viernes, 12 de enero de 2024

13 de enero: SAN HILARIO de Poitiers (315-367), Obispo y doctor de la Iglesia


— Familia y juventud

San Hilario —su nombre significa "sonriente"— nació en Poitiers, Francia, hacia el año 315. Se crió en una familia pagana de la aristocracia romana local, pero su gran curiosidad y su pasión por la verdad, le llevaron a estudiar filosofía, especialmente el neoplatonismo.

Después dio con los libros sagrados y el Evangelio de San Juan iluminó su vida. Hilario se convierte al cristianismo por sus estudios, ya adulto, casado y con una hija, Abre.

Recibe el bautismo en el año 345. A partir de entonces vive con tanta honestidad y virtud que al fallecer el obispo de Poitiers el pueblo lo aclama como obispo de su ciudad en el año 350, cátedra que ocupó durante siete años hasta que fue desterrado a Frigia por el emperador Constancio II, de ideas arrianas.

— Contra el arrianismo y el fructífero destierro en Frigia

Constancio se había alineado con las decisiones del sínodo arriano de Béziers del año 356. En la Galia, ya como obispo, Hilario había continuado sus estudios y perfeccionado su formación teológica pero es su destierro en Frigia y el contacto con la teología de Oriente lo que hace fructificar su pensamiento.

El siglo IV en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios. Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo recibiesen.

De Fide Adversus Arrianos o De Trinitate

El destierro en Frigia duró cinco años, durante los que aprendió el griego y descubrió a Orígenes y la producción teológica de los Padres orientales. Con estas bases escribe un riguroso estudio titulado De Fide adversus Arrianos o De Trinitate, el tratado más profundo hasta entonces sobre el dogma trinitario. Allí también escribió el opúsculo Contra Maxertiam, en el que atacó al emperador Constancio, acusándole de cesaropapismo y de inmiscuirse en las disputas teológicas y asuntos internos de la disciplina eclesiástica.

Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo. "Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique la verdad". Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba su mejor obra.

Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como Anticristo.

Considerado como un agitador e intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para echarlo de Oriente. Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios, sobre los salmos y sobre El Evangelio de San Mateo, cuyo primer comentario en lengua latina que ha llegado hasta nosotros es suyo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el "Gloria in excelsis".

Vuelve a la lucha. En Milán está el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la discordia en la Iglesia de esa ciudad.

Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió.

— El Atanasio de Occidente o martillo de los arrianos

Hilaio es reconocido como el «Atanasio de Occidente», de quien era contemporáneo. Ambos teólogos son cruciales en la crítica del arrianismo y participaron en las polémicas teológicas con discursos y escritos, defendiendo la ortodoxia teológica.

Sin embargo, San Hilario parece haberse ido en ocasiones al otro extremo como cuando hablaba del "cuerpo" de Jesús como un cuerpo celeste, dado que había sido engendrado de manera milagrosa en la Virgen María. Afirma Hilario que el cuerpo de Jesús ya era glorioso en su vida humana aunque tal gloria estaba escondida a los ojos de quienes pudieron verlo a excepción de la Transfiguración, donde se mostró tal cual era.

Sus himnos, descubiertos en época contemporánea, lo convierten en un pionero de esta forma poético-musical, precediendo a san Ambrosio de Milán, siendo quien introdujo en el mundo latino cristiano una nueva poesía inspirada en los modelos clásicos greco-latinos y bíblicos (salmos alfabéticos).

— Muerte

Murió el 13 de enero del año 367. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes.

San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe. Por la profunda influencia que ejerció como escritor y por sus grandes aportaciones para la definición del dogma trinitario, el papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario doctor de la Iglesia en 1851.

13 de enero: San Hilario de Poitiers

martes, 9 de enero de 2024

9 de enero: San Eulogio de Córdoba, Arzobispo (800- †859)



Eulogio significa: el que habla bien (Eu = bien, logios = hablar).

Dicen que San Eulogio es la mayor gloria de España en el siglo noveno. Vivió en la ciudad de Córdoba, que estaba ocupada por los musulmanes o mahometanos, los cuales solamente permitían ir a misa a los que pagaban un impuesto especial por cada vez que fueran al templo, y castigaban con pena de muerte al que hablara en público de Jesucristo, fuera del templo.

— Infancia

Nació en el año 800 de una familia senatorial que se conservaba fervientemente católica en medio de la apostasía general cuando la mayoría de los católicos había abandonado la fe por miedo al gobierno musulmán. Eulogio será el que logrará renovar el fervor por la religión católica en su ciudad y los alrededores.

Su abuelo, que se llamaba también Eulogio, lo enseñó desde pequeño a que cada vez que el reloj de la torre daba las horas, dijera una pequeña oración, por ejemplo: "Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven a prisa a socorrerme".

— Juventud

Recibió su primera formación en el colegio sacerdotal de la basílica de San Zoilo, situada en el barrio de los Tiraceros. Después se integró en la escuela del abad Speraindeo, el maestro santo y sabio que lo formó muy bien en filosofía y otras ciencias. Aquí coincidió con Paulo Álvaro, más conocido como Álvaro de Córdoba, perteneciente a una de las familias más distinguidas de Colonia Patricia, con quien le unirá una amistad que durará hasta la muerte. Álvaro fue el primer biógrafo de San Eulogio, con la: Vita vel passio Divi Eulogii (860). En ella habla del linaje senatorial de su amigo, del encanto de su trato, de la gracia de su mirada, de la suave claridad de su ambiente y de la bondad e inocencia que se escondían en su cuerpo menudo.

Su biógrafo lo describe así en su juventud:

"Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la Ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los Reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España".

— Servicio sacerdotal

Ordenado sacerdote, repartió su vida entre la contemplación dentro de los monasterios próximos a la ciudad y la cura pastoral. Empezó a sobresalir por su gran elocuencia el predicar y por el buen ejemplo de su santa conducta. Su celo era tal que, como dice su biógrafo, "tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz" y "su mayor afán era tratar de agradar cada día más y más a Dios y dominar las pasiones de su cuerpo".

Eulogio era un gran lector y por todas partes iba buscando y consiguiendo nuevos libros para leer y prestar a sus amigos. Nunca se guardaba para él solo los conocimientos que adquiría. Trataba de hacerlos llegar al mayor número posible de amigos y discípulos. Todos los creyentes de Córdoba, especialmente sacerdotes y religiosos se fueron reuniendo alrededor de Eulogio.

— 848, un viaje de descubrimientos

En 848 emprendió un viaje hacia Francia, pero al atravesar por la Marca Hispánica encontró dificultades debido a la rebelión de Guillermo de Septimania contra el rey de Francia Occidental Carlos el Calvo. Intentó entonces pasar a Aquitania a través de Pamplona, pero allí también se estaba produciendo el levantamiento del conde García Ennecones o Íñiguez.

Acogido por el obispo de Pamplona Gilesindo, visitó los monasterios pirenaicos para más tarde difundir entre las autoridades eclesiásticas mozárabes de Al-Ándalus importantes obras de la cultura cristiana y occidental.

En Leyre halló una Vida de Mahoma que contenía debates teológicos cristianos; en San Pedro de Siresa, Aragón, descubrió obras de tradición grecolatina que no habían sido conservadas en la Córdoba del Califato, como la Eneida, poesía de Horacio y Juvenal, fábulas de Aviano o La ciudad de Dios de San Agustín, que a partir de ese momento formaron parte de la cultura hispánica andalusí.

Regresó siguiendo el camino de Zaragoza, Bílbilis (Calatayud), Arcóbriga, Sigüenza y Compluto (Alcalá de Henares), deteniéndose en el Toledo del obispo Wistremiro. Este viaje fue sumamente útil al sacerdote cordobés. Recogió experiencias, descubrió la mentalidad de los cristianos independientes del poder musulmán y pudo enriquecer las escuelas de Córdoba con libros latinos que no se encontraban en la España musulmana.

— Persecución y cárcel

En el año 850 estalló la persecución contra los católicos de Córdoba. El gobierno musulmán mandó asesinar a un sacerdote y luego a un comerciante católico. Los creyentes más fervorosos se presentaron ante el alcalde de la ciudad para protestar por estas injusticias y declarar que reconocían como jefe de su religión a Jesucristo y no a Mahoma. Enseguida los mandaron torturar y los hicieron degollar. Murieron jóvenes y viejos, en gran número. Algunos católicos que en otro tiempo habían renegado de la fe por temor, se presentaron ante los perseguidores y murieron mártires.

“Memorial de los Santos”

A causa de su defensa del movimiento martirial, también Eulogio fue a prisión junto con el obispo Saulo. En la cárcel desde el comienzo del otoño, escribió mucho: el Memorial de los Santos, dedicado a los más flojos que decían que no había que proclamar en público las creecias; una larga carta al obispo de Pamplona fechada el 15 de noviembre, y el Documento martirial.

“Documento Martirial”

Dedicado a las santas Flora y María, también en prisión como él. Estas dos jóvenes estaban muy desanimadas. Lo supo San Eulogio y compuso para ellas este librito asegurándoles que el Espíritu Santo les concedería un valor que ellas nunca habían imaginado tener y que no les permitiría perder su honor. Las dos jóvenes proclamaron valientemente su fe en Jesucristo y le escribieron al santo que en el cielo rogarían por él y por los católicos de Córdoba para que no desmayaran de su fe. Fueron martirizadas y pasaron gloriosamente de esta vida a la eternidad feliz.

“Memorial de los Mártires”

El 29 de noviembre de 851 Eulogio fue liberado de la cárcel. Fuera se encontró con la destrucción de templos cristianos y de la escuela donde enseñaba. El trono omeya de Muhammad I endurece las medidas contra los cristianos. Eulogio pasa diez años huyendo por la ciudad y los campos. Va recogiendo los datos de los cristianos que son martirizados y los publica en su Memorial de los mártires.

— Elegido arzobispo por los hombres y mártir por Dios

En el año 858 murió el Arzobispo de Toledo y los sacerdotes y los fieles eligieron a Eulogio para ser el nuevo Arzobispo. Pero el gobierno musulmán se opuso. Algo más glorioso le esperaba: el martirio.

A principios del 859, Eulogio es detenido por haber ayudado a ocultarse a una joven llamada Leocricia, hija de padres musulmanes, que había sido convertida por la monja Liliosa. Lucrecia y Eulogio fueron llevados ante el juez.

El prestigio personal de Eulogio y su dignidad de obispo electo de Toledo hicieron que el juicio se desarrollara ante el emir, el cual tuvo que oír de sus labios una defensa ardiente del cristianismo. Se intentó conseguir del santo un simulacro de retractación para dejarlo libre: "Pronuncia una sola palabra y después sigue la religión que te plazca", le dijo uno de los que rodeaban al emir, pero él siguió disertando acerca de las promesas del Evangelio. En vista de esto fue condenado a decapitación. "Este -dice Álvaro- fue el combate hermosísimo del doctor Eulogio, éste su glorioso fin, éste su tránsito admirable. Eran las tres de la tarde de un sábado, 11 de marzo de 859". Su cuerpo fue sepultado en la basílica de San Zoilo.

En diciembre del 883, Alfonso III el Magno obtuvo del emir Muhammad I las reliquias de Eulogio y las de Santa Leocricia. El encargado de la petición y del traslado fue el presbítero toledano Dulcidio. Colocadas en la Cripta de Santa Leocadia en la catedral de Oviedo en enero del 884, fueron trasladadas a la Cámara Santa en 1303, y allí se veneran.



sábado, 6 de enero de 2024

BAUTISMO DEL SEÑOR, Año B

Isaías 42,1-4.6-7
Salmo 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz
Hechos de los Apóstoles 10,34-38
Marcos 1,7-11


Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»


Salmo 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica.
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz



En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»



En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

Mc 1,9-11: El bautismo de Jesús

Mc 1,9-11 

9 En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él 
     como una paloma;
11 y una voz desde el cielo dijo: 
     "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección".

BAUTISMO DEL SEÑOR


Lecturas de la Misa:

6 de enero: Epifanía del Señor

martes, 2 de enero de 2024

3 de enero: Del Nombre de Jesús

2 de enero: Santos Basilio Magno y Gregorio Nacienceno

San Gregorio Nacianceno


San Basilio Magno o Basilio de Cesarea


SAN BASILIO, Obispo de Cesarea y Doctor de la Iglesia, por Benedicto XVI



San Basilio, obispo y Dóctor de la Iglesia, es maestro de vida para los cristianos de hoy. Nació en torno al año 330 en el seno de una familia de santos (tres de sus nueve hermanos son santos).

Antes de ser elegido obispo abrazó la vida monacal, creando « un monaquismo muy particular: no estaba cerrado a la comunidad de la Iglesia local, sino abierto a ella».

Combatió el arrianismo; escribió muchas e importantes obras y, principalmente, reglas monásticas, por las que se rigen aún muchos monjes orientales; ayudó en gran manera a los pobres. Murió el 1 de enero del año 379

Intervención de Benedicto XVI 
en la que presentó la figura de san basilio:

Si bien San Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia, en la actual Turquía, falleció en el año 379, sigue siendo hoy un maestro de vida cristiana, considera Benedicto XVI. A este padre de la Iglesia dedicó su intervención durante la semanal audiencia general, del miércoles 4 julio 2007, en la que participaron doce mil peregrinos, primero en la Basílica de San Pedro del Vaticano y luego en el Aula Pablo VI.

«Fue un hombre que vivió con la mirada puesta en Cristo, un hombre del amor por el prójimo», dijo el Papa. «Lleno de la esperanza y de la alegría de la fe, Basilio nos muestra cómo ser realmente cristianos», añadió.

El obispo de Roma releyó el programa de vida que el mismo Basilio había adoptado: «apóstol y ministro de Cristo, dispensador de los misterios de Dios, heraldo del reino, modelo y regla de piedad, ojo del cuerpo de la Iglesia, pastor de las ovejas de Cristo, médico piadoso, padre y nodriza, cooperador de Dios, agricultor de Dios, constructor del templo de Dios».

Basilio nació en torno al año 330 en el seno de una familia de santos (tres de sus nueve hermanos son santos). Antes de ser elegido obispo abrazó la vida monacal, creando « un monaquismo muy particular: no estaba cerrado a la comunidad de la Iglesia local, sino abierto a ella».

«Sus monjes formaban parte de la Iglesia local, eran su núcleo animador que, precediendo a los demás fieles en el seguimiento de Cristo y no sólo de la fe, mostraba su firme adhesión a Él, el amor por Él, sobre todo en las obras de caridad».

«Estos monjes, que tenían escuelas y hospitales, estaban al servicio de los pobres y de este modo mostraron la vida cristiana de una manera completa», explicó Benedicto XVI.

«Como obispo y pastor de su extendida diócesis --siguió recordando--, Basilio se preocupó por las difíciles condiciones materiales en las que vivían los fieles; denunció con firmeza el mal; se comprometió con los pobres y los marginados; intervino ante los gobernantes para aliviar los sufrimientos de la población, sobre todo en momentos de calamidad; veló por la libertad de la Iglesia, enfrentándose a los potentes para defender el derecho de profesar la verdadera fe».

«Dio testimonio de Dios, que es amor y caridad, con la construcción de varios hospicios para necesitados, una especie de ciudad de la misericordia, que tomó su nombre “Basiliade”. En ella hunden sus raíces las los modernos hospitales para la atención de los enfermos», indicó.

«En su amor por Cristo y su Evangelio», dijo el Papa, este padre de la Iglesia «se comprometió también por sanar las divisiones dentro de la Iglesia, tratando siempre de que todos se convirtieran a Cristo y a su Palabra, fuerza unificadora, a la que todos los creyentes tienen que obedecer».

2 de enero: SAN GREGORIO NACIANCENO, por Benedicto XVI




San Gregorio Nacianceno, al igual que san Basilio, era originario de Capadocia. Ilustre teólogo, orador y defensor de la fe cristiana en el siglo IV, fue célebre por su elocuencia y, al ser también poeta, tuvo un alma refinada y sensible.

Infancia y juventud

San Gregorio nació en el seno de una familia noble. Su madre lo consagró a Dios desde su nacimiento, que tuvo lugar alrededor del año 330. Después de la educación familiar, frecuentó las más célebres escuelas de su época: primero fue a Cesarea de Capadocia, donde entabló amistad con san Basilio, futuro obispo de esa ciudad; luego estuvo en otras metrópolis del mundo antiguo, como Alejandría de Egipto y sobre todo Atenas, donde se encontró de nuevo con san Basilio (cf. Oratio 43, 14-24: SC 384, 146-180).

Recordando su amistad con san Basilio, escribirá más tarde: "Yo, entonces, no sólo sentía gran veneración hacia mi gran amigo Basilio por la austeridad de sus costumbres y por la madurez y sabiduría de sus discursos, sino que también inducía a tenerla a otros que aún no lo conocían... Nos impulsaba el mismo anhelo de saber... Nuestra competición no consistía en ver quién era el primero, sino en quién permitiría al otro serlo. Parecía que teníamos una sola alma en dos cuerpos" (Oratio 43, 16.20: SC 384, 154-156.164). Esas palabras representan en cierto sentido un autorretrato de esta alma noble. Pero también se puede imaginar que este hombre, fuertemente proyectado más allá de los valores terrenos, sufrió mucho por las cosas de este mundo.

Bautismo, atracción hacia la vida monástica,
ordenación sacerdotal

Al volver a casa, san Gregorio recibió el bautismo y se orientó hacia la vida monástica: se sentía atraído por la soledad y la meditación filosófica y espiritual. Él mismo escribirá: "Nada me parece más grande que esto: hacer callar a los sentidos; salir de la carne del mundo; recogerse en sí mismo; no ocuparse ya de las cosas humanas, salvo de las estrictamente necesarias; hablar consigo mismo y con Dios; vivir una vida que trascienda las cosas visibles; llevar en el alma imágenes divinas siempre puras, sin mezcla de formas terrenas y erróneas; ser realmente un espejo inmaculado de Dios y de las cosas divinas, y llegar a serlo cada vez más, tomando luz de la Luz...; gozar del bien futuro ya en la esperanza presente, y conversar con los ángeles; haber dejado ya la tierra, aun estando en la tierra, transportados a las alturas con el espíritu" (Oratio 2, 7: SC 247, 96).

Como confiesa él mismo en su autobiografía (cf. Carmina [historica] 2, 1, 11 de vita sua 340-349: PG 37, 1053), era reacio a recibir la ordenación presbiteral, porque sabía que así debería ser pastor, ocuparse de los demás, de sus cosas, y por tanto ya no podría dedicarse exclusivamente a la meditación. Con todo, aceptó esta vocación y asumió el ministerio pastoral con obediencia total, aceptando ser llevado por la Providencia a donde no quería ir (cf. Jn 21, 18), como a menudo le aconteció en la vida.

En el año 371, su amigo Basilio, obispo de Cesarea, contra el deseo del mismo Gregorio, lo quiso consagrar obispo de Sásima, una localidad estratégicamente importante de Capadocia. Sin embargo, él, por diversas dificultades, no llegó a tomar posesión, y permaneció en la ciudad de Nacianzo.

Defensor de la fe trinitaria

Hacia el año 379, san Gregorio fue llamado a Constantinopla, la capital, para dirigir a la pequeña comunidad católica, fiel al concilio de Nicea y a la fe trinitaria. En cambio, la mayoría había aceptado el arrianismo, que era "políticamente correcto" y considerado políticamente útil por los emperadores.

De esta forma, san Gregorio se encontró en una situación de minoría, rodeado de hostilidad. En la iglesita de la Anástasis pronunció cinco Discursos teológicos (Orationes 27-31: SC 250, 70-343) precisamente para defender y hacer en cierto modo inteligible la fe trinitaria. Esos discursos son célebres por la seguridad de la doctrina y la habilidad del razonamiento, que realmente hace comprender que esta es la lógica divina. También la brillantez de la forma los hace muy atractivos hoy.

Por estos discursos san Gregorio recibió el apelativo de "teólogo". Así es llamado en la Iglesia ortodoxa: el "teólogo". Para él la teología no es una reflexión puramente humana, y mucho menos sólo fruto de complicadas especulaciones, sino que deriva de una vida de oración y de santidad, de un diálogo constante con Dios. Precisamente así pone de manifiesto a nuestra razón la realidad de Dios, el misterio trinitario. En el silencio contemplativo, lleno de asombro ante las maravillas del misterio revelado, el alma acoge la belleza y la gloria divinas.

Época turbulenta

Mientras participaba en el segundo concilio ecuménico, el año 381, san Gregorio fue elegido obispo de Constantinopla y asumió la presidencia del Concilio. Pero inmediatamente se desencadenó una fuerte oposición contra él; la situación se hizo insostenible. Para un alma tan sensible estas enemistades eran insoportables. Se repitió lo que san Gregorio había lamentado ya anteriormente con palabras llenas de dolor: "Nosotros, que tanto amábamos a Dios y a Cristo, hemos dividido a Cristo. Hemos mentido los unos a los otros por causa de la Verdad; hemos alimentado sentimientos de odio por causa del Amor; nos hemos dividido unos de otros" (Oratio 6, 3: SC 405, 128).

Así, en un clima de tensión, san Gregorio dimitió. En la catedral, abarrotada, pronunció un discurso de despedida muy emotivo y lleno de dignidad (cf. Oratio 42: SC 384, 48-114). Su emotiva intervención concluyó con estas palabras: "Adiós, gran ciudad, amada por Cristo... Hijos míos, os suplico, conservad el depósito [de la fe] que se os ha confiado (cf. 1 Tm 6, 20); recordad mis sufrimientos (cf. Col 4, 18). Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros" (cf. Oratio 42, 27: SC 384, 112-114).

Estudio y vida ascética

Volvió a Nacianzo y durante cerca de dos años se dedicó al cuidado pastoral de aquella comunidad cristiana. Luego se retiró definitivamente a la soledad en la cercana Arianzo, su tierra natal, consagrándose al estudio y a la vida ascética. Durante este período compuso la mayor parte de su obra poética, sobre todo autobiográfica: el De vita sua, un repaso en versos de su camino humano y espiritual, un camino ejemplar de un cristiano que sufre, de un hombre de gran interioridad en un mundo lleno de conflictos. Es un hombre que nos hace sentir la primacía de Dios y por eso también nos habla a nosotros, a nuestro mundo: sin Dios el hombre pierde su grandeza; sin Dios no hay auténtico humanismo.

Por eso, escuchemos esta voz y tratemos de conocer también nosotros el rostro de Dios. En una de sus poesías escribió, dirigiéndose a Dios: "Sé benigno, tú, que estás más allá de todo" (Carmina [dogmatica] 1, 1, 29: PG 37, 508).

En el año 390 Dios acogió entre sus brazos a este siervo fiel, que con aguda inteligencia lo había defendido en sus escritos, y que con tanto amor le había cantado en sus poesías.

En los retratos de los grandes Padres y doctores de la Iglesia que estoy presentando en estas catequesis, la última vez hablé de san Gregorio Nacianceno, obispo del siglo IV, y hoy quisiera seguir completando el retrato de este gran maestro. Hoy trataremos de recoger algunas de sus enseñanzas.

Ministro de la Palabra

Reflexionando sobre la misión que Dios le había confiado, san Gregorio Nacianceno concluía: "He sido creado para ascender hasta Dios con mis acciones" (Oratio 14, 6 de pauperum amore: PG35, 865). De hecho, puso al servicio de Dios y de la Iglesia su talento de escritor y orador. Escribió numerosos discursos, homilías y panegíricos, muchas cartas y obras poéticas (casi 18.000 versos): una actividad verdaderamente prodigiosa. Había comprendido que esta era la misión que Dios le había confiado: "Siervo de la Palabra, desempeño el ministerio de la Palabra. Ojalá que nunca descuide este bien. Yo aprecio esta vocación, me complace y me da más alegría que todo lo demás" (Oratio 6, 5: SC 405, 134; cf. también Oratio 4, 10).

San Gregorio Nacianceno era un hombre manso, y en su vida siempre trató de promover la paz en la Iglesia de su tiempo, desgarrada por discordias y herejías. Con audacia evangélica se esforzó por superar su timidez para proclamar la verdad de la fe. Sentía profundamente el anhelo de acercarse a Dios, de unirse a él. Lo expresa él mismo en una poesía, en la que escribe: "Entre las grandes corrientes del mar de la vida, agitado en todas partes por vientos impetuosos (...), sólo quería una cosa, una sola riqueza, consuelo y olvido del cansancio: la luz de la santísima Trinidad" (Carmina[histórica] 2, 1, 15: PG 37, 1250 ss).

Defensor del Concilio de Nicea (fe trinitaria)

San Gregorio hizo resplandecer la luz de la Trinidad, defendiendo la fe proclamada en el concilio de Nicea: un solo Dios en tres Personas iguales y distintas —Padre, Hijo y Espíritu Santo—, "triple luz que se une en un único esplendor" (Himno vespertino: Carmina [histórica] 2, 1, 32: PG 37, 512). De este modo, san Gregorio, siguiendo a san Pablo (cf. 1 Co 8, 6), afirma: "Para nosotros hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas; un Señor, Jesucristo, por medio del cual han sido hechas todas las cosas; y un Espíritu Santo, en el que están todas las cosas" (Oratio 39, 12: SC 358, 172).

San Gregorio destacó con fuerza la plena humanidad de Cristo: para redimir al hombre en su totalidad de cuerpo, alma y espíritu, Cristo asumió todos los componentes de la naturaleza humana; de lo contrario, el hombre no hubiera sido salvado.

Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios

Contra la herejía de Apolinar, el cual aseguraba que Jesucristo no había asumido un alma racional, san Gregorio afronta el problema a la luz del misterio de la salvación: "Lo que no ha sido asumido no ha sido curado" (Ep. 101, 32: SC 208, 50), y si Cristo no hubiera tenido "intelecto racional, ¿cómo habría podido ser hombre?" (Ep. 101, 34: SC 208, 50). Precisamente nuestro intelecto, nuestra razón, tenía y tiene necesidad de la relación, del encuentro con Dios en Cristo. Al hacerse hombre, Cristo nos dio la posibilidad de llegar a ser como él. El Nacianceno exhorta: "Tratemos de ser como Cristo, pues también Cristo se hizo como nosotros: tratemos de ser dioses por medio de él, pues él mismo se hizo hombre por nosotros. Cargó con lo peor, para darnos lo mejor" (Oratio 1, 5: SC 247, 78).

María, que dio la naturaleza humana a Cristo, es verdadera Madre de Dios (Theotokos: cf. Ep.101, 16: SC 208, 42), y con miras a su elevadísima misión fue "purificada anticipadamente" (Oratio38, 13: SC 358, 132; es como un lejano preludio del dogma de la Inmaculada Concepción). Propone a María como modelo para los cristianos, sobre todo para las vírgenes, y como auxiliadora a la que hay que invocar en las necesidades (cf. Oratio 24, 11: SC 282, 60-64).

Una Iglesia, un cuerpo

San Gregorio nos recuerda que, como personas humanas, tenemos que ser solidarios los unos con los otros. Escribe: ""Nosotros formamos un solo cuerpo en Cristo" (cf. Rm 12, 5), ricos y pobres, esclavos y libres, sanos y enfermos; y una sola es la cabeza de la que todo deriva: Jesucristo. Y como sucede con los miembros de un solo cuerpo, cada uno debe ocuparse de los demás, y todos de todos". Luego, refiriéndose a los enfermos y a las personas que atraviesan dificultades, concluye: "Esta es la única salvación para nuestra carne y nuestra alma: la caridad para con ellos" (Oratio 14, 8 de pauperum amore: PG 35, 868 ab).

San Gregorio subraya que el hombre debe imitar la bondad y el amor de Dios y, por tanto, recomienda: "Si gozas de salud y eres rico, alivia la necesidad de quien está enfermo y es pobre; si no has caído, ayuda a quien ha caído y vive en el sufrimiento; si estás alegre, consuela a quien está triste; si eres afortunado, ayuda a quien ha sido mordido por la desventura. Demuestra a Dios tu agradecimiento por ser uno de los que pueden hacer el bien, y no de los que necesitan ayuda... No seas rico sólo en bienes, sino en piedad; no sólo en oro, sino también en virtud, o mejor, sólo en esta. Supera la fama de tu prójimo teniendo más bondad que todos; conviértete en Dios para el desventurado, imitando la misericordia de Dios" (Oratio 14, 26 de pauperum amore: PG 35, 892 bc).

Hombre de oración

San Gregorio nos enseña, ante todo, la importancia y la necesidad de la oración. Afirma que "es necesario acordarse de Dios con más frecuencia de la que se respira" (Oratio 27, 4: PG 250, 78), porque la oración es el encuentro de la sed de Dios con nuestra sed. Dios tiene sed de que tengamos sed de él (cf. Oratio 40, 27: SC 358, 260). En la oración debemos dirigir nuestro corazón a Dios para entregarnos a él como ofrenda que ha de ser purificada y transformada. En la oración lo vemos todo a la luz de Cristo, nos quitamos nuestras máscaras y nos sumergimos en la verdad y en la escucha de Dios, alimentando el fuego del amor.

En una poesía, que al mismo tiempo es meditación sobre el sentido de la vida e invocación implícita de Dios, san Gregorio escribe: "Alma mía, tienes una tarea, una gran tarea, si quieres. Escruta seriamente tu interior, tu ser, tu destino, de dónde vienes y a dónde vas; trata de saber si es vida la que vives o si hay algo más. Alma mía, tienes una tarea; por tanto, purifica tu vida: por favor, ten en cuenta a Dios y sus misterios; investiga qué había antes de este universo, y qué es el universo para ti, de dónde procede y cuál será su destino. Esta es tu tarea, alma mía; por tanto, purifica tu vida" (Carmina [historica] 2, 1, 78: PG 37, 1425-1426).

Obispo

El santo obispo pide continuamente ayuda a Cristo para elevarse y reanudar el camino: "Me ha decepcionado, Cristo mío, mi exagerada presunción: de las alturas he caído muy bajo. Pero, vuelve a levantarme ahora, pues veo que me engañé a mí mismo; si vuelvo a confiar demasiado en mí mismo, volveré a caer inmediatamente, y la caída será fatal" (Carmina [historica] 2, 1, 67: PG 37, 1408).

San Gregorio, por tanto, sintió necesidad de acercarse a Dios para superar el cansancio de su propio yo. Experimentó el impulso del alma, la vivacidad de un espíritu sensible y la inestabilidad de la felicidad efímera. Para él, en el drama de una vida sobre la que pesaba la conciencia de su debilidad y de su miseria, siempre fue más fuerte la experiencia del amor de Dios.

Tienes una tarea, alma —nos dice san Gregorio también a nosotros—, la tarea de encontrar la verdadera luz, de encontrar la verdadera altura de tu vida. Y tu vida consiste en encontrarte con Dios, que tiene sed de nuestra sed.

Catequesis del 8 de Agosto del 2007 y del 22 de Agosto del 2007, por Benedicto XVI

San Basilio Magno, Obispo y Doctor de la Iglesia



Obispo de Cesarea y uno de los mas distinguidos Doctores de la Iglesia. Nació probablemente en 329 y murió el 1 de enero de 379. Considerado, después de Atanasio, como el gran defensor de la Iglesia Oriental contra las herejías del siglo IV. Con su amigo Gregorio Nacianceno y su hermano Gregorio de Nisa, formaron un trío conocido como "Los Tres Capadocios".

La familia de Basilio

San Basilio, el Anciano, padre de Basilio, pertenecía a una familia cristiana que fue perseguida durante el mandato de Maximino Galerio (305-314), teniendo que buscar refugio en las montañas de Pontus. Basilio, el Anciano, fue maestro en Cesarea y fue reconocido por su virtud entre sus ciudadanos. No fue sacerdote (Cf. Cave, Hist. Lit., I, 239). Estaba casado con Emelia, hija de un mártir, con la que tuvo diez hijos. Entre ellos: Macrina, Basilio y Gregorio, son honrados como santos; Pedro, Gregorio, y Basilio fueron obispos. Basilio fue formado en los hábitos de la piedad y el estudio. Era todavía joven cuando su padre murió y su familia se trasladó a la propiedad de su abuela, Macrina, en Annesi (Pontus), en los bancos del Iris.

Estudios

Siendo un muchacho asistió a la escuela en Cesarea, "una metropoli de las letras", donde mostró gran admiración por Dianio, su obispo. Luego fue a Constantinopla y allí sus maestros reconocieron su aprendizaje de la filosofía y la retórica; más tarde se trasladó a Atenas donde se hizo compañero inseparable de Gregorio Nacianceno. Basilio se distinguía por su mente brillante y seriedad de carácter. Era listo, trabajador y muy avanzado en retórica, gramática, filosofía, astronomía, geometría, y medicina.

Al final de su estancia en Atenas, Basilio se volvió docto, dice san Gregorio Nacianceno "con todo el aprendizaje obtenido por la naturaleza del hombre", estaba muy bien preparado para ser maestro. Cesarea le dio la bienvenida "como un fundador y segundo patron" (Or. xliii). Basilio rechazó otras ofertas como la de los ciudadanos de Neo-Cesarea, que deseaban que se hiciera cargo de la educación de los jóvenes de la ciudad.

Conversión interior

Para el estudiante más exitoso y distinguido profesor, "ahora quedaba” —dice Gregorio (Or. xliii)— "no otra necesidad que la de la perfección espiritual". Gregorio de Nisa, en su vida de Macrina, nos da a entender que el éxito de Basilio como estudiante y profesor había dejado trazos mundanos y de autosuficiencia en su alma joven. Basilio volvió a Cesarea y parece que Dianio lo bautizó y ordenó Lector; al mismo tiempo, sintió la influencia de su hermana Macrina, quien había fundado una comunidad religiosa en la propiedad que la familia tenía en Annesi.

Basilio escribe cómo se levantó de su profundo sueño y volvió sus ojos a la verdad del Evangelio, vertiendo muchas lágrimas por su vida miserable y pidiendo la guía de Dios: "Entonces leí el Evangelio y vi allí que un gran modo de alcanzar la perfección era vendiendo todos mis bienes, compartirlos con los pobres, deshacerme del cuidado de mi vida y no permitir al alma voltear a ver con simpatía a las cosas de esta tierra" (Ep. ccxxiii).

Fundador de un monasterio en Pontus

Basilio visitó los monasterios de Egipto, Palestina, Coele-Siria y Mesopotamia y quedo admirado por la austeridad y piedad de los monjes. A su vuelta, fundó un monasterio en Pontus. Eustasio de Sebaste había introducido la vida ermitaña en Asia Menor pero Basilio agregó la vida cenobítica, o de comunidad, y la nueva característica fue imitada por muchos. Basilio llegó a ser conocido como el padre del monasticismo oriental, el antecesor de san Benito.

En el año 360 fue sacado de su retiro para tomar parte en las controversias teológicas. Abandonó a Dianio por haber firmado el credo herético de Rimini. Basilio tenía una gran influencia en Cesarea e influyó también en la elección de Eusebio, sucesor de Dianio, quien murió en el 362, después de haberse reconciliado con Basilio.

Escribió contra Eunomius (363) y tuvo correspondencia con Atanasio. Es posible que Basilio escribiera sus reglas monásticas en su versión breve en Pontus y luego las completó en Cesarea. El nuevo obispo, Eusebio, persuadió a Basilio de ser ordenado sacerdote y le incluyó en la administración de la diocesis (363). La capacidad de Basilio para la administración eclipsó al obispo y para evitar problemas Basilio se retiró de nuevo a la soledad de Pontus.

En el año 365, los intentos del emperador Valens de imponer el arrianismo exigían la presencia de una personalidad fuerte y Basilio fue llamado a su puesto después de haberse reconciliado con el obispo Eusebio debido al buen hacer de san Gregorio Nazianceno. No hubo más desacuerdos entre Eusebio y Basilio pero este último llegó a ser la verdadera cabeza de la diócesis de Cesarea. Basilio enfrentó disputas con sabiduría y tenacidad: asistió al necesitado espiritualmente, buscó "el apoyo al pobre, el cuidado de las damas, legisló la vida monástica, se interesó por la liturgia, el adorno del santuario". En tiempos de hambruna, fue el salvador del pobre.

Obispo de Cesarea  

En el año 370 reemplazó a Eusebio como Obispo de Cesarea. Cesarea era entonces una rica ciudad. El obispado comprendía la metrópoli de Capadocia y la extensión de Pontus, abarcando mas de la mitad de Asia Menor con once provincias. La sede de Cesarea gozaba del mismo rango que la de Éfeso, inmediatamente después de las sedes patriarcales y concilios, y el obispo era el superior de cincuenta personas en el obispado.

Basileo llegó a ser Obispo de Cesarea en parte debido a la influencia de Gregorio Nacianceno. Su elección tuvo en contra a varios obispos "a cuyo lado se encontraban los grandes mafiosos de la ciudad". Basilio había definido con anterioridad la disciplina y la ortodoxia de la diócesis. Nadie dudaba de la dirección y el vigor de su liderazgo. A san Atanasio le gustó la elección de Basilio  (Ad Pallad., 953; Ad Joann. et Ant., 951) a diferencia del emperador arriano Valens y la minoría de obispos derrotados hostiles al nuevo metropolitano.

Las cartas de Basilio muestran su gran actividad: trabajó para que los candidatos inadecuados no accedieran al ministerio sagrado y alejó a los obispos de la simonía. Pedía a los clérigos y seglares disciplina y observancia de los cánones. Reprimió lo pecaminoso, juzgó las ofensas y mantuvo la esperanza del perdón para el penitente. Defendía los derechos clericales y las inmunidades (Ep. civ) pero formaba a sus clérigos tan estrictamente que eran reconocidos como el modelo de sacerdote imitar (Epp. cii, ciii).

Basilio hizo un resumen de la fe ortodoxa al participar en las disputas teológicas. Sus cartas muestran que hizo visitas, instruyó, reprobó, reaccionó, amenazó, reprochó, tomó a su cargo la protección de las ciudades y los individuos. Su fuerte postura contra el emperador Valens se equipara al encuentro entre Ambrosio y el emperador Teodocio. El emperador no supo reaccionar ante la indiferencia calmada con que el obispo respondió a sus deseos. El incidente —narrado por Gregorio Nacianceno— dice mucho del carácter de Basilio y del obispo cristiano con el que los emperadores tenían que tratar.

La Basilíada

Basilio fundó en su diócesis una institución para el cuidado de los extranjeros sin amigos, el tratamiento médico del enfermo pobre y la preparación de los trabajadores. La casa, construida en los suburbios, logró tal importancia que llegó a ser el centro de una nueva ciudad. Sirvió de modelo para otras diócesis y fue un recordatorio para los ricos de su privilegio de gastar su riqueza de un modo cristiano. Las obligaciones sociales del rico eran predicadas con gran elocuencia por Basilio, quien practicaba la pobreza cristiana y siempre conservó la simplicidad en la comida, la ropa y la austeridad de vida.

Sufrimientos y muerte 

Cuando Atanasio murió en el 373 y el anciano Gregorio en el 374, ambos dejaron espacios en la vida de Basilio que no se llenarían. En el año 373 se inició la dolorosa extradición de Gregorio Nacianceno. El Obispo de Tiana, Antimo, se convirtió en su enemigo abiertamente. Apolinar fue "una causa de dolor para las iglesias" (Ep. cclxiii). Eustasio de Sebaste un traidor de la fe y también un enemigo personal. Gregorio de Nisa condenado y encadenado. Los godos estaban a las puertas del imperio. Antioquía sufría un cisma. Los obispos rechazaban reunirse como Basilio deseaba.

"Basilio tenía que navegar lo mejor que podía. Tratado con frialdad por el mundo latino aunque él deseaba la amistad de Roma: sospechoso de herejía para Damaso, acusado de ser orgulloso por san Jerónimo" (Newman, La Iglesia de los Padres). Si Basilio hubiera vivido un poco más y participado en el Concilio de Constantinopla (381), hubiera visto la muerte de su primer presidente, su amigo Melesio, y la renuncia forzada de su segundo, Gregorio de Nazianzo.

Basilio murió el 1 de enero del 379. Los primeros martirologios latinos (Hieronimian y Bede) no mencionan la fiesta de san Basilio. En la "Menaea" griega, Basilio es conmemorado el 1 de Enero.

En 1081, Juan, Patriarca de Constantinopla, tuvo una visión y estableció una fiesta en honor a san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san Juan Crisóstomo, a celebrarse el 30 de Enero. Las reliquias de san Basilio no aparecen mencionadas hasta el siglo XII. Baronius (c. 1599) dio al Oratorio de Nápoles una reliquia de san Basilio enviada desde Constantinopla al Papa.

Correspondencia con la sede de Roma  

De la correspondencia de Basilio con la sede en Roma se capta que estaba en comunión con los obispos occidentales y que escribió repetidamente a Roma pidiendo asistir a la Iglesia Oriental en su lucha contra los herejes y cismáticos. El resultado negativo de sus apelaciones le sacaron palabras que requieren explicación: Basilio estaba desilusionado de que el papa Damaso dudara de condenar a Marcelo y a los Eustasianos, y que prefiriera a Paulino en vez de a Melesio para la sede episcopal de Antioquía. Basilio criticó al Papa en una carta enviada a Eusebio de Samosata (Ep. ccxxxix) y estaba indignado y dolido por la falta de ayuda del Occidente.

En cualquier caso, su énfasis en la influencia que la sede romana puede ejercer sobre los obispos orientales sobresale en el desacuerdo. Sobre su asociación con los semi-arrianos, Filostorgio habla de Basilio como el campeón de la causa semi-Ariana, y Newman dice que era inevitable la arrianización de sus primeros treinta años de su vida. La explicación de esto, al igual que su desacuerdo con la sede romana, debe buscarse estudiando aquella época: las condiciones inestables y cambiantes de las distinciones teológicas, la falta de un pronunciamiento final del poder definidor de la Iglesia, las "imperfecciones permanentes de los santos" (Newman), la ortodoxia sustancial de muchos de los llamados semi-arrianos y, sobre todo, el plan con el que Basilio buscaba la unidad un a Cristiandad dividida y confundida.

Escritos dogmáticos

De los cinco libros Contra Eunomio (c. 364), los dos últimos, según algunos críticos, no serían suyos. Contra Eunomio defiende la divinidad de las tres personas de la Trinidad.

De Spiritu Sancto o Tratado sobre el Espíritu Santo (c. 375) fue escrito debido a la negación macedonia de la divinidad de la tercera persona y a los trabajos que Basilio había "pronunciado sobre el Espíritu" (Gregorio Naz., Ep. lviii). Aquí enseña la doctrina de la divinidad del Espíritu Santo aunque evita la frase "Dios, el Espíritu Santo" por prudencia (Greg. Naz., Or. xliii. Wuilcknis y Swete afirman la necesidad de alguna reserva por parte de Basilio (Cf. Jackson, op. cit., p. XXIII, note.).

Escritos explicativos

Incluyen nueve sermones "Sobre las Seis Partes" y trece sermones sobre salmos particulares. El comentario sobre los dieciséis capítulos de Isaías es de autenticidad dudosa (Jackson). El comentario sobre Job ha desaparecido. "Las Seis Partes" fue muy admirada por Gregorio de Nazianzo (Or. xliii, no. 67). Los sermones sobre los Salmos son morales y exhortativos más que estrictamente explicativos. Basilio usa los métodos literales y alegóricos pero favorece el método literal de Antioquia. Su segundo sermón contiene una denuncia de la usura que lo hizo famoso.

Predicador

Veinticuatro sermones de carácter doctrinal, moral, y de alabanza. Son tenidos por genuinos aunque ciertas dificultades críticas están sin resolver. Los discursos ponen a Basilio entre los grandes predicadores cristianos. Lo más notable de la colección son los sermones sobre los ricos (vi and vii) y el sermón (xxii) sobre el estudio de literatura pagana.

Moral y Ascético

Probablemente son auténticos los últimos dos de los tres tratados introductorios y los cinco tratados: "Morales", "Sobre el juicio de Dios", "Sobre la Fè", "Las Reglas Monásticas Largas", "Las Reglas Monásticas Cortas".

Los veinticuatro sermones en el área moral son un resumen de sus escritos elaborado por Simeón Metaphrastes. Ha habido mucha discusión sobre la autencididad de las reglas. Basilio era particularmente hábil en el campo de la instrucción espiritual.

Correspondencia

Han quedado 366 cartas de Basilio. Dos tercios de ellas son del período de su episcopado. Las llamadas "Epístolas Canónicas" son catalogadas como falsas por unos y genuinas por otros. La correspondencia con Julián y con Libanio es probablemente falsa. La correspondencia con Apolinar es incierta. Algunas cartas son realmente tratados dogmáticos y otras son repuestas apologéticas a ataques personales. Son muy útiles porque revelan el carácter de Basilio y el tiempo en que el santo vivió.

Escritos litúrgicos

Hay en griego y en cóptico una  "Liturgia de San Basilio" del siglo VI. Su conexión con Basilio ha sido discutido (Brightman, "Liturgias, Oriental y Occidental", Oxford, 1896, I; Probst, "Die Liturgie des vierten Jahrhunderts und deren Reform", Muumlnster, 1893, 377-412).

Fuente: Enciclopedia Católica