miércoles, 25 de agosto de 2010

Mateo 23,27-32: Sepulcros blanqueados














“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.

¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Construyen sepulcros para los profetas y adornan los monumentos de los justos. Y dicen: ‘Si hubiéramos vivido nosotros en los días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos para derramar la sangre de los profetas’. Pero así quedan implicados ustedes al declararse descendientes de los que asesinaron a los profetas. ¡Completen de una vez por todas lo que sus antepasados comenzaron!” (Mateo 23:27-32)

Si algo perturbaba a Jesús, era la hipocresía y la maldad de la gente. No creo que sea posible encontrar en la Biblia un insulto peor que estos: sepulcro blanqueado y Satanás.

Durante su peregrinaje desde Nazaret a Jerusalen, Jesús da muestras de que el pecado y la debilidad de los hombres no le escandalizan. Buen conocedor del corazón humano, sabía con lo que se iba a encontrar. Lo que no podía soportar era la mentira, la hipocresía, la ceguera y sordera voluntaria de las personas. Por eso, Jesus no carga contra las victimas de su propio pecado sino contra los jueces que condenan la paja del ojo ajeno pero no se fijan en la viga que ellos tienen. 
 
Los maestros de la ley y fariseos son los representantes de una religiosidad y de un sistema moral y legal hipocrita, cruel, injusto. Al denunciarles, Jesús denuncia también un modo de entender la culpa, el pecado, la justicia, la verdad, la fe, la religión, la Iglesia, Dios. Sin embargo, nos equivocariamos si señalamos a los maestros de la ley y fariseos como chivos expiatorios de los males de aquella cultura. Porque la cultura somos todos. La diferencia entre los maestros de la ley y el pueblo ignorante, es que los primeros se han erigido en maestros y jueces de los segundos, por eso, su responsibilidad es mayor.

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