Isaias 55,1-3
Salmo 144
Romanos 8,35-39
Mateo 14,13-21
La lectura evangélica de hoy nos presenta algo muy importante, un hecho en la vida de Jesús que es lección para todos nosotros que nos llamamos sus discípulos. Pero no sólo es una lección, así como en una clase de escuela, colegio o universidad, sino un toque de alerta, un grito desesperado para que aceptemos nuestra responsabilidad y dejando un poco de lado todas esas comisiones nacionales e internacionales, congresos de un tipo u otro, y usemos el talento, la energía y los tesoros en bien de los que tienen contados los días, a veces las horas de vida porque no han tenido forma de paliar un poco su necesidad de comer algo.
Jesús se ha enterado que Herodes había hecho matar a Juan. La noticia le produce un intenso dolor, y se aleja de todo y todos, aunque no le sirve de gran cosa pues la gente lo sigue. Al desembarcar vio la gran multitud y se compadeció de ellos. Inmediatamente curó a los enfermos. Pero eso no fue suficiente, pues sus discípulos le pidieron que despidiera a todos, pues ya era tarde, y que se fueran a comprar comida.
La respuesta de Jesús debe resonar en nuestros oídos, más aún, en nuestro corazón: dadle vosotros de comer.
Hoy hay más de mil millones de personas que padecen de hambre. Hoy, en el llamado cuerno de África, se están muriendo por falta de comida, y la FAO se ha reunido de emergencia para dar solución al problema, problema que no es nuevo, y soluciones que nunca llegan. La cultura occidental que por mucho tiempo se ha gloriado de tener sus orígenes en una ética judeocristiana, no parece tener nada de ella. Las diferentes cadenas televisivas nos muestran las fotos de niños y sus madres muriéndose por falta de alimentos, y nuestra reacción es: ¿cuándo llegan los deportes?
Volviendo a la lectura evangélica los apóstoles de Jesús ofrecen una solución, sin compromiso por parte de ellos: que se arreglen como puedan, que se vayan y compren comida. Jesús les exige algo diferente: dadles vosotros de comer, compartan lo que tienen, no importa que tengan poco, Dios ayudará. Sí, la ayuda de Dios vendrá, pero vosotros tenéis que poner algo de vuestra parte.
Incluso cuando le piden una enseñanza sobre cómo orar, él después de pedir por las cosas que se refieren a Dios, la primera petición sobre el ser humano, ruega para que tenga lo necesario para vivir, algo que se representa con el “danos hoy nuestro pan de cada día”. Y ya que estamos en esto debemos trabajar para que el ser humano reciba el pan que necesita, el trabajo que busca, una casa para vivir, el respeto que merece, la libertad que busca, la educación que le dará la oportunidad de una vida más vida, una vida digna, aunque sea indocumentado.
En Estados Unidos desechamos unos doscientos kilos de comida por persona y por año. Necesitamos crear una cultura de la fraternidad, podemos construir un mundo diferente y mucho mejor, no hay duda de que los bancos podrían cambiar y poner algo de corazón humano en sus cajas fuerte, y en nuestras iglesias en alguno de los altares, además de esas obras de arte alguna foto de los mártires de nuestro tiempo: los niños de la calle, las víctimas de la corrupción, las personas objetos de tráfico sexual, los adolescentes soldados.
Ese “dadles vosotros de comer”, no ha cambiado. Con la ayuda de Dios y nuestra cooperación, por pequeña que sea, puede ayudar a transformar el mundo y hacerlo mejor. Esto no es una utopía, es una necesidad.
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