Ezequiel 34,11-12.15-17
Salmo 22,1-6
1 Corintios 15,20-26a.28
Mateo 25,31-46
Celebramos este domingo la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Con esta celebración cerramos el calendario litúrgico. El próximo domingo daremos comienzo al nuevo año con el primer domingo de Adviento.
En la primera lectura el profeta Ezequiel nos habla de los pastores. Su ministerio parece estar dividido en dos etapas. En la primera vemos que el pueblo se siente autosuficiente, ha puesto su confianza en los seres humanos y por eso el profeta les critica duramente. En la segunda parte de su ministerio, el pueblo en pleno destierro está en lo más bajo de su estado anímico y el profeta les habla que Dios, el verdadero pastor les salvará.
En este capítulo 34, que conviene leerlo completo para entender mejor el corto pasaje que hoy nos presenta la liturgia, encontramos las quejas de Dios contra los pastores. El profeta les recuerda que han abusado de las ovejas, que "no las fortalecen, no curan a las enfermas, ni vendan a las heridas, ni recogen a las descarriadas, ni buscan a las perdidas y maltratan brutalmente a las fuertes". Pero ahora (lectura primera) el Señor va a hacer todo lo contrario a lo que hicieron los pastores del pueblo, él "buscará a las perdidas, las librará de los nubarrones y pedregales, las apacentará, vendará sus heridas y las curará de las enfermedades".
Hoy, cuando tanto pastores como líderes seglares en la Iglesia estamos tratando de "desarrollar pastorales para la nueva evangelización", tal vez sería bueno no tratar de inventar de nuevo la rueda, y pasar a la acción. La última frase de la primera lectura de hoy dice: "He aquí que yo (Dios es el que habla) voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío".
Una verdad muy clara: Seremos juzgados. El Rey del Universo nos juzgará (evangelio de hoy), y nos juzgará de acuerdo a nuestras acciones hacia las ovejas (los demás): ¿Hemos compartido nuestras posesiones con los necesitados? ¿Nos hemos dado a los necesitados?
La fórmula bien clara para entrar en el Reino de Dios es la práctica del amor. Jesús proclama el señorío del amor al prójimo, principalmente al prójimo marginado. Nuestra proximidad al Rey del Universo depende de nuestro amor a los hambrientos, sedientos, desnudos, forasteros, enfermos, encarcelados y todos esos hermanos y hermanas que no son admitidos en nuestra sociedad por causa del color de su piel, por su acento, por su pasaporte, por padecer del SIDA, por su orientación sexual, por tantas y tantas otras razones que no nos dejan ser familia.
Desde hace unos años estamos repitiendo una frase que suena muy bonita: "Opción preferencial por los pobres". ¿Qué hemos hecho con esa frase? ¿Le quitamos el polvo para usarla con brillantez en sermones, documentos y discursos o está dando vida a nuestra vida cristiana?
Hace muchos años un cardenal, ya retirado, en su autobiografía publicó que se describe a sí mismo como "el pecador de pecadores" pues, según contaba él mismo: "Como sacerdote, yo deseaba vivir entre los pobres…pero mi posición como obispo estaba muy lejos de ellos".
"Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección" (2º lectura), y Cristo es el que nos llevará a la vida eterna. Él es el Juez, pero también la Gracia que nos reta, guía y ayuda a ser hermano del más necesitado.
"El Señor es mi pastor, nada me falta". (Sal. 22)
Salmo 22,1-6
1 Corintios 15,20-26a.28
Mateo 25,31-46
Celebramos este domingo la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Con esta celebración cerramos el calendario litúrgico. El próximo domingo daremos comienzo al nuevo año con el primer domingo de Adviento.
En la primera lectura el profeta Ezequiel nos habla de los pastores. Su ministerio parece estar dividido en dos etapas. En la primera vemos que el pueblo se siente autosuficiente, ha puesto su confianza en los seres humanos y por eso el profeta les critica duramente. En la segunda parte de su ministerio, el pueblo en pleno destierro está en lo más bajo de su estado anímico y el profeta les habla que Dios, el verdadero pastor les salvará.
En este capítulo 34, que conviene leerlo completo para entender mejor el corto pasaje que hoy nos presenta la liturgia, encontramos las quejas de Dios contra los pastores. El profeta les recuerda que han abusado de las ovejas, que "no las fortalecen, no curan a las enfermas, ni vendan a las heridas, ni recogen a las descarriadas, ni buscan a las perdidas y maltratan brutalmente a las fuertes". Pero ahora (lectura primera) el Señor va a hacer todo lo contrario a lo que hicieron los pastores del pueblo, él "buscará a las perdidas, las librará de los nubarrones y pedregales, las apacentará, vendará sus heridas y las curará de las enfermedades".
Hoy, cuando tanto pastores como líderes seglares en la Iglesia estamos tratando de "desarrollar pastorales para la nueva evangelización", tal vez sería bueno no tratar de inventar de nuevo la rueda, y pasar a la acción. La última frase de la primera lectura de hoy dice: "He aquí que yo (Dios es el que habla) voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío".
Una verdad muy clara: Seremos juzgados. El Rey del Universo nos juzgará (evangelio de hoy), y nos juzgará de acuerdo a nuestras acciones hacia las ovejas (los demás): ¿Hemos compartido nuestras posesiones con los necesitados? ¿Nos hemos dado a los necesitados?
La fórmula bien clara para entrar en el Reino de Dios es la práctica del amor. Jesús proclama el señorío del amor al prójimo, principalmente al prójimo marginado. Nuestra proximidad al Rey del Universo depende de nuestro amor a los hambrientos, sedientos, desnudos, forasteros, enfermos, encarcelados y todos esos hermanos y hermanas que no son admitidos en nuestra sociedad por causa del color de su piel, por su acento, por su pasaporte, por padecer del SIDA, por su orientación sexual, por tantas y tantas otras razones que no nos dejan ser familia.
Desde hace unos años estamos repitiendo una frase que suena muy bonita: "Opción preferencial por los pobres". ¿Qué hemos hecho con esa frase? ¿Le quitamos el polvo para usarla con brillantez en sermones, documentos y discursos o está dando vida a nuestra vida cristiana?
Hace muchos años un cardenal, ya retirado, en su autobiografía publicó que se describe a sí mismo como "el pecador de pecadores" pues, según contaba él mismo: "Como sacerdote, yo deseaba vivir entre los pobres…pero mi posición como obispo estaba muy lejos de ellos".
"Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección" (2º lectura), y Cristo es el que nos llevará a la vida eterna. Él es el Juez, pero también la Gracia que nos reta, guía y ayuda a ser hermano del más necesitado.
"El Señor es mi pastor, nada me falta". (Sal. 22)
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