Desideria es el nombre de uno de los personajes creados por San Jose Manyanet (1833-1901) para ilustrar su espiritualidad y su pensamiento. Desideria puede ser un hombre o una mujer, una persona joven o adulta. Pero Desideria es, ante todo, un espiritu ingenuo, inquieto e infantil, cuyo deseo de aprender y ser feliz parece no tener limites.
sábado, 29 de julio de 2023
DOMINGO 17 DEL TIEMPO ORDINARIO, Año A (Lecturas)
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pideme lo que quieras.»
Respondió Salomón: «Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?» Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.»
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí.» Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
La parroquia orientada hacia las familias, ¿por dónde empezar?, por Julio González SF
Conocer la parroquia y darse a conocer
Lo primero que ha de hacer un sacerdote que ha sido enviado a una parroquia es conocerla y darse a conocer. Esto lleva tiempo y una preparación que no se debe improvisar por parte del sacerdote, empleados, voluntarios, y representantes de los grupos y asociaciones de la parroquia ¡No les sorprendas! Organiza y prepara los encuentros. Preséntate a ellos, sé una persona disponible desde el primer momento y recuerda que eres mucho más que su amigo, eres su párroco. Familiarízate con la parroquia: con sus familias, sus gentes, sus preocupaciones, sus anhelos, sus talentos... Entonces, empiezas a descubrir cómo es la parroquia.
Identifica el tipo de parroquia a la que has sido enviado; por ejemplo, una comunidad de fe que celebra anualmente muchos bautizos y en la que un gran número de niños y jóvenes se preparan para recibir los sacramentos suele ser una parroquia en crecimiento; sin embargo, una parroquia con pocos bautismos, confirmaciones y bodas, tiende a disminuir el número de sus miembros. Tus prioridades han de tener en cuenta las necesidades de las familias y las personas que forman la parroquia.
Sería falso afirmar que los Hijos de la Sagrada Familia servimos a la familia si no conocemos a las familias que forman la parroquia, cuáles son sus necesidades y preocupaciones, quiénes dirigen y colaboran en las actividades parroquiales, qué ingresos y donaciones hay disponibles, cuáles son los gastos... Sin respuestas a estas preguntas y sin gestos sinceros de amistad y solidaridad nos podemos convertir en consumidores del culto y la religión.
Presencia, Participación, Colaboración, Comunidad, Familia de familias, Acompañamiento... son palabras clave que han de inspirar y motivar los programas y actividades de la parroquia. Nadie debería ser “espectador” de lo que otros hacen. Todos nos comprometemos y participamos según los talentos que hemos recibido. Nadie sobra: desde las personas que coordinan los programas festivos, formativos y asistenciales, hasta quienes ayudan en el mantenimiento y limpieza de la parroquia.
Hay personas que son muy activas en la parroquia y hay personas que solamente aparecen cuando necesitan algo; sin embargo, todos sin excepción, también los sacerdotes y diáconos, somos llamados a la conversión. Los miembros más activos tienen que ser personas humildes de oración, y sentirse movidas por el amor a Dios y al prójimo. Nunca se debe pensar que unos son más importantes que otros, o más buenos que otros, a no ser que sea para adelantarse en el servicio, el perdón y la acogida de las personas que más necesitan de estos dones.
Los Consejos de Pastoral y Economía de la Parroquia
En la parroquia no debe haber lugar para grupos de presión que quieren imponerse a los demás. Los cauces y medios para que todos puedan participar en la vida parroquial y expresar sus necesidades espirituales y materiales, han de estar al alcance de todos. El Consejo de Pastoral y el Consejo de Economía deben estar formados por personas que representan a toda la comunidad parroquial y no sólo a unas familias y sus preferencias. La finalidad de estos consejos no es hacer lo que quieren algunos y/o lo que quiere el párroco sino coordinar y apoyar las iniciativas y el esfuerzo de la comunidad encaminado a desarrollar la identidad cristiana y apostólica de la parroquia.
Católicos y universales
La oración y asistencia solidaridarias no deben limitarse a las familias de la parroquia. Con sentido de responsibilidad y espíritu generoso hemos de velar por el bienestar espiritual y material de las familias, católicas o no, que viven en el vecindario donde se erige la parroquia. El mismo empeño debemos mostrar cooperando en las campañas solidarias que promueve la diócesis y para ayudar al Santo Padre en su misión de Pastor y Siervo de todos.
Parroquia de familias orientada hacia las familias
La fe, los valores, el estilo de vida promovido desde la parroquia tiene su primer templo-escuela-taller en la familia. Si la religiosidad de las familias reproduce las señas de identidad del clan, entonces, la parroquia formada por clanes-familias reproducirá sus mismas divisiones y rupturas. Esto no debe desanimarnos porque todo proceso de conversión genera crisis y cambios. A unos, las pruebas y los conflictos les ayudan a purificar su religiosidad, recorriendo el camino estrecho de la santidad; a otros, sin embargo, les puede impedir avanzar. La parroquia no es ajena a las tensiones que se producen en todo proceso de purificación, crecimiento y santidad. En estos casos, se requiere que el párroco sea un sacerdote curtido en experiencias de liderazgo y honda espiritualidad.
miércoles, 26 de julio de 2023
JUEVES DE LA 16 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año I (Lecturas)
Aquel día, a los tres meses de haber salido de Egipto, los israelitas, que habían partido de Refidim, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon frente al monte. Entonces el Señor le dijo a Moisés: “Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que te digo y tenga siempre fe en ti”. Moisés comunicó al Señor lo que el pueblo le había dicho. Y el Señor le dijo: “Vuelve a donde está el pueblo y ordénales que se purifiquen hoy y mañana; que laven su ropa y estén preparados para pasado mañana, pues el Señor bajará al monte Sinaí a la vista del pueblo”. Al rayar el alba del tercer día, hubo truenos y relámpagos; una densa nube cubrió el monte y se escuchó un fragoroso resonar de trompetas. Esto hizo temblar al pueblo, que estaba en el campamento. Moisés hizo salir al pueblo para ir al encuentro de Dios; pero la gente se detuvo al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en medio del fuego. Salía humo como de un horno y todo el monte retemblaba con violencia. El sonido de las trompetas se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba y Dios le respondía con truenos. El Señor bajó a la cumbre del monte y le dijo a Moisés que subiera.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” El les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve. Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.
Sobre San Joaquín y Santa Ana, abuelos maternos de Jesús, por Luis Antequera
La tradición de San Joaquín y Santa Ana se recoge en muchos de los más importantes apócrifos cristianos, y forman parte del santoral cristiano, celebrándose su festividad el 26 de julio.
La historia es sobradamente conocida: Joaquín y Ana son ya mayores e incapaces de concebir, cosa que hacen gracias a la intervención divina expresada a través del anuncio de un ángel, que ellos agradecen ofreciendo a su hija, María, al servicio del Templo. Una historia, por otro lado, tan similar a la que narra Lucas sobre Zacarías e Isabel, padres de Juan Bautista.
A san Joaquín y Santa Ana se les menciona en al menos, tres apócrifos, a saber el Protoevangelio de Santiago, libro muy temprano, posiblemente de principios del s.II, por lo tanto sólo unos años posterior a Evangelio de Juan; el Libro de la Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador, también llamado Pseudomateo, que el gran apocrifista Santos Otero data en torno al s. VI; y el Evangelio de la Natividad de Santa María, datado por el mismo autor aún más tarde, en los albores del s IX. Todos ellos pertenecientes al género que se da en llamar “Apócrifos de la infancia”, que son quizás, los apócrifos con una tradición más consolidada, y en consecuencia, los más próximos al acerbo eclesiástico, no sólo católico sino también ortodoxo, y aunque en menor medida, hasta protestante.
Lo primero que llama la atención por lo que a ellos se refiere es la constancia con la que se les denomina, pues en los tres son llamados Joaquín el padre, y Ana la madre. Cosa que no cabe decir, por ejemplo, por lo que a otros personajes allegados a la vida de Jesús se refiere, como por ejemplo, los ladrones que le acompañaron en la cruz, denominados Zoathán y Chámmata, Tito y Dúmaco, o Dimas y Gestas según la fuente consultada.
El Protoevangelio los presenta así:
“Según cuentan las memorias de las doce tribus de Israel, había un hombre muy rico por nombre Joaquín” (Prot. 1, 1). “Y Ana su mujer […]” (Prot. 2, 1).
El Pseudo Mateo, así llamado por ser presentado por su autor como una especie de Evangelio de la Infancia escrito por el mismo evangelista Mateo, plantea la presentación de los personajes de manera muy parecida.
“Por aquellos tiempos, vivía en Jerusalén un hombre llamado Joaquín, perteneciente a la tribu de Judá” (PsMt. 1, 1). “[…] de manera que durante cinco meses no volvió a tener noticias de él Ana, su mujer” (PsMt. 2, 2)
El Libro de la Natividad de María lo presenta de una manera algo diferente: “Su padre se llamaba Joaquín y su madre Ana” (LibNat. 1, 1).
Y aporta a su vez dos datos no poco importantes: “Era [María] nazaretana por parte de su padre, y betlemita por parte de su madre” (LibNat. 1, 1). “La bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María descendía de estirpe regia y pertenecía a la familia de David” (LibNat. 1, 1).
Con lo que ya vemos a María igualada en linaje a José, de quien eso mismo dicen los propios evangelistas: “Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María” (Lc. 2, 4-5).
Y en consecuencia, a Jesús recibir el linaje davídico por ambas ramas, por la paterna y por la materna. Un linaje de importancia muy superior a la que quepa imaginar, y sin el cual, su mensaje mesiánico no habría sido entendido, como con toda claridad vemos afirmar en el Evangelio de Juan a sus compatriotas: “¿No dice la Escritura que el Cristo [el Mesías] vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?” (Jn. 7, 42).
Curiosamente, otro libro que contiene no pocas referencias a la Virgen María, y que incluso reconoce como los evangelios y los apócrifos citados su virginidad, da otro nombre diferente a su padre, que no a su madre, a la que ni siquiera cita… Nos estamos refiriendo al Corán, que dice sobre la madre de Jesús: “Dios pone como ejemplo [...] a María, hija de Imrán” (C. 66, 12)
Un Imrán que viene a confundirse con el padre de otra célebre María de las Sagradas Escrituras, cual es la hermana de Moisés (cfr. Ex. 15, 20), cuyo padre se llamaría Amram (cfr. Ex. 6, 20). Lo que no es óbice para que algunos comentaristas musulmanes muy celebrados, Ibn Jaldum en su obra Kitab el Ibar (1406) por ejemplo, conozcan al padre de María por su nombre cristiano, Joaquín.
El culto a san Joaquín y santa Ana es relativamente temprano en la fe del cristianismo. Una iglesia levantada en el barrio de Betzeta, al lado norte del templo, muy probablemente por santa Elena, la madre del emperador Constantino autora de las primeras prospecciones arqueológicas realizadas en Tierra Santa, lo consolidó en tiempos tan tempranos como el s. IV, en el mismo lugar en el que, según la tradición, se hallaba la casa de San Joaquín y Santa Ana y por lo tanto, el lugar en el que nació la Virgen.
La iglesia pasó por diversas vicisitudes, como la de ser convertida en escuela musulmana de la escuela shafií por el conquistador de la ciudad, Saladino, según perpetúa una placa de mármol en la propia iglesia, circunstancia que, indudablemente, contribuyó a su supervivencia; y la de volver al culto cristiano al recuperarla el Emperador Luis Napoleón III, casado con la española Eugenia de Montijo, en compensación a la ayuda que le prestara al sultán en la Guerra de Crimea.
En el curso de unas prospecciones a finales del s. XIX se descubrieron tanto la cripta en la que supuestamente habrían estado enterrados los padres de María, como la piscina probática del milagro del paralítico que relata Jn 5,12-18, razón por la que se llama la Iglesia de la Sagrada Probática y de Santa Ana.
Por lo que hace a la festividad de los padres de María, ésta se celebró antes en las iglesias orientales que en las occidentales. Su fecha ha sufrido constantes cambios hasta aterrizar en el 26 de julio en que se celebra hoy día. Producto probablemente de su origen apócrifo, llegó a estar suprimida del santoral por el Papa León X (1513-1521) hasta que Clemente XII la reinstaura en 1738.
sábado, 22 de julio de 2023
Domingo de la 16 Semana del del Tiempo Ordinario, A, por Francisco González, SF
En el evangelio de este día Jesús sigue explicando el Reino de Dios y lo hace, como hemos visto anteriormente, usando como herramienta de su enseñanza unas parábolas para hacer pensar a la gente, pues aunque el relato está basado en hechos de la vida real, su contenido es usado para ofrecer algo más de lo que se ve a primera vista.
Hoy el Señor nos presenta tres relatos para continuar hablando del Reino para que los oyentes capten el significado del mismo.
En la primera nos habla de un hombre que sembró buena semilla. Cuando él y su gente dormían, vino el enemigo y sembró cizaña. Pasado el tiempo tanto el trigo como la cizaña crecieron. Los criados quisieron resolver el problema arrancando la cizaña, pero el dueño les dijo que no, que si lo hacían pudieran también extirpar el trigo y se perdería la cosecha. Mejor era esperar hasta el final y entonces sería fácil separar ambas, una para el fuego y el trigo para el granero.
La segunda historia que les cuenta está basada en la observación de la naturaleza. La mostaza cuyo grano es la semilla más pequeña, pero que cuando crece se convierte como en un árbol donde los pájaros hacen sus nidos. El Reino de Dios está en sus comienzos, pero sin duda crecerá hasta que se haga como un árbol.
Por último les habla de la levadura que una mujer mete en tres medidas de harina, y la hace fermentar.
En la primera parece como se nos dice que hemos de vivir en este mundo, donde hay cizaña, donde hay toda clase de enemigos, tentaciones, maldad y debemos crecer en lo que es del Reino, sin dejarnos llevar de aquello que no viene del sembrador de la buena semilla. Pero también en medio de esos que no piensan como nosotros, que aún creyendo en el mismo Dios, lo hacen y viven su fe de una forma distinta.
La mostaza nos puede hacer reflexionar sobre la sencillez. Parece que algunos buscan a Dios siempre en los grandes acontecimientos, en el ejercicio del poder. Sin embargo Elías se encuentra con Dios, no en el trueno o el huracán, sino más bien en la brisa que pasa por delante de la cueva. Sí nos podemos encontrar con Dios en las grandes celebraciones litúrgicas de esas hermosas basílicas, pero no menos en las pequeñas chabolas que hacen de capilla. Al fin y al cabo cuando Jesús entró en este mundo lo hizo en un pesebre, no en un hotel de cinco estrellas.
La levadura que hace fermentar una cantidad mucho mayor de harina, nos puede indicar que los miembros del Reino están llamados a fermentar el mundo que les rodea, humanizar la existencia humana. Informes recientes señalan que el número de los pobres en el mundo ha aumentado considerablemente, hay programas informativos en la televisión que nos muestran las viviendas de alguna gente en países del llamado primer mundo donde corren peligro sus vidas por la calidad, mejor dicho, por la falta de calidad de sus viviendas, al mismo tiempo que existe un gran riesgo de perder la salud porque en dichos apartamentos viven inquilinos que no pertenecen a la raza humana. Existen familias que apenas pueden comer porque son esclavos de instituciones financieras.
Los ciudadanos del Reino de Dios tenemos una misión muy concreta, fermentar el mundo para que sea todo lo bueno y humano que pueda ser, donde se encuentre la vida, se hable la verdad, se aspire a la santidad, se obre con justicia, se trabaje por la paz y se ame sin barreras.
Mt 13,24-43: El grano y la cizaña, por el P. Raniero Cantalamessa
Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?”. Él les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto”. Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?”».
El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; el Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza; el Reino de los Cielos es semejante a la levadura....
Bastan estas frases iniciales de las tres parábolas para darnos a entender que Jesús nos está hablando de un Reino «de los Cielos» que sin embargo se encuentra «en la tierra». Sólo en la tierra, de hecho, hay espacio para la cizaña y para el crecimiento; sólo en la tierra hay una masa que levar. En el Reino final nada de todo esto, sino sólo Dios, que será todo en todos.
La parábola del grano de mostaza que se transforma en un árbol indica el crecimiento del Reino de Dios en la historia.
La parábola de la levadura indica también el crecimiento del Reino, pero un crecimiento no tanto en extensión cuanto en intensidad; indica la fuerza transformadora que él posee hasta renovar todo.
Estas dos últimas parábolas fueron fácilmente comprendidas por los discípulos. No así la primera, la de la cizaña. Dejada la multitud, una vez solos en casa, le pidieron por ello a Jesús: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Jesús explicó la parábola; dijo que el sembrador era él mismo, la semilla buena los hijos del Reino, la semilla mala los hijos del maligno, el campo el mundo y la siega el fin del mundo.
El campo es el mundo. En la antigüedad cristiana, había espíritus sectarios (los donatistas) que resolvían el asunto de modo simplista: por un lado, la Iglesia hecha toda ella de buenos; por otro, el mundo lleno de hijos del maligno, sin esperanza de salvación. Pero venció el pensamiento de San Agustín, que era el de la Iglesia universal.
La Iglesia misma es un campo, dentro del cual crecen juntos grano y cizaña, buenos y malos, lugar donde hay espacio para crecer, convertirse y sobre todo para imitar la paciencia de Dios.
«Los malos existen en este mundo o para que se conviertan o para que por ellos los buenos ejerciten la paciencia» (San Agustín).
De la paciencia de Dios habla también la primera lectura, del Libro de la Sabiduría, con el himno a la fuerza de Dios: «Tú, dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia... Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo del hombre, y diste a tus hijos la buena esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento».
La de Dios no es, por lo demás, una simple paciencia, esto es, esperar el día del juicio para después castigar con mayor satisfacción. Es longanimidad, es misericordia, es voluntad de salvar.
En el Reino de un Dios así no hay lugar, por ello, para siervos impacientes, para gente que no sabe hacer otra cosa que invocar los castigos de Dios e indicarle, de vez en vez, a quién debe golpear. Jesús reprochó un día a dos de sus discípulos que le pedían hacer llover fuego del cielo sobre los que les habían rechazado (Lc 9,55), y el mismo reproche, tal vez, podría hacer a algunos demasiado diligentes en exigir justicia, castigos y venganzas contra aquellos que guardan la cizaña del mundo.
También a nosotros está indicada la paciencia del dueño del campo como modelo. Debemos esperar la siega, pero no como aquellos siervos a duras penas refrenados, empuñando la hoz, como si estuviéramos ansiosos de ver la cara de los malvados en el día del juicio; sino que debemos esperar como hombres que hacen propio el deseo de Dios de «que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1Tm 2,4).
Un llamamiento a la humildad y a la misericordia que desprende, por lo tanto, de la parábola del grano y de la cizaña. ¡Hay un solo campo del que es lícito y necesario arrancar inmediatamente la cizaña, y es el del propio corazón!
Mateo 13,36-43: Desconcertados por la resistencia y la oposición
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo." Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga."
Las diversas corrientes espirituales contemporáneas a Jesús —fariseos, zelotas, esenios, qumranianos— tendían a formar una comunidad de justos separados de los malvados y de los infieles, a fin de preparar la venida del Reino de Dios. Jesús, en cambio, hace comprender que el Reino está presente y crece desde ahora, aunque su desarrollo esté obstaculizado por la cizaña, o sea, por la acción de aquellos que están sometidos al maligno (v. 38).
La eliminación definitiva de las fuerzas del mal no vendrá hasta el fin de los tiempos, de ahí que el momento actual deba caracterizarse por la paciencia y por la confianza: Dios mismo intervendrá para destruir el mal y para tutelar a los que le pertenecen, pero no corresponde al hombre proceder a una depuración que pueda comprometer el incremento del bien antes que favorecerlo.
Hay otra característica fundamental del Reino expresada con las imágenes del grano de mostaza y de la levadura: su prodigioso desarrollo acontece a partir de un comienzo insignificante. Sin embargo, este comienzo encierra una enorme potencialidad.
En el grano de mostaza y en la levadura podemos reconocer al mismo Jesús (cf. Jn 12,24) y su enseñanza, aunque también el testimonio eficaz de la comunidad cristiana, que no debe preocuparse por su propia «visibilidad». Por otra parte, esta comunidad no será nunca, aquí abajo, una comunidad de perfectos: deberá tolerar en su interior individuos turbulentos y ser capaz de superar las ocasiones de tropiezo. Sin embargo, el trabajo del tiempo presente desembocará en la gloria, cuando el Hijo del hombre —con quien se identifica Jesús— juzgará la historia y entregará el Reino al Padre, a fin de que Dios sea todo en todos (v 37-43; cf. 1 Cor 15,24-28).
A través de las parábolas se puede percibir, ya desde ahora, el proyecto divino sobre el cosmos —“lo que estaba oculto desde la creación del mundo”— que se realizará plenamente cuando este mundo llegue a su desenlace final.
Una semilla minúscula puede encerrar en sí un árbol majestuoso, una mies abundante: así sucede con el Reino, así sucede con Jesús. Ahora bien, la semilla debe morir para dar su fruto...
Un puñado de levadura fermenta toda una gran masa de harina y la transforma en pan. Sin embargo, la levadura debe desaparecer para ser eficaz... Jesús nos educa para contemplar la realidad con unos ojos nuevos, descubriendo en ella como en filigrana el designio del Padre, el rostro del Hijo, la acción del Espíritu.
A nosotros, discípulos constantemente tentados a desanimarnos, por la inutilidad de nuestros esfuerzos, nos ofrece el Señor su mirada, sus pensamientos, que distan de los nuestros como el cielo está por encima de la tierra.
Dios ha elegido lo que es débil, lo que es necio, insignificante a los ojos del mundo, para renovar el mundo desde sus fundamentos. Ha elegido la cruz —esto es, la aniquilación y la infamia— para salvar a la humanidad y redimir el cosmos. En consecuencia, no debe maravillarnos la presencia del mal que nos asedia y obstaculiza lo que hacemos. Este dato, de hecho, nos obliga a renovar cada día nuestra adhesión al Señor y, por eso mismo, a asumir nuestra cruz con perseverancia y amor. Sólo así podremos compartir la misión y la suerte del Hijo, que ha destruido el pecado y perdonado a los pecadores muriendo como semilla en el surco de nuestra historia para llevar al Padre, en «el tiempo de la siega», la abundante mies de los salvados.
Del fracaso de una hora ha germinado la gloria eterna, ofrecida a todos nosotros, «hijos del Reino», hijos en el Hijo por la misericordia del Padre.
Mateo 13,24-43: El Reino de los cielos se parece...
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: "El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas".
Les dijo otra parábola: "El Reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente". Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo".
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo." Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga."
DOMINGO DE LA 16 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año A
Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero."»
Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo.» Luego dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.» Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»
The Magdalen with the Smoking Flame, 1640. por Georges de La Tour (1593-1652)
¿Qué fue de la Magdalena una vez acabado el Evangelio?, por Luis Antequera
A este respecto habría que señalar que dicha tradición, fundada en el testimonio de san Gregorio de Tours en su obra De miraculis (op. cit. 1,30), iría anexa a una segunda, el retiro de la Virgen María a Éfeso acompañando al apóstol y evangelista Juan cuya tradición éfesa sí está muy consolidada. Una tradición, ésta de la estancia de María en Éfeso, que es sólo es una de las dos tradiciones existentes sobre el final de la vida de la Virgen María, ya que la otra tradición sitúa a la madre de Jesús desde el momento en que su hijo asciende al cielo y hasta el momento de su muerte en Jerusalén.
Existe una segunda tradición muy consolidada en las iglesias occidentales que es la que llamaríamos “tradición francesa”. Según ella, María Magdalena habría dado con sus huesos en Marsella acompañando a otro personaje evangélico, el Lázaro al que Jesús resucita en el Evangelio de Juan (los demás evangelios no citan el episodio).
Sobre esta tradición se ha de señalar que se halla relacionada con otra según la cual, María Magdalena sería la misma María que cita el evangelista Juan como hermana de Lázaro y de Marta. Una asociación que aunque muy consolidada en la tradición cristiana, no soporta excesivamente bien un riguroso análisis exegético, que más bien parece deducir que la María Magdalena que citan los cuatro evangelistas, no es la María hermana de Lázaro que cita sólo Juan.
Como quiera que sea, según esta segunda tradición, como decimos muy consolidada en las iglesias occidentales, Magdalena, junto con sus hermanos Lázaro y Marta, habría sido la evangelizadora de la Provenza francesa. Se habría retirado a un cerro, el Sainte-Baume, en el que se habría entregado a una vida de mortificación y penitencia durante unos treinta años. Desde allí, al llegar el momento de su muerte habría sido llevada por ángeles al oratorio de San Máximo en Aix en Provence.
Según el cronista Sigebert, en 745, por temor a los sarracenos (corren los tiempos de los hechos previos a los que canta la Chanson de Roland), sus reliquias habrían sido transferidas a Vézelay, situada en Borgoña, en la otra punta de Francia por lo tanto, donde aún hoy persiste un inveterado culto de la Magadalena. Para luego volver en algún momento a la Sainte Baume en Provenza.
De hecho en el año 1279 se hallan allí los restos de la santa en un sepulcro intacto, con una inscripción en la que se explicaban las razones de la ocultación, ocasión que sirve al Príncipe de Salerno, futuro rey Carlos II de Nápoles, para levantar un convento dominico en el lugar.
En el año 1600 las reliquias se colocan en un sarcófago enviado por el Papa Clemente VIII, con la cabeza colocada en vasija separada, lo que resultará providencial, porque aunque durante la Revolución Francesa el convento es destruido y las reliquias de la santa son profanadas y desaparecen, no corre igual suerte la cabeza, que aun hoy se venera en la gruta de Sainte Baume.
Fuente: religionenlibertad.com
¿Qué relación tuvo Jesús con María Magdalena?, por el P. Juan García Inza
Fue, según los evangelios, la primera a la que se le apareció Jesús después de la resurrección (Jn 20,11-18). De ahí la veneración que ha tenido en la Iglesia como testigo del resucitado. De estos pasajes no se puede deducir ni que fue una pecadora, ni mucho menos que fue la mujer de Jesús. Los que sostienen esto último acuden al testimonio de algunos evangelios apócrifos. Todos ellos, quizá con la excepción de un núcleo del Evangelio de Tomás, son posteriores a los evangelios canónicos y no tienen carácter histórico, sino que son un instrumento para trasmitir enseñanzas gnósticas. Según estas obras, que aunque lleven el nombre de evangelios no son propiamente tales sino escritos con revelaciones secretas de Jesús a sus discípulos después de la resurrección, Mariam (o Mariamne o Mariham; no aparece el nombre de Magdalena salvo en unos pocos libros) es la que entiende mejor esas revelaciones. Por eso es la preferida de Jesús y la que recibe una revelación especial.
La oposición que en algunos de estos textos (Evangelio de Tomás, Diálogos del Salvador, Pistis Sophía, Evangelio de María) muestran los apóstoles hacia ella por ser mujer refleja la consideración negativa que algunos gnósticos tenían de lo femenino y la condición de María como discípula importante.
Sin embargo, algunos quieren ver en esta oposición un reflejo de la postura de la Iglesia oficial de entonces, que estaría en contra del liderazgo espiritual de la mujer que proponían estos grupos. Nada de esto es demostrable. Esa oposición más bien puede entenderse como un conflicto de doctrinas: las de Pedro y otros apóstoles frente a las que estos grupos gnósticos exponían en nombre de Mariam. En cualquier caso, el hecho de que se recurra a María es una forma de justificar sus planteamientos gnósticos.
En otros evangelios apócrifos, especialmente en el Evangelio de Felipe, Mariam (esta vez citada también con el nombre de origen, Magdalena) es modelo de gnóstico, precisamente por su feminidad. Ella es símbolo espiritual de seguimiento de Cristo y de unión perfecta con él. En este contexto se habla de un beso de Jesús con María (si es que el texto hay que entenderlo realmente así), simbolizando esa unión, ya que mediante ese beso, una especie de sacramento superior al bautismo y la eucaristía, el gnóstico se engendraba a sí mismo como gnóstico.
El tono de estos escritos está absolutamente alejado de implicaciones sexuales. Por eso, ningún estudioso serio entiende estos textos como un testimonio histórico de una relación sexual entre Jesús y María Magdalena. Esta afirmación, que no tiene ningún fundamento histórico, ya que ni siquiera los cristianos de la época se vieron obligados a polemizar para defenderse de ella, resurge cada cierto tiempo como una gran novedad.
Sobre el autor: Fue ordenado sacerdote en 1965 y ha publicado una quincena de títulos. Es doctor en Derecho canónico y ha ejercido como consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad y de la Renovación Carismática. Es asesor espiritual de la Asociación María Reina de la Paz de Medjugorje.
María Magdalena, "apóstol de los apóstoles" (L´Osservatore Romano)
Es significativo que en el cuarto evangelio aparezca junto a la cruz con la madre de Jesús, la hermana de la madre, María de Cleofás, y el discípulo amado del Señor. En la hora de Jesús, en la hora de la elevación del Hijo del hombre (cf. Jn 3,14;8,28) y su glorificación (cf. Jn 12,23), bajo la cruz se hallan presentes los amigos del Señor, los que están unidos a él por el amor y ahora han sido llamados para ser la comunidad de Jesús, con la escandalosa ausencia de todos los discípulos, menos uno.
Ahora María Magdalena está ahí, bajo la cruz, en la hora extrema de la vida de Jesús (cf. Jn 19,25), mientras los demás discípulos han huido, abandonándolo. Precisamente ella y el discípulo amado son los únicos testigos de la muerte de Jesús y su resurrección.
En la cruz no dice nada y no hace nada, pero el tercer día después de la muerte, es decir, el primer día de la semana judía, de madrugada, cuando aún estaba oscuro, María va al sepulcro (cf. Jn 20,1-2.11-18). Según el cuarto evangelista, la suya es una iniciativa personal, pero en realidad el hecho de ir a la tumba, como figura típica y ejemplar, también representa a las demás mujeres que, según los evangelios sinópticos, también fueron con ella; por eso habla en plural, también en su nombre: «No sabemos dónde le han puesto».
Sin embargo hay que reconocer que, si es verdad que María Magdalena se ha ganado en Oriente el título de «isapóstolos», es decir, «igual que un apóstol», y en Occidente el de «apóstol de los apóstoles», en realidad nunca se le ha reconocido ningún valor eclesial, ni ninguna calidad ministerial.
Nos hallamos muy lejos de habernos tomado en serio las palabras de Rabano Mauro, un monje y obispo que vivió entre los siglos VIII y IX, el cual, en su biografía de María de Magdala (Vida de santa María Magdalena, 26-27), comenta la aparición a María de Jesús resucitado, subrayando que este hecho le confiere a esta mujer discípula una función decisiva en la Iglesia:
«María cree en el Cristo, encontrando su fe en él al escuchar la deseada voz del Señor, y con su presencia tan deseada (...) Creyó firmemente que el Cristo, hijo de Dios, que ella vio resucitado, era el verdadero Dios, aquel que ella había amado cuando estaba vivo; que verdaderamente había resucitado de entre los muertos, aquel al que había visto morir (...) El Salvador, convencido de que el de María era un purísimo amor, (...) la eligió apóstol de su ascensión (...) como poco antes la había erigido en evangelista de la resurrección (...) Ella, elevada a tan alta dignidad de honor y de gracia por el mismo hijo de Dios y salvador nuestro, (...) no dudó en ejercer el ministerio de apóstol con el cual había sido honrada (...) María, con sus co-apóstoles, anunció el Evangelio de la resurrección de Cristo con las palabras: «He visto al Señor» (Jn, 20, 18), y profetizó su ascensión con las palabras: «Subo a mi Padre y vuestro Padre» (Jn, 20, 17)».
De la mujer que vio resucitar a Jesús, por Luis Antequera
Primero, el criterio del testimonio múltiple, a saber, cuanto más sean los textos que aporten un dato y cuanto más diferentes sean esos textos, más probable es que el dato en cuestión sea históricamente cierto.
Pues bien, el descubrimiento de la Magdalena se registra en tres Evangelios, Marcos, Mateo y Juan, separados cronológicamente por más de cuarenta años (años 60 el de Marcos, años 70 el de Mateo, cercano al año 100 el de Juan), de los cuales uno, Juan, es muy diferente a los otros dos. Y el cuarto Evangelio, el de Lucas, aunque no recoja propiamente la aparición (en el relato de Lucas la primera aparición de Jesús parece ser para los discípulos de Emaús), hace un relato de los hechos en el que reconoce un protagonismo indiscutible al personaje que los otros tres textos convierten en protagonista central.
Versiones del suceso se recogen también en textos no canónicos, así el Evangelio de Pedro, apócrifo datable en el s. II, y de gran importancia en algún momento de la vida de la Iglesia, según sabemos por el testimonio de Serapión, obispo de Antioquía entre los años 190 y 200. Cuatro textos “y medio” (el medio es Lucas) pues, absolutamente diversos los unos de los otros: muchos textos, se lo aseguro, en términos de testimonio múltiple.
Segundo, el criterio de la dificultad o lectio difficilior: según él, no es razonable que un autor incluya en su texto datos que se muestran incómodos para el propósito de su trabajo, y si lo hace, es que son necesariamente reales. Veamos pues como ajusta este criterio al episodio del descubrimiento de la Magdalena.
En el pensamiento y en la práctica judicial de los judíos, el testimonio de una mujer es menos valioso que el de un hombre. Se acostumbra a decir que la mitad. Que ello es así cabe extraerlo de varios pasajes del Antiguo Testamento, como aquél en el que el Levítico realiza la valoración de un hombre y de una mujer a efectos de un voto:
“Si alguien quiere cumplir ante Yahvé un voto relativo a una persona, la estimación de su valor será la siguiente: si se trata de un varón entre veinte y sesenta años, se estimará su valor en cincuenta siclos de plata, en siclos del santuario. Mas si se trata de una mujer, el valor será de treinta siclos. Entre los cinco y los veinte años el valor será: si es chico, veinte siclos; si es chica, diez siclos” (Lv 27,2-5).
El judeo español Maimónides (n.1135-m.1204), uno de los grandes exégetas judíos del Antiguo Testamento, asegura que la palabra “testigo” citada en el Deuteronomio (Dt 17,6; Dt 19,15-21) está escrita en masculino, algo que, según él, no es así por casualidad.
El propio Corán, que aunque no es propiamente un texto judío sí refleja bien el acerbo semítico de pensamiento, acude en respaldo de la tesis cuando dice: “Llamad para que sirvan de testigos a dos de vuestros hombres. Si no los hay, elegid a un hombre y dos mujeres” (C. 2, 282).
Pues bien, esta importante dificultad, la escasa validez del testimonio femenino, apunta con el criterio de la dificultad a la franqueza y sinceridad de la percepción que los narradores tuvieron de que efectivamente Jesús había resucitado, pues de haberse tratado de una pantomima cabal e intencionadamente pergeñada y de no haber creído sinceramente en ella los que la relataban, sus autores judíos jamás habrían convertido a una mujer, menos aún en solitario, en la primera y principal avalista de dicha resurrección.
Para que nos entendamos: es como si hoy día alguien pretendiera sostener la presencia de un OVNI en un determinado lugar sobre el testimonio de un niño de cuatro años: aunque él mismo tuviera por válido dicho testimonio, teniendo otros que considerara más presentables, se abstendría de utilizar el primero.
Fuente: religionenlibertad.com
¿Fue María Magdalena una prostituta?, por Luis Antequera
Y bien, ¿cuál es esa “vida fácil” a la que se refiere el Papa cuando de María Magdalena habla? O dicho de manera mucho más amplia, ¿qué es lo que sobre María Magdalena sabe el lector de los evangelios?
Lo único incontrovertible que conocemos sobre su persona es que de su cuerpo sacó Jesús “siete demonios” (Lc 8,2). Su nombre apunta a pensar que fuera originaria de la ciudad galilea de Magdala, que podría estar unos kilómetros al nordeste de Nazareth, al borde del lago Genesaret, también llamado Mar de Galilea, lago Kineret o de Tiberíades, que de las cuatro maneras es conocido.
A partir de ahí, la tradición ha realizado algunas identificaciones de su persona y entre ellas ésta que es quizás la más conocida y que la asimila a la pecadora perdonada por Jesús:
“Había en la ciudad una mujer pecadora pública. Al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume y, poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.» Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» Él dijo: «Di, maestro.» «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» Él le dijo: «Has juzgado bien.» Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?» Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»”. (Lc 7,36-50)
La razón de tan precipitada asociación tal vez tenga que ver con la cercanía del pasaje en cuestión con aquél en el que Lucas presenta expresamente a la Magdalena, justo en el siguiente párrafo (aunque en distinto capítulo ya):
“Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes” (Lc. 8,1-3)
Todo ello convertiría a nuestra Magdalena en lo más parecido a una prostituta, y lo cierto es que como tal, la ha venido representando la numerosa iconografía existente sobre ella. Una iconografía que la ha dotado generalmente de extraordinaria belleza y de indudable voluptuosidad, permitiéndose sus iconógrafos unas liberalidades que no se han permitido con ningún otro personaje evangélico.
Todo parece indicar que dicha asociación, bastante forzada, admitámoslo, es debida a la Homilía 33 del papa san Gregorio I Magno, pronunciado en el año 591, según la cual: “La que Lucas llama pecadora y Juan, María, creemos que es la María de la que según Marcos fueron echados siete demonios. ¿Y qué si no todos los vicios significan esos siete demonios?”
La lectura detenida del texto de Lucas desaconseja, sin embargo, tal asociación, e invita más bien a realizar otra según la cual, María Magdalena sería cercana a la figura de Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, lo que la convertiría, bien al contrario de lo que ha venido sosteniéndose tradicionalmente, en mujer de una cierta posición social, posiblemente incluso rica en cuanto que era una de esas mujeres de las “que servían con sus bienes” a Jesús y a sus numerosos acompañantes.
Quizás es en este contexto en el que mejor cabe entender las palabras de Benedicto XVI al hablar de “la vida fácil” que llevaba a cabo Magdalena antes de conocer a Jesús… Un vida fácil que no es tanto la de las prostitutas con las que acostumbra a asociar el imaginario común a la Magdalena (¡como si la de las prostitutas fuera en verdad una vida fácil, las pobres!), como la de la mujer rica que da todo lo que tiene para seguir a quien no le promete sino una vida de privaciones para la salvación de su alma.
Dicho todo lo cual, la Magdalena no vuelve a aparecer en los evangelios hasta el final, donde se convierte en protagonista indiscutible tanto en la pasión como en la resurrección de Jesús. Pero este tema ya lo hemos tratado en otra ocasión, por lo que no es cosa de volver a tratarlo aquí y les dejo el enlace por si aún tienen ganas de seguir con el tema.
Fuente: religionenlinertad.com
Por "expreso deseo del Papa" se instituye la fiesta de María Magdalena
Según ha informado la Santa Sede, esta decisión, que se enmarca en el Jubileo de la Misericordia (8 de diciembre del 2015 al 20 de noviembre del 2016), se ha puesto en práctica bajo el "expreso deseo del Santo Padre Francisco". Así, explica que Santa María Magdalena es "un ejemplo de verdadera y auténtica evangelizadora" porque fue "mensajera y anunció la buena noticia de la resurrección del Señor".
"El Santo Padre Francisco ha tomado esta decisión en el marco del Jubileo de la Misericordia para señalar la relevancia de esta mujer que mostró un gran amor a Cristo y que fue tan amada por Cristo", ha afirmado la Santa Sede.
En dicho Decreto se indica que el día de la celebración seguirá siendo el 22 de julio, excepto en los lugares en los que, por concesión particular, ya se celebra otro día o con otro grado. Además, se presenta la versión latina del Prefacio, de cuya traducción se ocuparán las Conferencias Episcopales.
En un Artículo publicado en L'Osservatore Romano, titulado «Apostolorum Apostola», Mons. Arthur Roche, Arzobispo Secretario de la Congregación para el Culto Divino, señala que la decisión se inscribe en el actual contexto eclesial que pide reflexionar más profundamente sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza de la misericordia divina.
El Papa Francisco, resalta Mons. Roche, ha tomado esta decisión en el Jubileo de la Misericordia para resaltar la relevancia de esta mujer que mostró un gran amor por Cristo y Cristo por ella. María de Magdala es la primera en ver el sepulcro abierto y la primera en escuchar la verdad de la Resurrección del Señor.
Finalmente, señala el Arzobispo Secretario, «es justo que la celebración litúrgica de esta mujer tenga el mismo grado de fiesta dado a la celebración de los apóstoles en el Calendario Romano General y que resalte la especial misión de esta mujer, que es ejemplo y modelo para toda mujer en la Iglesia».
22 de julio: SANTA MARÍA MAGDALENA (Lecturas)
Así dice la esposa: “En mi cama, por la noche, buscaba el amor de mi lama: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando el amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: “¿Visteis al amor de mi alma?”. Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma."
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."" María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."
viernes, 21 de julio de 2023
jueves, 20 de julio de 2023
21 Julio: San Lorenzo de Brindisi, por CH
Se llamaba César y era una lumbrera. Ya con tan solo seis añitos asombraba a todos por su memoria pues era capaz de aprender varias páginas enteras y repetirlas en público.
Se educó con los franciscanos y acabó pidiendo el ingreso en los capuchinos de Verona. El superior le advirtió que le iba a ser difícil aquella vida de trabajo y oración, a lo que respondió el joven “Con un crucifijo en mi habitación, lo puedo todo”.
Al hacer su profesión religiosa tomó el nombre de Lorenzo y pronto destacó como gran predicador, lo que le permitió realizar grandes servicios a la Iglesia y a toda Europa, pues sabía además griego, hebreo, alemán, bohemio, francés y español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.
En unos tiempos revueltos por la codicia de los turcos que pretendían dominar Europa, supo reconciliar entre sí a muchos gobernantes que no se podían tragar y ponerlos de acuerdo ante el enemigo común.
Murió en Lisboa después de entrevistarse con Felipe II al que había acudido para interceder por los napolitanos que sufrían las injusticias del duque de Osuna.
La Iglesia le celebra como San Lorenzo de Brindisi.
martes, 18 de julio de 2023
sábado, 8 de julio de 2023
Mateo 11,25-30: La revelación del Evangelio a los humildes
25 En aquel tiempo, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
26 Sí, Padre, porque así lo has querido.
27 Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre,
28 Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
29 Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón,
30 Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".