sábado, 17 de enero de 2015

17 de enero: de San Antón, patrón de los animales, por Luis Antequera


San Antón o San Antonio Abad, como es generalmente conocido, no es cualquier santo, sino entre otras cosas y quizás la principal, el fundador del monacato.

La principal fuente que disponemos sobre su vida es la Vida Griega atribuida a san Atanasio, y junto a ella, la famosa colección de dichos y hechos de los padres del desierto conocida como Apophthegmata Patrum, la Historica Lausiaca de Paladio, y la Vida de San Pablo el Ermitaño de san Jerónimo. Todo lo cual no obsta para que hayan existido intentos incluso de negar su existencia, como el realizado en 1877 por H. Weingarten y sus seguidores Gass y Gwatkin.

A tenor de lo sostenido en dichas fuentes, Antonio habría nacido en Coma, cerca de Heracleópolis Magna en Fayum, en Egipto, hacia el año 251-252. De familia acomodada, a los veinte años pierde a sus padres y fiel al mensaje evangélico, se desprende de cuanto tiene y se retira del mundo.

Primero se establece en un cementerio cerca de su aldea nativa, en el que registra extraños episodios con demonios en forma de bestias salvajes con los que se bate a muerte. Pero teniendo treinta y cinco años, da una vuelta de tuerca a su vida de eremita, cruza el Nilo, y se retira al monte Pispir, hoy Der el Memum, en el que pasa veinte años en absoluta soledad, con la escasa ayuda de algunas personas que le lanzan comida por encima del muro de su humilde morada. Allí le salen una serie de émulos que se establecen en cuevas y cabañas cercanas, formándose una incipiente colonia de ascetas que lo adopta como modelo.

Presionado por sus nuevos discípulos, hacia el año 305 abandona su estricto retiro para vivir con ellos en comunidad, situación que se prolonga por espacio de unos cinco o seis años, al cabo de los cuales, vuelve a refugiarse en soledad en la montaña, esta vez en el lugar en el que hoy se levanta el monasterio que lleva su nombre, Der Mar Antonios. En él pasa los últimos cuarenta años de su vida, aunque, eso sí, en una reclusión algo menos estricta que la de Pispir. Incluso desciende dos veces a Alejandría, la primera hacia el año 311 en que los cristianos sufrían dura persecución, y la segunda al final de su vida, hacia el 350, para predicar contra el arrianismo.

A pesar de la extrema frugalidad de su vida, o precisamente debido a ella, quien sabe, Antonio muere con unos ciento cinco años de edad, hacia el año 356 a 357. Los dos discípulos que lo entierran no dan cuenta del lugar en el que lo hacen, para evitar justamente que su tumba se convierta en lugar de culto. Lo cual no es óbice para que desde finales del s. XV se veneren sus resto en Arles (Francia) en las iglesias de San Julián y de San Trófimo, a las que habrían llegado tras ser supuestamente descubiertos y llevados a Alejandría primero y a Vienne, ya en Francia, después.

San Antonio no deja escritos, pero tanto la Vida Griega como las otras fuentes referidas a su persona recogen en forma de discursos y sermones muchas de sus enseñanzas.

Una regla monástica muy temprana practicada en Egipto y Oriente, conservada en formas arábigas y latinas, lleva su nombre. Es la que siguen hoy los monjes uniatos de Siria y Armenia, sesenta monasterios maronitas y también algunos coptos. En Occidente, el monacato de San Antonio se corresponde bastante bien con el observado por los cartujos.

San Antonio no es, seguramente, el primer ermitaño cristiano. De hecho, las referencias que su figura recoge san Jerónimo lo son en la biografía que escribe de otro ermitaño llamado Pablo, que le habría precedido en la vocación. Su contemporáneo Pacomio, aunque algo más joven, lleva a cabo una reglamentación del monacato mucho más organizada de la que hubiera podido llevar a cabo Antonio. A pesar de todo lo cual, se le tiene por el verdadero fundador de la vida monacal.

Por lo que se refiere a la tradición que da título a este artículo y convierte al santo eremita en patrono de los animales, de los ganaderos y de otros gremios vinculados a la fauna, se halla muy extendida y es muy rica. Relacionada probablemente con las bestias con las que se bate durante su largo retiro de más de ocho décadas, en el Vaticano la Plaza de San Pedro se llena por su festividad de animales, que sean de compañía, que sean de carga, que sean de dieta. En ella son bendecidos por el Arcipreste de la Basílica de San Pedro, se celebra una Eucaristía y luego un desfile a caballo por Via della Conciliazione.

Se trata también de una tradición muy española. En Madrid, la iglesia de San Antón, denominada también real iglesia de San Antón o real iglesia de las Escuelas Pías de San Antón, sita en la calle Hortaleza, 63, registra tal día como hoy 17 de enero, la visita de muchas mascotas que reciben la bendición del santo, tras la cual es tradición llevar a cabo una romería por la calle Hortaleza que recibe el nombre de “las vueltas de San Antón”, en la que participa un escuadrón a caballo de la policía municipal, las unidades caninas de la Policía Municipal, Nacional y Guardia Civil, perros guías de la ONCE, la Asociación Nacional de Amigos de los Animales y los propios dueños de las mascotas, en la que entre otras cosas, se reparten los famosos “panecillos de San Antón”.

PANECILLOS DE SAN ANTÓN
Fuente: religionenlibertad.com

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