Juan 6,24-35
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.» Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?» Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.» «¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del cielo."» Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.» Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.» Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»
— ¿Qué quiere Jesús?
por Francisco González, S.F.
Para algunos de nosotros, especialmente para los que el inglés no es nuestra lengua materna, pero que debemos desenvolvernos en ella, es muy frustrante cuando nos hacen repetir lo que hemos dicho porque no nos entienden. También hay relaciones humanas, amistades, familia, etcétera, que a pesar de hablar la misma lengua y con el mismo acento, tampoco se entiende, tal vez debido a que los valores de su vida son diferentes.
Sea como sea, en la vida hay muchos malentendidos entre personas y como consecuencia puede haber distanciamientos, rechazos e incluso, peleas.
Expertos en la interpretación del evangelio de San Juan sugieren una división del evangelio; los doce primeros capítulos y el resto. En esa primera parte vemos los intentos de Jesús que se explica con palabras y signos (obras) pero no es entendido, y como resultado es rechazado. La segunda parte está dedicada a Jesús confirmando en la fe a los que le siguen.
El relato evangélico que hoy se nos ofrece nos habla de un hecho que tiene lugar después de que Jesús ha hecho un milagro portentoso: la multiplicación de los panes y pescados con los que alimentó a una multitud enorme de gente. Cuando se da cuenta de que le quieren proclamar rey, desaparece. La gente le busca y cuando lo encuentran parece como si le criticaran esa desaparición, y él les asegura que lo buscan por razones egoístas, como el comer hasta saciarse.
Ante el milagro (signo) ellos declaran que este Jesús es el enviado y el que les resuelve los problemas, el que les da de comer sin que ellos tengan que mover un dedo. No entienden la misión de Jesús que no ha venido a satisfacer sus necesidades transitorias, sino a darles el pan de vida eterna.
Aquellos malentendidos siguen en pie hoy en día. Muchos buscan esa satisfacción inmediata. Por una razón u otra, se han estado perdiendo paulatinamente esos valores profundos que hacen del ser humano esa criatura buscadora de lo más alto, de lo sublime, de lo permanente, de lo que es verdaderamente camino, luz, vida y verdad.
Hoy hay muchos que buscan lo inmediato, pero que no dura. Se sueña con adquirir poder, dinero y como consecuencia, disfrutar de esos placeres que podamos robar o comprar. El egoísmo impide esos sentimientos nobles de solidaridad, de fraternidad, de generosidad, del sacrificio gozoso por el bien de los otros.
Jesús reta a aquellas gentes a que se olviden un tanto de la comida que se les proporcionó generosamente, y que se esfuercen para conseguir lo que verdaderamente vale la pena y es permanente. Ese alimento sí que tiene valor, y se lo proporcionará el Hijo del Hombre, que ha sido acreditado por el Padre. ¿Qué es lo que debéis hacer para actuar como Dios quiere?
La respuesta del Maestro es clara: “Lo que Dios quiere de vosotros, (entonces), y lo que Dios quiere de nosotros (ahora) es que creamos en aquel que Él ha enviado”.
Unos días antes habían visto el gran milagro y querían proclamarle rey, en el pasaje de hoy le piden signos, pruebas para poner su fe en él. Algo raro está sucediendo, aunque muy posiblemente se podría explicar diciendo que tanto Jesús como la muchedumbre que le siguen quieren establecer una relación, una forma de vivir. Jesús les ofrece una forma, pero ellos quieren algo distinto. No hay entendimiento, hay malentendidos.
Jesús quiere proporcionar algo grande, maravilloso, algo que pueda satisfacer los grandes anhelos del corazón humano. Sin embargo los que le escuchaban buscaban algo menos, cosa perecedera y que los iba a condenar a una vida ordinaria, muy ordinaria. Una vida sosa, y sin embargo Jesús les ofrecía, como más tarde lo dirá (Jn 10,10), una vida plena, llena, completa, permanente, una vida en plenitud.
Pidamos al Señor que nos de ese pan del que nos habla, pues como decía muy bien San Agustín: “Nos creaste Señor para ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en ti”.
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.» Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?» Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.» «¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del cielo."» Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.» Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.» Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»
— ¿Qué quiere Jesús?
por Francisco González, S.F.
Para algunos de nosotros, especialmente para los que el inglés no es nuestra lengua materna, pero que debemos desenvolvernos en ella, es muy frustrante cuando nos hacen repetir lo que hemos dicho porque no nos entienden. También hay relaciones humanas, amistades, familia, etcétera, que a pesar de hablar la misma lengua y con el mismo acento, tampoco se entiende, tal vez debido a que los valores de su vida son diferentes.
Sea como sea, en la vida hay muchos malentendidos entre personas y como consecuencia puede haber distanciamientos, rechazos e incluso, peleas.
Expertos en la interpretación del evangelio de San Juan sugieren una división del evangelio; los doce primeros capítulos y el resto. En esa primera parte vemos los intentos de Jesús que se explica con palabras y signos (obras) pero no es entendido, y como resultado es rechazado. La segunda parte está dedicada a Jesús confirmando en la fe a los que le siguen.
El relato evangélico que hoy se nos ofrece nos habla de un hecho que tiene lugar después de que Jesús ha hecho un milagro portentoso: la multiplicación de los panes y pescados con los que alimentó a una multitud enorme de gente. Cuando se da cuenta de que le quieren proclamar rey, desaparece. La gente le busca y cuando lo encuentran parece como si le criticaran esa desaparición, y él les asegura que lo buscan por razones egoístas, como el comer hasta saciarse.
Ante el milagro (signo) ellos declaran que este Jesús es el enviado y el que les resuelve los problemas, el que les da de comer sin que ellos tengan que mover un dedo. No entienden la misión de Jesús que no ha venido a satisfacer sus necesidades transitorias, sino a darles el pan de vida eterna.
Aquellos malentendidos siguen en pie hoy en día. Muchos buscan esa satisfacción inmediata. Por una razón u otra, se han estado perdiendo paulatinamente esos valores profundos que hacen del ser humano esa criatura buscadora de lo más alto, de lo sublime, de lo permanente, de lo que es verdaderamente camino, luz, vida y verdad.
Hoy hay muchos que buscan lo inmediato, pero que no dura. Se sueña con adquirir poder, dinero y como consecuencia, disfrutar de esos placeres que podamos robar o comprar. El egoísmo impide esos sentimientos nobles de solidaridad, de fraternidad, de generosidad, del sacrificio gozoso por el bien de los otros.
Jesús reta a aquellas gentes a que se olviden un tanto de la comida que se les proporcionó generosamente, y que se esfuercen para conseguir lo que verdaderamente vale la pena y es permanente. Ese alimento sí que tiene valor, y se lo proporcionará el Hijo del Hombre, que ha sido acreditado por el Padre. ¿Qué es lo que debéis hacer para actuar como Dios quiere?
La respuesta del Maestro es clara: “Lo que Dios quiere de vosotros, (entonces), y lo que Dios quiere de nosotros (ahora) es que creamos en aquel que Él ha enviado”.
Unos días antes habían visto el gran milagro y querían proclamarle rey, en el pasaje de hoy le piden signos, pruebas para poner su fe en él. Algo raro está sucediendo, aunque muy posiblemente se podría explicar diciendo que tanto Jesús como la muchedumbre que le siguen quieren establecer una relación, una forma de vivir. Jesús les ofrece una forma, pero ellos quieren algo distinto. No hay entendimiento, hay malentendidos.
Jesús quiere proporcionar algo grande, maravilloso, algo que pueda satisfacer los grandes anhelos del corazón humano. Sin embargo los que le escuchaban buscaban algo menos, cosa perecedera y que los iba a condenar a una vida ordinaria, muy ordinaria. Una vida sosa, y sin embargo Jesús les ofrecía, como más tarde lo dirá (Jn 10,10), una vida plena, llena, completa, permanente, una vida en plenitud.
Pidamos al Señor que nos de ese pan del que nos habla, pues como decía muy bien San Agustín: “Nos creaste Señor para ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en ti”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario