Desideria es el nombre de uno de los personajes creados por San Jose Manyanet (1833-1901) para ilustrar su espiritualidad y su pensamiento. Desideria puede ser un hombre o una mujer, una persona joven o adulta. Pero Desideria es, ante todo, un espiritu ingenuo, inquieto e infantil, cuyo deseo de aprender y ser feliz parece no tener limites.
sábado, 30 de julio de 2011
Domingo 18 del Tiempo Ordinario, año A: "Se necesita crear una cultura de la fraternidad", por Mons. Francisco Gonzalez, S.F.
Isaias 55,1-3
Salmo 144
Romanos 8,35-39
Mateo 14,13-21
La lectura evangélica de hoy nos presenta algo muy importante, un hecho en la vida de Jesús que es lección para todos nosotros que nos llamamos sus discípulos. Pero no sólo es una lección, así como en una clase de escuela, colegio o universidad, sino un toque de alerta, un grito desesperado para que aceptemos nuestra responsabilidad y dejando un poco de lado todas esas comisiones nacionales e internacionales, congresos de un tipo u otro, y usemos el talento, la energía y los tesoros en bien de los que tienen contados los días, a veces las horas de vida porque no han tenido forma de paliar un poco su necesidad de comer algo.
Jesús se ha enterado que Herodes había hecho matar a Juan. La noticia le produce un intenso dolor, y se aleja de todo y todos, aunque no le sirve de gran cosa pues la gente lo sigue. Al desembarcar vio la gran multitud y se compadeció de ellos. Inmediatamente curó a los enfermos. Pero eso no fue suficiente, pues sus discípulos le pidieron que despidiera a todos, pues ya era tarde, y que se fueran a comprar comida.
La respuesta de Jesús debe resonar en nuestros oídos, más aún, en nuestro corazón: dadle vosotros de comer.
Hoy hay más de mil millones de personas que padecen de hambre. Hoy, en el llamado cuerno de África, se están muriendo por falta de comida, y la FAO se ha reunido de emergencia para dar solución al problema, problema que no es nuevo, y soluciones que nunca llegan. La cultura occidental que por mucho tiempo se ha gloriado de tener sus orígenes en una ética judeocristiana, no parece tener nada de ella. Las diferentes cadenas televisivas nos muestran las fotos de niños y sus madres muriéndose por falta de alimentos, y nuestra reacción es: ¿cuándo llegan los deportes?
Volviendo a la lectura evangélica los apóstoles de Jesús ofrecen una solución, sin compromiso por parte de ellos: que se arreglen como puedan, que se vayan y compren comida. Jesús les exige algo diferente: dadles vosotros de comer, compartan lo que tienen, no importa que tengan poco, Dios ayudará. Sí, la ayuda de Dios vendrá, pero vosotros tenéis que poner algo de vuestra parte.
Incluso cuando le piden una enseñanza sobre cómo orar, él después de pedir por las cosas que se refieren a Dios, la primera petición sobre el ser humano, ruega para que tenga lo necesario para vivir, algo que se representa con el “danos hoy nuestro pan de cada día”. Y ya que estamos en esto debemos trabajar para que el ser humano reciba el pan que necesita, el trabajo que busca, una casa para vivir, el respeto que merece, la libertad que busca, la educación que le dará la oportunidad de una vida más vida, una vida digna, aunque sea indocumentado.
En Estados Unidos desechamos unos doscientos kilos de comida por persona y por año. Necesitamos crear una cultura de la fraternidad, podemos construir un mundo diferente y mucho mejor, no hay duda de que los bancos podrían cambiar y poner algo de corazón humano en sus cajas fuerte, y en nuestras iglesias en alguno de los altares, además de esas obras de arte alguna foto de los mártires de nuestro tiempo: los niños de la calle, las víctimas de la corrupción, las personas objetos de tráfico sexual, los adolescentes soldados.
Ese “dadles vosotros de comer”, no ha cambiado. Con la ayuda de Dios y nuestra cooperación, por pequeña que sea, puede ayudar a transformar el mundo y hacerlo mejor. Esto no es una utopía, es una necesidad.
viernes, 22 de julio de 2011
17 Domingo del Tiempo Ordinario, A, por Mons. Francisco González
1 Reyes 3,5.7-12
Salmo 118
Romanos 8,28-30
Mateo 13,44-52
La primera lectura (1Re. 3, 5.7-12) es interesantísima. Creo que toda persona, incluso en la Iglesia, que tiene algún cargo oficial de responsabilidad, debe leer muy atentamente este pasaje y reflexionar sobre el mismo. La llamada telefónica, la carta oficial o el e-mail que nos anuncia el nombramiento o cualquier otro medio de comunicación, no nos trae la necesaria sabiduría para el desempeño del oficio. Así lo entendió Salomón y por eso creo que su gran sabiduría fue el pedir la sabiduría. El reconoció que al heredar el trono de su padre, no significaba heredar los dones de su padre. El “enséñame a escuchar” del joven rey es el comienzo de la verdadera sabiduría, su humildad le propició su grandeza, su tesoro fue el querer gobernar sabiamente.
El evangelio de hoy (Mt. 13, 44-52) nos presenta tres parábolas (comparaciones) para darnos una idea de la importancia del Reino de Dios (de los cielos): el tesoro escondido, la perla y la red. Ante el Reino de Dios uno vende, se deshace de todo lo demás para conseguirlo.
Alguien ha sugerido que a veces hay quienes consiguen maestrías, licenciaturas y doctorados en las ciencias sagradas, pero que en algunos casos no han aprendido a ser discípulos del Maestro, lo cual es más difícil, pues implica reconocer la propia dependencia del autor de la verdadera Sabiduría. Tanto el hombre que descubre el tesoro escondido, como el mercader que encuentra la perla de gran valor, “venden todas sus posesiones” para poder llevarse el tesoro/perla.
Para poder aceptar el Reino de Dios tendremos que deshacernos de muchas cosas, especialmente de todo aquello que me impide ser ciudadano del mismo:
- el pecado,
- las actitudes contrarias a la convivencia y fraternidad universal,
- el racismo,
- la injusticia,
- la opresión,
- la corrupción,
- el ansia por el placer y el poder,
- el deseo desordenado por la riqueza,
- la opresión del pobre,
- la destrucción de la vida en sus comienzos,
- la negación de su dignidad a los demas,
- la falta de respeto a los individuos,
- la proliferación de la violencia en todos sus aspectos.
Todo aquel que descubra o encuentre el tesoro (Reino de Dios), si lo desea poseer, tendrá que dejar muchas cosas, algunas de las cuales le va a costar. Es el sacrificio necesario para poder poseer el tesoro anhelado. Algo así parecido y a modo de comparación con lo que han tenido que sacrificar aquellas personas cuya ilusión/deseo/necesidad era conseguir “el tesoro” de venir a este país, y por eso dejaron atrás tanto, vendieron todo para conseguir lo que “el coyote” les pedía para ayudarles a cruzar la frontera.
¿Cuál es mi tesoro? ¿Por qué/por quién soy yo capaz de sacrificar lo mejor de mi vida? Si las dudas te impiden ver claro, reza pidiendo la sabiduría para discernir lo que debes hacer. Salomón pidió saber escuchar y así aprender. Dándonos tiempo a nosotros mismos para dedicarnos a la escucha de la Palabra de Dios puede ser un buen comienzo.
El tesoro/perla (el Reino de Dios, el seguir a Jesús) está ahí y la pregunta es obvia: ¿cuánto estoy yo dispuesto a sacrificar por conseguirlo? Recuerda hermano/a: “Sabemos que todo concurre al bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28).
sábado, 16 de julio de 2011
Significado de Escapulario
La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" que significa "hombros". Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.
Simon Stock y el Escapulario
Entre los monjes que llegaron a Italia en el siglo XIII, tras haber sido expulsados por los sarracenos del Monte Carmelo, hubo uno que se hizo célebre por su santidad, por su amor a la Virgen y sobre todo por una aparición que recibió. Fue san Simón Stock, superior general de la Orden. Dice la tradición que el 16 de julio de 1251 la Virgen María se le apareció y le prometió conceder ayudas muy especiales a quienes llevasen el Santo Escapulario como un acto de cariño y devoción con el deseo de llevar una vida más santa.
Pronto empezaron a llegar de todas partes relatos y testimonios de las bendiciones y ayudas que la Madre de Dios concedía a los que llevaban el Santo Escapulario. Incendios que se detenían. Inundaciones que se calmaban; tentaciones que se alejaban. Pecadores que se convertían. En Francia, en plena batalla, el rey Luis XI vio que a un soldado le llegaba una flecha dirigida hacia su corazón y en cambio se le clavaba en el escapulario y no le hacía ningún daño. Inmediatamente el rey y todos sus generales pidieron el escapulario y se lo colocaron.
La Iglesia Católica ha declarado que el Escapulario se puede reemplazar por una medalla de la Virgen. Y la Virgen sigue haciendo prodigios cada día en favor de quienes llevan con devoción el santo escapulario o su medalla y se esfuerzan por ser mejores creyentes.
El Purgatorio
Antiguas tradiciones narraban que la Virgen María había prometido visitar en el purgatorio a sus devotos, el sábado próximo a la muerte de ellos y concederles descanso. Por eso, la devoción a la Virgen del Carmen está muy ligada a la devoción a las benditas almas, creencia que ha sido respaldada por los Pontífices. La iconografía presenta a la Virgen del Carmen portando dicho escapulario.
El escapulario es un sacramental
Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia ha aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.
El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos disponen al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.
Las personas nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios. Los laicos no llevan hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.
Dice san Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
SOBRE EL MISMO TEMA:
El escapulario no es un amuleto ni una moda
Simon Stock y el Escapulario
Entre los monjes que llegaron a Italia en el siglo XIII, tras haber sido expulsados por los sarracenos del Monte Carmelo, hubo uno que se hizo célebre por su santidad, por su amor a la Virgen y sobre todo por una aparición que recibió. Fue san Simón Stock, superior general de la Orden. Dice la tradición que el 16 de julio de 1251 la Virgen María se le apareció y le prometió conceder ayudas muy especiales a quienes llevasen el Santo Escapulario como un acto de cariño y devoción con el deseo de llevar una vida más santa.
Pronto empezaron a llegar de todas partes relatos y testimonios de las bendiciones y ayudas que la Madre de Dios concedía a los que llevaban el Santo Escapulario. Incendios que se detenían. Inundaciones que se calmaban; tentaciones que se alejaban. Pecadores que se convertían. En Francia, en plena batalla, el rey Luis XI vio que a un soldado le llegaba una flecha dirigida hacia su corazón y en cambio se le clavaba en el escapulario y no le hacía ningún daño. Inmediatamente el rey y todos sus generales pidieron el escapulario y se lo colocaron.
La Iglesia Católica ha declarado que el Escapulario se puede reemplazar por una medalla de la Virgen. Y la Virgen sigue haciendo prodigios cada día en favor de quienes llevan con devoción el santo escapulario o su medalla y se esfuerzan por ser mejores creyentes.
El Purgatorio
Antiguas tradiciones narraban que la Virgen María había prometido visitar en el purgatorio a sus devotos, el sábado próximo a la muerte de ellos y concederles descanso. Por eso, la devoción a la Virgen del Carmen está muy ligada a la devoción a las benditas almas, creencia que ha sido respaldada por los Pontífices. La iconografía presenta a la Virgen del Carmen portando dicho escapulario.
El escapulario es un sacramental
Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia ha aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.
El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos disponen al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.
Las personas nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios. Los laicos no llevan hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.
Dice san Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
SOBRE EL MISMO TEMA:
El escapulario no es un amuleto ni una moda
Significado de Carmen, Carmela o Carmelo
Carmen significa tierra fértil que produce muy buenos frutos.
Nuestra Señora de Monte Carmelo, referida comúnmente como Virgen del Carmen, es una de las diversas advocaciones de la Virgen María. Su denominación procede del llamado Monte Carmelo, un nombre que deriva de la palabra Karmel o Al-Karem y que se podría traducir como jardín.
Esta advocación da nombre a todas aquellas personas que se llaman Carmen, Carmela o Carmelo, celebrando su onomástica el día de la fiesta de esta Virgen, el 16 de julio.
Nuestra Señora de Monte Carmelo, referida comúnmente como Virgen del Carmen, es una de las diversas advocaciones de la Virgen María. Su denominación procede del llamado Monte Carmelo, un nombre que deriva de la palabra Karmel o Al-Karem y que se podría traducir como jardín.
Esta advocación da nombre a todas aquellas personas que se llaman Carmen, Carmela o Carmelo, celebrando su onomástica el día de la fiesta de esta Virgen, el 16 de julio.
jueves, 14 de julio de 2011
martes, 12 de julio de 2011
La alegria. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012)
Estracto del Capitulo Segundo, punto 25:
La alegría de la evangelización
Nueva evangelización quiere decir compartir con el mundo sus ansias de salvación y dar razón de nuestra fe, comunicando el Logos de la esperanza ( cf. 1 P 3, 15).
Los hombres tienen necesidad de esperanza para poder vivir el propio presente. El contenido de esta esperanza es «el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo». Por esto la Iglesia es misionera en su íntima esencia. No podemos tener solo para nosotros las palabras de vida eterna, que se nos dan en el encuentro con Jesucristo. Esas palabras son para todos, para cada hombre. Cada persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, tiene necesidad de este anuncio.
Precisamente la falta de esta consciencia genera desierto y desaliento. Uno los obstáculos para la nueva evangelización es la ausencia de alegría y de esperanza que tales situaciones crean y difunden entre los hombres de nuestro tiempo. Con frecuencia esta falta de alegría y de esperanza son tan fuertes que influyen en nuestras mismas comunidades cristianas. La nueva evangelización se presenta en estos contextos no como un deber, o como un ulterior peso que hay que soportar, sino más bien como una medicina capaz de dar nuevamente alegría y vida a realidades prisioneras de sus propios miedos.
Por lo tanto, afrontemos la nueva evangelización con entusiasmo. Aprendamos la dulce y reconfortante alegría de evangelizar, aunque parezca que el anuncio sea una siembra entre lágrimas (cf. Sal 126, 6).
«Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia – con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces con esperanza – pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo».
La alegría de la evangelización
Nueva evangelización quiere decir compartir con el mundo sus ansias de salvación y dar razón de nuestra fe, comunicando el Logos de la esperanza ( cf. 1 P 3, 15).
Los hombres tienen necesidad de esperanza para poder vivir el propio presente. El contenido de esta esperanza es «el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo». Por esto la Iglesia es misionera en su íntima esencia. No podemos tener solo para nosotros las palabras de vida eterna, que se nos dan en el encuentro con Jesucristo. Esas palabras son para todos, para cada hombre. Cada persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, tiene necesidad de este anuncio.
Precisamente la falta de esta consciencia genera desierto y desaliento. Uno los obstáculos para la nueva evangelización es la ausencia de alegría y de esperanza que tales situaciones crean y difunden entre los hombres de nuestro tiempo. Con frecuencia esta falta de alegría y de esperanza son tan fuertes que influyen en nuestras mismas comunidades cristianas. La nueva evangelización se presenta en estos contextos no como un deber, o como un ulterior peso que hay que soportar, sino más bien como una medicina capaz de dar nuevamente alegría y vida a realidades prisioneras de sus propios miedos.
Por lo tanto, afrontemos la nueva evangelización con entusiasmo. Aprendamos la dulce y reconfortante alegría de evangelizar, aunque parezca que el anuncio sea una siembra entre lágrimas (cf. Sal 126, 6).
«Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia – con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces con esperanza – pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo».
Nueva Evangelizacion: Testigos. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012)
Estracto del Capitulo Segundo, punto 22:
Evangelizadores y educadores en cuanto testigos
El contexto de emergencia educativa en el cual nos encontramos confiere aún más fuerza a las palabras del Papa Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio.
Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad».
Cualquier proyecto de “nueva evangelización”, cualquier proyecto de anuncio y de transmisión de la fe no puede prescindir de esta necesidad: disponer de hombres y mujeres que con la propia conducta de vida sostengan el empeño evangelizador que viven.
Precisamente esta ejemplaridad es el valor agregado que confirma la verdad de la donación, del contenido de lo que enseñan y de lo que proponen como estilo de vida. La actual emergencia educativa acrecienta la demanda de educadores que sepan ser testigos creíbles de aquellas realidades y de aquellos valores sobre los cuales es posible fundar tanto la existencia personal de cada ser humano, como los proyectos compartidos de la vida social. A este respecto, tenemos excelentes ejemplos. Basta recordar a san Pablo, san Patricio, san Bonifacio, san Francisco Javier, los santos Cirilo y Metodio, santo Toribio de Mogrovejo, san Damian de Veuster, la beata Madre Teresa di Calcuta.
Esta exigencia se transforma para la Iglesia de hoy en una tarea de sostén y de formación de muchas personas, que desde hace tiempo están empeñadas en estas actividades de evangelización y de educación (obispos, sacerdotes, catequistas, educadores, docentes, padres) de las comunidades cristianas y están llamadas a dar mayor reconocimiento y a invertir mayores recursos en esta tarea esencial para el futuro de la Iglesia y de la humanidad.
Es necesario afirmar claramente la esencialidad de este ministerio de evangelización, de anuncio y de transmisión, dentro de nuestras Iglesias. Es igualmente necesario que cada comunidad considere nuevamente las prioridades en las propias acciones, para concentrar energías y fuerzas en este empeño común de la “nueva evangelización”.
Para que la fe sea sostenida y nutrida, ella tiene necesidad, inicialmente, de ese ámbito originario que es la familia, primer lugar de educación en la oración. En el espacio familiar puede tener lugar la educación en la fe esencialmente bajo la forma de educación del niño en la oración. Es útil para los padres rezar junto al niño para habituarlo a reconocer la presencia amante del Señor. Esto les permite ser testigos autorizados ante el mismo niño.
La formación y el cuidado con que se deberá no solo sostener a los evangelizadores ya en acción, sino llamar a nuevas fuerzas, no se reducirá a una mera preparación técnica, aunque ella sea necesaria. Será sobre todo una formación espiritual, una escuela de la fe a la luz del Evangelio de Jesucristo, bajo la guía del Espíritu, para vivir la experiencia de la paternidad de Dios. Puede evangelizar sólo quien a su vez se ha dejado y se deja evangelizar, quien es capaz de dejarse renovar espiritualmente por el encuentro y por la comunión vivida con Jesucristo. Puede transmitir la fe, como lo demuestra el apóstol Pablo: «creí, por eso hablé» (2 Co 4, 13).
Por lo tanto, la nueva evangelización es principalmente una tarea y un desafío espiritual. Es una tarea de cristianos que desean alcanzar la santidad. En este contexto y con este modo de entender la formación, será útil dedicar espacio y tiempo a una confrontación con respecto a las instituciones y a los instrumentos a disposición de las Iglesias locales para hacer que los bautizados sean conscientes del propio empeño misionero y evangelizador. Frente a los escenarios de la nueva evangelización, los testigos para ser creíbles deben saber hablar en los lenguajes de su tiempo, anunciando así, desde adentro, las razones de la esperanza que los anima (cf. 1 P 3, 15). Esta tarea no puede ser imaginada en modo espontáneo, exige atención, educación y cuidado.
Evangelizadores y educadores en cuanto testigos
El contexto de emergencia educativa en el cual nos encontramos confiere aún más fuerza a las palabras del Papa Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio.
Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad».
Cualquier proyecto de “nueva evangelización”, cualquier proyecto de anuncio y de transmisión de la fe no puede prescindir de esta necesidad: disponer de hombres y mujeres que con la propia conducta de vida sostengan el empeño evangelizador que viven.
Precisamente esta ejemplaridad es el valor agregado que confirma la verdad de la donación, del contenido de lo que enseñan y de lo que proponen como estilo de vida. La actual emergencia educativa acrecienta la demanda de educadores que sepan ser testigos creíbles de aquellas realidades y de aquellos valores sobre los cuales es posible fundar tanto la existencia personal de cada ser humano, como los proyectos compartidos de la vida social. A este respecto, tenemos excelentes ejemplos. Basta recordar a san Pablo, san Patricio, san Bonifacio, san Francisco Javier, los santos Cirilo y Metodio, santo Toribio de Mogrovejo, san Damian de Veuster, la beata Madre Teresa di Calcuta.
Esta exigencia se transforma para la Iglesia de hoy en una tarea de sostén y de formación de muchas personas, que desde hace tiempo están empeñadas en estas actividades de evangelización y de educación (obispos, sacerdotes, catequistas, educadores, docentes, padres) de las comunidades cristianas y están llamadas a dar mayor reconocimiento y a invertir mayores recursos en esta tarea esencial para el futuro de la Iglesia y de la humanidad.
Es necesario afirmar claramente la esencialidad de este ministerio de evangelización, de anuncio y de transmisión, dentro de nuestras Iglesias. Es igualmente necesario que cada comunidad considere nuevamente las prioridades en las propias acciones, para concentrar energías y fuerzas en este empeño común de la “nueva evangelización”.
Para que la fe sea sostenida y nutrida, ella tiene necesidad, inicialmente, de ese ámbito originario que es la familia, primer lugar de educación en la oración. En el espacio familiar puede tener lugar la educación en la fe esencialmente bajo la forma de educación del niño en la oración. Es útil para los padres rezar junto al niño para habituarlo a reconocer la presencia amante del Señor. Esto les permite ser testigos autorizados ante el mismo niño.
La formación y el cuidado con que se deberá no solo sostener a los evangelizadores ya en acción, sino llamar a nuevas fuerzas, no se reducirá a una mera preparación técnica, aunque ella sea necesaria. Será sobre todo una formación espiritual, una escuela de la fe a la luz del Evangelio de Jesucristo, bajo la guía del Espíritu, para vivir la experiencia de la paternidad de Dios. Puede evangelizar sólo quien a su vez se ha dejado y se deja evangelizar, quien es capaz de dejarse renovar espiritualmente por el encuentro y por la comunión vivida con Jesucristo. Puede transmitir la fe, como lo demuestra el apóstol Pablo: «creí, por eso hablé» (2 Co 4, 13).
Por lo tanto, la nueva evangelización es principalmente una tarea y un desafío espiritual. Es una tarea de cristianos que desean alcanzar la santidad. En este contexto y con este modo de entender la formación, será útil dedicar espacio y tiempo a una confrontación con respecto a las instituciones y a los instrumentos a disposición de las Iglesias locales para hacer que los bautizados sean conscientes del propio empeño misionero y evangelizador. Frente a los escenarios de la nueva evangelización, los testigos para ser creíbles deben saber hablar en los lenguajes de su tiempo, anunciando así, desde adentro, las razones de la esperanza que los anima (cf. 1 P 3, 15). Esta tarea no puede ser imaginada en modo espontáneo, exige atención, educación y cuidado.
Nueva evangelizacion: El encuentro y la comunión con Cristo. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012)
Estracto del Capitulo Segundo, punto 11:
El encuentro y la comunión con Cristo,
finalidad de la transmisión de la fe
El mandato misionero que los discípulos han recibido del Señor (cf. Mc 16, 15) contiene una explícita referencia a la proclamación y a la enseñanza del Evangelio («enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» Mt 28, 20). El apóstol Pablo se presenta como «apóstol [...] escogido para predicar el Evangelio de Dios» (Rm 1, 1).
La misión de la Iglesia consiste, por lo tanto, en realizar la traditio Evangelii, el anuncio y la transmisión del Evangelio, que es «fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1, 16) y que en última instancia, se identifica con Jesucristo (cf. 1 Co 1, 24).
Al hablar de Evangelio, no debemos pensar sólo en un libro o en una doctrina; el Evangelio es mucho más: es una Palabra viva y eficaz, que realiza lo que dice. No es un sistema de artículos de fe y de preceptos morales ni, menos aún, un programa político, sino que es una persona: Jesucristo como Palabra definitiva de Dios, hecha hombre.
El Evangelio es Evangelio de Jesucristo: no solamente tiene como contenido Jesucristo. Mucho más, éste último es, a través del Espíritu Santo, también el promotor y el sujeto primario de su anuncio, de su transmisión. El objetivo de la transmisión de la fe es la realización de este encuentro con Jesucristo, en el Espíritu, para llegar a vivir la experiencia del Padre suyo y nuestro.
Transmitir la fe significa crear en cada lugar y en cada tiempo las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Jesucristo se realice. La fe como encuentro con la persona de Cristo asume la forma de la relación con Él, de la memoria de Él (en la Eucaristía) y de la formación en nosotros de la mentalidad de Cristo, en la gracia del Espíritu.
Como ha afirmado el Papa Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva [...] Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro». La misma Iglesia se encuentra conformada precisamente a partir de la realización de esa misión del anuncio del Evangelio y de la transmisión de la fe cristiana.
El resultado esperado de este encuentro consiste en inserir a los hombres en la relación del Hijo con su Padre para sentir la fuerza del Espíritu. La finalidad de la transmisión de la fe, el objetivo de la evangelización, es llevar por Cristo «al Padre en un mismo Espíritu» (Ef 2, 18); ésta es la experiencia de la novedad del Dios cristiano.
En esta perspectiva, transmitir la fe en Cristo significa crear las condiciones para una fe pensada, celebrada, vivida y rezada: esto implica inserir en la vida de la Iglesia. Ésta es una estructura de transmisión muy radicada en la tradición eclesial. A ella se refiere el Catecismo de la Iglesia Católica, así como también el Compendio del mismo Catecismo, que la asume para sostenerla, explicitarla, promoverla.[39]
El encuentro y la comunión con Cristo,
finalidad de la transmisión de la fe
El mandato misionero que los discípulos han recibido del Señor (cf. Mc 16, 15) contiene una explícita referencia a la proclamación y a la enseñanza del Evangelio («enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» Mt 28, 20). El apóstol Pablo se presenta como «apóstol [...] escogido para predicar el Evangelio de Dios» (Rm 1, 1).
La misión de la Iglesia consiste, por lo tanto, en realizar la traditio Evangelii, el anuncio y la transmisión del Evangelio, que es «fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1, 16) y que en última instancia, se identifica con Jesucristo (cf. 1 Co 1, 24).
Al hablar de Evangelio, no debemos pensar sólo en un libro o en una doctrina; el Evangelio es mucho más: es una Palabra viva y eficaz, que realiza lo que dice. No es un sistema de artículos de fe y de preceptos morales ni, menos aún, un programa político, sino que es una persona: Jesucristo como Palabra definitiva de Dios, hecha hombre.
El Evangelio es Evangelio de Jesucristo: no solamente tiene como contenido Jesucristo. Mucho más, éste último es, a través del Espíritu Santo, también el promotor y el sujeto primario de su anuncio, de su transmisión. El objetivo de la transmisión de la fe es la realización de este encuentro con Jesucristo, en el Espíritu, para llegar a vivir la experiencia del Padre suyo y nuestro.
Transmitir la fe significa crear en cada lugar y en cada tiempo las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Jesucristo se realice. La fe como encuentro con la persona de Cristo asume la forma de la relación con Él, de la memoria de Él (en la Eucaristía) y de la formación en nosotros de la mentalidad de Cristo, en la gracia del Espíritu.
Como ha afirmado el Papa Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva [...] Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro». La misma Iglesia se encuentra conformada precisamente a partir de la realización de esa misión del anuncio del Evangelio y de la transmisión de la fe cristiana.
El resultado esperado de este encuentro consiste en inserir a los hombres en la relación del Hijo con su Padre para sentir la fuerza del Espíritu. La finalidad de la transmisión de la fe, el objetivo de la evangelización, es llevar por Cristo «al Padre en un mismo Espíritu» (Ef 2, 18); ésta es la experiencia de la novedad del Dios cristiano.
En esta perspectiva, transmitir la fe en Cristo significa crear las condiciones para una fe pensada, celebrada, vivida y rezada: esto implica inserir en la vida de la Iglesia. Ésta es una estructura de transmisión muy radicada en la tradición eclesial. A ella se refiere el Catecismo de la Iglesia Católica, así como también el Compendio del mismo Catecismo, que la asume para sostenerla, explicitarla, promoverla.[39]
Nueva evangelizacion: nuevos modos de ser Iglesia. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012).
Estracto del Capitulo Primero, punto 9:
Nuevos modos de ser Iglesia
Las nuevas condiciones de la misión nos ayudan a intuir que el término “nueva evangelización” indica la exigencia de encontrar nuevas expresiones para ser Iglesia dentro de los contextos sociales y culturales actuales, en proceso de continua mutación. Las figuras tradicionales y ya establecidas – que por convención son indicadas con las expresiones “países de cristiandad” y “tierras de misión” – junto con su claridad conceptual muestran sus límites. Son demasiado simples y hacen referencia a un contexto en vía de superación, para poder funcionar como modelos de referencia para la construcción de las comunidades cristianas actuales.
Es necesario que la práctica cristiana oriente la reflexión hacia un lento trabajo de construcción de un nuevo modelo de ser Iglesia, que evite las asperezas del sectarismo y de la “religión civil”, y permita, en un contexto post-ideológico como el actual, seguir manteniendo la forma de una Iglesia misionera.
En otras palabras, la Iglesia tiene necesidad, dentro de la variedad de sus figuras, de no perder el rostro de Iglesia “doméstica, popular”. Aún en contextos minoritarios o de discriminación la Iglesia no puede perder su capacidad de permanecer junto a la persona en su vida cotidiana, para anunciar desde esa realidad el mensaje vivificante del Evangelio. Como afirmaba el Papa Juan Pablo II, “nueva evangelización” significa hacer de nuevo el tejido cristiano de la sociedad humana, haciendo nuevamente el tejido de las mismas comunidades cristianas; quiere decir ayudar a la Iglesia a mantener su presencia «entre las casas de sus hijos y de sus hijas», para animar la vida y orientarla hacia el Reino que viene.
En esta tarea de discernimiento pueden ser de gran ayuda las Iglesias católicas orientales y todas aquellas comunidades cristianas que en su reciente pasado han vivido, o están todavía viviendo, la experiencia del ocultamiento, de la persecución, de la marginación, de ser víctimas de la intolerancia de carácter étnico, ideológico o religioso. Su testimonio de fe, su tenacidad, su capacidad de resistir, la solidaridad de su esperanza, la intuición de algunas prácticas pastorales, son un don para compartir con las comunidades que, teniendo en la propia historia un pasado glorioso, viven un presente de fatiga y dispersión. Para Iglesias poco habituadas a vivir la fe en situación de minoría es ciertamente un don poder escuchar experiencias capaces de infundir en ellas aquella confianza que es indispensable para adquirir el impulso exigido por la nueva evangelización.
Es tiempo de nueva evangelización también para Occidente, donde muchos que han recibido el bautismo viven completamente fuera de la vida cristiana y siempre más personas conservan ciertamente un vínculo con la fe, pero conocen poco o mal sus fundamentos.
Frecuentemente la presentación de la fe cristiana resulta distorsionada por la caricatura y por los lugares comunes difundidos por la cultura, en una actitud de indiferente alejamiento, si no de abierta contestación. Es tiempo de nueva evangelización para ese occidente en el cual «enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo –si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria– inspiran y sostienen una existencia vivida “como si no hubiera Dios”».
Las comunidades cristianas deben saber asumir con responsabilidad y coraje esta demanda de renovación que la transformación del contexto cultural y social pide a la Iglesia. Dichas comunidades deben aprender a vivir y a gestionar esta larga transición de figura, manteniendo como punto de referencia el mandato de evangelizar.
Nuevos modos de ser Iglesia
Las nuevas condiciones de la misión nos ayudan a intuir que el término “nueva evangelización” indica la exigencia de encontrar nuevas expresiones para ser Iglesia dentro de los contextos sociales y culturales actuales, en proceso de continua mutación. Las figuras tradicionales y ya establecidas – que por convención son indicadas con las expresiones “países de cristiandad” y “tierras de misión” – junto con su claridad conceptual muestran sus límites. Son demasiado simples y hacen referencia a un contexto en vía de superación, para poder funcionar como modelos de referencia para la construcción de las comunidades cristianas actuales.
Es necesario que la práctica cristiana oriente la reflexión hacia un lento trabajo de construcción de un nuevo modelo de ser Iglesia, que evite las asperezas del sectarismo y de la “religión civil”, y permita, en un contexto post-ideológico como el actual, seguir manteniendo la forma de una Iglesia misionera.
En otras palabras, la Iglesia tiene necesidad, dentro de la variedad de sus figuras, de no perder el rostro de Iglesia “doméstica, popular”. Aún en contextos minoritarios o de discriminación la Iglesia no puede perder su capacidad de permanecer junto a la persona en su vida cotidiana, para anunciar desde esa realidad el mensaje vivificante del Evangelio. Como afirmaba el Papa Juan Pablo II, “nueva evangelización” significa hacer de nuevo el tejido cristiano de la sociedad humana, haciendo nuevamente el tejido de las mismas comunidades cristianas; quiere decir ayudar a la Iglesia a mantener su presencia «entre las casas de sus hijos y de sus hijas», para animar la vida y orientarla hacia el Reino que viene.
En esta tarea de discernimiento pueden ser de gran ayuda las Iglesias católicas orientales y todas aquellas comunidades cristianas que en su reciente pasado han vivido, o están todavía viviendo, la experiencia del ocultamiento, de la persecución, de la marginación, de ser víctimas de la intolerancia de carácter étnico, ideológico o religioso. Su testimonio de fe, su tenacidad, su capacidad de resistir, la solidaridad de su esperanza, la intuición de algunas prácticas pastorales, son un don para compartir con las comunidades que, teniendo en la propia historia un pasado glorioso, viven un presente de fatiga y dispersión. Para Iglesias poco habituadas a vivir la fe en situación de minoría es ciertamente un don poder escuchar experiencias capaces de infundir en ellas aquella confianza que es indispensable para adquirir el impulso exigido por la nueva evangelización.
Es tiempo de nueva evangelización también para Occidente, donde muchos que han recibido el bautismo viven completamente fuera de la vida cristiana y siempre más personas conservan ciertamente un vínculo con la fe, pero conocen poco o mal sus fundamentos.
Frecuentemente la presentación de la fe cristiana resulta distorsionada por la caricatura y por los lugares comunes difundidos por la cultura, en una actitud de indiferente alejamiento, si no de abierta contestación. Es tiempo de nueva evangelización para ese occidente en el cual «enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo –si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria– inspiran y sostienen una existencia vivida “como si no hubiera Dios”».
Las comunidades cristianas deben saber asumir con responsabilidad y coraje esta demanda de renovación que la transformación del contexto cultural y social pide a la Iglesia. Dichas comunidades deben aprender a vivir y a gestionar esta larga transición de figura, manteniendo como punto de referencia el mandato de evangelizar.
lunes, 11 de julio de 2011
Nueva Evangelizacion: Como cristianos frente a estos nuevos escenarios. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012)
Estracto del Capitulo Primero, punto 7:
Ante semejantes cambios es natural que la primera reacción sea el turbamiento y el miedo, en cuanto nos enfrentamos con transformaciones que interrogan nuestra identidad y nuestra fe hasta las raíces. El Papa Benedicto XVI, cuando nos invita a una relectura del presente a partir de la perspectiva de esperanza que el cristianismo ofrece.
Los nuevos escenarios con los cuales estamos llamados a confrontarnos exigen desarrollar una actitud crítica de los estilos de vida, de las estructuras de pensamiento y de los valores, de los lenguajes construidos para comunicar. Esta actitud, al mismo tiempo, deberá funcionar como autocrítica del cristianismo moderno, el cual debe siempre de nuevo aprender a comprenderse a sí mismo a partir de las propias raíces.
Es necesario observar estos escenarios, estos fenómenos, sabiendo superar el nivel emotivo de juicio defensivo y de miedo, para comprender objetivamente los signos de lo nuevo, junto a los desafíos y a las fragilidades.
"Nueva evangelización" quiere decir, por lo tanto, trabajar en nuestras Iglesias locales para construir caminos de lectura de los fenómenos ya indicados, permitiendo traducir la esperanza del Evangelio en términos practicables. Esto significa que la Iglesia se edifica aceptando confrontarse con estos desafíos, siendo cada vez más la constructora de la civilización del amor.
La nueva evangelización exige que nos confrontemos con estos escenarios, no permaneciendo cerrados en los recintos de nuestras comunidades y de nuestras instituciones, sino aceptando el desafío de entrar dentro de estos fenómenos, para tomar la palabra y ofrecer nuestro testimonio desde adentro. Ésta es la forma que la martyria cristiana asume en el mundo de hoy, aceptando la confrontación también con aquellas formas recientes de ateísmo agresivo o de secularización extrema, cuya finalidad es eclipsar la cuestión de Dios en la vida del hombre.
En este contexto, "nueva evangelización" significa para la Iglesia sostener con convicción el esfuerzo de ver a todos los cristianos unidos en la manifestación al mundo de la fuerza profética y transformadora del mensaje evangélico. La justicia, la paz, la convivencia entre los pueblos y la salvaguardia de la creación son las palabras que han signado el camino ecuménico de estas décadas.
Ante semejantes cambios es natural que la primera reacción sea el turbamiento y el miedo, en cuanto nos enfrentamos con transformaciones que interrogan nuestra identidad y nuestra fe hasta las raíces. El Papa Benedicto XVI, cuando nos invita a una relectura del presente a partir de la perspectiva de esperanza que el cristianismo ofrece.
Los nuevos escenarios con los cuales estamos llamados a confrontarnos exigen desarrollar una actitud crítica de los estilos de vida, de las estructuras de pensamiento y de los valores, de los lenguajes construidos para comunicar. Esta actitud, al mismo tiempo, deberá funcionar como autocrítica del cristianismo moderno, el cual debe siempre de nuevo aprender a comprenderse a sí mismo a partir de las propias raíces.
Es necesario observar estos escenarios, estos fenómenos, sabiendo superar el nivel emotivo de juicio defensivo y de miedo, para comprender objetivamente los signos de lo nuevo, junto a los desafíos y a las fragilidades.
"Nueva evangelización" quiere decir, por lo tanto, trabajar en nuestras Iglesias locales para construir caminos de lectura de los fenómenos ya indicados, permitiendo traducir la esperanza del Evangelio en términos practicables. Esto significa que la Iglesia se edifica aceptando confrontarse con estos desafíos, siendo cada vez más la constructora de la civilización del amor.
La nueva evangelización exige que nos confrontemos con estos escenarios, no permaneciendo cerrados en los recintos de nuestras comunidades y de nuestras instituciones, sino aceptando el desafío de entrar dentro de estos fenómenos, para tomar la palabra y ofrecer nuestro testimonio desde adentro. Ésta es la forma que la martyria cristiana asume en el mundo de hoy, aceptando la confrontación también con aquellas formas recientes de ateísmo agresivo o de secularización extrema, cuya finalidad es eclipsar la cuestión de Dios en la vida del hombre.
En este contexto, "nueva evangelización" significa para la Iglesia sostener con convicción el esfuerzo de ver a todos los cristianos unidos en la manifestación al mundo de la fuerza profética y transformadora del mensaje evangélico. La justicia, la paz, la convivencia entre los pueblos y la salvaguardia de la creación son las palabras que han signado el camino ecuménico de estas décadas.
Los escenarios de la Nueva Evangelizacion. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012)
Estracto del Capitulo Primero, punto 6:
La nueva evangelización es una actitud, un estilo audaz. Es la capacidad de parte del cristianismo de saber leer y descifrar los nuevos escenarios, que en estas últimas décadas han surgido dentro de la historia humana, para habitarlos y transformarlos en lugares de testimonio y de anuncio del Evangelio.
El primero de ellos es el escenario cultural de fondo. Nos encontramos en una época de profunda secularización, que ha perdido la capacidad de escuchar y de comprender la palabra evangélica como un mensaje vivo y vivificador.
La secularización ha asumido un tono modesto, que ha permitido a esta forma cultural invadir la vida cotidiana de las personas y desarrollar una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana. Este modo de actuar ha consentido a la secularización entrar en la vida de los cristianos y de las comunidades eclesiales.
Las características de un modo secularizado de entender la vida dejan sus huellas en el comportamiento cotidiano de muchos cristianos, que se muestran frecuentemente influenciados, si no condicionados, por la cultura de la imagen con sus modelos e impulsos contradictorios.
En un escenario de este tipo, la nueva evangelización se presenta como un estímulo del cual tienen necesidad las comunidades cansadas y débiles, para descubrir nuevamente la alegría de la experiencia cristiana.
Junto a este primer escenario cultural, podemos indicar otro, más social: el gran fenómeno migratorio, que impulsa cada vez más a las personas a dejar sus países de origen y vivir en contextos urbanizados.
Este fenómeno provoca un encuentro y una mezcla de culturas que nuestras sociedades no conocían desde hace siglos.
Con este escenario social se relaciona el fenómeno conocido el término globalización, realidad no fácilmente descifrable, que exige de parte de los cristianos un fuerte trabajo de discernimiento.
La globalización puede ser interpretada como un fenómeno negativo vinculada solamente con la dimensión económica y productiva; sin embargo puede ser leída como un fenómeno de crecimiento, en el cual la humanidad aprende a desarrollar nuevas formas de solidaridad y nuevos caminos para compartir el progreso de todos hacia el bien.
En un escenario como éste, la nueva evangelización nos permite aprender que la misión ya no es un movimiento norte-sur o este-oeste, porque es necesario desvincularse de los confines geográficos. Hoy la misión se encuentra en todos los cinco continentes.
Es necesario aprender a conocer, también nosotros, los sectores y los ambientes que son ajenos a la fe, porque no la han encontrado nunca la fe o porque se alejaron de ella.
Esta profunda mezcolanza de culturas es el fondo sobre el cual actúa un tercer escenario, que está marcando en modo cada vez más determinante la vida de las personas y la consciencia colectiva. Se trata del desafío de los medios de comunicación social, que hoy ofrecen enormes posibilidades y representan uno de los grandes retos para la Iglesia.
No existe lugar en el mundo que hoy no pueda ser alcanzado y, por lo tanto, no pueda estar sujeto al influjo de la cultura de los medios de comunicación y de la cultura digital, que se estructura cada vez más como el "lugar" de la vida pública y de la experiencia social.
En tal contexto, la nueva evangelización exige a los cristianos la audacia de estar presentes en estos "nuevos areópagos", buscando los instrumentos y los caminos para hacer comprensible, también en estos lugares ultramundanos, el patrimonio de educación y de sabiduría custodiado por la tradición cristiana.
Un cuarto escenario que marca con sus cambios la acción evangelizadora de la Iglesia es el económico. Repetidas veces el Magisterio de los Sumos Pontífices han denunciado los crecientes desequilibrios entre el Norte y el Sur del mundo, en el acceso y en la distribución de los recursos, así como también en el daño a la creación. La duradera crisis económica en la cual nos encontramos indica el problema del uso de las fuerzas materiales, que no encuentra fácilmente las reglas de un mercado global capaz de tutelar una convivencia más justa.
Un quinto escenario es el de la investigación científica y tecnológica. Vivimos en una época en la cual no cesamos de admirarnos por los maravillosos pasos que la investigación ha sabido superar en estos campos. Todos podemos experimentar en la vida cotidiana los beneficios que provienen de estos progresos. Todos dependemos cada vez más de tales beneficios
Un sexto y último escenario es el de la política. La aparición en la escena mundial de nuevos actores económicos, políticos y religiosos, como el mundo islámico y el mundo asiático, ha creado una situación inédita y totalmente desconocida, rica de potencialidades, pero también plena de nuevas tentaciones de dominio y de poder. En este escenario, existen temas y sectores que han de ser iluminados con la luz del Evangelio: el empeño por la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos; el mejoramiento de las formas de gobierno mundial y nacional; la construcción de formas posibles de escucha, convivencia, diálogo y colaboración entre diversas culturas y religiones; la defensa de los derechos del hombre y de los pueblos, sobre todo de las minorías; la promoción de los más débiles; la protección de la creación y el empeño por el futuro de nuestro planeta.
La nueva evangelización es una actitud, un estilo audaz. Es la capacidad de parte del cristianismo de saber leer y descifrar los nuevos escenarios, que en estas últimas décadas han surgido dentro de la historia humana, para habitarlos y transformarlos en lugares de testimonio y de anuncio del Evangelio.
El primero de ellos es el escenario cultural de fondo. Nos encontramos en una época de profunda secularización, que ha perdido la capacidad de escuchar y de comprender la palabra evangélica como un mensaje vivo y vivificador.
La secularización ha asumido un tono modesto, que ha permitido a esta forma cultural invadir la vida cotidiana de las personas y desarrollar una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana. Este modo de actuar ha consentido a la secularización entrar en la vida de los cristianos y de las comunidades eclesiales.
Las características de un modo secularizado de entender la vida dejan sus huellas en el comportamiento cotidiano de muchos cristianos, que se muestran frecuentemente influenciados, si no condicionados, por la cultura de la imagen con sus modelos e impulsos contradictorios.
En un escenario de este tipo, la nueva evangelización se presenta como un estímulo del cual tienen necesidad las comunidades cansadas y débiles, para descubrir nuevamente la alegría de la experiencia cristiana.
Junto a este primer escenario cultural, podemos indicar otro, más social: el gran fenómeno migratorio, que impulsa cada vez más a las personas a dejar sus países de origen y vivir en contextos urbanizados.
Este fenómeno provoca un encuentro y una mezcla de culturas que nuestras sociedades no conocían desde hace siglos.
Con este escenario social se relaciona el fenómeno conocido el término globalización, realidad no fácilmente descifrable, que exige de parte de los cristianos un fuerte trabajo de discernimiento.
La globalización puede ser interpretada como un fenómeno negativo vinculada solamente con la dimensión económica y productiva; sin embargo puede ser leída como un fenómeno de crecimiento, en el cual la humanidad aprende a desarrollar nuevas formas de solidaridad y nuevos caminos para compartir el progreso de todos hacia el bien.
En un escenario como éste, la nueva evangelización nos permite aprender que la misión ya no es un movimiento norte-sur o este-oeste, porque es necesario desvincularse de los confines geográficos. Hoy la misión se encuentra en todos los cinco continentes.
Es necesario aprender a conocer, también nosotros, los sectores y los ambientes que son ajenos a la fe, porque no la han encontrado nunca la fe o porque se alejaron de ella.
Esta profunda mezcolanza de culturas es el fondo sobre el cual actúa un tercer escenario, que está marcando en modo cada vez más determinante la vida de las personas y la consciencia colectiva. Se trata del desafío de los medios de comunicación social, que hoy ofrecen enormes posibilidades y representan uno de los grandes retos para la Iglesia.
No existe lugar en el mundo que hoy no pueda ser alcanzado y, por lo tanto, no pueda estar sujeto al influjo de la cultura de los medios de comunicación y de la cultura digital, que se estructura cada vez más como el "lugar" de la vida pública y de la experiencia social.
En tal contexto, la nueva evangelización exige a los cristianos la audacia de estar presentes en estos "nuevos areópagos", buscando los instrumentos y los caminos para hacer comprensible, también en estos lugares ultramundanos, el patrimonio de educación y de sabiduría custodiado por la tradición cristiana.
Un cuarto escenario que marca con sus cambios la acción evangelizadora de la Iglesia es el económico. Repetidas veces el Magisterio de los Sumos Pontífices han denunciado los crecientes desequilibrios entre el Norte y el Sur del mundo, en el acceso y en la distribución de los recursos, así como también en el daño a la creación. La duradera crisis económica en la cual nos encontramos indica el problema del uso de las fuerzas materiales, que no encuentra fácilmente las reglas de un mercado global capaz de tutelar una convivencia más justa.
Un quinto escenario es el de la investigación científica y tecnológica. Vivimos en una época en la cual no cesamos de admirarnos por los maravillosos pasos que la investigación ha sabido superar en estos campos. Todos podemos experimentar en la vida cotidiana los beneficios que provienen de estos progresos. Todos dependemos cada vez más de tales beneficios
Un sexto y último escenario es el de la política. La aparición en la escena mundial de nuevos actores económicos, políticos y religiosos, como el mundo islámico y el mundo asiático, ha creado una situación inédita y totalmente desconocida, rica de potencialidades, pero también plena de nuevas tentaciones de dominio y de poder. En este escenario, existen temas y sectores que han de ser iluminados con la luz del Evangelio: el empeño por la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos; el mejoramiento de las formas de gobierno mundial y nacional; la construcción de formas posibles de escucha, convivencia, diálogo y colaboración entre diversas culturas y religiones; la defensa de los derechos del hombre y de los pueblos, sobre todo de las minorías; la promoción de los más débiles; la protección de la creación y el empeño por el futuro de nuestro planeta.
domingo, 10 de julio de 2011
Nueva Evangelización: el significado de una definicion. Orientaciones para el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización (Roma, Octubre 2012)
Estracto del Capitulo Primero, punto 5:
Nueva Evangelizacion. El significado de una definicion
"No se trata de hacer nuevamente una cosa que ha sido mal hecha o que no ha funcionado, de modo que la nueva acción se convierta en un juicio implícito sobre el desacierto de la primera. La nueva evangelización no es una reduplicación de la primera, no es una simple repetición, sino que consiste en el coraje de atreverse a transitar por nuevos senderos, frente a las nuevas condiciones en las cuales la Iglesia está llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio".
"Hoy la Iglesia debe afrontar otros desafíos, proyectándose hacia nuevas fronteras, tanto en la primera misión ad gentes, como en la nueva evangelización de pueblos que han recibido ya el anuncio de Cristo. Hoy se pide a todos los cristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesia universal la misma valentía que movió a los misioneros del pasado y la misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu".
"En un mundo que, con la desaparición de las distancias, se hace cada vez más pequeño, las comunidades eclesiales deben relacionarse entre sí, intercambiarse energías y medios, comprometerse a una en la única y común misión de anunciar y de vivir el Evangelio".
"Ya estamos en condiciones de comprender el funcionamiento dinámico correspondiente al concepto de "nueva evangelización": a tal concepto se recurre para indicar el esfuerzo de renovación que la Iglesia está llamada a hacer para estar a la altura de los desafíos que el contexto socio-cultural actual pone a la fe cristiana, a su anuncio y a su testimonio, en correspondencia con los fuertes cambios en acto. A estos desafíos la Iglesia responde no resignándose, no cerrándose en sí misma, sino promoviendo una obra de revitalización de su propio cuerpo, habiendo puesto en el centro la figura de Jesucristo, el encuentro con Él".
sábado, 9 de julio de 2011
El mensaje en piedra del Templo de la Sagrada Familia de Barcelona: "Volver a Nazaret".
En el origen del proyecto del templo de la Sagrada Familia de Barcelona existe la intuicion de san José Manyanet que proponia a principios de la segunda mitad del siglo XIX “volver a Nazaret”.
Decía: “Imaginemos que nos encontramos en la Casa de Nazaret en compañía de Jesús, María y José, escuchando sus palabras y obervando sus acciones, y que con afecto paternal nos dicen a cada uno de nosotros: ‘Si quieres gustarnos no dejes de copiar en ti lo que nosotros decimos y hacemos”.
El templo de la Sagrada Familia será, en definitiva, un monumento al Amor. Su carácter expiatorio mostrará el sentido de la gratuidad que se manifiesta en la fidelidad sin límites: el sí de María a la voluntad de Dios y la tutela fiel de José permitirán que Jesús crezca rodeado de un amor sano, fuerte y libre, forjado en las decisiones de responsabilidad y de donación.
Antonio Gaudí quiso dejarnos el testamento de la Sagrada Familia como un mensaje en piedra que hay que descifrar. La cripta se cierra con una piedra clave del anuncio del Angel a María: la encarnación es la clave para interpretar el Templo.
Un templo encarnado en una sociedad y una época convulsa, en un entorno obrero, en una zona en aquél entonces muy despoblada.
Gaudí sabía que construía para una época en que la práctica dominical disminuiría, por eso quiso sacar los retablos a la calle e hizo de las fachadas una propuesta apologética y catequética.
La única fachada que Gaudí realizó en vida fue la del Nacimiento, al este, donde sale el sol. Está llena de escenas y símbolos relativos relativos a la Sagrada Familia de Nazaret.
En el portal de la Esperanza, a la izquierda, está:
— la boda de José y María,
— la huída a Egipto,
— la matanza de los inocentes,
— José conversando con el Niño Jesús,
— los abuelos de Jesús, Joaquín y Ana,
— san José en la barca como patrón de la Iglesia.
En el portal central o de la Caridad, está:
— la columna de la genealogía de Jesús,
— el Nacimiento que convierte toda la portalada en un enorme pesebre,
— la adoración de los pastores y los magos,
— los ángeles músicos,
— la coronación de la Virgen María.
Si contemplamos en portal de la Fe (derecha) de la fachada del Nacimiento, encontramos estas escenas:
— La presentación del Niño Jesús en el Templo,
— Jesús predicando entre los doctores, que son las imágenes de san Juan Bautista y el sacerdote Zacarías (hijo y padre respectivamente).
— La visitación de María a su prima Isabel.
— José y María mirando a Jesús entre los doctores y diciéndole después de tres días de búsqueda “hijo, ¿porqué te has portado así con nosotros?” (Lc 2,48).
— Jesús trabajando de carpintero en el taller de Nazaret, obedeciendo a sus padres (Lc 2,51). A esta figura Gaudí la llamaba afectuosamente “el carpinterito”.
Pero Gaudí no quedó recluido en enaltecer el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret. El exterior del Templo es un gran monumento a la nueva familia de Jesús, que no se basa tanto en los lazos de sangre sino en una fraternidad nueva: una familia formada por el Maestro, su madre, María, y los doce apóstoles.
Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)
http://www.lasagradafamilia.net/
Decía: “Imaginemos que nos encontramos en la Casa de Nazaret en compañía de Jesús, María y José, escuchando sus palabras y obervando sus acciones, y que con afecto paternal nos dicen a cada uno de nosotros: ‘Si quieres gustarnos no dejes de copiar en ti lo que nosotros decimos y hacemos”.
El templo de la Sagrada Familia será, en definitiva, un monumento al Amor. Su carácter expiatorio mostrará el sentido de la gratuidad que se manifiesta en la fidelidad sin límites: el sí de María a la voluntad de Dios y la tutela fiel de José permitirán que Jesús crezca rodeado de un amor sano, fuerte y libre, forjado en las decisiones de responsabilidad y de donación.
Antonio Gaudí quiso dejarnos el testamento de la Sagrada Familia como un mensaje en piedra que hay que descifrar. La cripta se cierra con una piedra clave del anuncio del Angel a María: la encarnación es la clave para interpretar el Templo.
Un templo encarnado en una sociedad y una época convulsa, en un entorno obrero, en una zona en aquél entonces muy despoblada.
Gaudí sabía que construía para una época en que la práctica dominical disminuiría, por eso quiso sacar los retablos a la calle e hizo de las fachadas una propuesta apologética y catequética.
La única fachada que Gaudí realizó en vida fue la del Nacimiento, al este, donde sale el sol. Está llena de escenas y símbolos relativos relativos a la Sagrada Familia de Nazaret.
En el portal de la Esperanza, a la izquierda, está:
— la boda de José y María,
— la huída a Egipto,
— la matanza de los inocentes,
— José conversando con el Niño Jesús,
— los abuelos de Jesús, Joaquín y Ana,
— san José en la barca como patrón de la Iglesia.
BODA DE MARIA Y JOSE |
MATANZA DE LOS INOCENTES |
HUIDA A EGIPTO |
En el portal central o de la Caridad, está:
— la columna de la genealogía de Jesús,
— el Nacimiento que convierte toda la portalada en un enorme pesebre,
— la adoración de los pastores y los magos,
— los ángeles músicos,
— la coronación de la Virgen María.
ADORACION DE LOS PASTORES |
Si contemplamos en portal de la Fe (derecha) de la fachada del Nacimiento, encontramos estas escenas:
— La presentación del Niño Jesús en el Templo,
— Jesús predicando entre los doctores, que son las imágenes de san Juan Bautista y el sacerdote Zacarías (hijo y padre respectivamente).
— La visitación de María a su prima Isabel.
— José y María mirando a Jesús entre los doctores y diciéndole después de tres días de búsqueda “hijo, ¿porqué te has portado así con nosotros?” (Lc 2,48).
— Jesús trabajando de carpintero en el taller de Nazaret, obedeciendo a sus padres (Lc 2,51). A esta figura Gaudí la llamaba afectuosamente “el carpinterito”.
"EL CARPINTERITO" |
Pero Gaudí no quedó recluido en enaltecer el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret. El exterior del Templo es un gran monumento a la nueva familia de Jesús, que no se basa tanto en los lazos de sangre sino en una fraternidad nueva: una familia formada por el Maestro, su madre, María, y los doce apóstoles.
Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)
http://www.lasagradafamilia.net/
La vivencia familiar de Antonio Gaudi, arquitecto del Templo de la Sagrada Familia de Barcelona.
¿Cuál fue la experiencia familiar de Antonio Gaudi?
Gaudí fue un niño enfermizo que, debido a su reuma, no siempre podía ir a la escuela y se pasaba largas horas contemplando la naturaleza.
Su madre, Antonia Cornet Bertrán, murió muy joven, cuando él estudiaba arquitectura y contaba solo veinticuatro años.
Antonio, además, vio morir también a todos sus hermanos: María a los cuatro años, Francisco solo con dos, otro también llamado Francisco a los veinticinco, habiendo finalizado la carrera de medicina pero sin ejercerla y Rosa a los treinta y cinco años, que se casó y tuvo una hija, Rosita Egea Gaudí, que tenía problemas de salud y hacia la que el arquitecto sintió un verdadero afecto paternal.
El arquitecto también cuidó de su padre, Francisco Gaudí Serra, que murió anciano en casa de su hijo, en el parque Güell.
Antonio Gaudí no se casó nunca y vivió la arquitectura como un sacerdocio.
Todas estas vivencias familiares lo marcaron, indudablemente: sabía qué quería decir la muerte prematura de sus hermanos, cuidar a un padre anciano y ocuparse de un miembro débil de la propia familia. Sabía qué representa permanecer soltero toda la vida.
El celibato de Gaudí tiene tres explicaciones:
— el fracaso de cuatro intentos de matrimonio
— la necesario atención que tenía para con su familia
— la intensa dedicación al trabajo como misión
Ya anciano, Gaudí escribía: “Muerto también el amigo Maragall y, poco después, el amado mecenas conde de Güell y el dilecto doctor Torras I Bages, me sumergí en las más completa soledad: mis grandes amigos están muertos; no tengo familia, ni fortuna ni nada. Así puedo darme totalmente al Templo”.
Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)
http://www.lasagradafamilia.net/
Gaudí fue un niño enfermizo que, debido a su reuma, no siempre podía ir a la escuela y se pasaba largas horas contemplando la naturaleza.
Su madre, Antonia Cornet Bertrán, murió muy joven, cuando él estudiaba arquitectura y contaba solo veinticuatro años.
Antonio, además, vio morir también a todos sus hermanos: María a los cuatro años, Francisco solo con dos, otro también llamado Francisco a los veinticinco, habiendo finalizado la carrera de medicina pero sin ejercerla y Rosa a los treinta y cinco años, que se casó y tuvo una hija, Rosita Egea Gaudí, que tenía problemas de salud y hacia la que el arquitecto sintió un verdadero afecto paternal.
El arquitecto también cuidó de su padre, Francisco Gaudí Serra, que murió anciano en casa de su hijo, en el parque Güell.
Antonio Gaudí no se casó nunca y vivió la arquitectura como un sacerdocio.
Todas estas vivencias familiares lo marcaron, indudablemente: sabía qué quería decir la muerte prematura de sus hermanos, cuidar a un padre anciano y ocuparse de un miembro débil de la propia familia. Sabía qué representa permanecer soltero toda la vida.
El celibato de Gaudí tiene tres explicaciones:
— el fracaso de cuatro intentos de matrimonio
— la necesario atención que tenía para con su familia
— la intensa dedicación al trabajo como misión
Ya anciano, Gaudí escribía: “Muerto también el amigo Maragall y, poco después, el amado mecenas conde de Güell y el dilecto doctor Torras I Bages, me sumergí en las más completa soledad: mis grandes amigos están muertos; no tengo familia, ni fortuna ni nada. Así puedo darme totalmente al Templo”.
Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)
http://www.lasagradafamilia.net/
La Sagrada Familia de Barcelona, Templo Expiatorio.
Antonio Gaudí Cornet (Reus/Riudoms 1852 – Barcelona 1926) es mundialmente conocido como el arquitecto del templo de la Sagrada Familia de Barcelona.
Dedicó al templo, casi en exclusiva, los ultimos quince años de su vida. Empleó formas geométricas y soluciones arquitectónicas que ya había experimentado en otros edificios. A través de él se adentró en el mundo de la liturgia y la simbología cristianas.
En la piedra quiso plasmar el mensaje de la Sagrada Familia con una espiritualidad propia de su época, pero con una genialidad que ya anticipaba el futuro.
Testimonio de los años convulsos de la Barcelona de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, Antonio Gaudí estaba convencido del sentido expiatorio del templo, es decir, destinado a borrar las culpas mediante el sacrificio.
En una ocasión una persona quiso hacer un donativo importante para el templo. Cuando el arquitecto se lo agradeció, el donante dijo: “Esto para mí no es ningún sacrificio” y el arquitecto le respondió que hasta que no fuese un sacrificio no sería un donativo verdadero.
Gaudí decía: “La vida es amor y el amor es sacrificio. El sacrificio es lo único realmente fructífero”.
Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)
http://www.lasagradafamilia.net/
Dedicó al templo, casi en exclusiva, los ultimos quince años de su vida. Empleó formas geométricas y soluciones arquitectónicas que ya había experimentado en otros edificios. A través de él se adentró en el mundo de la liturgia y la simbología cristianas.
En la piedra quiso plasmar el mensaje de la Sagrada Familia con una espiritualidad propia de su época, pero con una genialidad que ya anticipaba el futuro.
Testimonio de los años convulsos de la Barcelona de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, Antonio Gaudí estaba convencido del sentido expiatorio del templo, es decir, destinado a borrar las culpas mediante el sacrificio.
En una ocasión una persona quiso hacer un donativo importante para el templo. Cuando el arquitecto se lo agradeció, el donante dijo: “Esto para mí no es ningún sacrificio” y el arquitecto le respondió que hasta que no fuese un sacrificio no sería un donativo verdadero.
Gaudí decía: “La vida es amor y el amor es sacrificio. El sacrificio es lo único realmente fructífero”.
Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)
http://www.lasagradafamilia.net/
viernes, 8 de julio de 2011
Domingo 15 del Tiempo Ordinario, año A: "Nuestra mision es la de ser sembradores", por Mons. Francisco González, S.F.
Isaias 55,10-11
Salmo 64
Romanos 8,18-23
Mateo 13,1-23
En el capítulo anterior y que no entra en la Liturgia Dominical de la Palabra se habla de las críticas que el Señor Jesús recibía. Le critican porque sus discípulos arrancan espigas en un sábado. Nos relata también que los fariseos planeaban el modo de acabar con él. Los mismos fariseos le vuelven a acusar de que sus obras extraordinarias las hace por el poder de Belcebú.
¿Por qué ese odio? Yo diría que pura envidia. Los discípulos recogen la espiga porque tienen hambre. Los fariseos quieren matarlo porque ha curado a un enfermo en sábado. Le acusan de obrar por el poder de Belcebú porque ha sanado a un endemoniado. ¡Qué tremenda es alguna gente!
En este capítulo Jesús continúa su discurso en parábolas. No es difícil imaginar que tanto Jesús, pero especialmente los que le seguían tal vez empezaran a tener sus dudas acerca de la misión del Maestro. Esta haciendo mucho bien, pero los líderes políticos y religiosos están en su contra. La gente puede llegar a estar confundida. Jesús sale de casa y se sienta a la orilla del lago. Mucha gente lo ve y se acerca a él, que tiene que subirse a una barca para poderles hablar. Les explica un cuento, una historieta, una parábola que la gente que le rodea podrá entender fácilmente.
Esta parábola es conocida como “El Sembrador”. La gente está muy familiarizada con este tema, ellos en gran número son labradores, gente que trabaja la tierra.
Les dice: Un sembrador salió a sembrar. Al ir tirando la semilla a bolea, algo cayó al lado del camino, otras semillas fueron a parar entre piedras, y algunas semillas también fueron a caer entre las zarzas que había en la finca. Total que en esas áreas de la finca no hubo cosecha, en parte porque algunas semillas se las comieron los pájaros, otras porque no había tierra suficiente y las demás por falta de agua. Total, no hubo cosecha... aunque eso no fue todo, pues había algo de semilla que cayó en tierra buena y ésa sí que produjo, incluso el cien por cien en algunos casos y un treinta en lo menos.
Jesús está explicando el Reino, y cuando se está proclamándolo (sembrándolo) siempre habrá enemigos que trabajen en contra del mismo, y se pierda parte de lo sembrado, pero al final triunfará con cantidades que nos dejan asombrados.
Estamos viviendo momentos críticos. Hay movimientos, actitudes y filosofías en el mundo de hoy que impiden el crecimiento de Reino. La Iglesia nos habla de relativismo, hedonismo, narcisismo, individualismo, pelagianismo y unos cuantos más “ismos”, que nos pueden asustar, incluso desanimar, o como se suele decir, que nos empujan a “tirar la toalla”.
Todo lo cual no debe hundir a los evangelizadores si recordamos que, como nos señala Jesús, el Reino siempre va a estar bajo ataque de un lado y de otro. Lo que sí debemos darnos cuenta, que como se ha dicho infinidad de veces, no somos responsables por la cosecha, como no lo es el sembrador que no puede controlar el sol ni el agua para que la tierra produzca su fruto. Nuestra misión es la de ser sembradores: preparamos el campo, sembramos la semilla y oramos para que de su fruto, algo que está en las manos de Dios.
Esa Palabra de Dios, la semilla, dará su fruto. Dios, como leímos en el evangelio de la semana pasada, es Señor de cielo y tierra, con lo cual tenemos puesta en él toda nuestra confianza para la cosecha, pues el mismo profeta Isaías nos recuerda en la primera lectura, el mensaje del Señor que nos dice: “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para dar semilla al sembrador y pan al que come, así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo”.
...Preparamos el campo, sembramos la semilla y oramos para que de su fruto, algo que está en las manos de Dios.
Salmo 64
Romanos 8,18-23
Mateo 13,1-23
En el capítulo anterior y que no entra en la Liturgia Dominical de la Palabra se habla de las críticas que el Señor Jesús recibía. Le critican porque sus discípulos arrancan espigas en un sábado. Nos relata también que los fariseos planeaban el modo de acabar con él. Los mismos fariseos le vuelven a acusar de que sus obras extraordinarias las hace por el poder de Belcebú.
¿Por qué ese odio? Yo diría que pura envidia. Los discípulos recogen la espiga porque tienen hambre. Los fariseos quieren matarlo porque ha curado a un enfermo en sábado. Le acusan de obrar por el poder de Belcebú porque ha sanado a un endemoniado. ¡Qué tremenda es alguna gente!
En este capítulo Jesús continúa su discurso en parábolas. No es difícil imaginar que tanto Jesús, pero especialmente los que le seguían tal vez empezaran a tener sus dudas acerca de la misión del Maestro. Esta haciendo mucho bien, pero los líderes políticos y religiosos están en su contra. La gente puede llegar a estar confundida. Jesús sale de casa y se sienta a la orilla del lago. Mucha gente lo ve y se acerca a él, que tiene que subirse a una barca para poderles hablar. Les explica un cuento, una historieta, una parábola que la gente que le rodea podrá entender fácilmente.
Esta parábola es conocida como “El Sembrador”. La gente está muy familiarizada con este tema, ellos en gran número son labradores, gente que trabaja la tierra.
Les dice: Un sembrador salió a sembrar. Al ir tirando la semilla a bolea, algo cayó al lado del camino, otras semillas fueron a parar entre piedras, y algunas semillas también fueron a caer entre las zarzas que había en la finca. Total que en esas áreas de la finca no hubo cosecha, en parte porque algunas semillas se las comieron los pájaros, otras porque no había tierra suficiente y las demás por falta de agua. Total, no hubo cosecha... aunque eso no fue todo, pues había algo de semilla que cayó en tierra buena y ésa sí que produjo, incluso el cien por cien en algunos casos y un treinta en lo menos.
Jesús está explicando el Reino, y cuando se está proclamándolo (sembrándolo) siempre habrá enemigos que trabajen en contra del mismo, y se pierda parte de lo sembrado, pero al final triunfará con cantidades que nos dejan asombrados.
Estamos viviendo momentos críticos. Hay movimientos, actitudes y filosofías en el mundo de hoy que impiden el crecimiento de Reino. La Iglesia nos habla de relativismo, hedonismo, narcisismo, individualismo, pelagianismo y unos cuantos más “ismos”, que nos pueden asustar, incluso desanimar, o como se suele decir, que nos empujan a “tirar la toalla”.
Todo lo cual no debe hundir a los evangelizadores si recordamos que, como nos señala Jesús, el Reino siempre va a estar bajo ataque de un lado y de otro. Lo que sí debemos darnos cuenta, que como se ha dicho infinidad de veces, no somos responsables por la cosecha, como no lo es el sembrador que no puede controlar el sol ni el agua para que la tierra produzca su fruto. Nuestra misión es la de ser sembradores: preparamos el campo, sembramos la semilla y oramos para que de su fruto, algo que está en las manos de Dios.
Esa Palabra de Dios, la semilla, dará su fruto. Dios, como leímos en el evangelio de la semana pasada, es Señor de cielo y tierra, con lo cual tenemos puesta en él toda nuestra confianza para la cosecha, pues el mismo profeta Isaías nos recuerda en la primera lectura, el mensaje del Señor que nos dice: “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para dar semilla al sembrador y pan al que come, así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo”.
...Preparamos el campo, sembramos la semilla y oramos para que de su fruto, algo que está en las manos de Dios.
jueves, 7 de julio de 2011
Templo de la Sagrada Familia; Portal de la Natividad; Imagen de la Natividad, de Jaume Busquets
Jaume Busquets i Mollera (Gerona 1904 – Barcelona 1968) es el autor de la imagen de la Natividad del Templo de la Sagrada Familia de Barcelona. Fue escultor y pintor. Se formó en los talleres de Joan Llimona y del pintor Darío Vilàs. Hizo amistad con Antonio Gaudí, que le indujo a dedicarse al arte religioso.
Recibió numerosos encargos de murales para diversas iglesias y realizó esculturas para la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia de Barcelona, un Cristo yacente para la iglesia de Santa María de Blanes y una Virgen con Niño para la fachada de la catedral de Gerona.
Construyó el altar mayor y su baldaquín para el templo de Nuestra Senora de Montealegre de Barcelona, donde, años más tarde, realizó en alabastro una imagen para el presbiterio.
En el año 1955, pintó al fresco la representación de la Santa Trinidad en el ábside de la iglesia de Sant Genís de Plegamans.
Fue director de la Escuela de Arte de Vilafranca del Penedès y después de la Escuela Massana de Barcelona.
Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)
martes, 5 de julio de 2011
domingo, 3 de julio de 2011
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