sábado, 12 de noviembre de 2011

Una parabola de nuestra oracion, por M. Dolors Gaja, MN



Entre tantas cosas que recibe una por correo, sólo alguna me hace pensar, me conmueve o me hace reír. La primera vez que visioné este video de un bebé leyendo me reí con tantas ganas como lo hace - sin que se le vea- su padre. La niña no sabe lo que hace, ni mucho menos lo que dice pero sabe que complace a su padre y vuelve a la carga una y otra vez con gran seriedad.

Lo vi, me reí...y debió quedar en mi inconsciente porque al día siguiente en el rato que guardo para el Señor, sentada en un banco de la capilla, supe de pronto que yo era como ese bebé. A veces no sé lo que me digo, no sé lo que hago, ni mucho menos entiendo qué me dice la Palabra de Dios. Pero me bastaría con que mi oración hiciera reír a carcajadas a Dios, le alegrara la mañana y, encima, presumiera de hija como hace el papá de esta bebé.

Y creo que muchas veces Dios se debe divertir con nuestras oraciones, con nuestras peticiones, con nuestra vaga idea de que hemos hecho oración. Me gusta pensar que Dios pueda reírse de mí con tanto amor. Yo no voy a dejar de "leer" para Él lo que deseo, lo que me preocupa, o que me encanta...bla bla bla...bla..bla...bla...Voy a seguir con mi oración sabiendo que todo da igual. Todo excepto una cosa: alegrarle el día a Dios.

Fuente: www.vivirennazaret.blogspot.com

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