La primera lectura nos habla del monoteísmo de Israel, cuyo Dios es muy superior a todos los demás dioses de los pueblos paganos que le rodean. Sus actos están basados en la justicia, es todopoderoso, pero al mismo tiempo es un Dios que juzga con benignidad, gobierna con indulgencia, enseña siendo compasivo, proporciona a sus hijos una dulce esperanza, pues siempre da la oportunidad al arrepentimiento.
En el evangelio de este día Jesús sigue explicando el Reino de Dios y lo hace, como hemos visto anteriormente, usando como herramienta de su enseñanza unas parábolas para hacer pensar a la gente, pues aunque el relato está basado en hechos de la vida real, su contenido es usado para ofrecer algo más de lo que se ve a primera vista.
Hoy el Señor nos presenta tres relatos para continuar hablando del Reino para que los oyentes capten el significado del mismo.
En la primera nos habla de un hombre que sembró buena semilla. Cuando él y su gente dormían, vino el enemigo y sembró cizaña. Pasado el tiempo tanto el trigo como la cizaña crecieron. Los criados quisieron resolver el problema arrancando la cizaña, pero el dueño les dijo que no, que si lo hacían pudieran también extirpar el trigo y se perdería la cosecha. Mejor era esperar hasta el final y entonces sería fácil separar ambas, una para el fuego y el trigo para el granero.
La segunda historia que les cuenta está basada en la observación de la naturaleza. La mostaza cuyo grano es la semilla más pequeña, pero que cuando crece se convierte como en un árbol donde los pájaros hacen sus nidos. El Reino de Dios está en sus comienzos, pero sin duda crecerá hasta que se haga como un árbol.
Por último les habla de la levadura que una mujer mete en tres medidas de harina, y la hace fermentar.
En la primera parece como se nos dice que hemos de vivir en este mundo, donde hay cizaña, donde hay toda clase de enemigos, tentaciones, maldad y debemos crecer en lo que es del Reino, sin dejarnos llevar de aquello que no viene del sembrador de la buena semilla. Pero también en medio de esos que no piensan como nosotros, que aún creyendo en el mismo Dios, lo hacen y viven su fe de una forma distinta.
La mostaza nos puede hacer reflexionar sobre la sencillez. Parece que algunos buscan a Dios siempre en los grandes acontecimientos, en el ejercicio del poder. Sin embargo Elías se encuentra con Dios, no en el trueno o el huracán, sino más bien en la brisa que pasa por delante de la cueva. Sí nos podemos encontrar con Dios en las grandes celebraciones litúrgicas de esas hermosas basílicas, pero no menos en las pequeñas chabolas que hacen de capilla. Al fin y al cabo cuando Jesús entró en este mundo lo hizo en un pesebre, no en un hotel de cinco estrellas.
La levadura que hace fermentar una cantidad mucho mayor de harina, nos puede indicar que los miembros del Reino están llamados a fermentar el mundo que les rodea, humanizar la existencia humana. Informes recientes señalan que el número de los pobres en el mundo ha aumentado considerablemente, hay programas informativos en la televisión que nos muestran las viviendas de alguna gente en países del llamado primer mundo donde corren peligro sus vidas por la calidad, mejor dicho, por la falta de calidad de sus viviendas, al mismo tiempo que existe un gran riesgo de perder la salud porque en dichos apartamentos viven inquilinos que no pertenecen a la raza humana. Existen familias que apenas pueden comer porque son esclavos de instituciones financieras.
Los ciudadanos del Reino de Dios tenemos una misión muy concreta, fermentar el mundo para que sea todo lo bueno y humano que pueda ser, donde se encuentre la vida, se hable la verdad, se aspire a la santidad, se obre con justicia, se trabaje por la paz y se ame sin barreras.
En el evangelio de este día Jesús sigue explicando el Reino de Dios y lo hace, como hemos visto anteriormente, usando como herramienta de su enseñanza unas parábolas para hacer pensar a la gente, pues aunque el relato está basado en hechos de la vida real, su contenido es usado para ofrecer algo más de lo que se ve a primera vista.
Hoy el Señor nos presenta tres relatos para continuar hablando del Reino para que los oyentes capten el significado del mismo.
En la primera nos habla de un hombre que sembró buena semilla. Cuando él y su gente dormían, vino el enemigo y sembró cizaña. Pasado el tiempo tanto el trigo como la cizaña crecieron. Los criados quisieron resolver el problema arrancando la cizaña, pero el dueño les dijo que no, que si lo hacían pudieran también extirpar el trigo y se perdería la cosecha. Mejor era esperar hasta el final y entonces sería fácil separar ambas, una para el fuego y el trigo para el granero.
La segunda historia que les cuenta está basada en la observación de la naturaleza. La mostaza cuyo grano es la semilla más pequeña, pero que cuando crece se convierte como en un árbol donde los pájaros hacen sus nidos. El Reino de Dios está en sus comienzos, pero sin duda crecerá hasta que se haga como un árbol.
Por último les habla de la levadura que una mujer mete en tres medidas de harina, y la hace fermentar.
En la primera parece como se nos dice que hemos de vivir en este mundo, donde hay cizaña, donde hay toda clase de enemigos, tentaciones, maldad y debemos crecer en lo que es del Reino, sin dejarnos llevar de aquello que no viene del sembrador de la buena semilla. Pero también en medio de esos que no piensan como nosotros, que aún creyendo en el mismo Dios, lo hacen y viven su fe de una forma distinta.
La mostaza nos puede hacer reflexionar sobre la sencillez. Parece que algunos buscan a Dios siempre en los grandes acontecimientos, en el ejercicio del poder. Sin embargo Elías se encuentra con Dios, no en el trueno o el huracán, sino más bien en la brisa que pasa por delante de la cueva. Sí nos podemos encontrar con Dios en las grandes celebraciones litúrgicas de esas hermosas basílicas, pero no menos en las pequeñas chabolas que hacen de capilla. Al fin y al cabo cuando Jesús entró en este mundo lo hizo en un pesebre, no en un hotel de cinco estrellas.
La levadura que hace fermentar una cantidad mucho mayor de harina, nos puede indicar que los miembros del Reino están llamados a fermentar el mundo que les rodea, humanizar la existencia humana. Informes recientes señalan que el número de los pobres en el mundo ha aumentado considerablemente, hay programas informativos en la televisión que nos muestran las viviendas de alguna gente en países del llamado primer mundo donde corren peligro sus vidas por la calidad, mejor dicho, por la falta de calidad de sus viviendas, al mismo tiempo que existe un gran riesgo de perder la salud porque en dichos apartamentos viven inquilinos que no pertenecen a la raza humana. Existen familias que apenas pueden comer porque son esclavos de instituciones financieras.
Los ciudadanos del Reino de Dios tenemos una misión muy concreta, fermentar el mundo para que sea todo lo bueno y humano que pueda ser, donde se encuentre la vida, se hable la verdad, se aspire a la santidad, se obre con justicia, se trabaje por la paz y se ame sin barreras.
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