El testimonio de Jesús sobre sí mismo
8:12 Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida".
8:13 Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale".
8:14 Jesús les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
8:15 Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie,
8:16 y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.
8:17 En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
8:18 Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí".
8:19 Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?" Jesús respondió: "Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre".
8:20 Él pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
8:12 Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida".
8:13 Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale".
8:14 Jesús les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
8:15 Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie,
8:16 y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.
8:17 En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
8:18 Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí".
8:19 Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?" Jesús respondió: "Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre".
8:20 Él pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
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