Primer miercoles de Adviento
Primer viernes de Adviento
Isaías 26,1-6
Salmo 117
Mateo 7,21.24-27
A veces parece que hemos convertido la fe y la religión cristiana en una colección de doctrinas, pero ser cristiano no consiste en decir "Señor, Señor" o "Sí, creo".
Jesús no creó ni perteneció a una escuela filosófica. Las parábolas y su conocimiento de la ley no pueden encasillarse en una ideología, o en tal o cual escuela filosófica o teológica.
Otra cosa distinta es que algunos de nosotros necesitemos de la filosofía y de la teología para comprender a Jesús. Aunque estas herramientas son necesarías deberíamos prestar atención a san Francisco de Asís, quien nos avisó de que las elucubraciones teológicas nos pueden apartar de Dios. A san Francisco debemos una gran máxima cristiana: "Predica y, si es necesario, utiliza palabras".
Jesús dice "sígueme". Para seguir a Jesús es necesario creer en El, pero el seguimiento no es tanto una doctrina como una manera de ser y estar con los demás, de crecer y madurar como persona; de ahí, que la esencia del cristianismo se muestra mucho más en la vida que llevamos que en las palabras que decimos.
Los discípulos, sin duda, creían en él. Santiago, Juan, Pedro, Andrés..., lo dejaron todo y lo siguieron porque creían que Jesús era el mesías. Sin embargo, los evangelios son claros al respecto: no es lo que "creían" lo que les hacía aptos para estar con el Señor, sino el amor de Jesús por ellos.
La conversión de los discípulos no tiene como base unas nuevas doctrinas o una nueva interpretación de la ley; justamente, es de eso de lo que se tienen que liberar para poder ver a la persona que tienen delante con los ojos de Dios.
La conversión más dramática puede la considerarse la de Natanael, el cual dice: "¿Pero de Nazaret puede salir algo bueno?". La respuesta que Natanael recibe no apela al entendimiento sino al seguimiento: "Ven y verás".
Hoy, los creyentes debemos reconocer que vivimos en un mundo saturado de palabras, de credos, ideologías e hipocresía. No, el Adviento no es el tiempo de la Palabra sino el tiempo de despertar y ponerse en marcha; luego, cuando la Palabra se haga carne ya habrá tiempo para explicaciones.
Mas homilias en: Homilias de Adviento
Primer viernes de Adviento
Isaías 26,1-6
Salmo 117
Mateo 7,21.24-27
A veces parece que hemos convertido la fe y la religión cristiana en una colección de doctrinas, pero ser cristiano no consiste en decir "Señor, Señor" o "Sí, creo".
Jesús no creó ni perteneció a una escuela filosófica. Las parábolas y su conocimiento de la ley no pueden encasillarse en una ideología, o en tal o cual escuela filosófica o teológica.
Otra cosa distinta es que algunos de nosotros necesitemos de la filosofía y de la teología para comprender a Jesús. Aunque estas herramientas son necesarías deberíamos prestar atención a san Francisco de Asís, quien nos avisó de que las elucubraciones teológicas nos pueden apartar de Dios. A san Francisco debemos una gran máxima cristiana: "Predica y, si es necesario, utiliza palabras".
Jesús dice "sígueme". Para seguir a Jesús es necesario creer en El, pero el seguimiento no es tanto una doctrina como una manera de ser y estar con los demás, de crecer y madurar como persona; de ahí, que la esencia del cristianismo se muestra mucho más en la vida que llevamos que en las palabras que decimos.
Los discípulos, sin duda, creían en él. Santiago, Juan, Pedro, Andrés..., lo dejaron todo y lo siguieron porque creían que Jesús era el mesías. Sin embargo, los evangelios son claros al respecto: no es lo que "creían" lo que les hacía aptos para estar con el Señor, sino el amor de Jesús por ellos.
La conversión de los discípulos no tiene como base unas nuevas doctrinas o una nueva interpretación de la ley; justamente, es de eso de lo que se tienen que liberar para poder ver a la persona que tienen delante con los ojos de Dios.
La conversión más dramática puede la considerarse la de Natanael, el cual dice: "¿Pero de Nazaret puede salir algo bueno?". La respuesta que Natanael recibe no apela al entendimiento sino al seguimiento: "Ven y verás".
Hoy, los creyentes debemos reconocer que vivimos en un mundo saturado de palabras, de credos, ideologías e hipocresía. No, el Adviento no es el tiempo de la Palabra sino el tiempo de despertar y ponerse en marcha; luego, cuando la Palabra se haga carne ya habrá tiempo para explicaciones.
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