lunes, 30 de agosto de 2010

Lucas 4:16-30: "¿No es este el hijo de Jose?"



















Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
y me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
a pregonar el año del favor del Señor.
Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente, y él comenzó a hablarles:
Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes.
Todos dieron su aprobación, impresionados por las hermosas palabras que salían de su boca.
¿No es éste el hijo de José?, se preguntaban.
Jesús continuó:
— Seguramente ustedes me van a citar el proverbio: ¡Médico, cúrate a ti mismo! Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm. Pues bien, les aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su propia tierra. No cabe duda de que en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró por tres años y medio, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra, muchas viudas vivían en Israel. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta, en los alrededores de Sidón. Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio.
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron. Se levantaron, lo expulsaron del pueblo y lo llevaron hasta la cumbre de la colina sobre la que estaba construido el pueblo, para tirarlo por el precipicio. Pero él pasó por en medio de ellos y se fue. (Lucas 4:16-30)

El episodio de hoy abre un debate sobre dos de las principales creencias que sostenian la identidad del pueblo de Dios en la Antigua Alianza.

La primera hace referencia al Mesias, al Hijo de Dios y a la plenitud de los tiempos. Cuando Jesus dice en la sinagoga: "Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes", esta anunciando que las promesas vuelven a cumplirse, que Dios vuelve a actuar en medio de su pueblo. No es de extranar que, mientras unos se maravillan por "las hermosas palabras que salian de su boca", otros perplejos se preguntan: "No es este el hijo de Jose?"

Jesus nacio y vivio en la cultura judia, de ahi que hoy nuestra comprension del Mesias, del Unigenito, del Hijo de Dios, puede ser muy distinta de la comprension que Jesus y sus primeros discipulos (tambien judios) tenian de si mismos. Si Jesus se hubiera presentado aquel dia en la sinagoga de Nazaret como el Hijo de Dios, lo hubieran condenado a morir apedreado alli mismo. Para el pueblo de Dios de la Antigua Alianza, Dios no tiene imagen en la tierra, es espiritu, invisible, trascendente.

En algunos pasajes del Antiguo Testamento todo el pueblo de Israel es reconocido como hijo de Dios, incluso los reyes recibieron este apelativo, sin embargo, la idea (entendida literalmente) de que Dios tiene un hijo y una imagen particular en la tierra era una blasfemia para los israelitas. Los cristianos vamos mas alla: Jesus es el Emmanuel, es decir, Dios-con-nosotros. En Jesus descubrimos a Dios, que no es solo espiritu, sino tambien carne: Dios se ha hecho como nosotros para que nosotros podamos ser como El. Esta idea no es de una identidad judia, sino de una identidad cristiana.

La segunda senal de identidad que Jesus cuestiona en su discurso de la sinagoga de Nazaret es la creencia muy arraigada en su pueblo de que solo Israel es el pueblo elegido por Dios. Jesus rechaza esa creencia, diciendoles que Dios se ha ha mostrado a traves de personas que no pertenecen al pueblo de Israel. Entonces, Jesus hiere todavia mas la sensibilidad de sus vecinos de Nazaret cuando les recuerda que tambien ellos necesitaban a Dios a su lado en aquellos tiempos pero fueron unos gentiles quienes se beneficiaron de la presencia de Dios.

El discurso de Jesus ha hecho efecto: ahora quieren matarlo.

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