contexto cultural y social actual plantean a la fe cristiana – explicó monseñor Eterović – se indican en los Lineamenta en seis escenarios, el primero de los cuales es la secularización”. Aunque “interesa principalmente al mundo occidental, de él se difunde en el mundo entero” asumiendo las más de las veces “un tono de renuncia que ha invadido la vida cotidiana de las personas, y desarrollando una mentalidad en la que Dios está de hecho ausente”.
Al mismo tiempo, “en el mundo hay un despertar religioso” a pesar de que “muchos aspectos positivos de la búsqueda de Dios y del redescubrimiento de lo sagrado se ven oscurecidos por fenómenos de fundamentalismo que no pocas veces manipula la religión para justificar la violencia e incluso el terrorismo”.
Otros retos los plantea el fenómeno migratorio ligado a la globalización, por la revolución informática con “los beneficios y los riesgos de la cultura mediática y digital”, por el escenario económico con “los crecientes desequilibrios entre el norte y el sur del mundo”. A ello se añade la relación entre la ciencia y la técnica y los cambios de las últimas décadas en el campo político, que están creando “una situación mundial con nuevos actores políticos, económicos y religiosos, como en el mundo asiático e islámico”.
De cuanto se ha dicho se desprende que “la nueva evangelización no cubre o esconde la intención de nuevas acciones de proselitismo por parte de la Iglesia, sobre todo hacia otras confesiones cristianas”. Ni tampoco “un cambio en la actitud de la Iglesia hacia aquellos que no creen, transformados en objeto de persuasión y ya no vistos como interlocutores dentro de un diálogo que nos ve unidos por la misma humanidad y a la búsqueda de la verdad de nuestro existir”.
Los creyentes, afirmó, “debemos llevar en el corazón también a las personas que se consideran agnósticas o ateas”, que “quizás se asustan cuando se habla de nueva evangelización, como si ellas debiesen convertirse en objeto de misión”. Con todo “la pregunta sobre Dios permanece presente también para ellos”. “La búsqueda de Dios fue el motivo fundamental por el que nacio el monaquismo occidental y, con él, la cultura occidental”. Es necesario mantener el diálogo no sólo con las religiones, sino también con quien considera la religión una cosa extraña”.
La imagen del “atrio de los gentiles” propuesta por Benedicto XVI como espacio “donde los hombres puedan de alguna manera engancharse a Dios, sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio” se entrega como elemento de la nueva evangelización que “muestra la audacia de los cristianos de buscar todos los caminos para hilvanar formas de diálogo que salgan al encuentro de las esperanzas más profundas de los hombres y su sed de Dios”.
“El clima cultural y la situación de cansancio en que se encuentran muchas comunidades cristianas – subrayó monseñor Eterović, recorriendo los puntos fundamentales de los Lineamenta – corren el riesgo de debilitar la capacidad de anuncio, de testimonio u de educación a la fe de nuestras Iglesias locales”. En la sociedad actual “toda acción educativa parece muy difícil, hasta el punto de que Benedicto XVI habló de emergencia educativa”. Cuesta cada vez más, de hecho, “transmitir a las nuevas generaciones los valores de fondo y un comportamiento recto”, dificultad experimentada “en particular por los padres pero también por la escuela”.
La nueva evangelización también “es llamada a ocuparse del compromiso cultural y educativo de la iglesia”, pero esta necesita “más testigos que maestros”. Cualquier proyecto de anuncio y de transmisión de la fe, de “nueva evangelización”, no puede prescindir de la necesidad de “hombres y mujeres que con su conducta de vida dan fuerza al compromiso evangelizador que viven”.
“La nueva evangelización debería convertirse en un nuevo cenáculo en el que la Iglesia encontrará no un nuevo Evangelio, sino más bien una respuesta adecuada a los signos de los tiempos y a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy”, así como “a los nuevos escenarios que diseñan la cultura a través de la cual narramos nuestras identidades”.
Los Lineamenta ofrecen la distinción teórica entre “nueva evangelización que se dirige principalmente a aquellos que se han alejado de la Iglesia, a las personas bautizadas pero no suficientemente evangelizadas”, “evangelización como actividad regular de la Iglesia” y “primer anuncio ad gentes a aquellos que aún no conocen a Jesucristo”, precisando que “las tres categorías a veces conviven en el mismo territorio”.
La XIII cumbre sinodal se plantea por tanto “en el renovado compromiso de la evangelización que la Iglesia ha emprendido a raíz del Concilio Vaticano II” sabiendo que “ella existe para evangelizar y para llevar esta tarea de modo adecuado, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma”.
“Nueva evangelización – precisó el mismo Juan Pablo II, que por primera vez usó este término el 9 de junio de 1979 durante la homilía en el Santuario de Santa Cruz de Mogila (Polonia) – no es una reevangelización, sino casi un segundo anuncio, aunque en realidad es siempre el mismo”, sólo que nuevo “en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones”.
“No se trata de volver a hacer algo que se hizo mal o que no ha funcionado, casi como si la nueva acción fuese un juicio implícito sobre el fracaso de la primera”. La nueva evangelización, “no es una reduplicación de la primera sino el valor de intentar nuevos senderos, frente a las condiciones cambiadas dentro de las cuales la Iglesia está llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio”.
“Los retos que el contexto cultural y social actual plantean a la fe cristiana – explicó monseñor Eterović – se indican en los Lineamenta en seis escenarios, el primero de los cuales es la secularización”. Aunque “interesa principalmente al mundo occidental, de él se difunde en el mundo entero” asumiendo las más de las veces “un tono de renuncia que ha invadido la vida cotidiana de las personas, y desarrollando una mentalidad en la que Dios está de hecho ausente”.
Al mismo tiempo, “en el mundo hay un despertar religioso” a pesar de que “muchos aspectos positivos de la búsqueda de Dios y del redescubrimiento de lo sagrado se ven oscurecidos por fenómenos de fundamentalismo que no pocas veces manipula la religión para justificar la violencia e incluso el terrorismo”.
Otros retos los plantea el fenómeno migratorio ligado a la globalización, por la revolución informática con “los beneficios y los riesgos de la cultura mediática y digital”, por el escenario económico con “los crecientes desequilibrios entre el norte y el sur del mundo”. A ello se añade la relación entre la ciencia y la técnica y los cambios de las últimas décadas en el campo político, que están creando “una situación mundial con nuevos actores políticos, económicos y religiosos, como en el mundo asiático e islámico”.
De cuanto se ha dicho se desprende que “la nueva evangelización no cubre o esconde la intención de nuevas acciones de proselitismo por parte de la Iglesia, sobre todo hacia otras confesiones cristianas”. Ni tampoco “un cambio en la actitud de la Iglesia hacia aquellos que no creen, transformados en objeto de persuasión y ya no vistos como interlocutores dentro de un diálogo que nos ve unidos por la misma humanidad y a la búsqueda de la verdad de nuestro existir”.
Los creyentes, afirmó, “debemos llevar en el corazón también a las personas que se consideran agnósticas o ateas”, que “quizás se asustan cuando se habla de nueva evangelización, como si ellas debiesen convertirse en objeto de misión”. Con todo “la pregunta sobre Dios permanece presente también para ellos”. “La búsqueda de Dios fue el motivo fundamental por el que nacio el monaquismo occidental y, con él, la cultura occidental”. Es necesario mantener el diálogo no sólo con las religiones, sino también con quien considera la religión una cosa extraña”.
La imagen del “atrio de los gentiles” propuesta por Benedicto XVI como espacio “donde los hombres puedan de alguna manera engancharse a Dios, sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio” se entrega como elemento de la nueva evangelización que “muestra la audacia de los cristianos de buscar todos los caminos para hilvanar formas de diálogo que salgan al encuentro de las esperanzas más profundas de los hombres y su sed de Dios”.
“El clima cultural y la situación de cansancio en que se encuentran muchas comunidades cristianas – subrayó monseñor Eterović, recorriendo los puntos fundamentales de los Lineamenta – corren el riesgo de debilitar la capacidad de anuncio, de testimonio u de educación a la fe de nuestras Iglesias locales”. En la sociedad actual “toda acción educativa parece muy difícil, hasta el punto de que Benedicto XVI habló de emergencia educativa”. Cuesta cada vez más, de hecho, “transmitir a las nuevas generaciones los valores de fondo y un comportamiento recto”, dificultad experimentada “en particular por los padres pero también por la escuela”.
La nueva evangelización también “es llamada a ocuparse del compromiso cultural y educativo de la iglesia”, pero esta necesita “más testigos que maestros”. Cualquier proyecto de anuncio y de transmisión de la fe, de “nueva evangelización”, no puede prescindir de la necesidad de “hombres y mujeres que con su conducta de vida dan fuerza al compromiso evangelizador que viven”.
“La nueva evangelización debería convertirse en un nuevo cenáculo en el que la Iglesia encontrará no un nuevo Evangelio, sino más bien una respuesta adecuada a los signos de los tiempos y a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy”, así como “a los nuevos escenarios que diseñan la cultura a través de la cual narramos nuestras identidades”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario