martes, 12 de julio de 2011

Nueva evangelizacion: nuevos modos de ser Iglesia. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012).

Estracto del Capitulo Primero, punto 9:
Nuevos modos de ser Iglesia

Las nuevas condiciones de la misión nos ayudan a intuir que el término “nueva evangelización” indica la exigencia de encontrar nuevas expresiones para ser Iglesia dentro de los contextos sociales y culturales actuales, en proceso de continua mutación. Las figuras tradicionales y ya establecidas – que por convención son indicadas con las expresiones “países de cristiandad” y “tierras de misión” – junto con su claridad conceptual muestran sus límites. Son demasiado simples y hacen referencia a un contexto en vía de superación, para poder funcionar como modelos de referencia para la construcción de las comunidades cristianas actuales.

Es necesario que la práctica cristiana oriente la reflexión hacia un lento trabajo de construcción de un nuevo modelo de ser Iglesia, que evite las asperezas del sectarismo y de la “religión civil”, y permita, en un contexto post-ideológico como el actual, seguir manteniendo la forma de una Iglesia misionera.

En otras palabras, la Iglesia tiene necesidad, dentro de la variedad de sus figuras, de no perder el rostro de Iglesia “doméstica, popular”. Aún en contextos minoritarios o de discriminación la Iglesia no puede perder su capacidad de permanecer junto a la persona en su vida cotidiana, para anunciar desde esa realidad el mensaje vivificante del Evangelio. Como afirmaba el Papa Juan Pablo II, “nueva evangelización” significa hacer de nuevo el tejido cristiano de la sociedad humana, haciendo nuevamente el tejido de las mismas comunidades cristianas; quiere decir ayudar a la Iglesia a mantener su presencia «entre las casas de sus hijos y de sus hijas», para animar la vida y orientarla hacia el Reino que viene.

En esta tarea de discernimiento pueden ser de gran ayuda las Iglesias católicas orientales y todas aquellas comunidades cristianas que en su reciente pasado han vivido, o están todavía viviendo, la experiencia del ocultamiento, de la persecución, de la marginación, de ser víctimas de la intolerancia de carácter étnico, ideológico o religioso. Su testimonio de fe, su tenacidad, su capacidad de resistir, la solidaridad de su esperanza, la intuición de algunas prácticas pastorales, son un don para compartir con las comunidades que, teniendo en la propia historia un pasado glorioso, viven un presente de fatiga y dispersión. Para Iglesias poco habituadas a vivir la fe en situación de minoría es ciertamente un don poder escuchar experiencias capaces de infundir en ellas aquella confianza que es indispensable para adquirir el impulso exigido por la nueva evangelización.

Es tiempo de nueva evangelización también para Occidente, donde muchos que han recibido el bautismo viven completamente fuera de la vida cristiana y siempre más personas conservan ciertamente un vínculo con la fe, pero conocen poco o mal sus fundamentos.

Frecuentemente la presentación de la fe cristiana resulta distorsionada por la caricatura y por los lugares comunes difundidos por la cultura, en una actitud de indiferente alejamiento, si no de abierta contestación. Es tiempo de nueva evangelización para ese occidente en el cual «enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo –si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria– inspiran y sostienen una existencia vivida “como si no hubiera Dios”».

Las comunidades cristianas deben saber asumir con responsabilidad y coraje esta demanda de renovación que la transformación del contexto cultural y social pide a la Iglesia. Dichas comunidades deben aprender a vivir y a gestionar esta larga transición de figura, manteniendo como punto de referencia el mandato de evangelizar.

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